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mercredi, 27 mai 2015

El gran juego africano de EE.UU

por María Lekant

Ex: http://paginatransversal.wordpress.com

África es un continente con grandes recursos naturales, un continente que ha sufrido mucho en el pasado debido a las acciones de los colonizadores, que remodelaron la región sin tener en cuenta las tradiciones y las relaciones sociales locales, un continente donde muchos países han tenido que enfrentarse, aparte de a la pobreza, el hambre y los cataclismos naturales, a guerras sangrientas y conflictos internos que, en muchos casos, perduran hasta hoy en día, mientras que en otros han dejado profundas heridas o han provocado consecuencias irrevocables para la sociedad.

Tradicionalmente, las riquezas naturales del continente negro han atraído a las naciones más poderosas, sobre todo países occidentales, que han visto en la influencia en la región un componente clave en la lucha por la influencia en el mundo.

Uno de estos países ha sido EE.UU., que, tras el colapso de la Unión Soviética, intensificó los esfuerzos para fortalecer su presencia en África. Los primeros en captar su atención fueron Sudán y Etiopía, que en el pasado habían cooperado activamente con la URSS, pero posteriormente la actividad de Washington se expandió a muchos otros países, a veces provocando ‘efectos secundarios’ más dañinos que las sequías o las hambrunas.

La catástrofe de Libia

Uno de los casos más emblemáticos de la expansión de EE.UU. y sus aliados de la OTAN en África es el de Libia, país que sigue sufriendo las consecuencias del ‘apoyo’ estadounidense a la ‘democracia’.

Washington “siempre estará hombro con hombro con el pueblo libio”, aseguraba el presidente Barack Obama en 2011, a inicios de la campaña militar de la OTAN en el país árabe. “EE.UU., junto con la comunidad internacional, está comprometido con el pueblo libio. Ustedes han ganado su revolución”, proclamó entusiasmado el mandatario estadounidense unos meses después, el 20 de octubre, en respuesta a la noticia sobre la muerte del coronel Muammar Gaddafi, y aplaudió los futuros cambios democráticos que aguardaban al país.

Los países occidentales optaron por hacer oídos sordos a los numerosos testimonios que presentaba RT al público día tras día y a las opiniones de aquellos expertos que advertían que apostar por la oposición era un error.

Así, el diplomático norteamericano retirado George Kenney advirtió en marzo de 2011 en declaraciones a RT que una intervención militar extranjera en Libia desembocaría en un conflicto de larga duración y en el consiguiente auge del terrorismo. “La actividad de la OTAN en Libia provocará aún más agitación a nivel mundial. En mi opinión, va a pasar lo mismo que en Irak y Afganistán”, pronosticó.

“La oposición libia no será capaz de crear un nuevo Gobierno estable tras derrocar al enemigo, los rebeldes deberán afrontar las contradicciones internas”, comentó a RT el entonces embajador de Rusia ante la OTAN, Dmitri Rogozin, en medio del conflicto libio. “Las intervenciones otanianas, la política y la militar, en la ‘primavera árabe’ podrían tener como resultado un ‘caliente verano árabe’, con todas las circunstancias que de ello se derivan para los demás Estados de la región”, volvió a insistir Rogozin a finales de 2011.

EE.UU. y sus aliados “promueven las guerras civiles en países foráneos por la simple razón de que en su ignorancia total (…) están tratando de cambiar regímenes, gran parte de los cuales ni siquiera entienden”, decía en julio de 2011 en declaraciones a RT el periodista investigador Adrian Salbuchi.

Fue el 11 de septiembre de 2012 cuando Washington experimentó por primera vez en su propia piel cómo es la nueva democracia libia. El ataque contra la Embajada de EE.UU. en Bengasi se cobró la vida de cuatro estadounidenses, el embajador Christopher Stevens entre ellos. En agosto de 2013, EE.UU. se vio obligado a cerrar temporalmente 19 sedes diplomáticas en Oriente Próximo y África del Norte ante los altos riesgos de atentados terroristas. En mayo de 2014, Washington ordenó el envío de un buque de guerra hacia las costas libias.

Hoy en día, el país árabe sigue sumergido en el caos. Existen dos gobiernos de facto en Libia: uno, elegido por medio de elecciones legítimas, con sede en el este del país, y otro, de ideas radicales, cuyo Congreso se encuentra en Trípoli.

