mardi, 31 mai 2016
Karl Marx en José Antonio
Karl Marx en José Antonio
Cualquiera que se acerque con un mínimo de interés a la atractiva figura de José Antonio Primo de Rivera como hombre de política, habrá podido observar la radical evolución ideológica que sufrió, en tan solo 3 años, desde la fundación de Falange Española en 1933 hasta su muerte en la cárcel de Alicante en 1936, el Marqués de Estella. Una evolución ideológica que fue propiciada, según algunos, por la escisión de Ramiro Ledesma Ramos de Falange Española de las JONS en 1935 y las lecturas de distintos sindicalistas revolucionarios y la de algunos de los "no conformistas" franceses de la época.
Y si en esta evolución en el pensamiento de José Antonio hubo un filósofo, político o ideólogo que lo influenció marcadamente, ese fue, sin ningún género de dudas, Karl Marx -o Carlos Marx como él prefería llamarlo-. En sus dos últimos años de vida, de 1935 a 1936, se pudo ver reflejado de forma más clara, en sus diversos discursos, las influencias, a parte del ya mencionado Marx, de Ramiro Ledesma Ramos, Ortega y Gasset y los sindicalistas George Sorel y Hubert Lagardelle. Conocida es ya la relación de gran amistad que mantenía José Antonio con el líder sindicalista Ángel Pestaña o sus palabras en 1936 en las que decía que "Donde Falange logrará más pronto avivar las corrientes de simpatía es en las filas del viejo sindicalismo revolucionario español". (1)
Si bien es verdad que en la Falange más embrionaria y en los primeros pasos de José Antonio en ésta se puede observar un marcado antimarxismo considerado por algunos como un "residuo" de su pasado monárquico y reaccionario, esta característica fue progresivamente desapareciendo y llegó a declarar en el diario La Voz de Madrid el 14 de febrero de 1936: "Los antialgo, sea lo que sea este algo, se me presentan imbuidos de reminiscencia del señoritismo español, que se opone irreflexiva, pero activamente, a lo que él no comparte. No soy ni antimarxista siquiera, ni anticomunista, ni... antinada. Los anti están desterrados de mi léxico como si fueran tapones para las ideas".
Pese a lo que generalmente se cree, Primo de Rivera no citaba a Marx exlucivamente para descalificarlo a él, a su pensamiento y a sus camaradas sino que reconoció en él, al hombre que supo preveer con una cierta exactitud las consecuencias de un sistema, el capitalismo, y criticarlo. Un sistema que ambos -tanto Jośe Antonio como Marx- consideraban injusto e inhumano y al que ambos criticaron con dureza. Tanto es así que en 1935 José Antonio diría, "Desde el punto de vista social va a resultar que, sin querer, voy a estar de acuerdo en más de un punto con la crítica que hizo Carlos Marx. Como ahora, en realidad desde que todos nos hemos lanzado a la política, tenemos que hablar de él constantemente; como hemos tenido todos que declararnos marxistas o antimarxistas, se presenta a Carlos Marx, por algunos –desde luego, por ninguno de vosotros–, como una especie de urdidor de sociedades utópicas. Incluso en letras de molde hemos visto aquello de "Los sueños utópicos de Carlos Marx". Sabéis de sobra que si alguien ha habido en el mundo poco soñador, éste ha sido Carlos Marx: implacable, lo único que hizo fue colocarse ante la realidad viva de una organización económica, de la organización económica inglesa de las manufacturas de Manchester, y deducir que dentro de aquella estructura económica estaban operando unas constantes que acabarían por destruirla. Esto dijo Carlos Marx en un libro formidablemente grueso; tanto, que no lo pudo acabar en vida; pero tan grueso como interesante, esta es la verdad; libro de una dialéctica apretadísima y de un ingenio extraordinario; un libro, como os digo, de pura crítica, en el que, después de profetizar que la sociedad montada sobre este sistema acabaría destruyéndose, no se molestó ni siquiera en decir cuándo iba a destruirse ni en qué forma iba a sobrevenir la destrucción. No hizo más que decir: dadas tales y cuales premisas, deduzco que esto va a acabar mal; y después de eso se murió, incluso antes de haber publicado los tomos segundo y tercero de su obra; y se fue al otro mundo (no me atrevo a aventurar que al infierno, porque sería un juicio temerario) ajeno por completo a la sospecha de que algún día iba a salir algún antimarxista español que le encajara en la línea de los poetas. Este Carlos Marx ya vaticinó el fracaso social del capitalismo sobre el cual estoy departiendo ahora con vosotros. Vio que iban a pasar, por lo menos, estas cosas: primeramente, la aglomeración de capital. Tiene que producirla la gran industria. La pequeña industria apenas operaba más que con dos ingredientes: la mano de obra y la primera materia. En las épocas de crisis, cuando el mercado disminuía, estas dos cosas eran fáciles de reducir: se compraba menos primera materia, se disminuía la mano de obra y se