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mardi, 20 avril 2010

?Por qué somos soldados politicos?

Archives de SYNERGIES EUROPEENNES - 2003

Rodolphe LUSSAC:
¿Por qué somos soldados políticos?


"Sol-stitium"-cuando la ley marca un punto de interrupción como el sol en su solsticio".

falangistas.jpgSomos ante todo soldados, pues servimos al ideal del gran renacimiento europeo, una causa imperiosa, pura y difícil como lo son nuestras banderas. Soldados, porque rechazamos toda forma de solución reformista del sistema dominante que, por la vía de los compromisos electorales y políticos, la búsqueda de prebendas y la farsa parlamentaria, asegure la autorregulación y el reciclaje permanente de las "élites" (?) corruptas y el mantenimiento del sistema plutocrático.
 
Somos soldados porque pensamos que la salvación de las naciones europeas reside en la destrucción del sistema dominante. Como soldados, servimos y no discutimos, reflexionamos y actuamos. Servimos a la causa de lo político en el sentido entendido por un Julien Freund, sabiendo que la esencia de la acción reside en la acción. La triple dimensión praxiológica, teleológica y escatológica de lo político trasciende el estadio puramente operacional, pragmático y secularizado de lo político en el sentido moderno del término. Llevando más lejos nuestra reflexión, pensamos que la propaganda por la idea es una quimera y que las ideas resultan de los actos y no a la inversa. Es por ello que retomamos por nuestra cuenta la dialéctica revolucionaria de Carlo Pisacane (http://28.1911encyclopedia.org/P/PI/PISACANE_CARLO.htm ), Enrico Malatesta (http://www.britannica.com/ebi/article?tocId=9328937 ), Carlo Cafiero http://recollectionbooks.com/bleed/Encyclopedia/CafieroCarlo.htm ), Paul Brousse (http://perso.club-internet.fr/ytak/avril1.html ) y José Antonio, quien ensalzaba la propaganda por la acción, la acción dando luz a las ideas.

Debemos nuestra fe y nuestra fidelidad de soldados al ideal nacional-revolucionario que desea un nuevo orden estatal, aristocrático, jerárquico, antidemocrático y antiigualitarista, afianzado en el cuadro de una gran Europa continental, geopolíticamente autocentrada, desconectada de la economía global, independiente de la servidumbre euroatlantista y enraizada en una concepción civilizacional eurocéntrica, fundada en los valores de la tierra y la sangre.
 

Soldados, porque concebimos la historia como una dialéctica conflictual entre fuerzas antagónicas en donde los pueblos son los elementos constitutivos. La agonalidad y el antagonismo son lo propio de todos los sistemas, tal como lo demostraron Stéphane Lupasco y los  trabajos de Max Planck y Pauli. La historia está constituida por luchas constantes entre pueblos organizados a los cuales están asociados culturas y sociedades singulares, cada uno de ellos movidos por un deseo de expansión y dominación recíprocos, de un modo consciente o inconsciente.

Como soldados, combatimos por la restauración del principio "político" en el sentido noble del término, de la politeia, del imperium y de la auctoritas, en su función evoliana, anagógica, es decir capaz de imprimir a los pueblos los valores metapolíticos, espirituales y antimaterialistas específicos para asegurar una adhesión espontánea de las masas. Para nosotros, tal como señaló Carl Schmitt, la política es el lugar privilegiado de demarcación entre el amigo y el enemigo. Es por ello que rechazamos las funciones gerentes y gestionarias de la política politicastra, las funciones modernas y lúdicas del Estado contemporáneo que favorecen el frenesí hedonista del homo ludens moderno, descerebrado y desvirilizado, manipulado por la sociedad de consumo y los mass-media, de este Estado-chulo que organiza, dirige y patrocina la actividad lúdica del grupo para mejor esclavizar y neutralizar los resortes revolucionarios disolviéndoles en la hiperfestividad y en la falsa ciudad de la alegría permanente.