El pasado mes de abril, durante un encuentro en Moscú con el canciller ruso, Serguéi Lavrov, el primer ministro libio, Abdalá At-Tani, apuntóa Occidente como responsable del caos reinante en el país desde la caída del régimen de Muammar Gadaffi, y pidió el apoyo de Rusia para restaurar las instituciones gubernamentales. El ministro de Relaciones Exteriores ruso subrayó, por su parte, que Moscú asiste al esfuerzo internacional, en la medida de lo posible, para estabilizar la situación en el país norteafricano, y señaló la necesidad de encontrar una manera rápida de reunificar el Estado cuanto antes.

Malí, víctima de las acciones en Libia

Como era de esperar, la guerra en Libia apoyada por la OTAN abrió ‘la caja de Pandora’ de la inestabilidad en los países del Sahel. Miles de combatientes de Mauritania, Malí, Níger y otros países que luchaban como mercenarios en el Ejército del exlíder libio Muammar Gaddafi regresaron a sus lugares de origen armados hasta los dientes.

Uno de los primeros países africanos en sentir las consecuencias de la guerra en Libia fue Malí.

A lo largo de su breve historia postcolonial este país ha estado constantemente bajo la amenaza de una rebelión de las tribus del norte, principalmente los tuaregs, que aspiraban a crear un Estado independiente cuyo territorio incluiría el norte de Malí, el sur de Argelia, las provincias orientales de Mauritania y la zona norte de Níger.

El 22 de marzo de 2012, un golpe de Estado depuso al presidente de Malí Amani Toumani Toure y el 6 de abril los rebeldes tuaregs del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) proclamaron la instauración del Estado islámico de Azawad en un territorio de unos 850.000 kilómetros cuadrados.

Según denunciaron en su día las autoridades de Malí, los tuaregs, que habían formado parte de las divisiones de élite de Gaddafi, llegaron con fusiles automáticos, lanzagranadas y ametralladoras que habían recibido del régimen libio. También disponían de armas francesas más modernas suministradas durante la guerra a los rebeldes libios.

“Gaddafi sabía controlar la actividad de los tuaregs en la zona del Sahel, pero ahora han emprendido su propia ‘navegación’. Es gente armada, muy bien preparada, que tiene comandantes experimentados. Combatirlos es una tarea sumamente difícil”, declaró entonces el presidente del Instituto de Oriente Próximo de Rusia, Yevgueni Satanovski.

La guerra en Libia proporcionó a los exmercenarios de Gaddafi no solo dinero y armas, sino también medio año de experiencia de combate.

Además, según informó el diario ‘New York Times’, durante cuatro años EE.UU. llevó a cabo en la región un programa antiterrorista a gran escala, invirtiendo entre 520 y 600 millones de dólares en el entrenamiento de tropas en Malí. A los militares les enseñaron a patrullar las fronteras y a neutralizar las emboscadas, entre otros métodos de lucha contra el terrorismo. Entrenados en la lucha contra los terroristas, unidades militares del país desertaron y entraron en las filas de los extremistas islamistas, como los rebeldes tuaregs.

A finales de 2012, la escalada de violencia en el norte de Malí, ocupado por grupos separatistas, provocó una resolución de la ONU que autorizó el envío de una misión militar extranjera al país africano para restablecer la paz. Las tropas francesas fueron las primeras en llegar en enero de 2013.

A pesar de las declaraciones del presidente François Hollande de que los militares franceses no lucharían en Malí más de un mes, la intervención militar en el país africano se prolongó hasta el 13 de julio de 2014, y luego fue relevada por la operación Barkhane.

A tenor de algunos expertos, en aquella ocasión se vivió una rivalidad entre Francia y Estados Unidos por el control sobre el África poscolonial.

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La constante crisis de Sudán

En 1983, una guerra civil dividió Sudán en dos partes. El conflicto, conocido como la ‘Segunda Guerra Civil Sudanesa’, se convirtió en uno de los episodios más violentos del siglo XX y duró hasta 2005, cuando fue firmado el acuerdo de paz.

En una primera fase del conflicto, EE.UU. apoyó al Gobierno musulmán en Jartum, que impuso en los territorios bajo su control la ley coránica, lo cual no hizo más que intensificar la lucha, pero en 1989 en el norte musulmán de Sudán se produjo un golpe militar que derivó en la llegada al poder de islamistas aún más radicales. Esta vez, Washington decidió apoyar a los rebeldes del sur.

