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mardi, 18 novembre 2014

Revolución popular yemení versus Arabia Saudí

 

Por Rasul Gudarziv

Los ciudadanos yemeníes que habían derrocado al presidente Ali Abdulá Saleh, cuando vieron que no se materializaban sus objetivos ni las demandas de su revolución; la democracia y la reestructuración del poder, salieron otra vez a las calles en masivas protestas antigubernamentales, y lograron llevar a cabo una segunda revolución. Los movimientos populares terminaron con la firma de un acuerdo entre los houtíes y el gobierno central para poner al país en el camino de la democracia.

En el siguiente artículo queremos analizar el motivo del fracaso de los movimientos populares que se registraron en los últimos años en la región de Oriente Medio y el Norte de África, además de estudiar las causas de la victoria de una segunda revolución en Yemen.

Desde 2011 somos testigos del surgimiento de movimientos populares en Oriente Medio. Algunos de estos, como el de Egipto, Túnez u otros, poco después de su victoria se desviaron de los ideales que perseguían, mediante la penetración de las fuerzas extranjeras y de elementos de regímenes anteriores en los nuevos gobiernos, y, en un corto plazo, se quedaron aislados en la escena política.

Las movilizaciones populares de Egipto, Túnez y Libia, debido a la falta de liderazgo e ideología, fueron desviadas de sus principales objetivos. Hoy en día, no hay ninguna señal de un cambio profundo y estructural en estos países, y antiguos elementos gubernamentales se han mantenido en la escena sociopolítica.

2 yemen.jpgLo mismo sucedió en Yemen donde pese al derrocamiento del dictador Ali Abdulá Saleh, quien gobernó el país durante 21 años, no hubo cambio significativo en la escena política. El nuevo gobierno revolucionario, con el apoyo de Arabia Saudí y de gobiernos occidentales, continuó el rumbo de la administración de Saleh, y siguió con la represión del pueblo yemení, especialmente de los chiíes. Esta situación provocó que la sociedad yemení se levantara de nuevo para establecer la democracia y enfrentarse a la influencia de las fuerzas foráneas.

El movimiento chií Ansarolá (Houthi), en Yemen, teniendo en cuenta el fracaso de los Hermanos Musulmanes en Egipto y bajo la dirección de Abdolmalek al-Houthi, se esfuerza por materializar las demandas revolucionarias del pueblo yemení. El liderazgo de Abdolmalek ha contribuido en gran medida a llenar las divergencias étnicas en la sociedad yemení, y ha unido a todas las fuerzas con un solo objetivo: establecer la democracia, logrando que el balance de poder se incline hacia la oposición al gobierno central.

Los yemeníes, tras el fracaso de los Hermanos Musulmanes, son conscientes de que la ausencia de un líder genera división entre las fuerzas políticas y bloquea la materialización de las estrategias y objetivos. Sin duda, antes del derrocamiento de Hosni Mubarak, si los Hermanos Musulmanes hubieran contado con un líder poderoso, no hubieran fracasado en tan corto plazo. Es por esto que el pueblo yemení se unió en una sola voz junto a Abdolmalek al-Houthi para exigir sus demandas políticas y económicas.

Dada la importancia que tiene Yemen para Arabia Saudí y EE.UU. por su situación estratégica, estar rodeado por el mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo, era muy difícil prever que un movimiento como el houtí pudiera llevar adelante sus objetivos con un plan bien calculado; la situación se desarrolló de forma tal que el enviado de la ONU para Yemen, Jamal ben Omar, se presentó en Saná, su capital, para conseguir un acuerdo entre los houtíes y el gobierno, algo que pone de manifiesto la importancia que tiene la tarea del movimiento.

En el acuerdo firmado se hace referencia a la restauración de los subsidios a los combustibles, la asignación de un nuevo primer ministro durante los próximos tres días, la formación de un nuevo Gobierno en el plazo de un mes y la lucha contra la corrupción estatal, algo que se interpreta como una clara victoria para los houtíes, aunque aún hay un largo camino para recorrer.

Debemos ser conscientes de que el liderazgo religioso en Yemen ha despertado la preocupación de las potencias regionales y ultraregionales. Arabia Saudí se muestra inquieta por la revolución yemení, y la considera una seria amenaza para su seguridad nacional, ya que el régimen de Al Saud nunca ha mantenido ni una buena relación ni una relación normal con los houtíes, así que temen que esta tribu pueda llegar al poder. Además, la relevancia de los houtíes en Yemen significa para Riad el aumento de la influencia de la República Islámica de Irán en su patio trasero.

A esto hay que sumarle la gran población chií en el sur de Arabia Saudí, fronteriza con Yemen, algo que es preocupante para Riad por el temor de que resurjan movimientos chiíes en su territorio; por lo que con el apoyo de Washington, amén de expresar su oposición a las protestas en Yemen, ha brindado y seguirá brindando apoyo militar y logístico a las fuerzas gubernamentales.

Ante esa situación, se prevé que el pueblo yemení podría enfrentar tres planes pensados por Riad y Washington para frustrar esa segunda revolución. El primero podría residir en la activación del terrorismo y llevar a cabo operaciones contra los houtíes. Esto se puede entender de las declaraciones de los clérigos saudíes que ordenaron la lucha contra ese movimiento chií. Los 50 años de presencia e influencia de Riad en Yemen le dieron una buena oportunidad para penetrar las tribus y los partidos yemeníes y lograr aproximar sus políticas con las del país saudí. Yemen es tan importante para los saudíes que es fácil describir lo que le espera al pueblo yemení; sangrientas jornadas y una guerra civil mediante el enfrentamiento de las tribus contra los houtíes, e incluso la intervención militar de Riad.

El segundo plan podría ser algo semejante a lo que hicieron con Siria; formar grupos de “Amigos de Yemen” cuyos principales miembros serían el Reino Unido, Arabia Saudí y EE.UU. para crear discordias y estrategias que hagan fracasar el acuerdo firmado, cuestionando la voluntad de los houtíes.

El tercero, recuperar el poder de las personas subordinadas a Arabia Saudí en las próximas presidenciales del país. En ese contexto hay que monitorear los movimientos políticos que se están realizando, es decir, el viaje a Riad de Ahmed Ali Abdulá Saleh, hijo del expresidente yemení; el general Mohsen Al Ahmer y otros elementos del régimen anterior.

Los partidos yemeníes, encabezados por los houtíes, pudieron volver a derrocar un gobierno lacayo, para determinar el futuro de su país; no obstante, los yemeníes deben ser conscientes de que cualquier guerra civil o situación de inseguridad podrían resultar en su eliminación total de la escena política del país, bajo la acusación de que son terroristas. Además, los yemeníes deben saber que el éxito obtenido en su movimiento se ha debido solo a su actuación bajo un único liderazgo, por lo tanto, cualquier división o brecha podrían conllevar al fracaso de sus planes.

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