dimanche, 03 juin 2007
Las derechas contra la Falange
Las derechas contra la Falange
1. LOS ANTECEDENTES
El 19 de Abril de 1937 supone el hito más relevante de un proceso que afectó al movimiento nacionalsindicalista desde sus más remotos orígenes y que se prolonga hasta hoy mismo: los intentos de la derecha y de la extrema derecha por hacerse con el control del falangismo para derivarlo hacia intereses bastardos.
Efectivamente, mientras las JONS de Ramiro y Onésimo, la Falange de José Antonio y ambas organizaciones fusionadas después, supieron bosquejar un completo programa político y dotarlo a la par de una poesía, una mística original y galvanizadora de mentes y corazones, la derecha española carecía y carece no sólo de una estructura ideológica claramente identificable, sino de un universo simbólico con el que al menos disfrazar su nula capacidad para diseñar una proyecto propio que no sean vagos llamamientos genéricos preñados de calculada ambigüedad.
Por eso mismo, las intentonas para desviar a la Falange de su programa revolucionario fueron un peligro real y concreto con el que tuvieron que enfrentarse los falangistas desde el primer momento.
Así, una interesantísima carta de Juan Antonio Ansaldo, dirigida al exilio monárquico en Francia, probablemente en agosto de 1933, declara sin disimulos que, tanto él mismo como Francisco Moreno Herrera –marques de la Eliseda- estaban atentos a las conversaciones entre José Antonio y Ramiro Ledesma de cara a constituir un movimiento nacionalsindicalista único por lo que “nos hace falta injertarnos en él, pues como partido político puede ocurrir que al desarrollarse y tener vida propia prescinda de nosotros, y nadie sabe a dónde puede ir a parar si el éxito enardece un poco a sus caudillos. Hoy nos puede servir y nos servirá como grupo de acción, pero hay que pensar en su evolución y crecimiento, de tal suerte que no pierda nuestra tutela y amparo”.
No es de extrañar que, celosos de la intromisión derechista, en las mismas Bases del acuerdo entre JONS y FE se proclamara explícitamente que “se considera imprescindible que el nuevo movimiento insista en forjarse una personalidad política que no se preste a confucionismo con los grupos derechistas”. Y poco más tarde, en la Norma programática de FE de las JONS se insistía rotundamente: “Nos afanaremos por triunfar en la lucha con solo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Solo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio”.
Y, como sabemos, no es mera retórica propagandística: en esos mismos días José Antonio rechaza el ingreso de Calvo Sotelo en la Falange, recordando que el nacionalsindicalismo “está bien lejos de ser un partido de derechas”. Fracasado, por tanto el primer intento ultra de infiltrase y orientar el rumbo de la Falange hacia los arrecifes de la política, Ansaldo y el Marqués de la Eliseda, acompañados por Arredondo y Rada, protagonizaron una ruidosa salida de Falange, haciendo todo lo posible por provocar su naufragio: Ansaldo, intentando apartar a José Antonio de la dirección del partido, y el Marqués de la Eliseda anunciando a bombo y platillo que abandonaba Falange por ser un partido anticatólico, declaración con la que quería minar la conciencia de los numerosos católicos falangistas.
Abortada esta intentona, cambia la estrategia de las derechas hacia la Falange; primero, intentándola ahogar económicamente; después, propiciando su aislamiento y aprovechar las detenciones policiales para, de nuevo, embarcar a los falangistas en sus oscuros planes.
Sabemos que, en diciembre de 1934, la Junta Política de FE de las JONS se reunía en la sede social de la calle Marques de Riscal, sin calefacción y que, al sobrevenir la noche, habían de encenderse velas, pues también carecían de electricidad. Como contraste a esta penuria económica, los partidos derechistas gozaban de considerables subvenciones procedentes de la Italia fascista: los carlistas, Renovación Española, las juventudes de Acción Popular… prácticamente todas las organizaciones monárquicas y de derechas recibían dinero, armas y entrenamiento militar; la Falange nada, ni una peseta.