“El hallazgo de un yacimiento de petróleo en Sudán en 1990 por parte de la compañía estadounidense Chevron no hizo más que echar más leña al fuego”, escribe Alexánder Sharkovski, analista del portal nvo.ng.ru, quien destaca el carácter más violento de la guerra en las zonas con presencia de petróleo.

Los combates dificultaban la actividad de los magnates estadounidenses, y en 1994 EE.UU. presionó a las partes del conflicto para que firmaran una nueva estructura estatal. Sin embargo, los dirigentes del norte musulmán no accedieron y los servicios secretos de EE.UU. orquestaron disturbios, encabezados por una fuerte oposición, apoyada por Occidente, recuerda Sharkovski.

En 2005 fue firmado el acuerdo de paz y empezó el proceso de transición, que culminó con la independencia de Sudán del Sur. Sin embargo, la ansiada paz no ha llegado a ninguno de los dos países.

Según Sharkovski, Washington suministra apoyo, incluido el militar, a los dos Estados, y los dos países, a pesar de sus ricos recursos, dependen en gran medida de la ayuda estadounidense. “Ambos países están sumidos en la pobreza y la corrupción, y sufren sus consecuencias”, lamenta el analista. 

Etiopía, bajo constante presión del ‘aliado’

Etiopía, vecina de Sudán, también ha pasado por periodos difíciles en su historia, una historia que también ha sido marcada por la influencia de EE.UU.

En 1993, el país se dividió en dos, Etiopía y Eritrea. En 1996, bajo la presión de EE.UU. y dos años antes de empezar una guerra entre sí, las fuerzas terrestres de Eritrea y Etiopía participaron en la guerra civil de Sudán, apoyadas por la Fuerza Aérea de EE.UU.

Después del 11 de septiembre 2001, los servicios de inteligencia norteamericanos crearon en Etiopía un campamento para entrenar a los combatientes de la oposición somalí. También abrieron aeródromos en el país para  operaciones aéreas tradicionales y con aviones no tripulados contra Somalia y Yemen.

Así, desde 2011 EE.UU. ha tenido una base de drones militares en Arba Minch, en el sur de Etiopía.

En 2006, también bajo presión estadounidense, Etiopía envió tropas a Somalia, que siguen presentes allí en la actualidad.

Intervención en Somalia

A principios de los años 90 Somalia fue escenario de una caótica guerra civil y de una catástrofe humanitaria.

En 1992, como parte de la operación de la ONU Restaurar la Esperanza, George H. W. Bush envió al país 28.000 soldados. La misión la amplió el sucesor de Bush, Bill Clinton, para hacer frente a algunos señores de la guerra considerados responsables de los disturbios y el caos en el país.

En octubre de 1993, los guerrilleros somalíes organizaron una emboscada contra la Fuerza de Reacción Rápida de EE.UU. Como resultado de la batalla fueron derribados dos helicópteros estadounidenses UH-60 Black Hawk, 18 militares murieron, más de 70 resultaron heridos y Bill Clinton anunció la retirada de las fuerzas estadounidenses del país.

Para comienzos de 2000, en Somalia cobró fuerza la Unión de Cortes Islámicas (UCI), un grupo radical que recibía apoyo de Arabia Saudita y otros países del Golfo.

Ante esta amenaza, los representantes de la inteligencia de EE.UU. persuadieron y financiaron a los señores de la guerra somalíes para que crearan una alianza contra la Unión (la Alianza para la Restauración de la Paz y Contra el Terrorismo, ARPCT), campaña que provocó duras críticas entre los funcionarios norteamericanos ya que, según argumentaban, socavó todos los esfuerzos antiterroristas en Somalia, informó entonces ‘The New York Times‘.

La alianza creada gracias a EE.UU. estaba profundamente dividida y era poco eficaz, y en julio de 2006 las fuerzas de la Unión de Cortes Islámicas tomaron Mogadiscio, la capital de Somalia. En diciembre, ya controlaban todo el territorio del país.

El 21 de diciembre de 2006 comenzó oficialmente la guerra entre Somalia, bajo el control de la UCI, y Etiopía, que apoyó a las fuerzas del Gobierno Transicional de Somalia y de los gobiernos de las regiones autónomas de Puntland y Galmudug.

