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samedi, 01 octobre 2016

Vers un art de l'hypercontrole - Avec Bernard Stiegler

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Vers un art de l'hypercontrole

Avec Bernard Stiegler

Bernard Stiegler développe l’idée que nous sommes entrés dans l’époque de l’hypercontrôle, rendue possible par les technologies numériques, les systèmes de big data, de traces et autres automatismes, omniprésents dans les développements et applications technologiques "hyperindustriels".


Dispositifs qui nous suivent autant qu’ils nous guident dans nos comportements, et qui constituent selon lui un processus de désintégration sociale.


Selon un fil historique et conceptuel, nous serons amenés à comprendre les éléments du contrôle et de la surveillance : tels qu’ils ont été pensés et utilisés depuis William Burroughs, l’écrivain américain chez qui Gilles Deleuze avait trouvé la récurrence du terme de contrôle, et à partir duquel il conceptualisa la formule de "société de contrôle", cela en passant par les écrits de Foucault et sa description des dispositifs de surveillance. Bernard Stiegler décrira les "sociétés de l’hypercontrôle" et l’automatisation généralisée, tout en posant le défi d’un "art de l’hypercontrôle" comme thérapeutique, ou "pharmacologie positive".

samedi, 27 juin 2015

Cómo nos controlan desde el poder

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Cómo nos controlan desde el poder

Después de varias crisis económicas, parece que finalmente hemos interiorizado y aceptado que existe la lucha de clases. No hace falta mantener un discurso radical para defender la idea de que en la sociedad actual existen distintas clases, y que éstas se encuentran en constante lucha por la defensa de sus intereses respectivos, que pocas veces coinciden entre clase y clase. Hoy en día cualquier persona con algo de conciencia y buena información sabe que pertenece a una clase social.

Siguiendo la lógica de la jerarquía, la clase de arriba controla a la de abajo. El poder siempre está arriba en la pirámide de las clases sociales. En cuanto a las formas que tiene el poder de controlar a las clases dominadas, es muy interesante la visión que aportan dos autores: George Orwell, famoso por sus obras ‘Rebelión en la granja’ y ’1984′, y Aldous Huxley, muy conocido también por su libro ‘Un mundo feliz’.

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Las ideas de Orwell y de Huxley, aunque diferentes, apuntan en una misma dirección: existe una clase dominante que controla a una clase dominada sin que ésta sea consciente. Para cada autor los modos de control son diferentes, pero vienen a demostrar que la lucha de clases la están ganando las clases altas, tal y como ellas mismas reconocen. Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, dijo en el año 2006 que: “Claro que hay una guerra de clases, y es mi clase, la de los ricos, quienes la estamos ganando.”

Orwell: nos controlan a través de lo que no nos gusta

¿Qué es lo que menos nos gusta? El miedo. A nadie le gusta pasar miedo. La persona que vive con miedo no es dueño de su vida, pues está a merced del miedo y de quien se lo transmite. Eso lo han entendido muy bien las clases dominantes, que saben que es más fácil controlar a una población atemorizada que a una libre de miedos. Por ello hoy en día el uso del miedo en la política es muy frecuente.

Se han desarrollado teorías que hablan del miedo como el principal factor de control, como la “Doctrina del Shock”, propuesta por Naomi Klein, que señala al sistema capitalista como principal culpable en la dispersión del miedo. Según Klein el sistema aprovecha momentos de terror y confusión como desastres naturales, atentados terroristas o crisis económicas para llevar a cabo políticas neoliberales, intentando que la población no se de cuenta, y excusándose en que “no queda otro remedio”.

El miedo no sólo se utiliza a nivel nacional para que los gobernantes de un país consigan llevar a cabo políticas económicas o sociales, sino que también se aplica a escala global para consolidad un sistema de bloques que hemos analizado en muchas ocasiones en esta web. La división del mundo en Centro-Periferia o entre Occidente y el resto motiva ciertas tensiones que, ante los ojos de la ciudadanía, han de quedar muy bien explicadas: “ellos son los malos y nosotros los buenos”.

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Así, tal y como está configurado el mundo actualmente, tenemos una serie de países que han sido utilizados por Occidente para generar miedo entre su población. Países acusados de patrocinar el terrorismo (Irán, Libia, Siria…) o países relacionados con la falta de libertad (Cuba, Venezuela…) son objeto de ataques mediáticos en Europa y Estados Unidos, y sirven como elemento de “unificación social”, de forma que la población occidental apoya a sus líderes cuando se enfrentan a este tipo de países tan indeseables. El uso del miedo a escala global se analiza con más profundidad en el siguiente artículo:

ARTÍCULO RELACIONADO: La geopolítica del miedo (Juan Pérez Ventura, Junio 2013)

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Huxley: nos controlan a través de lo que nos gusta

Nos gusta estar distraídos. Como seres humanos tenemos esa necesidad de escapar por un momento del mundo real y relajarnos en un mar de programas de televisión, lecturas de revistas, redes sociales… No hay nada malo en abstraerse de la realidad de vez en cuando y distraernos con las cosas que nos gustan. El problema es que hoy en día no nos distraemos un rato, sino que vivimos distraídos. Y lo peor es que lo sabemos. Y nos gusta.