Como bien ha demostrado Hillers de Luque la supuesta financiación que recibía José Antonio “a través de la embajada italiana en Paris”, ni siquiera alcanzaba para pagar los gastos del viaje de Madrid a la capital francesa donde debían ser recogidos los fabulosos fondos asignados.
Y, a pesar de todo, Falange sigue creciendo y consolidándose. 1935 ve aparecer el semanario Arriba, en las universidades el S.E.U. es la organización estudiantil mayoritaria, se suceden los actos políticos, las conferencias, los mítines… todo ello entre la inquina de las derechas. Incluso La Nación, diario de los partidarios del padre de José Antonio, se vuelve contra éste.
José Antonio no se arredra y expone claramente en el discurso –que Payne califica de magnifico- del cine Madrid, el 19 de mayo de 1935: “Esperaron, al principio, que nosotros viniéramos a ser la avanzada de sus intereses en riesgo, y entonces se ofrecían a protegernos y a asistirnos, y hasta darnos alguna moneda, y ahora se vuelven locos de desesperación al ver que lo que creían la vanguardia se ha convertido en ejercito entero e independiente”.
Y, añade: “No podemos lanzar el ímpetu fresco de la juventud que nos sigue para el recobro de una institución (la monarquía) que reputamos gloriosamente fenecida”. Esta ultima afirmación fue tomada como una autentica declaración de guerra por parte de los reaccionarios.
2. LOS ACONTECIMIENTOS SE PRECIPITAN
1936 se inicia con la convocatoria de elecciones a Cortes Generales para el 16 de febrero, acontecimiento que marcaría el futuro del país tras el gobierno de las derechas que José Antonio había calificado de bienio estúpido.
La polarización de la vida política había llegado a extremos tales que, generosamente, José Antonio, olvidando todas las afrentas, propuso en noviembre de 1935 la creación de un Frente Nacional, advirtiendo no obstante que “bajo esta bandera del frente nacional no se podrá meter mercancía de contrabando (…) habrá centinelas a la entrada que registren a los que quieran penetrar para ver si de veras dejaron fuera en el campamento todos los intereses de grupo y de clase”.
A la luz del Diario del Jefe Nacional del SEU, Alejandro Salazar, hemos podido conocer las agrias discusiones que provocó este ofrecimiento en el seno de la Junta Política falangista, prevaleciendo, al final, la opinión de José Antonio favorable al Frente, si bien imponiendo unas condiciones de predominio para los nacionalsindicalistas que las derechas se tendrían que ver obligadas a rechazar.
No se trataba de un brindis al sol; mientras las derechas habían permanecido cobardemente agazapadas durante el golpe de estado protagonizado por las izquierdas en octubre de 1934, los falangistas habían movilizado sus escuadras en defensa de la República, dejando varios militantes muertos en los combates. La Falange sola, entre el incierto tiroteo de los francotiradores, se había manifestado en las calles de Madrid con una gran bandera tricolor y vivas a la unidad nacional. Falange reclamaba el lugar que le correspondía en las candidaturas de manera análoga al lugar que había ocupado en los campos de batalla.
La desprendida propuesta de la Falange fue respondida con odiosa acritud por las organizaciones presuntamente patriotas; para señalar nítidamente los alcances de sus objetivos añadieron a la denominación de Frente Nacional el adjetivo Contrarrevolucionario, como si de esta manera quisieran advertir a los nacionalsindicalistas de que aquél no era su sitio.
Además, en un ejercicio de insolente cinismo, se atrevieron a recordar a José Antonio que siendo una organización antiparlamentaria, no tenia sentido que la Falange concurriera a unas elecciones… decían esto las mismas derechas civilizadas que, tal como ahora, habían aprovechado las instituciones democráticas para cimentar un sinuoso escenario de corrupción; casos como el estraperlo, el caso Nombela, la contrarreforma agraria, la brutal represión de los mineros asturianos mientras se hacia la vista gorda con los cabecillas del intento de golpe de estado de octubre del 34, constituían el honroso currículo de aquella burguesía, posibilista por fuera y reaccionaria por dentro.