Soldados, proponemos el ideal del Estado polemológico encargado de defender la supervivencia y el desarrollo de la potencia de los pueblos europeos frente a los asaltos conjugados del hegemonismo americano, del islamismo radical y de la colonización extraeuropea de nuestras tierras ancestrales. En este sentido, rechazamos en bloque la concepción societaria y contractualista de la nación y nos proponemos restaurar el sentido de la nación concebida como un cuerpo místico que abarca a las generaciones pasadas, presentes y futuras. La nación permanece ante todo determinismo, predestinación, necesidad y voluntad.

Soldados, porque creemos que la actividad guerrera es el grado supremo del proceso de complejización civilizacional y la palanca primordial en la historia de la fundación de las ciudades-madre y de las ciudades-Estado. La guerra, como origen heraclíteo de todas las cosas, es subyacente a las relaciones internacionales como en los tiempos de Tucídides o Maquiavelo. Tal como lo había subrayado Hegel, la guerra es la más alta expresión del Estado, la expresión en donde encuentra su mayor conciencia y su mayor eficacia. El Estado es y será ante todo una máquina de guerra y todas sus demás atribuciones se difuminan ante ello, y es por ello que la concepción burguesa y gestionaria del Estado democrático dominante no hace sino generar un estado de cosas delicuescente, construido con una estabilidad y una prosperidad ficticias. La autoridad internacional de un Estado se mide mediante su capacidad de ser molesto, y la historia muestra que los soberanos aureolados de gloria militar sólo han tenido éxito allí cuando triunfan frente al ataque a la mos maiorum ("la ley de los ancestros") y frente a la oposición conservadora de las diferentes fuerzas centrífugas: en Roma, Augusto o Diocleciano; en Rusia, Pedro el Grande y Lenin; en el Islam, Mehmet Alí y Mustafá Kemal; en China, Chi-Huang-Ti o Mao-Tse-Tung, todos habían logrado victorias interiores y exteriores antes de osar imponer las profundas transformaciones políticas revolucionarias en las cuales tenían fe.
 
Soldados políticos, queremos restaurar el ideal de la vocación política por encima del economicismo contemporáneo, vocación en el sentido weberiano del término, que habrá de ser el privilegio de los hombres de excepción, que acumulen y articulen la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad y del deber. En el cuadro de las democracias burguesas que nos gobiernan, prolifera la clase de los políticos profesionales y gestionarios, de los demagogos y los arribistas de todo género, de los mercenarios que aceptan las altas funciones políticas por razones puramente pecuniarias y arribistas. Soldados, nosotros haremos el necesario barrido para enviar al diablo a todos estos impostores y sepultarlos bajo el ideal político gran europeo. deseamos ver marchar, uno al lado del otro, al emperador y al proletario, paradigma del nuevo héroe moderno.

Nosotros estableceremos una contigüidad esencial entre el Estado de excepción y la soberanía política, que constituye el punto de desequilibrio entre el derecho público y el hecho político. Proponemos el advenimiento de un Estado de excepción requerido para instaurar el Estado como emanación del nuevo orden. La suspensión del orden jurídico burgués, propio del sistema dominante, es imperativo para poner término a la anomia generalizada y al desorden establecido. El sintagma "fuerza de ley" se apoya sobre una larga tradición del derecho romano y medieval y significa "eficacia, capacidad de obligar". Queremos restaurar desde un punto de vista operacional el arquetipo de la institución jurídica romana del "iustitium". Cuando el Senado romano era advertido de una situación comprometedora para la república, pronunciaba un senatus consultum ultium que comprendía las medidas necesarias para asegurar la seguridad del Estado, lo cual implicaba un decreto que proclamaba el tumultus, entendido como un estado de urgencia causado por un desorden interior o una insurrección. Esta institución del estado de urgencia se remite al "sol-stitium": "cuando la ley marca un punto de interrupción como el sol en su solsticio".
 