equilibraba, aproximadamente, la producción con la exigencia del mercado; pero llega la gran industria; y la gran industria, aparte de ese elemento que se va a llamar por el propio Marx capital variable, emplea una enorme parte de sus reservas en capital constante; una enorme parte que sobrepuja, en mucho, el valor de las primeras materias y de la mano de obra; reúne grandes instalaciones de maquinaria, que no es posible en un momento reducir. De manera que para que la producción compense esta aglomeración de capital muerto, de capital irreducible, no tiene más remedio la gran industria que producir a un ritmo enorme, como produce; y como a fuerza de aumentar la cantidad llega a producir más barato, invade el terreno de las pequeñas producciones, va arruinándolas una detrás de otra y acaba por absorberlas. Esta ley de la aglomeración del capital la predijo Marx, y aunque algunos afirmen que no se ha cumplido, estamos viendo que sí, porque Europa y el mundo están llenos de trusts, de Sindicatos de producción enorme y de otras cosas que vosotros conocéis mejor que yo, como son esos magníficos almacenes de precio único, que pueden darse el lujo de vender a tipos de dumpimg, sabiendo que vosotros no podéis resistir la competencia de unos meses y que ellos en cambio, compensando unos establecimientos con otros, unas sucursales con otras, pueden esperar cruzados de brazos nuestro total aniquilamiento. Segundo fenómeno social que sobreviene: la proletarización. Los artesanos desplazados de sus oficios, los artesanos que eran dueños de su instrumento de producción y que, naturalmente, tienen que vender su instrumento de producción porque ya no les sirve para nada; los pequeños productores, los pequeños comerciantes, van siendo aniquilados económicamente por este avance ingente, inmenso, incontenible, del gran capital y acaba incorporándose al proletariado, se proletarizan. Marx lo describe con un extraordinario acento dramático cuando dice que estos hombres, después de haber vendido sus productos, después de haber vendido el instrumento con que elaboran sus productos, después de haber vendido sus casas, ya no tienen nada que vender, y entonces se dan cuenta de que ellos mismos pueden una mercancía, de que su propio trabajo puede ser una mercancía, y se lanzan al mercado a alquilarse por una temporal esclavitud. Pues bien: este fenómeno de la proletarización de masas enormes y de su aglomeración en las urbes alrededor de las fábricas es otro de los síntomas de quiebra social del capitalismo. Y todavía se produce otro, que es la desocupación[...]". (2)
Para meses más tarde, añadir, "Pero hay otra cosa: como la cantidad de productos que pueden obtenerse, dadas ciertas medidas de primera materia y trabajo, no es susceptible de ampliación; como no es posible para alcanzar aquella cantidad de productos disminuir la primera materia, ¿qué es lo que hace el capitalismo para cobrarse el alquiler de los signos de crédito? Esto: disminuir la retribución, cobrarse a cuenta de la parte que le corresponde a la retribución del trabajo en el valor del producto. Y como en cada vuelta de la corriente económica el capitalismo quita un bocado, la corriente económica va estando cada vez más anémica y los retribuidos por bajo de lo justo van descendiendo de la burguesía acomodada a la burguesía baja, y de la burguesía baja al proletariado, y, por otra parte, se acumula el capital en manos de los capitalistas; y tenemos el fenómeno previsto por Carlos Marx, que desemboca en la Revolución rusa. Así, el sistema capitalista ha hecho que cada hombre vea en los demás hombres un posible rival en las disputas furiosas por el trozo de pan que el capitalismo deja a los obreros, a los empresarios, a los agricultores, a los comerciantes, a todos los que, aunque no lo creáis a primera vista, estáis unidos en el mismo bando de esa terrible lucha económica; a todos los que estáis unidos en el mismo bando, aunque a veces andéis a tiros entre vosotros. El capitalismo hace que cada hombre sea un rival por el trozo de pan. Y el liberalismo, que es el sistema capitalista en su forma política, conduce a este otro resultado: que la colectividad, perdida la fe en un principio superior, en un destino común, se divida enconadamente en explicaciones particulares. Cada uno quiere que la suya valga como explicación absoluta, y los unos se enzarzan con los otros y andan a tiros por lo que llaman ideas políticas. Y así como llegamos a ver en lo económico, en cada mortal, a quien nos disputa el mendrugo, llegamos a ver en lo político, en cada mortal, a quien nos disputa el trozo de poder, la parte de poder que nos asignan las constituciones liberales. He aquí por qué, en lo económico y en lo político, se ha roto la armonía del individuo con la colectividad de que forma parte, se ha roto la armonía del hombre con su contorno, con su patria, para dar al contorno una expresión que ni se estreche hasta el asiento físico ni se pierda en vaguedades inaprehensibles. Perdida la armonía del hombre y la patria, del hombre y su contorno, ya está herido de muerte el sistema". (3)
