mardi, 27 octobre 2020
Arnaud Imatz: "La historia no es maniquea, está siempre hecha de claros y oscuros, no hay buenos y malos absolutos"
Arnaud Imatz: "La historia no es maniquea, está siempre hecha de claros y oscuros, no hay buenos y malos absolutos"
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Arnaud Imatz (Bayona - Francia -, 1948) es un historiador francés, doctor de Estado en Ciencias Políticas, diplomado en Derecho y Ciencias Económicas y Académico Correspondiente extranjero de la Real Academia de la Historia. Ha sido también funcionario internacional (OCDE) y fundador y administrador de empresas. Estudioso desde hace largo tiempo del mundo hispánico ha publicado una docena de libros y ha colaborado con numerosos ensayos y artículos en una treintena de las más prestigiosas revistas europeas y americanas. Ahora, La Tribuna del País Vasco Ediciones publica su última obra, un magnífico opúsculo titulado Vascos y Navarros, Mitos, historia y realidades identitarias.
¿Cómo surgió la idea de escribir el librito “Vascos y Navarros”?
Empecé escribiendo un artículo-cronología en francés que tuve la sorpresa de ver publicado en una guía turística en la cual ni siquiera mencionaban mi firma. A raíz de ese asunto, decidí revisar y ampliar considerablemente el texto. Más que nada es un pequeño homenaje a mis antepasados. Eran vascos, navarros y bearneses. Eran pescadores, panaderos, vinateros, contratistas de obras públicas, militares, carpinteros, tabacaleros, libreros, dueños de restaurantes y hosteleros, ubicados en la mayoría de los casos en Hendaya.
Yo nací en Bayona, pero a los pocos meses de vida ya iba con mi madre a la playa de Hendaya, la de La pointe, justo en frente de Fuenterrabía. Un lugar precioso, hoy desaparecido, habiendo sido sustituido por la bonita pero convencional marina, o puerto deportivo de Sokoburu. Con mi mujer, mi hijo y mis dos hijas he vivido primero en París y luego durante veinte años en Madrid. Allí tengo recuerdos inolvidables y amigos entrañables (incluso un autentico “hijo espiritual”). Pero he pasado la mayoría de mi tiempo - más de cuarenta años - en el País Vasco, un lugar del mundo excepcional. Por supuesto, mis amigos gallegos, bretones, andaluces o corsos pueden discrepar. Esto es normal. Mis hijos y nietos, que viven más al norte, y mi mujer, nacida en la “Isla de Francia” (aunque de ascendencia en parte vizcaína), se burlan a veces de mi excesivo apego al terruño. ¡Pero qué más da! Yo también tenía mis dudas y reaccionaba con escepticismo cuando en los lejanos años ochenta un amigo vasco, catedrático de Derecho, que había sido miembro del tribunal que examinó mi tesis doctoral, contestaba a mis preguntas: “¿Qué tal La Reunión”, ¿Qué tal La Martinica?”, etc. : “Bien, bien, pero ya sabes que cuando uno conoce Biriatu…”. Ni siquiera se tomaba la molestia de acabar su frase. Ahora sé que tenía razón.
¿Así que su familia ha echado hondas raíces en el País Vasco?
Sí, efectivamente. El patrononímico Imatz o Imaz, significa mimbre, mimbral, pastizal o juncal, se encuentra, sobre todo, en la comunidad autónoma vasca, pero también está presente, aunque de una forma menos frecuente, en Navarra y en el País Vasco francés. En mi rama materna hay un buen número de apellidos vascos. La mayoría nacieron y vivieron en Hendaya. Algunos se alejaron, se fueron a trabajar a diferentes ciudades de Francia o de España (Madrid, Palencia o en Andalucía), incluso en América, pero tarde o temprano casi todos volvieron a su pueblo nativo en el País Vasco francés. Mi abuelo materno era vasco, carlista y por supuesto católico. Conservó toda su vida una boina regalada a su familia por Don Carlos. Estuvo trabajando en hoteles de Guayaquil y de Londres y luego en el María Cristina de San Sebastián, cuando su inauguración en 1912. Durante la Primera Guerra Mundial participó como artillero en la Batalla de Verdún. Una vez desmovilizado volvió a Hendaya para hacerse cargo del hotel de sus padres. Hablaba vasco y francés, pero también español, como la mayoría de los miembros de mi familia de aquella época, y por cierto eran muy amigos de España y de los españoles.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, mi bisabuelo tenía un hermano párroco en Biriatu. El hombre se dedicaba a su sacerdocio, pero le gustaba jugar a la pelota, eso sí, siempre llevando su sotana. Se involucró mucho en la defensa y salvaguardia de la lengua y cultura vascas. Así eran los famosos sacerdotes vasco-franceses de antaño. Mi tía-abuela solía tocar el piano y me enseñó, entre otras cosas, el Oriamendi y el Himno de San Marcial. Desde su casa, situada en las orillas del Bidasoa, podía ver el Alarde de Irún y de noche escuchar, aunque muy pocas veces, los susurros de los contrabandistas. Mi tía-abuela y mi bisabuela (una viuda de carácter fuerte que había sido directora del Casino de Hendaya en los años veinte del pasado siglo) me contaron numerosísimos recuerdos de nuestra familia fronteriza.
