dimanche, 04 mars 2018
Nada por aquí, nada por allí
Nada por aquí, nada por allí
Fernando Muñoz
Doctor en Filosofía y Sociología
A veces parece mentira que hayamos llegado a este punto sin la Pedagogía moderna. El pedagogo solía ser el esclavo encargado de acompañar a los niños, eso que ahora llaman nanny, es decir, un niñero. Hoy el pedagogo es el señor de sus padres y, sobre todo, de sus maestros.
Son cada vez más las voces que se oponen a la apoteosis de la pedagogía, sin embargo, desde los gobiernos no deja de insistirse en la enorme importancia de ese asombroso saber que permitirá facilitar – ésta es la palabra mágica – la transmisión de contenidos de unas a otras generaciones. Transmisión intergeneracional que es el gesto inaugural y constitutivo de la historia. Sin tradición no habría historia y, por tanto, no habría realidad antropológica alguna, si aceptamos que la historia define al hombre, el cual - como a menudo se repite – no tiene naturaleza, sino historia. El hombre es heredero.
Siguiendo el proceder de los maestros de la sospecha, cabría desconfiar de la importancia que los gobiernos atribuyen a ese saber taumatúrgico capaz de allanar dificultades, reducir esfuerzos y convertir el arduo camino del saber en un bulevar de entretenimientos, en un juego apasionante y cautivador, que hace prácticamente innecesario al maestro porque logra que el joven aprenda por sí mismo. Todo gracias a la pasmosa “ciencia” que promete ser capaz de hacer que el ignorante aprenda a aprender. No hará falta más. El profesor formado en esa taumaturgia que enseña a enseñar conseguirá – por el arte pedagógico de birlibirloque – que sus alumnos aprendan a aprender.
Basta un instante para cobrar conciencia de que no cabe arte más vano. El pedagogo – hueco y sonoro – cobra el aspecto del iluminado que insistiendo en la innovación, de hecho reducida a la floración de neologismos gratuitos, imposta actitudes de comerciante de la nueva era, para reclamar “entornos atractivos” que hagan de la escuela un “ámbito de experiencias”, sugiriendo la retracción de unos contenidos que hoy están al alcance de la mano a través de los nuevos medios tecnológicos. Observen la atractiva imagen de los líderes (hoy el profesor debe ser un líder) seleccionados en concursos internacionales (Global Teacher Prize): nuevas estrellas mediáticas que emiten sus torcidas simplezas con la llana soberbia del gurú o del gestor espiritual. El profesor total – líder juvenil de la era de la globalización – puede ser un simple autosatisfecho, pero capaz de entusiasmar a unos jóvenes que son el referente de nuestras sociedades ultramodernas. El uso masivo de un inglés degradado, la postura del líder de una banda de rock o del director ejecutivo (CEO) de una empresa neotecnológica deja claro a cualquier observador mínimamente perspicaz quien está detrás del nuevo discurso psicopedagógico.
Pero la realidad es de una sólida consistencia y así – frente a las arengas pedagógicas – una y otra vez nos descubre el lugar fundamental de la memoria en todo aprendizaje o nos muestra el valor formativo de la disciplina. Acaso el momento culminante en la formación del nuevo magma ideológico se alcanza cuando el comunicador de la nueva smartschool absorbe los nuevos valores sociales como momento de la formación de su conciencia crítica, hipercrítica. La síntesis de la vacuidad resulta de la conjugación del profesor innovador con la actitud del líder comprometido con los valores de la sociedad global. Su conciencia hipercrítica conlleva un desprecio soberbio de los contenidos tradicionales, un rechazo suicida de la tradición – en sus contenidos y en sus formas – y la negación de nuestro carácter de herederos. Es la actitud del niño contestón que será un adulto desvalido.
La escuela llena de coaches, líderes o managers se vacía de maestros. La voz templada y firme que recorre los nudos de la historia o articula las operaciones concluyentes de un teorema, que exige una atención sostenida y se niega a reconocer el valor del mero esfuerzo es la voz de un pasado que no heredaremos. Se nos anuncia un nuevo MIR educativo que comparte con el MIR médico una siglas vacías porque, si en el caso de la medicina se trata de aquilatar la práctica médica, el MIR educativo se moverá en la indeterminación de las formas pedagógicas, lejos de agudizar la pericia matemática, histórica, química… será una formación en formación. Ese segundo grado – un saber sobre los saberes – fue la característica de la filosofía pero la pedagogía vacía de contenido esos saberes y atiende puras formas. Es la contrafigura de la filosofía: una nueva sofística. El pedagogo procede mostrando nada por aquí, nada por allí y hace aparecer por arte de magia: ¡un innovador líder espiritual!
14:14 Publié dans Ecole/Education | Lien permanent | Commentaires (0) | Tags : école, éducation, pédagogie, enseignement | | del.icio.us | | Digg | Facebook
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