Es mucho más cómodo estar sentado en el sofá viendo la televisión que mirar por la ventana e intentar comprender cómo funciona el mundo y pensar en cómo se pueden cambiar las cosas. El poder de atracción de elementos como los videojuegos, la televisión, el deporte o la vida íntima de los famosos es mucho mayor que el interés por saber la verdad sobre el mundo en el que vivimos. Pero esta dura realidad no es fruto de un intrínseco gusto por la ignorancia por parte del ser humano, sino que es fomentada por parte de las clases dominantes.

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El ser humano es curioso por naturaleza. Le gusta hacerse preguntas y conocer cosas. El estado de ignorancia y de pasividad actual ha sido artificialmente creado por el poder, a través de complejos mecanismos de desinformación y con una variada oferta de productos distractores. De forma que, aunque hay buena parte de culpa en la propia ciudadanía, que se deja seducir y distraer, lo cierto es que es el poder el responsable principal de que la sociedad actual sea una sociedad inculta, desinformada y fácilmente manipulable.

Por ello una de las formas que tenemos para escapar del control de las clases dominantes es no dejarnos informar por ellas. La información es el arma más valiosa en la sociedad actual, y hoy en día está en manos del poder. Por eso no hay que dejarse informar, hay que informarse. A un ciudadano bien informado es mucho más complicado engañarle, y ese ciudadano bien informado será más libre que el que disfruta sentado en el sofá viendo la televisión.

ARTÍCULO RELACIONADO: Desinformación (Juan Pérez Ventura, Octubre 2012)

PROFUNDIZAR EN EL ANÁLISIS: Además de distraernos con los medios de comunicación, las tesis de Huxley también consideran como elemento atractivo que permite el control de la población a través del gusto el consumo. Una sociedad consumista es más fácilmente controlable, pues la producción de bienes de consumo también está controlada por las clases dominantes. En este aspecto es interesante el análisis que se hace en el siguiente artículo: La sociedad de consumo: vivir es consumir.

La realidad: nos controlan

Sea a través del miedo, como defiende Orwell, o a través de distracciones que nos gustan, como mantiene Huxley, lo cierto es que, de una forma u otra, estamos siendo controlados. Esa es la realidad.

El sistema de clases sociales se mantiene precisamente porque existe ese control por parte de las clases dominantes, que disponen de muchas más herramientas para conservar su privilegiado estatus social. A través de los medios de comunicación, de la religión, de las empresas multinacionales, de las guerras… incluso a través de la democracia.

ControlUna vez identificados los modos de control, lo que debe hacer la ciudadanía es luchar por su libertad. ¿Cómo? Contra la desinformación, información, contra el miedo, valor.

Aunque es complicado llegar a un estado de libertad total, el simple hecho de saber cómo funciona el mundo y ser consciente de que existe este sistema de control de clases ya es un pequeño logro. Y si es imposible ganar la lucha de clases, tampoco pasa nada. Siempre nos quedará el sofá.

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Juan Pérez Ventura

Creador de la web 'El Orden Mundial en el S.XXI'. Graduado en Geografía por la Universidad de Zaragoza y estudiando el 'Máster en Relaciones Internacionales, Seguridad y Desarrollo' en Barcelona. Inquieto por comprender cómo funciona el mundo y apasionado de la divulgación de conocimiento. Además de blogger, soy un viajero incansable.

mardi, 28 avril 2015

Course à la numérisation totale, course au contrôle total

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Course à la numérisation totale, course au contrôle total

par Jean Paul Baquiast

Ex: http://www.europesolidaire.eu

Une campagne d'information certainement bien intentionnée se développe actuellement en France, notamment dans les milieux de l'internet, pour dénoncer les difficultés d'application, voire les risques pour les libertés publiques, pouvant découler de la loi sur le Renseignement actuellement en préparation. On lira par exemple sur ce sujet un article que vient de publier le site Android (cf ci-dessous) .

Or Marc Goodman, dans le livre Future Crimes que nous avons présenté ici, explique avec de très bons arguments que le processus de numérisation globale dans lequel nous sommes engagés, à un niveau d'ailleurs mondial, se traduira par le fait que les moyens dont disposeront les criminels seront toujours plus efficaces que ceux des services de police, tant pour mettre au point de nouvelles techniques que pour désamorcer les techniques officielles de prévention et de répression. Il ne sera même plus nécessaire pour ces criminels de faire appel à des techniciens spécialisés. Les outils seront à leur disposition sur étagère s'ils disposent d'un peu d'argent. Ce point de vue n'est pas seul en son genre. Il est partagé par de nombreux auteurs.

Ces outils seront mis au point non seulement par les grands opérateurs ou par les laboratoires spécialisés, mais par de simples start-up(s) high-tech. Celles-ci inventent sans arrêt de technologies de plus en plus efficaces, non seulement au service d'utilisations légitimes, mais aussi au service de ceux voulant échapper à la loi (cf-ci dessous l'article de Numerama). Il en résulte une marche de plus en plus accélérée vers une société non seulement numérisée mais robotisée, avec des robots autonomes de plus en plus autonomes et donc de moins en moins contrôlables. Ainsi s'intensifiera la course à l'armement déjà engagée entre les criminels de droit commun, d'un côté, les services officiels de justice et de police de l'autre.