¿Nos puede contar algunos de estos recuerdos?
Algunas anécdotas: pocos meses antes de morir, mi abuelo carlista, naturalmente a favor del bando nacional, negoció con el comandante Julián Troncoso, un amigo suyo, el canje de una amiga del bando republicano, Pepita Arrocena. A raíz del intento de Revolución Socialista, en 1934, Pepita había cruzado la frontera con su chófer y con el líder socialista Indalecio Prieto escondido en el maletero de su coche.
En otras circunstancias, amigos franceses de mi abuelo participaron al fallido asalto al submarino republicano C2 fondeando en el puerto de Brest. Debo decir que durante la Guerra Civil muchísimos corresponsales extranjeros acostumbraban a alojarse en el hotel de mis abuelos. Al final de la contienda, mi abuela, ya viuda, era muy amiga de la mujer del Mariscal Pétain, embajador de Francia en España. Pero dos años después, estando en la zona llamada “prohibida”, en plena ocupación nazi, y a pesar de su amistad con Annie Pétain, la “Mariscala”, mi abuela simpatizaba con los gaullistas y participaba a la Resistencia anti-alemana. Estaba en contacto con la ORA (Organisation de Résistance de l’Armée) del País Vasco y con su amigo el doctor irunés Alberto Anguera Anglés, el cual se encargaba de encaminar el correo de los evadidos de Francia.
La otra rama de mi familia, la paterna, era bearnesa, venía de Pau y Orthez. Mi abuelo paterno era un republicano católico, un suboficial mayor que había sido uno de los soldados más condecorados de la Primera Guerra Mundial. Mutilado de guerra, se instaló en 1919 en Hendaya con su mujer y sus cuatro hijos para ejercer la profesión de tabacalero y librero. Su hijo, mi padre, llegó a Hendaya a los seis meses. Gran deportista, fue cuatro veces campeón de Francia de pelota en los años 1930 y 1940, en la modalidad de pala larga, en plaza libre. Mi familia paterna se dividía entonces entre los incondicionales del Mariscal Pétain, como mi abuelo, y los partidarios de Charles de Gaulle, como sus cuatro hijos, entre los cuales figuraban mi padre y mi padrino, el mayor de edad herido de gravedad en Dunquerque. Todos estos recuerdos de familia me hicieron entender muy temprano que la historia no es maniquea, que está siempre hecha de claros y oscuros, que no hay buenos y malos absolutos, que no hay pretendidas justicias históricas o democráticas como vuelven a decir hoy los traficantes de odio y de rencor, los miserables fantoches de la política que viven para jugar con el fuego.
En su opinión, entre vascos y navarros, ¿hay más cosas que unen o separan?
Para contestar con detalle habría que referirse a la historia larga de los condados vascos medievales, del reino de Navarra, de España, del Imperio hispánico y del Estado-nación francés. Son temas que abordo, aunque sucintamente, en el breviario histórico al que te refieres y que ha publicado La Tribuna del País Vasco. Sería por supuesto incapaz de resumir todos estos enjundiosos temas en unas pocas palabras. Confieso que a título personal, a pesar de mi nacionalidad, y debido a mi cultura hispano-francesa, simpatizo bastante más con el Imperio Católico Hispánico de Carlos V y Felipe II que con el Estado-nación galicano-católico francés de Richelieu, Luis XIII, Luis XIV y los Revolucionarios de 1789 y 1792. Ya sabemos que la “razón de Estado” de dichos políticos franceses estuvo muy influenciada por Maquiavelo e indirectamente por la prosa y actitud de los protestantes. Dicho esto, no se puede borrar, así como así, cinco, diez o quince siglos de historia común, ni manipularlos, ni tergiversarlos.
