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samedi, 20 décembre 2014

La tradición como contracultura

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La tradición como contracultura

DALMACIO NEGRO

por Dalmacio Negro

Ex: http://culturatransversal.wordpress.com

Es un lugar común que no se puede hacer nada creador sin la tradición. Eugenio d Ors decía, refiriéndose a la literatura, «lo que no es tradición es plagio». Y en el plano individual, en frase del filósofo alemán Nicolai Hartmann «nadie empieza con sus propias ideas». Se podrían citar innumerables opiniones al respecto como la famosa del economista Keynes de que, a la larga, todos somos herederos de algún economista difunto, que alguien retocó cambiando la palabra economista por la palabra filósofo. Siendo esto cierto, hace mucho tiempo que sucede lo contrario en el campo de la cultura en general. En el arte y en la literatura el credo dominante es la oposición a la tradición, habiéndose impuesto el prurito de la originalidad consciente y de la innovación por la innovación, equivalente al del cambio por el cambio en lo social.

Puesto que en la cultura cada momento todo se interrelaciona, esa actitud se traduce en los demás ámbitos de la vida en sans cullotisme, en un adanismo muy escasamente o nada creador. Así no hay estilos sino, a lo sumo, modas, casi siempre tan fugaces que la mayoría de las veces ni siquiera son modas, sino ocurrencias más o menos extravagantes que buscan el éxito mediante el «escándalo» moral, intelectual o estético, equivalente a las «liberaciones» en la vida social. «La cultura de lo efímero». No es raro que la política actual adolezca escandalosamente de estilo y que en ella, generalmente en manos de gente joven, demasiado inexperta y advenediza, la confusión sea cada vez mayor. Lo cual es muy grave, porque en esta época la política ha desplazado a su par dialéctico que la delimita, la religión, privatizándola en el mejor de los casos y, si se mira bien a la misma cultura al convertirse la política en una de sus fuentes principales invirtiendo la relación natural, con lo que está en todas partes. La política determina incluso la conciencia, las ideas acerca del bien y del mal. Es lo que se llama politización. La politización es la degeneración totalitaria de la política y de la cultura. Se ha llegado a ella interpretando la democratización como racionalización, concediéndosele al Estado la autorización para entremeterse en todo. Y como el Estado es lo Político, politiza todos los ámbitos de la vida. Casi todos los días hace algo que se opone a la tradición, a los usos, a las formas y a las maneras, a las costumbres, en definitiva a las creencias que constituyen y configuran lo social, creando una nueva moralidad y una nueva cultura de cuño estatal. Se desintegran así las sociedades, un fenómeno bastante visible, pero el estatismo aparece como liberador. Sin embargo, opera en contra de la libertad. Esta no es una propiedad del Estado sino del hombre concreto, por lo que constituye una necesidad lo Político a fin de proteger las libertades, no para liberar a los hombres de sí mismos, de sus libertades, que enraízan en las tradiciones de la conducta.

Lo Político adoptó en la época moderna la figura del Estado. Y como el Estado es una forma política artificial, una máquina de poder, es antitradicional por definición. Su antitradicionalismo estuvo relativamente contenido hasta que la revolución francesa lo revolvió contra la Nación histórica politizando la Nación.

Hasta entonces, las naciones eran simplemente unidades diferenciadas que formaban parte de la tradición europea común, que incluye, por supuesto, una tradición de la política. Pero al politizarse fundiéndose con el Estado, que es de suyo particularista, para consolidar la unidad política y aumentar la potencia nacional, los Estados nacionales resultantes empezaron a pervertir las propias tradiciones, «las tradiciones patrias», al tratarlas como culturas separadas, particulares, inoculando en ellas el nacionalismo sirviéndose muy principalmente de la historia, ciencia desde entonces en auge. Se llegó así en el siglo XIX a la oposición entre las Grandes Potencias nacionales que constituye el origen próximo de los desastres del siglo XX y del estatismo de nuestros días.

Frente a la prevaleciente cultura estatista, que es por definición nihilista, la auténtica tradición europea puede ser todavía una poderosa contracultura.

Fuente: conoze.com

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The Rise of Putinism

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The Rise of Putinism

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Ex: http://www.lewrockwell.com

“Abe tightens grip on power as Japanese shun election.”

So ran the page one headline of the Financial Times on the victory of Prime Minister Shinzo Abe in Sunday’s elections.

Abe is the most nationalistic leader of postwar Japan. He is rebooting nuclear power, building up Japan’s military, asserting her rights in territorial disputes with China and Korea.

And he is among a host of leaders of large and emerging powers who may fairly be described as the new nationalistic strong men.