Faudrait-il dans ces conditions que les Etats renoncent à des lois telles qu'en France celle sur le renseignement, au prétexte qu'elles seraient inefficaces ou dangereuses? Ceci paraît difficile à justifier. Ne pas prendre de tels textes ne ferait qu'encourager le nombre des inventeurs et utilisateur de technologies susceptibles d'utilisations criminelles ou terroristes. Il convient pas contre de s'assurer, dans la limite du possible, que ces textes sont pris en toute connaissance de cause par les législateurs, et qu'ils sont appliqués par des services administratifs placés sous un minimum de contrôle.

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Dans le domaine des armes dites de poing, on retrouve le même problème. Celles-ci se perfectionnent (kalachnikov par ex.) et se commercialisent de plus en plus. L'ancienne loi qui demande aux armuriers d'enquêter sur l'honorabilité de leurs clients est devenue tout à fait  insuffisante. Il faudra donc des lois autorisant des démarches beaucoup plus intrusives. Mais celles-ci  à leur tour encourageront de plus en plus de trafics d'armes, et la mise au point d'armes dissimulées ou sophistiquées sous l'apparence d'innocents outils, telle une perceuse électrique. Faudrait-il pour autant renoncer à légiférer? Certainement pas. On constate aux Etats-Unis les dégâts majeurs résultant du 2e Amendement constitutionnel autorisant le port d'armes par les particuliers.

Pour prendre une autre comparaison, dans un domaine très différent, selon les océanographes, le niveau des mers pourrait monter de 1 à plusieurs mètres d'ici la fin du siècle. Le phénomène sera irréversible. Les digues et autres protections seront de plus en plus débordées. Faut-il cependant aujourd'hui renoncer à les fortifier, même si ceci oblige souvent à empiéter sur les propriétés privées de bord de mer ? Certainement pas. La Hollande connaît depuis longtemps déjà ce problème. 

Références

* Site Androïd . Loi sur le Renseignement : ce qu'il faut en retenir et pourquoi elle est dangereuse : http://www.frandroid.com/0-android/justice/280804_loi-renseignement-quil-faut-retenir-dangereuse

* Revue Numérama. Imsi catchers http://www.numerama.com/magazine/32763-detecter-les-imsi-catchers-sur-votre-telephone-android.html

* Marc Goodman, Future Crimes http://www.europesolidaire.eu/article.php?article_id=1739&r_id=

Rappelons par ailleurs que Alain Cardon, dans ses ouvrages référencés sur le site Automates Intelligents, a depuis longtemps abordé le problème du contrôle total.

Jean Paul Baquiast

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samedi, 10 janvier 2015

Welcome to the Matrix

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Welcome to the Matrix: Enslaved by Technology and the Internet of Things

“There will come a time when it isn’t ‘They’re spying on me through my phone’ anymore. Eventually, it will be ‘My phone is spying on me.’” ― Philip K. Dick

If ever Americans sell their birthright, it will be for the promise of expediency and comfort delivered by way of blazingly fast Internet, cell phone signals that never drop a call, thermostats that keep us at the perfect temperature without our having to raise a finger, and entertainment that can be simultaneously streamed to our TVs, tablets and cell phones.

Likewise, if ever we find ourselves in bondage, we will have only ourselves to blame for having forged the chains through our own lassitude, laziness and abject reliance on internet-connected gadgets and gizmos that render us wholly irrelevant.

Indeed, while most of us are consumed with our selfies and trying to keep up with what our so-called friends are posting on Facebook, the megacorporation Google has been busily partnering with the National Security Agency (NSA), the Pentagon, and other governmental agencies to develop a new “human” species, so to speak.

In other words, Google—a neural network that approximates a global brain—is fusing with the human mind in a phenomenon that is called “singularity,” and they’ve hired transhumanist scientist Ray Kurzweil to do just that. Google will know the answer to your question before you have asked it, Kurzweil said. “It will have read every email you will ever have written, every document, every idle thought you’ve ever tapped into a search-engine box. It will know you better than your intimate partner does. Better, perhaps, than even yourself.”

But here’s the catch: the NSA and all other government agencies will also know you better than yourself. As William Binney, one of the highest-level whistleblowers to ever emerge from the NSA said, “The ultimate goal of the NSA is total population control.”

Science fiction, thus, has become fact.

We’re fast approaching Philip K. Dick’s vision of the future as depicted in the film Minority Report. There, police agencies apprehend criminals before they can commit a crime, driverless cars populate the highways, and a person’s biometrics are constantly scanned and used to track their movements, target them for advertising, and keep them under perpetual surveillance.

Cue the dawning of the Age of the Internet of Things, in which internet-connected “things” will monitor your home, your health and your habits in order to keep your pantry stocked, your utilities regulated and your life under control and relatively worry-free.

The key word here, however, is control.

In the not-too-distant future, “just about every device you have — and even products like chairs, that you don’t normally expect to see technology in — will be connected and talking to each other.”

By 2018, it is estimated there will be 112 million wearable devices such as smartwatches, keeping users connected it real time to their phones, emails, text messages and the Internet. By 2020, there will be 152 million cars connected to the Internet and 100 million Internet-connected bulbs and lamps. By 2022, there will be 1.1 billion smart meters installed in homes, reporting real-time usage to utility companies and other interested parties.