Ahora bien, si en su pregunta se refiere esencialmente a nuestros días le diré que, paradójicamente, hay cada día más cosas que unen a los vascos y navarros y menos que les separen. Pero, ¡ojo!, no caigo por ello en los ensueños independentistas o separatistas. Lo que pienso es que dichos pueblos pierden cada uno sus especificidades y se van uniendo poco a poco, pero desgraciadamente en la nada, en el gran mortero del mundialismo. Me explico: a estas alturas todos somos víctimas de la globalización, del consumismo, del mercantilismo, del declive demográfico, del individualismo multiculturalista, de la decadencia de la religión, de la Iglesia y del cristianismo, tantas plagas que se han revelado a la larga muchísimo más corrosivas y mortíferas para los vascos y los navarros (y también en general para todos los pueblos de Europa) que los “cuarenta años de dictadura franquista”, el “centralismo borbónico del siglo XIX”, o el “centralismo jacobino francés” aún vigente.
Es verdad, gracias a Dios, que nuestras tierras (que han sido a veces marcadas por una violencia salvaje indigna de los seres humanos) no han padecido de forma duradera los horrores del nazismo o peor aún (debido al número de muertos) las monstruosidades del totalitarismo marxista-comunista. En esto, los nacionalistas radicales están completamente ciegos y se equivocan totalmente de adversario. Gangrenado por la mezcolanza del internacionalismo marxista y de lo que los americanos llaman el “marxismo cultural”, el radicalismo izquierdista abertzale ha venido a ser el perfecto aliado del hipercapitalismo o turbocapitalismo mundialista. Los dos, mundialistas y nacionalistas-separatistas, van arrancando lo mejor de los valores de los navarros y vascos, las más hondas raíces de sendos pueblos. En el fondo son dos lados de una misma pinza.
En su opinión, ¿qué supone el euskera para la realidad de vascos y navarros?
Es un factor importante, pero no suficiente para definir toda la identidad y realidad vasca. Tan importantes son la etnia, la demografía, la cultura y la historia. Hay vascos euskaldunak, porque hablan la lengua vasca, hay vascos euskotarrak porque se definen étnicamente como vascos aunque se expresen en francés o en español y hay vascos que son ciudadanos vascos porque residen en el País Vasco y quieren al País Vasco. En la Comunidad Foral de Navarra, que se funda en una larga y brillante historia propia, es otro cantar: hay vascos que se sienten vascos y muchos navarros que no son ni se sienten vascos.
Lo que hace el Gobierno Vasco para la defensa de la lengua vasca me parece bastante acertado, a pesar de todas las acciones caricaturescas y desprovistas de sentido que han sido tomadas en contra del idioma castellano o -mejor dicho- del español, una de las dos o tres lengua más habladas del mundo. Ya sabemos que el idioma no es suficiente, pero además de esto no se debe esconder que los resultados de las políticas a favor del euskera son más bien escasos. La realidad es que no hay nación o patria posible sin un legado histórico combinado a un consentimiento y una voluntad de existencia por parte del pueblo. Nicolas Berdiaev y otros autores europeos famosos como Ortega y Gasset hablaban de unidad o comunidad de destino histórico. Pues bien, sin la combinación armoniosa del fundamento histórico-cultural y del factor voluntarista o consensual, sin esos dos ejes, no puede haber nación. Y por eso ya no hay hoy una verdadera nación española como no hay tampoco hoy verdaderas nacionalidades o naciones pequeñas dentro de España.
Lo mismo se puede decir del resto de Europa occidental, cuyo poderío esta en claro declive, si lo comparamos a las grandes potencias actuales. En Francia, es muy significativo que un político profesional como Manuel Valls, que siempre cree tener un as en la manga, haya admitido por fin recientemente que “la sociedad francesa está gangrenada, fracturada por el islamismo”. Por eso mismo las autoridades catalanas y los catalanistas que declaran con énfasis o dejan entender hipócritamente que prefieren una inmigración norteafricana que no habla el español, por considerarla más propensa a aprender el catalán, a una inmigración hispanoamericana católica e hispanohablante, son ignorantes e incoherentes. Con ellos los días del fet Catala están contados. Por lo menos, y de momento, los despropósitos inmigracionistas de los catalanistas no parecen imperar tan fuertemente entre los militantes nacionalistas vascos radicales.
¿Cómo definiría el sentimiento identitario navarro?