Relegada al ostracismo, FE de las JONS, no se arredra, presentando candidaturas en unas pocas provincias, cosechando, pese a todas las dificultades y la aguda división social entre izquierdas y derechas, la nada desdeñable cantidad de 44.000 votos, insuficientes no obstante para obtener representación en las Cortes.
Destacables son, durante la campaña electoral, los melodramáticos llamamientos de la prensa derechista, entre ruegos y amenazas, para que Falange retirara sus candidaturas. Y es que pesaban mucho sobre sus lánguidos ánimos, encuestas como la publicada por el diario Ya en la que figuraba como el candidato favorito entre sus lectores ¡a la presidencia de la República!, nada más y nada menos que el propio José Antonio Primo de Rivera.
Los resultados de aquellos comicios son de sobra conocidos: una victoria del Frente Popular, seguido a escasa distancia por el Frente Nacional, aunque el sistema de reparto de escaños daba una sobrerepresentacion a las izquierdas, que inmediatamente aprovecharon su triunfo para imponer su ley, muy distintita a la legalidad republicana.
3. LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Una ultima ocasión sobrevino al tener que repetirse los comicios en la provincia de Cuenca. La derecha, aterrada e impotente ante la victoria frentepopulista, intenta congraciarse con los falangistas ofreciéndoles presentarse en esta circunscripción con alguna garantía de conseguir el anhelado escaño que permitiría a José Antonio eludir las persecuciones político-judiciales de las que estaba siendo objeto. No obstante pronto se vio que era una oferta envenenada al tener que compartir lista… con el general Francisco Franco.
Se cuenta que José Antonio exclamó “¡solo falta el Cardenal Segura!” y exigió vehementemente la retirada del general, a quien debía tener poco menos que por un fatuo idota, a raíz de la entrevista que ambos mantuvieron en casa de Ramón Serrano Suñer en la que, mientras el Jefe de Falange exponía con angustia su visión de la situación nacional, Franco se limito a quejarse del escalafón militar y a opinar sobre algunas innovaciones artilleras.
Como ya es sabido, José Antonio Primo de Rivera obtuvo los votos suficientes para conseguir acta de Diputado en las Cortes Republicanas por Cuenca, sin embargo la falsificación y de los resultados electorales, ante la impotencia de las derechas, que también se vieron afectadas en muchos casos, impidió que el Jefe Nacional de la Falange obtuviera su escaño. Ya en prisión José Antonio, las dificultades para el desarrollo normalizado del partido nacionalsindicalista se vieron agravadas.
4. HACIA EL CAOS
Desde las elecciones de febrero, los historiadores se han limitado a señalar las persecuciones y arbitrariedades que sufrieron los falangistas por parte de las izquierdas; sin embargo poco se ha escrito de las presiones sobre la Falange provenientes de la derecha, presiones que hacen declarar a José Antonio: “Preferimos la bala izquierdista a la palmadita derechoide, porque vale más morir de bala que de nausea”.
Así, los intentos del gobierno del Frente Popular de ilegalizar a FE de las JONS se estrellan contra la propia legalidad republicana, cuyo Tribunal Supremo declara la legalidad de la Falange; esta oportunidad no la tuvieron los falangistas con el decreto 255 del gobierno presidido por Franco que disolvía todos los partidos políticos de la zona nacional, incluyendo, claro está a la Falange.
Encarcelado desde el 14 de marzo, preso político, las preocupaciones de José Antonio se iban a dirigir a que su ausencia, junto a la del resto de dirigentes falangistas, no fuera aprovechada por la reacción, para que el nacionalsindicalismo mantuviera su autenticidad.