This “connected” industry—estimated to add more than $14 trillion to the economy by 2020—is about to be the next big thing in terms of societal transformations, right up there with the Industrial Revolution, a watershed moment in technology and culture.

Between driverless cars that completely lacking a steering wheel, accelerator, or brake pedal, and smart pills embedded with computer chips, sensors, cameras and robots, we are poised to outpace the imaginations of science fiction writers such as Philip K. Dick and Isaac Asimov. By the way, there is no such thing as a driverless car. Someone or something will be driving, but it won’t be you.

The 2015 Consumer Electronics Show in Las Vegas is a glittering showcase for such Internet-connected techno gadgets as smart light bulbs that discourage burglars by making your house look occupied, smart thermostats that regulate the temperature of your home based on your activities, and smart doorbells that let you see who is at your front door without leaving the comfort of your couch.

Nest, Google’s $3 billion acquisition, has been at the forefront of the “connected” industry, with such technologically savvy conveniences as a smart lock that tells your thermostat who is home, what temperatures they like, and when your home is unoccupied; a home phone service system that interacts with your connected devices to “learn when you come and go” and alert you if your kids don’t come home; and a sleep system that will monitor when you fall asleep, when you wake up, and keep the house noises and temperature in a sleep-conducive state.

The aim of these internet-connected devices, as Nest proclaims, is to make “your house a more thoughtful and conscious home.” For example, your car can signal ahead that you’re on your way home, while Hue lights can flash on and off to get your attention if Nest Protect senses something’s wrong. Your coffeemaker, relying on data from fitness and sleep sensors, will brew a stronger pot of coffee for you if you’ve had a restless night.

It’s not just our homes that are being reordered and reimagined in this connected age: it’s our workplaces, our health systems, our government and our very bodies that are being plugged into a matrix over which we have no real control.

Moreover, given the speed and trajectory at which these technologies are developing, it won’t be long before these devices are operating entirely independent of their human creators, which poses a whole new set of worries. As technology expert Nicholas Carr notes, “As soon as you allow robots, or software programs, to act freely in the world, they’re going to run up against ethically fraught situations and face hard choices that can’t be resolved through statistical models. That will be true of self-driving cars, self-flying drones, and battlefield robots, just as it’s already true, on a lesser scale, with automated vacuum cleaners and lawnmowers.”

 

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For instance, just as the robotic vacuum, Roomba, “makes no distinction between a dust bunny and an insect,” weaponized drones—poised to take to the skies en masse this year—will be incapable of distinguishing between a fleeing criminal and someone merely jogging down a street. For that matter, how do you defend yourself against a robotic cop—such as the Atlas android being developed by the Pentagon—that has been programmed to respond to any perceived threat with violence?

Unfortunately, in our race to the future, we have failed to consider what such dependence on technology might mean for our humanity, not to mention our freedoms.

Ingestible or implantable chips are a good example of how unprepared we are, morally and otherwise, to navigate this uncharted terrain. Hailed as revolutionary for their ability to access, analyze and manipulate your body from the inside, these smart pills can remind you to take your medication, search for cancer, and even send an alert to your doctor warning of an impending heart attack.

Sure, the technology could save lives, but is that all we need to know? Have we done our due diligence in asking all the questions that need to be asked before unleashing such awesome technology on an unsuspecting populace?

For example, asks Washington Post reporter Ariana Eunjung Cha:

What kind of warnings should users receive about the risks of implanting chip technology inside a body, for instance? How will patients be assured that the technology won’t be used to compel them to take medications they don’t really want to take? Could law enforcement obtain data that would reveal which individuals abuse drugs or sell them on the black market? Could what started as a voluntary experiment be turned into a compulsory government identification program that could erode civil liberties?

Let me put it another way. If you were shocked by Edward Snowden’s revelations about how NSA agents have used surveillance to spy on Americans’ phone calls, emails and text messages, can you imagine what unscrupulous government agents could do with access to your internet-connected car, home and medications? Imagine what a SWAT team could do with the ability to access, monitor and control your internet-connected home—locking you in, turning off the lights, activating alarms, etc.

Thus far, the public response to concerns about government surveillance has amounted to a collective shrug. After all, who cares if the government can track your whereabouts on your GPS-enabled device so long as it helps you find the fastest route from Point A to Point B? Who cares if the NSA is listening in on your phone calls and downloading your emails so long as you can get your phone calls and emails on the go and get lightning fast Internet on the fly? Who cares if the government can monitor your activities in your home by tapping into your internet-connected devices—thermostat, water, lights—so long as you can control those things with the flick of a finger, whether you’re across the house or across the country?

 

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As for those still reeling from a year of police shootings of unarmed citizens, SWAT team raids, and community uprisings, the menace of government surveillance can’t begin to compare to bullet-riddled bodies, devastated survivors and traumatized children. However, both approaches are just as lethal to our freedoms if left unchecked.

Control is the key here. As I make clear in my book A Government of Wolves: The Emerging American Police State, total control over every aspect of our lives, right down to our inner thoughts, is the objective of any totalitarian regime.