Xi Jinping is another. Staking a claim to all the islands in the South and East China seas, moving masses of Han Chinese into Tibet and Uighur lands to swamp native peoples, purging old comrades for corruption, Xi is the strongest leader China has seen in decades.

He sits astride what may now be the world’s largest economy and is asserting his own Monroe Doctrine. Hong Kong’s democracy protests were tolerated until Xi tired of them. Then they were swept off the streets.

Call it Putinism. It appears to be rising, while the New World Order of Bush I, the “global hegemony” of the neocons, and the democracy crusade of Bush II seem to belong to yesterday.

Narendra Modi, leader of the Hindu nationalist party who was denied entry into the United States for a decade for complicity in or toleration of a massacre of Muslims is now Prime Minister of India.

“Members of the rightwing Rashtriya Swayamsevak Sangh,” the FT reports, “the Organisation of National Volunteers that gave birth to the Bharatiya Janata party headed by Mr. Modi — have been appointed to key posts in the governing party and cultural institutions.

“Nationalists have railed in public against the introduction of ‘western’ practices such as wearing bikinis on the beach, putting candles on birthday cakes and using English in schools — all to the chagrin of fretful liberals.”

Turkish President Recep Tayyip Erdogan is another such leader.

Once seen as a model of the enlightened ruler who blended his Islamic faith with a secular state, seeking friendship with all of his neighbors, he has declared cold war on Israel, aided the Islamic State in Syria, and seems to be reigniting the war with the Kurds, distancing himself from his NATO allies and the U.S., and embracing Putin’s Russia.

Not since Ataturk has Turkey had so nationalistic a leader.

And as the democracy demonstrators were routed in Hong Kong, so, too, were the Tahrir Square “Arab Spring” demonstrators in Egypt, home country to one in four Arabs.

With the overthrow of Hosni Mubarak, the Muslim Brotherhood came to power in free elections, but was then overthrown by the Egyptian Army.

General Abdul Fattah al-Sisi is now president and rules as autocratically as Mubarak, or Nasser before him.

Thousands of the Muslim Brotherhood are in prison, hundreds face the death penalty. Yet, despite the military coup that brought Sisi to power, and the repression, the American aid continues to flow.

What do these leaders have in common?

All are strong men. All are nationalists. Almost all tend to a social conservatism from which Western democracies recoil. Almost none celebrate democracy or democratic values the way we do.

And almost all reject America’s claim to be the “indispensable nation” or “exceptional nation” and superpower leader.

Fareed Zakaria lists as “crucial elements of Putinism … nationalism, religion, social conservatism, state capitalism and government domination of the media. They are all, in some way or another, different from and hostile to, modern Western values of individual rights, tolerance, cosmopolitanism, and internationalism.”

Yet not every American revels in the sewer that is our popular culture. Not every American believes we should impose our democratist ideology on other nations. Nor are Big Media and Hollywood universally respected. Patriotism, religion and social conservatism guide the lives of a majority of Americans today.

As the Associated Press reports this weekend, Putinism finds echoes across Central and Western Europe. Hungary’s Viktor Orban has said he sees in Russia a model for his own “illiberal state.”

The National Front’s Marine Le Pen wants to bring France into a new Gaullist Europe, stretching “from the Atlantic to the Urals,” with France seceding from the EU superstate.

“Of the 24 right-wing populist parties that took about a quarter of the European Parliament seats in May elections, Political Capital lists 15 as ‘committed’ to Russia,” writes the AP.

These rising right-wing parties are “partners” of Russia in that they “share key views — advocacy of traditional family values, belief in authoritarian leadership, a distrust of the U.S., and support for strong law and order measures.”

While the financial collapse caused Orban to turn his back on the West, says Zakaria, to the Hungarian prime minister, liberal values today embody “corruption, sex and violence,” and Western Europe has become a land of “freeloaders on the backs of welfare systems.”

If America is a better country today than she has ever been, why are so many, East and West, recoiling from what we offer now?


A. del Valle: le chaos syrien

 

Le Chaos Syrien: interview d'Alexandre del Valle

par Joachim Véliocas

Le Chaos syrien : printemps arabes et minorités face à l'islamisme, éditions Dhow, 2014, Alexandre del Valle et Randa Kassis, préface de Renaud Girard grand reporter au Figaro. Interview du 15 décembre par Joachim Véliocas de l'Observatoire de l'islamisation. www.islamisation.fr