En enero de 2007 EE.UU., apoyado por el entonces presidente somalí, Abdullahi Yusuf Ahmed, intervino directamente en la guerra, lanzando ataques aéreos contra los supuestos líderes de Al Qaeda en este país y la UCI.

En agosto de 2008, el grupo radical Al Shabaab se escindió de la UCI y emprendió una guerra contra la coalición creada por EE.UU. que dura hasta hoy. El grupo, que colabora con organizaciones terroristas como Al Qaeda, está tratando de derrocar al Gobierno de Mogadiscio respaldado por Occidente e imponer su propia versión estricta de la ley islámica en el país, mientras que el Gobierno Transicional sigue sin lograr unidad y resistiendo únicamente gracias al apoyo de Etiopía.

A principios de 2014, EE.UU. desplegó casi dos docenas de tropas regulares en el país para entrenamiento y asesoría.

Además, en julio de 2014, Washington reveló que había mantenido presencia militar secreta en Somalia durante los últimos siete años. Un destacamento variable de hasta 120 militares que incluía miembros de las fuerzas especiales permanecía en el país.

Como resultado de la constante intervención norteamericana, “los Gobiernos de los países del Cuerno de África –Sudán, Sudán del Sur, Somalia y Etiopía– se han visto entre la espada y la pared, y ahora dependen totalmente de la ayuda de Estados Unidos”, opina Alexánder Sharkovski.

Tropas en otros países africanos

En 2014, ‘The Washington Post’ publicó un sorprendente mapa que revelaba en qué naciones subsaharianas había presencia militar estadounidense involucrada en operaciones militares reales.

Según indicó el rotativo, este hecho podría ser descrito como “una creciente guerra en la sombra” contra los afilados de Al Qaeda y otros grupos militantes.

Aparte de los casos ya mencionados, el mapa incluía los siguientes países:

Burkina Faso

Desde el año 2007 EE.UU. tiene una base en la capital, Uagadugú, que actúa como centro de una red de espionaje estadounidense en la región. Los aviones espía salen de la base para volar sobre Malí, Mauritania y el Sáhara en busca de los combatientes de Al Qaeda del Magreb Islámico.

República del Congo

Las tropas de EE.UU. en este país ayudan a la nación en la búsqueda de miembros de la guerrilla ugandesa Ejército de Resistencia del Señor, dirigida por Joseph Kony.

República Centroafricana

En abril de 2013 EE.UU. tenía alrededor de 40 tropas en este Estado que ayudaban a la búsqueda del Ejército de Resistencia del Señor.

Chad

En mayo de 2014, Washington anunció que enviaría 80 tropas al país para que colaboraran en la búsqueda de las niñas nigerianas secuestradas por el grupo terrorista islamista Boko Haram.

Yibuti

El Ejército de EE.UU. tiene una gran base conocida como ‘Camp Lemonnier’ en el Aeropuerto Internacional de Yibuti-Ambouli. Allí permanecen alrededor de 4.000 militares, así como una gran cantidad de aviones y drones.

Kenia

En la instalación denominada ‘Camp Simba’, cerca de la frontera con Somalia, hay alrededor de 60 militares desde noviembre de 2013.

Níger

En 2013 la Fuerza Aérea de EE.UU. estableció una base de drones en la capital, Niamey. La Casa Blanca declaró que en la base hay alrededor de 100 militares en una misión de “recopilación de inteligencia”.

Nigeria

A principios de mayo de 2014 un pequeño equipo de soldados norteamericanos y asesores civiles fue desplegado en Nigeria para unirse a la búsqueda de las niñas secuestradas por Boko Haram. Esas tropas se unieron a alrededor de 70 militares en Nigeria, 50 de ellos asignados regularmente a la Embajada de EE.UU., y 20 infantes de marina que realizaban entrenamientos.

Uganda

EE.UU. tiene una base en la ciudad de Entebbe, desde la cual vuela un avión de vigilancia PC-12 en busca del Ejército de Resistencia del Señor. El número total de tropas norteamericanas en Uganda es de alrededor de 300, y están oficialmente en el país para “proporcionar información, asesoramiento y asistencia” a una fuerza de la Unión Africana en busca de Kony.

Los objetivos de EE.UU. en África

Los estadounidenses incluyen a África en la zona de sus intereses vitales. En 2008, por ejemplo, se creó el Comando Especial Africano de las Fuerzas Armadas de EE.UU. (AFRICOM). La importancia estratégica de África es evidente y va desde las vías navales del canal de Suez y el Cuerno de África hasta los recursos naturales del continente.