George Orwell understood this. His masterpiece, 1984, portrays a global society of total control in which people are not allowed to have thoughts that in any way disagree with the corporate state. There is no personal freedom, and advanced technology has become the driving force behind a surveillance-driven society. Snitches and cameras are everywhere. And people are subject to the Thought Police, who deal with anyone guilty of thought crimes. The government, or “Party,” is headed by Big Brother, who appears on posters everywhere with the words: “Big Brother is watching you.”

Make no mistake: the Internet of Things is just Big Brother in a more appealing disguise.

Even so, I’m not suggesting we all become Luddites. However, we need to be aware of how quickly a helpful device that makes our lives easier can become a harmful weapon that enslaves us.

This was the underlying lesson of The Matrix, the Wachowski brothers’ futuristic thriller about human beings enslaved by autonomous technological beings that call the shots. As Morpheus, one of the characters in The Matrix, explains:

The Matrix is everywhere. It is all around us. Even now, in this very room. You can see it when you look out your window or when you turn on your television. You can feel it when you go to work… when you go to church… when you pay your taxes. It is the world that has been pulled over your eyes to blind you from the truth.

“What truth?” asks Neo.

Morpheus leans in closer to Neo: “That you are a slave, Neo. Like everyone else you were born into bondage. Born into a prison that you cannot smell or taste or touch. A prison for your mind.”

 

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jeudi, 07 novembre 2013

El control social sin fusiles

por Manuel Freytas

Ex: http://paginatransversal.wordpress.com

Por su altísimo potencial formador y orientador de conducta social a escala masiva (conseguido a través de la manipulación informativa) los medios de comunicación se han convertido en la columna vertebral de las estrategias de dominio del sistema capitalista a escala global. En términos concretos (y disfrazados de servidores públicos de la comunicación social), los consorcios mediáticos que realizan el control político y social (en sustitución de los militares) son auxiliares complementarios de la “Justicia” (del sistema) en la tarea represiva, y el sujeto a reprimir ya no es el “subversivo comunista” sino el “violento social”. Se trata de una represión sin fusiles, donde la acción militar es sustituida por la manipulación mediática en alta escala orientada al direccionamiento pasivo de la conducta social hacia los objetivos de preservación del sistema capitalista.

Quien observe atentamente el mapa político y social tanto de los países centrales como de los periféricos, podrá comprobar que el uso de la represión policial y militar de los (hoy reducidos y escasos) conflictos sociales y sindicales es mínima y solo se la utiliza en casos extremos.

Y eso tiene una explicación: Los gobiernos del mundo (técnica y funcionalmente, gerencias de enclave de los bancos y corporaciones trasnacionales) no se mueven dentro de un esquema militar (el viejo sistema de dominación) sino dentro de un esquema político-democrático (el nuevo sistema de dominación).

Por lo tanto, si caen en la tentación de reprimir policialmente, la corporación mediática les arroja la sociedad en contra calificándolos de “represivos y violentos”.

Los gobiernos que cometen el error de reprimir militarmente son inmediatamente rechazados por la sociedad masivamente nivelada en la condena a ” toda forma de violencia”, más allá de sus contenidos.

De la misma manera que en la década del setenta, los medios de comunicación utilizaban la figura del “subversivo” (como expresión de demonización social justificatoria de la represión militar), hoy utilizan la figura del “violento social” para aislar, deslegitimar y condenar socialmente las luchas sindicales y sociales que atentan contra la “estabilidad económica”, la “gobernabilidad” y la “paz social” del sistema.

De esta manera, y a la luz del crecimiento desmesurado a nivel global de los activos empresariales y de las fortunas personales (con su contracara de pobreza y exclusión social masiva) se verifica aquel axioma que expresa que “la paz es el negocio del dominador”.

Y prueba la efectividad de las técnicas mediáticas para controlar las protestas sociales y sindicales con la lógica represiva de la “antiviolencia” predominando sobre las razones de los reclamos.

No importa que el que corte ruta sea un hambriento o un desocupado (en el mundo hay 1000 millones de hambrientos y más de 2000 personas que viven por debajo de las necesidades básicas), la opinión pública está masivamente “adoctrinada” (por los medios de comunicación y sus conductores) para rechazar (sin ningún análisis de las causas) las huelgas y los cortes de ruta que generan “violencia social”.

La nueva estrategia represiva tiene su matriz funcional en la nivelación masiva de una conciencia y opinión “antiviolencia” que se superpone a cualquier lógica de legitimidad o de justicia social expresada por los grupos que cortan calles, rutas o hacen huelgas para reclamar por sus derechos o por una mayor distribución de la riqueza.

Asi como durante las dictaduras militares se demonizaba al “subversivo” para descalificar su proyecto de cambio del sistema capitalista por otro más justo, a los que ahora hacen huelga y cortan rutas se los demoniza como “violentos” para deslegitimar las luchas sociales por un mejor reparto de la riqueza.

En términos concretos (y disfrazados de servidores públicos de la comunicación social), los consorcios mediáticos que realizan el control político y social (en sustitución de los militares) son auxiliares complementarios de la “Justicia” (del sistema) en la tarea represiva, y el sujeto a reprimir ya no es el “subversivo comunista” sino el “violento social”.

Se trata de una represión sin fusiles, donde la acción militar es sustituida por la manipulación mediática en alta escala orientada al direccionamiento pasivo de la conducta social hacia los objetivos de preservación del sistema capitalista.