Creo haber contestado ya en parte. Para mí el navarrismo se sitúa en el pasado, sus señas de identidad eran el catolicismo y el tradicionalismo. Era lo propio de los requetés, las boinas rojas que tanto admiraba mi abuelo materno y que hoy solo existen a dosis homeopáticas. Lo mismo diría de la figura del vasco noble, católico, arraigado, trabajador y honesto de antaño. Parece que las “élites”, la oligarquía o casta política vasca y navarra hayan elegido, no sé si definitivamente o no, el camino de la armonización y del alineamiento con los valores y presupuestos del mundialismo o del altermundialismo (lo que da lo mismo) o del llamado transnacionalismo progresista. Fingen creer que el vasco y el navarro se definen solo administrativamente o jurídicamente a partir de un documento o un DNI. Parece que ansían poblar los futuros territorios vascos y navarros con el homo economicus, asexual, apatrida y fantasmagórico, tan criticado antaño por el vasco-español Unamuno y por las figuras más relevantes del nacionalismo vasco. Si a esto añadimos los estragos de la terrible crisis demográfica, sin duda la peor de toda España y posiblemente de toda Europa occidental, las perspectivas no son muy alentadoras. Y, mientras tanto, los jóvenes vascos escuchan la música anglosajona, tocan el “rock vasco”, comen hamburguesas, consumen drogas (los jóvenes abertzales más que cualquiera), defienden la apertura de las fronteras, la inmigración sin límites, el laicismo agresivo, la teoría del género, el transhumanismo, el odio al Estado y a la historia de la nación española, y todas la chorradas importadas desde los campus americanos. Podría limitarme a decir en francés o en inglés: “Grand bien leur fasse / Great good to them”. Pero tengo la íntima y terrible convicción que si no se reacciona rápidamente nos traerán un futuro sombrío, crudo y sanguinario que nuestros descendientes padecerán.
¿Qué opinas de la afirmación que hace Stanley Payne en el prólogo del libro señalando que “El País Vasco es la región más singular de España”? ¿Cuáles son sus sentimientos hacia el País Vasco y hacia Navarra?
Stanley Payne pertenece a la tradición de los historiadores anglosajones que casi nunca pierden su flema o digamos una cierta compostura prudente y equilibrada. Es un investigador e historiador, pero es un hombre y no un robot. Por eso opina, juzga e interpreta, aunque siempre con cierta sobriedad y ponderación. En ese texto se refiere a la singularidad del idioma, de las instituciones y de la historia vasca (pasa por alto la etnia). Ahora bien, es americano, yo no, y si digo que estoy de acuerdo con él cuando dice que "el País Vasco es la región más singular de España" muchos dirán que esto se debe a mi querencia personal. Precisamente a raíz de ese texto de Payne un amigo mío, no exento del sentido del humor, me escribió: "Esta muy bien, aunque yo creo que los gallegos somos más particulares que los vascos".
En el libro Vascos y Navarros he intentado ser lo más riguroso, honesto y desinteresado posible. Siempre he pensado que la auténtica objetividad no reside tanto en un alejamiento hostil cuanto en una suerte de voluntad bienintencionada que sea capaz de comprender y explicar las ideas ajenas sin renunciar a sus propias razones. Esto dicho, permítanme decir y repetir aquí que, a pesar de las evoluciones o involuciones recientes y de las carencias de las seudo o autoproclamadas "élites" políticas vasco-navarras, el País Vasco y Navarra son mis tierras predilectas.
¿Cómo se ve la reciente historia del País Vasco y de España desde el País Vasco francés?
El partidismo, el desconocimiento o el desinterés, no solo de la mayoría de los franceses sino también de la mayoría de los políticos y periodistas galos, por la historia y la política del País Vasco y Navarra, y más generalmente por la de España en su conjunto, son abismales, insondables. La tendencia es un poco diferente en el País Vasco francés debido a la proximidad de la frontera y a la presencia de un electorado nacionalista vasco, débil pero no insignificante, que representa del 10% al 12% del electorado. Globalmente, muchos se sienten vascos, pero como en el resto de Francia la mayoría se desinteresa de la historia y de la política de la península a no ser que ocurra un hecho trascendental. En cuanto a la pequeña minoría nacionalista vasca del norte recicla incansablemente los tópicos hispanófobos aunque a veces temen ser fagocitados por sus potentes hermanos del sur.
En mi caso, no bajo las armas. Con la ayuda de un puñado de jóvenes y veteranos historiadores franceses y de editoriales valientes, sigo y seguiré explicando, denunciando y rebatiendo las leyendas negras, las ideas falsas, los datos censurados, los hechos instrumentalizados y las sandeces hispanofóbicas, difundidas por los ignorantes, los malvados y, lamentablemente, por una buena parte de la casta política vasca, navarra y española.
11:18 Publié dans Entretiens, Livre, Livre, Terres d'Europe, Terroirs et racines | Lien permanent | Commentaires (0) | Tags : arnaud imatz, pays basque, navarre, espagne, europe, racines, terres d'europe, livre | | del.icio.us | | Digg | Facebook
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