Así, José Antonio escribe: “Andan por España algunas personas que, especulando con nuestras actuales dificultades de comunicación, aseguran a nuestros militantes que se han concertado fusiones o alianzas con otros partidos. Terminantemente: no les hagáis caso. No se ha llegado a pacto alguno con nadie. Quienes lo propagan sólo aspiran a aprovecharse de nuestro incremento en favor de agrupaciones en eclipse. Si algún día nuestro Movimiento pactara con alguien, llegará a vosotros la noticia directamente, a través de vuestra jerarquía interna. Ningún rumor que no llegue por conducto orgánico de nuestra Jefatura debe merecer el menor crédito. Madrid, 13 de mayo de 1936″.
5. CONTRA EL GOLPISMO
Conocidos son los escritos e instrucciones de José Antonio, previniendo a sus camaradas sobre las intentonas de arrastrar a la Falange hacia las conspiraciones golpistas de la derecha. Reproducimos, en su integridad, la siguientes circulares a las que sobran comentarios:
“VISTA A LA DERECHA
Aviso a los “madrugadores”: la Falange no es una fuerza cipaya
Por la izquierda se nos asesina (o a veces se intenta asesinarnos, porque no somos mancos, a Dios gracias). El Gobierno del Frente Popular nos asfixia (o intenta asfixiarnos, porque ya se ve de lo que sirven sus precauciones). Pero –¡cuidado, camaradas!– no está en la izquierda todo el peligro. Hay –¡aún!– en las derechas gentes a quienes por lo visto no merecen respeto nuestro medio centenar largo de caídos, nuestros miles de presos, nuestros trabajos en la adversidad, nuestros esfuerzos por tallar una conciencia española cristiana y exacta.
Esas gentes, de las que no podemos escribir sin cólera y asco, todavía suponen que la misión de la Falange es poner a sus órdenes ingenuos combatientes. Un día sí y otro no los jefes provinciales reciben visitas misteriosas de los conspiradores de esas derechas, con una pregunta así entre los labios: “¿Podrían ustedes darnos tantos hombres?”
Todo jefe provincial o de las J.O.N.S., de centuria o de escuadra a quien se le haga semejante pregunta debe contestarla, por lo menos volviendo la espalda a quien la formule. Si antes de volverle la espalda le escupe el rostro no hará ninguna cosa de más.
¿Pero qué supone esa gentuza? ¿Que la Falange es una carnicería donde se adquieren al peso tantos o cuántos hombres? ¿Suponen que cada grupo local de la Falange es un tropa de alquiler a disposición de las empresas?
La Falange es una e indivisible milicia y partido. Su brío combatiente es inseparable de su fe política. Cada militante en la Falange está dispuesto a dar su vida por ella, por la España que ella entiende y quiere, pero no por ninguna otra cosa.
No ya la vida; ni una gota de sangre debe dar ningún camarada en auxilio de complots oscuros y maquinaciones más o menos derechistas cuyo conocimiento no les llegue por el conducto normal de nuestros mandos. El jefe nacional ha dicho muchas veces que así como los heridos al servicio de la Falange son ensalzados ante sus camaradas, el que padezcan herida en servicio no ordenado por la Falange será expulsado de ella con vilipendio”.
“Vamos a ver si nos enteramos:
Entre la turbia, vieja, caduca, despreciable política española, hay un tipo que se suele dar con bastante frecuencia: el del “madrugador”. Este tipo procura llegar cuando las brevas están en sazón –las brevas cultivadas con el esfuerzo y el sacrificio de otros– y cosecharlas bonitamente. Nunca veréis al “madrugador” en los días difíciles. Jamás se arriesgará a pisar el umbral de su Patria en tiempos de persecución sin una inmunidad parlamentaria que le escude. Jamás saldrá a la calle con menos de tres o cuatro policías a su zaga. Su cuerpo no conocerá las cárceles ni las privaciones.