En este escenario, las fuerzas policiales y militares tienen como función principal: disuadir antes que reprimir, para preservar a su vez, los acontecimientos que pudieran desbordar y alterar la “paz social” del sistema.

Es así que el gobierno que decide utilizar la fuerza policial o militar, también pierde inmediatamente legitimidad política y apoyo social, tarea de la que se encargan los propios medios de comunicación, cuya misión es preservar el “sistema democrático” (de dominación capitalista) en los parámetros establecidos de la “estabilidad económica, la “gobernabilidad política” y la “paz social”.

(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web. Ver sus trabajos en Google y en IAR Noticias

Fuente: IAR Noticias

vendredi, 30 novembre 2012

Sexual Liberation and Political Control

Sexual Liberation and Political Control

Libido-Dominandi-9781587314650.jpgLiberalism, by the inner dynamic of its logic, was forced to become an instrument of social control in order to avoid the chaos which it created by its own erosion of tradition and morals. Democratic man could not be left to his own devices; chaos would result. The logic was clear. If there is no God, there can be no religion; if there is no religion, there can be no morals; if there are no morals, there can be no self-control; if there is no self-control, there can be no social order; if there is no social order, there can be nothing but the chaos of competing desire. But we cannot have chaos, so therefore we must institute behavioral control in place of the traditional structures of the past — tradition, religion, etc. Abolishing tradition, religion and morals and establishing ”scientific” social control are one and the same project.

E. Michael Jones, Libido Dominandi — Sexual Liberation and Political Control (via zerogate)

dimanche, 12 décembre 2010

The Total Control Society is Here: Iris Scanners

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The Total Control Society Is Here: Iris Scanners

by John W. Whitehead

Ex: http://www.lewrockwell.com/

 
   

"In the future, whether it's entering your home, opening your car, entering your workspace, getting a pharmacy prescription refilled, or having your medical records pulled up, everything will come off that unique key that is your iris. Every person, place, and thing on this planet will be connected [to the iris system] within the next 10 years."

Jeff Carter, CDO of Global Rainmakers

The U.S. government and its corporate allies are looking out for you — literally — with surveillance tools intended to identify you, track your whereabouts, monitor your activities and allow or restrict your access to people, places or things deemed suitable by the government. This is all the more true as another invasive technology, the iris scanner, is about to be unleashed on the American people.

Iris scanning relies on biometrics, which uses physiological (fingerprint, face recognition, DNA, iris recognition, etc.) or behavioral (gait, voice) characteristics to uniquely identify a person. The technology works by reading the unique pattern found on the iris, the colored part of the eyeball. This pattern is unique even among individuals with the exact same DNA. It is read by projecting infra-red light directly into the eye of the individual.

The perceived benefits of iris scan technology, we are told, include a high level of accuracy, protection against identity theft and the ability to quickly search through a database of the digitized iris information. It also provides corporations and the government — that is, the corporate state — with a streamlined, uniform way to track and access all of the information amassed about us, from our financial and merchant records, to our medical history, activities, interests, travels and so on. In this way, iris scans become de facto national ID cards, which can be implemented without our knowledge or consent. In fact, the latest generation of iris scanners can even capture scans on individuals in motion who are six feet away. And as these devices become more sophisticated, they will only become more powerfully invasive.

At the forefront of this effort is the American biometrics firm Global Rainmakers Inc. (GRI), which has partnered with the city of Leon — one of the largest cities in Mexico — to create "the most secure city in the world." GRI plans to achieve this goal by installing iris scanners throughout the city, thus creating a virtual police state in Leon.

The eye scanners, which can scan the irises of 30—50 people per minute, will first be made available to law enforcement facilities, security check-points, police stations, detention areas, jails and prisons, followed by more commercial enterprises such as mass transit, medical centers and banks and other public and private locations. As the business and technology magazine Fast Company reports:

To implement the system, the city is creating a database of irises. Criminals will automatically be enrolled, their irises scanned once convicted. Law-abiding citizens will have the option to opt-in.

However, as Fast Company points out, soon no one will be able to opt out:

When these residents catch a train or bus, or take out money from an ATM, they will scan their irises, rather than swiping a metro or bank card. Police officers will monitor these scans and track the movements of watch-listed individuals. "Fraud, which is a $50 billion problem, will be completely eradicated," says Carter. Not even the "dead eyeballs" seen in Minority Report could trick the system, he says. "If you've been convicted of a crime, in essence, this will act as a digital scarlet letter. If you're a known shoplifter, for example, you won't be able to go into a store without being flagged. For others, boarding a plane will be impossible."

Mark my words: the people of Leon, Mexico, are guinea pigs, and the American people are the intended control subjects.

In fact, iris-scanning technology is already being implemented in the U.S. For example, the Department of Homeland Security ran a two-week test of the iris scanners at a Border Patrol station in McAllen, Texas, in October 2010. That same month, in Boone County, Missouri, the sheriff's office unveiled an Iris Biometric station purchased with funds provided by the U.S. Department of Justice. Unknown by most, the technology is reportedly already being used by law enforcement in 40 states throughout the country.