En opinión de muchos expertos, EE.UU. realmente necesita mantener sus posiciones en África ya que si no toma medidas, en un futuro próximo será ‘expulsado’ del continente.

Además, algunos analistas apuntan que el mantenimiento de la influencia en el continente es el ‘último recurso’ de Barack Obama para salvar su reputación asociada de alguna manera con los fracasos de su política exterior.

“La política exterior del presidente estadounidense es considerada por numerosos expertos un fracaso total, (…) por lo que Obama todavía tiene que mostrar al menos algunos progresos en este ámbito”, opinó el analista político Piotr Akópov en un artículo en el portal ruso Vzgliad tras la cumbre en la que participaron el mandatario estadounidense y 47 jefes de Estado africanos en la capital de EE.UU. en agosto de 2014.

Finalmente, la cumbre fue vista por muchos como una manifestación del intento de EE.UU. de oponerse al avance de competidores, sobre todo China, en el continente negro.

Los rivales de EE.UU. en África

China, el principal rival por la influencia en África

USchAfr.pngEl principal rival de los países occidentales, sobre todo EE.UU., en la lucha por las esferas de influencia en África es China, cuya campaña en el continente comenzó hace un cuarto de siglo. Aunque los chinos comenzaron a establecer relaciones en los años sesenta, antes del inicio de los años noventa no contaban con los recursos necesarios para aumentar significativamente su peso en el continente.

Los recursos naturales de África son vitales para el rápido crecimiento del gigante asiático, y durante los últimos años Pekín ha sido capaz de hacer un progreso considerable en su expansión por el continente. Desde el año 2000 China organiza cumbres similares a la de EE.UU, y el volumen de comercio entre China y África en 2014 ya duplicaba la balanza entre EE.UU. y África.

La posición general de Occidente en África es todavía más influyente que la de China. Por ejemplo, Francia controla prácticamente todo el sistema financiero de los Estados de África Occidental, pero el poder de China realmente preocupa a los representantes de los países occidentales.

Rusia vuelve a ganar terreno en el continente africano

La URSS en su momento invirtió una gran cantidad de dinero y esfuerzo en el continente. De 1960 a 1990, la Unión Soviética fue la fuerza más importante en el continente africano porque los países liberados del colonialismo buscaban ayuda para llegar a ser realmente independientes.

La URSS les dio lo que pedían: préstamos, equipos y la construcción de infraestructura. El entendimiento ideológico también fue importante, ya que muchos países optaron por el camino socialista, el único que les daba la oportunidad de liberarse de los dictados de Occidente.

Aunque con el colapso de la URSS los rusos abandonaron casi completamente África, a principios de los años 2000 comenzó un retorno gradual al continente. Actualmente las principales empresas mineras de Rusia trabajan en Angola, Guinea, Namibia, Nigeria y Sudáfrica. En general, las posiciones de Rusia son más potentes en el sur del continente.

La espiral de la historia

Las bases de muchos de los problemas actuales de África fueron creadas por los colonizadores, sostiene en su artículo Alexánder Sharkovski.

Según explica el analista, los europeos “lo remodelaron todo a su manera”, sin tener en cuenta las tradiciones locales, las relaciones sociales y las características culturales de los países africanos, y “entonces colocaron una bomba de relojería que se ha activado ahora”.

“Hoy en día, los países occidentales, en primer lugar, EE.UU. y las corporaciones multinacionales que explotan África y sus recursos, están aprovechando la situación de crisis creada gracias a los esfuerzos de estos mismos países occidentales”, opina el autor del artículo, explicando que “los debilitados Gobiernos nacionales, uno tras otro, se encuentran en una situación de dependencia del apoyo de EE.UU. y sus aliados”.

En opinión del analista, la política actual de Occidente hacia África evoca la del Imperio británico, basada en el principio de ‘divide y vencerás’, y otra analogía relaciona a EE.UU. con las políticas del Imperio romano.

“Todos sabemos qué pasó después. Y no olvidemos que la historia tiende a repetirse”, concluye el experto.

En la elaboración del material se han utilizado los archivos multimedia de RT, RIA Novosti, Reuters y AFP.

Diseño de Ivan Sérbinov

Fuente: RT

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