Pero –eso sí– si otros a precio de las mejores vidas –¡muertos Paternos de la Falange!– logran hacer respetable una idea o una conducta, entonces el “madrugador” no tendrá escrúpulo en falsificarla. Así, en nuestros días, cuando la Falange a los tres años de esfuerzo recoge los primeros laureles públicos –¡cuán costosamente regados con sangre!–, el “madrugador” saldrá diciendo: “¡Pero si lo que piensa la Falange es lo que yo pienso! ¡Si yo también quiero un Estado corporativo y totalitario! Incluso no tengo inconveniente en proclamarme “fascista”. Algunos ingenuos camaradas hasta agradecerían esta repentina incorporación. Creerán que la Falange ha adquirido un refuerzo valioso. Pero lo que quiere el “madrugador” es suplantar a nuestro movimiento, aprovechar su auge y su dificultad de propaganda, encaramarse en él y llegar arriba antes de que salgan de la cárcel nuestros presos y de la incomunicación nuestras organizaciones. En una palabra: madrugar.
El ‘madrugador’ no tiene escrúpulos. A codazos se abrirá paso en sus propias filas. Traicionará y tratará de eclipsar a sus jefes (tanto más fáciles de eclipsar cuanto más elegantemente adversos a esa especie de groseros pugilatos). Contraerá en cada instante la voz y el gesto con los que más pueda medrar. Y cultivará sin recato la adulación; en nuestros tiempos –para llamar a las cosas por sus nombres– la adulación a las fuerzas armadas. El ‘madrugador’ siempre cuenta con el Ejército como un escabel más; esta convencido de que unos cuantos jefes militares arriesgarán vida, carrera y honor para servir la ambición hinchada y ridícula de quienes los adulan”.
“Si lo que se ventilara fuera el acceso a los cargos públicos, ¡lleváranselos enhorabuena los ‘madrugadores’! Esos cargos públicos, servidos de abnegación, son la más espinosa carga imaginable. A buen seguro que ninguno de nuestros camaradas de primera fila daría de grado su libertad, su juventud, su vida llena de atractivos, por la dura servidumbre de un ministerio. Pero no se trata de ser ministro. Para serlo, en estos tiempos en que se producen más de ochenta ministros cada cinco años, hay caminos más llanos que el de la Falange. Se trata de hacer a España.
De hacer a España con arreglo a su entendimiento de amor, que sólo poseen los que lo han adquirido en las horas tensas y difíciles.
De hacer a España según una iluminada geometría, cuyos secretos sólo se han entregado tras de muchas noches en vela.
Que alguien escuche y desmenuce el lenguaje de los “madrugadores”: ese lenguaje espeso, inflado, prosaico, abrumadoramente abundante y grotescamente impreciso. ¿Podrá alguien percibir en ese lenguaje el menor aleteo de la gracia?
Nuestra empresa española –ya se dijo en acto inicial de la Falange– es una empresa poética, religiosa y militar. No reside en fórmulas, y menos en fórmulas bastas. Es la aspiración permanente a una forma histórica llena de garbo y de fervor, sólo percibido por una fe clarividente.
No seremos ni vanguardia, ni fuerza de choque, ni inestimable auxiliar de ningún movimiento confusamente reaccionario. Mejor queremos la clara pugna de ahora que la modorra de un conservatismo grueso y alicorto, renacido en provecho de unos ambiciosos “madrugadores”. Somos –se ha dicho muchas veces– no vanguardia, sino ejército entero, al único servicio de nuestra propia bandera.
Aspiramos a ser un pueblo en marcha tras de una voz de mando. Una voz que se nos haya hecho familiar en las horas de peregrinación. No creemos en una receta o en una colección de recetas que cualquiera puede preparar. Creemos en una mente y en un brazo.
Para que esa mente y ese brazo nos gobiernen lucharemos todos hasta el final. Para que un “madrugador” se adelante y nos diga: “¿Pero no les da a ustedes lo mismo? ¡Si yo también soy totalitario!” Para eso, no; ni un minuto.
Y será inútil el madrugón. Aunque el ‘madrugador’ triunfara le serviría de poco su triunfo. La Falange, con lo que tiene de ímpetu juvenil, de acervo intelectual, de brío militante, se le volvería de espaldas. Veríamos entonces quién daba calor a esos “fascistas rellenos de viento”. Nosotros, para ver pasar sus cadáveres, no tendríamos más que sentarnos a la puerta de nuestra casa bajo las estrellas.”