There's even an iPhone app in the works that will allow police officers to use their iPhones for on-the-spot, on-the-go iris scanning of American citizens. The manufacturer, B12 Technologies, has already equipped police with iPhones armed with facial recognition software linked to a statewide database which, of course, federal agents have access to. (Even Disney World has gotten in on the biometrics action, requiring fingerprint scans for anyone entering its four Orlando theme parks. How long before this mega-corporation makes the switch to iris scans and makes the information available to law enforcement? And for those who have been protesting the whole-body imaging scanners at airports as overly invasive, just wait until they include the iris scans in their security protocol. The technology has already been tested in about 20 U.S. airports as part of a program to identify passengers who could skip to the front of security lines.)

The goal of the corporate state, of course, is to create a total control society — one in which the government is able to track the movements of people in real time and control who does what, when and where. In exchange, the government promises to provide security and convenience, the two highly manipulative, siren-song catchwords of our modern age.

Again, as Fast Company reports:

For such a Big Brother-esque system, why would any law-abiding resident ever volunteer to scan their irises into a public database, and sacrifice their privacy? GRI hopes that the immediate value the system creates will alleviate any concern. "There's a lot of convenience to this — you'll have nothing to carry except your eyes," says Carter, claiming that consumers will no longer be carded at bars and liquor stores. And he has a warning for those thinking of opting out: "When you get masses of people opting-in, opting out does not help. Opting out actually puts more of a flag on you than just being part of the system. We believe everyone will opt-in."

So who's the real culprit here? While we all have a part to play in laying the foundations for this police state — the American people due to our inaction and gullibility; the corporations, who long ago sold us out for the profit they could make on us; the federal government, for using our tax dollars to fund technologies aimed at entrapping us; lobbyists who have greased the wheels of politics in order to ensure that these technologies are adopted by government agencies; the courts, for failing to guard our liberties more vigilantly; the president, for using our stimulus funds to fatten the pockets of technology execs at the expense of our civil liberties — it's Congress that bears the brunt of the blame. Our so-called elected representatives could and should have provided oversight on these technologies in order to limit their wide-spread use by corporations and government agencies. Yet they have done nothing to protect us from the encroaching police state. In fact, they have facilitated this fast-moving transition into a suspect society.

Ultimately, it comes back to power, money and control — "how it is acquired and maintained, how those who seek it or seek to keep it tend to sacrifice anything and everything in its name" — the same noxious mix that George Orwell warned about in his chilling, futuristic novel 1984. It is a warning we have failed to heed. As veteran journalist Walter Cronkite observed in his preface to a commemorative edition of 1984:

1984 is an anguished lament and a warning that vibrates powerfully when we may not be strong enough nor wise enough nor moral enough to cope with the kind of power we have learned to amass. That warning vibrates powerfully when we allow ourselves to sit still and think carefully about orbiting satellites that can read the license plates in a parking lot and computers that can read into thousands of telephone calls and telex transmissions at once and other computers that can do our banking and purchasing, can watch the house and tell a monitoring station what television program we are watching and how many people there are in a room. We think of Orwell when we read of scientists who believe they have located in the human brain the seats of behavioral emotions like aggression, or learn more about the vast potential of genetic engineering. And we hear echoes of that warning chord in the constant demand for greater security and comfort, for less risk in our societies. We recognize, however dimly, that greater efficiency, ease, and security may come at a substantial price in freedom, that "law and order" can be a doublethink version of oppression, that individual liberties surrendered for whatever good reason are freedoms lost.

November 16, 2010

Constitutional attorney and author John W. Whitehead [send him mail] is founder and president of The Rutherford Institute. He is the author of The Change Manifesto (Sourcebooks).

Copyright © 2010 The Rutherford Institute

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jeudi, 23 avril 2009

De totalitaire democratie

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De totalitaire democratie

Geplaatst door yvespernet op 17 april 2009

Vandaag de dagen leven we in een liberale representatieve parlementaire democratie. Iedereen heeft een stem die via een evenredige verdeling zorgt voor een gelijke vertegenwoordiging van de politieke strekkingen in Vlaanderen. Iedereen heeft het recht op vrije meningsuiting, vrijheid van vergaderen, etc… We mogen dus zeggen en denken wat we willen, censuur is er niet meer. Althans, dat is toch de theorie.

Nieuw en oud totalitarisme

Wanneer men over totalitaire regimes spreekt, heeft men direct een beeld voor van regimes met soldaten in de straten, een zichtbare geheime dienst en met regelmatige verdwijningen van politieke tegenstanders. We kunnen echter ook stellen dat wij vandaag de dag in een totalitaire samenleving wonen. Alleen is het regime veel beter geworden in de schijn te bewaren van de vrije mens en worden er ook allerlei misleidende vormen van totalitarisme gebruikt om politieke oppositie tegen het systeem de kop in te drukken. Waar vroeger werd gewerkt met fysiek geweld om de oppositie aan te vallen, werkt men nu veel slimmer. In vroegere tijden werden opposanten nogal zichtbaar en fysiek uitgeschakeld. Ze verdwenen (waardoor iedereen wel kon raden wat ermee gebeurde) of werden gewoon vermoord. Betogingen en opstanden werden met de wapenstok, de bajonet of het geweer neergeslagen of uiteengeschoten.