https://www.youtube.com/watch?v=pULVpJK9qf4

La renaissance orientale

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LA RENAISSANCE ORIENTALE
 
Son apport à la philosophie et la spiritualité occidentale

Rémy Valat
Ex: http://metamag.fr

schw9782228910569.jpgLes éditions Payot viennent de rééditer La Renaissance Orientale de Raymond Schwab, le livre de référence sur les débuts et l’impact des études indiennes et orientales sur les sociétés européennes aux XVIIIe et XIXe siècles. Raymond  Schawb (1884-1956) était un authentique humaniste aux multiples facettes : il était traducteur (il pratiquait l'hébreu, le hongrois et l'anglais), romancier et poète. L’Orientalisme a été précédé par un mouvement précurseur, dit pré-indianiste, mouvement animé par des missionnaires ou des fonctionnaires portugais, italiens ou français (en particulier, Anquetil-Duperron, 1731-1805) puis par le pouvoir colonial britannique établi dans la péninsule indienne. Pour ce dernier, l’intérêt linguistique était considéré comme une arme politique pour asseoir sa domination sur le pays.

La société de Calcutta, créée par William Jones en 1784 rassemblait des hauts-fonctionnaires du pouvoir colonial, souvent des juristes, épris de culture indigènes. On leur doit les premières traductions des textes sacrés indiens, en particulier la Bhagavad-Gîtâ par Charles Wilkins (1784), mais aussi les premières parutions scientifiques sur la culture indienne et les premiers pas de l’archéologie, de la numismatique et de l’épigraphie dans le sous-continent. Guidés par des intérêts politiques, l’Angleterre se désintéresse rapidement des études orientales, l’Orientalisme sera essentiellement un mouvement français et allemand (en particulier le mouvement indo-germanique). 

En France, le Directoire fonde l’École des Langues Orientales Vivantes (actuel Institut National des Langues et Civilisations Orientales – INALCO) en 1795 ; cette création précéde de peu l’expédition de Bonaparte en Égypte qui donnera une impulsion significative aux études orientales et en particulier l’égyptologie. L’Orientalisme est en quelque sorte un avatar des guerres napoléoniennes puisque Alexandre Hamilton (1762-1824), officier de la Royal Navy et ancien membre de la Société Asiatique de Calcutta, s’est trouvé assigné à résidence à Paris au moment de la rupture de la paix d’Amiens. Cet officier, qui étudiait des textes indiens conservés au département des manuscrits bénéficia de la bienveillance et de la solidarité scientifique d’érudits de la Bibliothèque Nationale. Reconnaissant, Hamilton leur enseigna la langue sanskrite.

Parmi ces passionnés et privilégiés se trouvait le philosophe et écrivain allemand Friedrisch Schlegel, qui sera l’un des animateurs du « Cercle d'Iéna » et du romantisme allemand. La première chaire de sanskrit sera créée quelques années plus tard au Collège de France en 1814 : Eugène Burnouf, qui a fondé la Société asiatique en 1822, y professera à partir de 1832. Eugène Burnouf a contribué au développement des études bouddhiques en Occident, il a notamment traduit l’un des plus beau texte du bouddhisme : le Sutra du Lotus (1852). Des bancs des universités, l’orientalisme se répand dans les mouvements littéraires et philosophiques, les plus grands auteurs français y ont été sensibles (Alphonse de Lamartine, Victor Hugo, Honoré de Balzac, Edmond Michelet, Saint-Simon, Gérard de Nerval, Gustave Flaubert, les Parnassiens, les symbolistes....).


La Renaissance Orientale : un ouvrage capital pour saisir les représentations et les interprétations des cultures asiatiques par les Européens et leur apport à la philosophie et la spiritualité occidentale.
La Renaissance Orientale , de Raymond Schwab, Editions Payot ( réedition) , 688 pages, 32€.

Massimo Fini: citation

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“L’Occident n’est plus en mesure de concevoir l’altérité, et donc ne peut la tolérer. Qui est différent sera rendu semblable, et bientôt lancé, lui aussi, à la poursuite de la croissance infinie du marché, horizon prétendument indépassable.

L’Occidental donneur de leçons serait-il donc ce qu’il affecte de dénoncer ? Le fondamentaliste, l’intégriste, le totalitaire, et si c’était lui ?

L’Occident se donne comme le monde de la liberté individuelle, mais en réalité il n’est qu’un système d’oligarchies parmi d’autres. Et pas nécessairement le moins dur avec ses dissidents.  

La démocratie, au sens que l’Occident donne à ce mot, n’a que deux siècles d’existence. Elle se croit éternelle, et toise l’Histoire universelle du haut de ces deux petits siècles de domination précaire. Mais comme toutes les institutions humaines, elle ne saurait perdurer au-delà des conditions objectives qui l’ont rendue possible.

Alors tôt ou tard… elle finira dans les poubelles de l’Histoire, avec le monde qu’elle a créé. “

 
Massimo Fini
 
Ex: http://www.zentropa.info

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