(No Importa, Boletín de los días de persecución, número 3, 20 de junio de 1936).
Unos días más tarde, José Antonio vuelve a insistir, con igual dureza:
“A TODAS LAS JEFATURAS TERRITORIALES Y PROVINCIALES
URGENTE E IMPORTANTÍSIMO
Ha llegado a conocimiento del jefe nacional la pluralidad de maquinaciones en favor de más o menos confusos movimientos subversivos que están desarrollándose en diversas provincias de España.
La mayor parte de los jefes de nuestras organizaciones, como era de esperar, han puesto en conocimiento del mando cuantas proposiciones se les han hecho, y se han limitado a cumplir en la actuación política las instrucciones del propio mando. Pero algunos, llevados de un exceso de celo o de una peligrosa ingenuidad, se han precipitado a dibujar planos de actuación local y a comprometer la participación de los camaradas en determinados planes políticos. Las más de las veces, tal actitud de los camaradas de provincias se han basado en la fe que les merecía la condición militar de quienes les invitaban a la conspiración. Esto exige poner las cosas un poco en claro.
El respeto y el fervor de la Falange hacia el Ejército están proclamados con tal reiteración, que no necesitan ahora de ponderaciones. Desde los 27 puntos doctrinales se ha dicho cómo es aspiración nuestra que, a imagen del Ejército, informe un sentido militar de la vida toda la existencia española. Por otra parte, en ocasiones memorables y recientes, el Ejército ha visto compartidos sus peligros por camaradas nuestros.
Pero la admiración y estimación profunda por el Ejército como órgano esencial de la patria no implica la conformidad con cada uno de los pensamientos, palabras y proyectos que cada militar o grupo de militares pueda profesar, preferir o acariciar. Especialmente en política, la Falange –que detesta la adulación porque la considera como un último menosprecio para el adulado– no se considera menos preparada que el promedio de los militares. La formación política de los militares suele estar llena de la más noble ingenuidad. El apartamiento que el Ejército se ha impuesto a sí mismo de la política ha llegado a colocar a los militares, generalmente, en un estado de indefensión dialéctica contra los charlatanes y los trepadores de los partidos. Es corriente que un político mediocre gane gran predicamento entre militares sin más que manejar impúdicamente algunos de los conceptos de más hondo arraigo en el alma militar.
De aquí que los proyectos políticos de los militares (salvo, naturalmente, los que se elaboran por una minoría muy preparada que en el Ejército existe) no suelen estar adornados por el acierto. Esos proyectos arrancan casi siempre de un error inicial: el de creer que los males de España responden a simples desarreglos de orden interior y desembocan en la entrega del Poder a los antes aludidos, charlatanes faltos de toda conciencia histórica, de toda auténtica formación y de todo brío para la irrupción de la Patria en las grandes rutas de su destino.
La participación de la Falange en uno de esos proyectos prematuros y candorosos constituida una gravísima responsabilidad y arrastraría su total desaparición, aun en el caso de triunfo. Por este motivo: porque casi todos los que cuentan con la Falange para tal género de empresas la consideran no como un cuerpo total de doctrina, ni como una fuerza en camino para asumir por entero la dirección del Estado, sino como un elemento auxiliar de choque, como una especie de fuerza de asalto, de milicia juvenil, destinada el día de mañana a desfilar ante los fantasmones encaramados en el Poder.
Consideren todos los camaradas hasta qué punto es ofensivo para la Falange el que se la proponga tomar parte como comparsa en un movimiento que no va a conducir a la implantación del Estado nacionalsindicalista, al alborear de la inmensa tarea de reconstrucción patria bosquejada en nuestros 27 puntos, sino a reinstaurar una mediocridad burguesa conservadora (de la que España ha conocido tan largas muestras), orlada, para mayor escarnio, con el acompañamiento coreográfico de nuestras camisas azules.