Soldados políticos, porque somos ante todo militantes. Etimológicamente, el sentido de la palabra "militante" se remite a la distinción teológica de la iglesia militante por relación a la iglesia triunfante. Así, es posible una analogía entre el militante y el fiel que detenta la verdad de su esencia y su totalidad. El militante lucha, ataca y arriesga su persona para el triunfo de sus ideales. El verbo "militar" viene del latín "militari", que quiere decir "soldados" (en plural) que pertenecen a una iglesia, un  ejército, lo cual supone un espíritu de disciplina, abnegación y sacrificio. Es por ello que el militantismo está en el corazón de nuestro combate político. El militante ideal debe ser un verdadero intelectual revolucionario que ligue dialécticamente su práctica y sus conocimientos teóricos con la comprensión global de la sociedad en la cual vive. El militante se somete voluntariamente a una práxis rígida que realiza una unidad dialéctica entre teoría y práctica.

Como soldados políticos, no creemos en el carácter automático, evolucionista o natural y espontáneo de una revolución, pues en política y en economía no existe la fatalidad; el orden liberal-capitalista dominante sabe cómo regenerarse, sabe desplazar sus contradicciones para sobrevivir. Las masas no son solamente explotadas, son ante todo mentalmente manipuladas y alienadas. No hay un avance revolucionario, sino procesos de desarrollo, sin ascender a la lucha de los pueblos. la lucha de los pueblos se presenta en la realidad bajo formas múltiples de luchas sectoriales y locales (a nivel de empresa, de regiones, etc.). Estas luchas no son espontáneas, sino vinculadas a las tomas de conciencia y a los esfuerzos militantes realizados por la base y dirigidos desde lo alto. Las luchas de base, aun siendo ejemplares, son sin embargo insuficientes para provocar un cambio global del sistema pues están dirigidas a entes particulares, prisioneros del contexto social general. Para poder expresarse políticamente, deben pues vincularse y coordinarse entre sí. Toda lucha popular tiene necesidad de una prolongación política bajo la forma de una lucha vanguardista global e ideológica capaz de exponer el problema desde su punto de vista central y global. Por ello es conveniente evitar los escollos de un elitismo demasiado rígido y de un reformismo frígido, favoreciendo un vínculo dialéctico entre lucha global y lucha de base, entre acción política vanguardista y movimiento de masas.

Soldados políticos, proponemos una revolución que no solamente insista en los cambios estructurales, económicos y políticos, sino también un cambio humano, en una dimensión ontológica, en vistas a realizar el hombre nuevo e integral, desembarazado del egoísmo y del individualismo burgués. En este sentido, una tal "revolución total" ha de modificar las relaciones y la ética interrelacional global de la vida cotidiana. La revolución por nosotros propuesta es la de un retorno a los orígenes, "revolvere", que apunta a restablecer el orden estatal autoritario, la economía dirigida y la concepción exclusivista de la identidad, armonizando las instituciones con las mentalidades originales de los pueblos europeos, según un principio de homología que purgará las instituciones y las mentalidades de los elementos alógenos y corruptos.

Soldados políticos, estamos irremediablemente impregnados por una concepción trágica de la vida, al saber, como bien demostró Alfred Weber, que somos conscientes de que todo orden superior termina por perpetuar un cierto caos en proporción al crecimiento de su potencia. Concepción trágica, porque tenemos conciencia de la grandeza imponderable del universo y del mundo y de la imperfección y finitud de la naturaleza humana. Frente a esta constante y esta paradoja metafísica, proponemos una re-poetización del mundo y una estetización del Estado en la línea de los románticos alemanes, de Goethe, Novalis, Schlegel y Müller, conscientes de que las ideas iluministas de la revolución francesa y el proceso de secularización han terminado por despoetizar al mundo, y que la política ha termiando por generar el famoso "desencanto del mundo" del que nos hablaba Max Weber. Como Novalis, queremos que nuestra revolución devenga en una totalidad orgánica y poética en la cual el nuevo Estado sea la encarnación existencial y estética del perfeccionamiento humano. Y cuando hayamos realizado nuestra tarea, iremos más jejos, más allá, siempre más allá, bajo nuestros dioses.


Rodolphe Lussac.

 

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