Het ontstaan van de consumptiemaatschappij heeft het regime echter een machtig wapen gegeven. Door het voeden van het individualisme worden oude sociale verbanden en wordt het sociale middenveld ondermijnd. Mensen worden aangemoedigd om hun eigen belang na te streven, ook als dit ten koste gaat van anderen. En al juich ik uiteraard de materiële vooruitgang tegenover het begin van de 20ste eeuw toe, het materialisme heeft er ook voor gezorgd dat mensen een disproportioneel groot belang hechten aan hun bezittingen. De arbeiders hadden vroeger amper iets te verliezen bij het ondernemen van politieke actie, vandaar ook de term proletariërs.

Totalitarisme in de maatschappij

Een andere eigenschap van de totalitaire staat, althans toch volgens Hanna Arendt (die we niet echt van sympathie kunnen verdenken van radikaal-rechts gedachtegoed), is het ineenstorten van de klassen in de maatschappij. Iets dat we ook vertaald zien in de opbouw van totalitaire bewegingen. Daarin is iedereen gelijk buiten de leider die als een soort nieuwe absolute vorst boven zijn volgelingen zweeft. Ook deze afbraak van de klassen kunnen we herkennen in de huidige maatschappij. Om een totalitaire samenleving te creëeren, is de afbraak van overkoepelende structuren en groepsgevoel immers vitaal. Enkel het individu mag nog bestaan. Duizend individuen zijn immers makkelijker te controleren dan honderd georganiseerde militanten.

Bovenop de afbraak van de groepen en overkoepelende verbanden is er ook nog een andere belangrijke factor; sociale uitsluiting. Opstandelingen tegen het systeem moet men immers niet proberen neer te knuppelen wanneer men een machtig media-apparaat heeft dat het voor het regime doet. Ook fenomenen als “anti-fascisme” dienen enkel voor het overleven van de staat te waarborgen. De grootste successen tegen de oppositie zijn altijd geboekt geweest wanneer de controle van het regime het minst zichbare bleef. Zodra de bevolking zichzelf bespioneert en verdacht maakt, betekentdit voor de staat een enorme verlichting van hun taken.

Door de controle van de media en door de zelfspionage van de bevolking heeft de staat van na WOII ook voor de eerste keer, in een mate dat een dictatuur nooit heeft kunnen doen, zo een grote controle over de mensen. In alle lagen van de maatschappij; media, cultuur, samenleving, etc… wordt er nu gepleit voor een zo “pluralistisch” mogelijke samenstellingen. Buiten uiteraard de regimebedreigende krachten, die zijn naar het schijnt vanuit hun wezen vijandig naar de mens toe. Althans, dat wenst het regime ons wel wijs te maken.

Een nieuw volksfront

Wanneer de politieke klasse zich eensgezind, wat de verschillen onderling zijn wel zeer minimaal te noemen, tegen alle oppositie kant, is het nodig om een nieuwe weg in te slaan. De oppositie moet zich verenigen in een nieuw soort volksfront. Een identitair, anti-globalistisch, anti-kapitalistisch eenheidsfront tegen het cultuurvernietigende, globalistische en kapitalistische volksvijandige kamp. Eenheid tussen radikaal-links en radikaal-rechts. Maar dan moet radikaal-links ook eens gaan beseffen dat ze niet moeten streven naar dingen als meer migratie, aangezien dat net een wapen is van de neoliberale klasse. Die dienen immers om de lonen hier te drukken en het volk op te zetten tegen het grootkapitaal(1).

Maar totdat de radikaal-linkse kant (al zijn er uitzonderingen godzijdank) heeft geleerd dat het belangrijker is om te strijden tegen de volksvernielers en mensenhandelaars (want daar komt de huidige (economische) massamigratie op neer) dan te ijveren voor de emancipatie van zowat alles, zal het regime rustig verder doen met de demonisering van hun grootste bedreiging; de volksnationalisten en solidaristen.

(1) Het grootkapitaal is een kleine groep mensen die geen belang hecht aan het bestaan van naties, voelen zich met niemand buiten hun eigen sociale groep verbonden (en dan nog) en zullen enkel streven naar het eigen geldgewin. Zij zijn niet de burgerij die zich tenminste nog met een cultuur en volk verbond en zijn kapitaal ten minste ook nog gedeeltelijk ten dienste stelde van kunstenaars en musici. Dit grootkapitaal, dat zich steeds verder en verder op een globale schaal organiseert, wilt helemaal niet beperkt worden in hun doen en laten. Zij zullen dan ook altijd streven naar een verdere liberalisering van de economie. Het grootkapitaal produceert op geen enkele manier een meerwaarde aan de samenleving.

Als een parasiet teert het op de rijkdommen van de maatschappij. Rente en de handel in niet-bestaand geld op de beurzen maakt hen stinkend rijk. Wanneer we spreken over een “klassenstrijd” in solidaristische ogen is het beter om te spreken over de strijd tussen productieven en niet-productieven. Productieven zijn iedereen die bijdraagt door arbeid of investeringen aan de maatschappij in zijn geheel, ik heb het dan over veel meer dan pure economische factoren. Niet-productieven zoals het grootkapitaal teren op de maatschappij en haar verwezenlijkingen als een parasiet die zich volzuigt.