Como de seguro tal perspectiva no halaga a ningún buen militante, se previene a todos por esta circular, de manera terminante y conminatoria, lo siguiente:
1. Todo jefe, cualquiera que sea su jerarquía, a quien un elemento militar o civil invite a tomar parte en conspiración, levantamiento o cosa análoga, se limitará a responder: “Que no puede tomar parte en nada, ni permitir que sus camaradas la tomen, sin orden expresa del mando central, y que, por consiguiente, si los órganos supremos de dirección del movimiento a que se les invita tienen interés en contar con la Falange, deben proponerlo directamente al jefe nacional y entenderse precisamente con él o con la persona que él de modo expreso designe”.
2. Cualquier jefe, sea la que sea su jerarquía, que concierte pactos locales con elementos militares o civiles, sin orden expresa del jefe nacional, será fulminantemente expulsado de la Falange, y su expulsión se divulgará por todos los medios disponibles.
3. Como el jefe nacional quiere tener por sí mismo la seguridad del cumplimiento de la presente orden, encarga a todos los jefes territoriales y provinciales que, con la máxima premura, le escriban a la prisión provincial de Alicante, donde se encuentra, comunicándole su perfecto acatamiento a lo que dispone esta circular y dándole relación detallada de los pueblos a cuyas J.0.N.S. se ha transmitido. Los jefes territoriales y provinciales, al dirigir tales cartas al jefe nacional, no firmarán con sus nombres, sino sólo con el de su provincia o provincias respectivas.
4. La demora de más de cinco días en el incumplimiento de estas instrucciones, contados desde la fecha en que cada cual la reciba, será considerada como falta grave contra los deberes de cooperación al Movimiento.
Madrid, 24 de junio de 1936.
¡Arriba España!.”
Se ha especulado con ciertas circulares, atribuidas a José Antonio y publicadas en sus Obras Completas, en sentido totalmente contrario al anterior. La opinión de algunos historiadores, basándose en un análisis del estilo narrativo, atribuye dichas instrucciones a Fernando Primo de Rivera, que sí bien no estaba afiliado al partido, sí pudo recibir en algún momento la interinidad de la jefatura, dando lugar a estos escritos apócrifos, alejados del todo del auténtico espíritu nacionalsindicalista.
Inexorablemente desatada la encarnizada guerra fraticida, José Antonio confiesa al periodista Jay Allen: “Yo sé que si este Movimiento gana y resulta que no es nada más que reaccionario, entonces me retiraré con la Falange y yo… volveré a ésta o a otra prisión dentro de muy pocos meses”.
Y, ante el Tribunal Popular que había de decretar la inconstitucional sentencia de muerte contra José Antonio, este replica sin ambages:
“Jurado: ¿Cómo puede justificar que siendo la máxima autoridad de Falange Española vitupere el movimiento que han provocado, siendo Falange Española uno de los puntales de este levantamiento?
José Antonio: Por el hecho, sencillísimo, de estar yo en la cárcel, hecho que ha sido buscado directamente, por las fuerzas de derechas que están en la calle. Han querido aprovechar el brío y la energía combatiente de los muchachos de Falange Española, impidiendo mi control sobre ellos”.
No se puede ser más claro, pero tanto desde la derecha como desde la izquierda se ha tratado de implicar a la Falange en la gestación y responsabilidad de la Guerra Civil, situación a la que fue tan ajena, como a la de los 40 años que la siguieron.
6. LA FALANGE EN LA ZONA OSCURA
Mientras en la zona roja los falangistas eran, encarcelados, torturados y salvajemente ejecutados por decenas, en la zona nacional las cosas tampoco pintaban bonitas para el nacionalsindicalismo.
Conocidas son las serias reyertas al negarse los falangistas a aceptar la bandera bicolor que pronto impusieron monárquicos y carlistas; pero además, la Falange, siendo fuerza esencial en la primera línea de combate, se enfrentaba en la retaguardia a todo tipo de injurias y ultrajes que no supo contrarrestar a tiempo, pensando que a toda afrenta debía superponerse la generosidad de la sangre derramada.
Se acusaba a los falangistas de ser paganos, condescendientemente se hablaba de ellos como nuestros rojos, cuando no se sembraban calumniosas sospechas de ser rojos infiltrados.
La primera vuelta de tuerca del ejército contra la Falange, aún José Antonio vivo, se sitúa el 25 de septiembre de 1936 fecha en que se publica un decreto de la Junta de Defensa Nacional prohibiendo cualquier tipo de actividad política o sindical (en clara alusión a los nacionalsindicalistas), ahogando de esta manera la propaganda del ideario por el que tantos jóvenes estaban dando su vida en las trincheras.
Esta advertencia a los falangistas se ve corroborada días más tarde al proclamarse al general Franco Jefe del gobierno del Estado español (se cuenta que un ardid de Ramón Franco hizo que se publicara el nombramiento como Jefe del gobierno Y del Estado Español).
Sea cierta o no la leyenda, José Antonio, casi coincidiendo en el tiempo, desde su celda escribe:
“¿Qué va a ocurrir si ganan los sublevados? Un grupo de generales de honrada intención; pero de desoladora mediocridad política. Puros tópicos elementales (orden, pacificación de los espíritus … ). Detrás: 1º) El viejo carlismo intransigente, cerril, antipático. 2º) Las clases conservadoras, interesadas, cortas de vista, perezosas. 3º) El capitalismo agrario y financiero, es decir: la clausura en unos años de toda posibilidad de edificación de la España moderna. La falta de todo sentido nacional de largo alcance”.
Con la exaltación del generalísimo (en esos momentos la única persona del mundo que ostentaba dicho título era Stalin) quedaba meridianamente claro que cualquier iniciativa política tendría que contar con la aprobación del militar gallego. ¿Sería posible bajo esos parámetros hacer una Revolución? Dejamos al lector la respuesta.
La persecución contra la Falange cobra visos muy similares a los que hubo de soportar durante la última etapa de la II República: se impiden las alocuciones radiofónicas, se recogen las hojas de propaganda con los discursos de José Antonio, se obliga a que en la cabecera de los periódicos figuren no una ni dos, sino tres veces la invocación al caudillo.
La guerra, no obstante, continuaba, y los falangistas, empujados a participar en ella, quizá adivinando que no iban a poder realizar su programa jamás, se vieron sobrecogidos por un inquietante rumor: la fría madrugada del 20 de noviembre habían muerto, casi simultáneamente, los dos grandes líderes del sindicalismo revolucionario español. Buenaventura Durruti y José Antonio Primo de Rivera. La desaparición de este último aceleró los planes de la reacción; justo 5 meses después se decretó la desaparición de FE de las JONS.
Como respuesta, nacía la Falange Auténtica.
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Stanley G. Payne. Franco y José Antonio. El extraño caso del fascismo español. Historia de la Falange y del movimiento nacional. Ed. Planeta. Barcelona, 1997.
Ramiro Ledesma Ramos. Escritos Políticos ¿Fascismo en España?, La Patria Libre, Nuestra Revolución. Ed. Trinidad Ledesma. Madrid, 1988.
Obras de José Antonio Primo de Rivera. Ed Almena. Madrid, 1971.
Ramiro Ledesma Ramos. Escritos Políticos 1933-1934 JONS. Ed. Trinidad Ledesma. Madrid, 1985.
Manuel Brants Reyes. La tercera Falange. De la clandestinidad al acompañamiento coreográfico. Ed. Reconquista. Madrid, 2003.
Antonio Gibello. José Antonio. Apuntes para una biografía polémica. Ed. Doncel. Barcelona, 1974.
Raúl Martín. La contrarrevolución falangista. Ed. Ruedo Ibérico. Paris, 1971.
Rafael Ibáñez Hernández. Estudio y Acción. La Falange fundacional a la luz del Diario de Alejandro Salazar. Ed. Barbarroja. Valencia, 1993.
Ian Gibson. En busca de José Antonio. Ed. Planeta. Barcelona, 1980.
Article printed from Altermedia Spain: http://es.altermedia.info
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