Además de aceptar, como era de esperar, las teorías marxistas sobre el devenir del capitalismo -¿Acaso no se han cumplido la gran mayoría, si no todas, las "profecías" marxistas sobre el capitalismo?- José Antonio recogió de Marx, también, la crítica a la propiedad capitalista. Prueda de ello fueron aquellas palabas de Primo de Rivera en 1935,"Pensad a lo que ha venido a quedar reducido el hombre europeo por obra del capitalismo. Ya no tiene casa, ya no tiene patrimonio, ya no tiene individualidad, ya no tiene habilidad artesana, ya es un simple número de aglomeraciones. [...] La propiedad capitalista es fría e implacable: en el mejor de los casos, no cobra la renta, pero se desentiende del destino de los sometidos. [...]mientras que ahora se muere un obrero y saben los grandes señores de la industria capitalista que tienen cientos de miles de famélicos esperando a la puerta para sustituirle. Una figura, en parte torva y en parte atrayente, la figura de Carlos Marx, vaticinó todo este espectáculo a que estamos asistiendo, de la crisis del capitalismo. Ahora todos nos hablan por ahí de si son marxistas o si son antimarxistas. Yo os pregunto, con ese rigor de examen de conciencia que estoy comunicando a mis palabras: ¿Qué quiere decir el ser antimarxista? ¿Quiere decir que no apetece el cumplimiento de las previsiones de Marx? Entonces estamos todos de acuerdo. ¿Quiere decir que se equivocó Marx en sus previsiones? Entonces los que se equivocan son los que le achacan ese error. Las previsiones de Marx se vienen cumpliendo más o menos de prisa, pero implacablemente. Se va a la concentración de capitales; se va a la proletarización de las masas, y se va, como final de todo, a la revolución social, que tendrá un durísimo período de dictadura comunista. [...]también el capitalismo es internacional y materialista. Por eso no queremos ni lo uno ni lo otro; por eso queremos evitar –porque creemos en su aserto– el cumplimiento de las profecías de Carlos Marx. Pero lo queremos resueltamente; no lo queremos como esos partidos antimarxistas que andan por ahí y creen que el cumplimiento inexorable de unas leyes económicas e históricas se atenúa diciendo a los obreros unas buenas palabras y mandándoles unos abriguitos de punto para sus niños. Si se tiene la seria voluntad de impedir que lleguen los resultados previstos en el vaticinio marxista, no hay más remedio que desmontar el armatoste cuyo funcionamiento lleva implacablemente a esas consecuencias: desmontar el armatoste capitalista que conduce a la revolución social, a la dictadura rusa. Desmontarlo, pero ¿para sustituirlo con qué?[...]". (4)
Porque como decía Adriano Gómez Molina, en el pensamiento de José Antonio, "La plusvalía es una columna vertebral del análisis marxista del capitalismo. La inclusión de la plusvalía en el programa de la Falange se sitúa junto a otras propuestas de porte izquierdista, pero entraña una importancia suprema. A pesar de su gran calado ha quedado desvaída. Cuando se habla de la radicalización de José Antonio, que ciertamente se produjo, no se suele enfatizar la asignación de la plusvalía al trabajo. Pero es ahí en donde está la radicalización decisiva, muy por encima de la nacionalización de la banca, de la sindicalización de la economía o de la «reinstalación revolucionaria del pueblo campesino»". (5)
No he creído necesario profundizar en la aclaración de que, pese a la fuerte influencia de Karl Marx en José Antonio, éste no fue nunca marxista ni aceptó nunca las soluciones propuestas por los marxistas ante el capitalismo.
Por otra parte, sí veo necesario aclarar, que pese a ver en el marxismo un enemigo, José Antonio -prueba de ello es lo anteriormente expuesto- no combatió dialécticamente al marxismo desde una óptica conservadora y reaccionaria sino revolucionariamente, desde una óptica nacionalista alejada, claro está, de toda rémora zarzuelera y reaccionaria.
Para terminar, citar de nuevo a José Antonio Primo de Rivera, "Pero hay algo más que hacer que oponerse al marxismo. Hay que hacer a España. Menos "abajo esto", "contra lo otro", y más "arriba España", "por España, una, grande y libre", "por la Patria, el pan y la justicia". (6)
Por Mario Montero
Notas:
(1) Contestaciones que José Antonio dio a las preguntas que le remitió el periodista Ramón Blardony, por intermedio del enlace Agustín Pelaéz, en Alicante, el 16 de Junio de 1936.
(2) Conferencia pronunciada en el Círculo Mercantil de Madrid, el 9 de Abril de 1935.
(3) Discurso de clausura del II Consejo Nacional de la Falange, pronunciado en el Cine de Madrid el 17 de Noviembre de 1935.
(4) Discurso pronunciado en el Cine de Madrid, el 19 de Mayo de 1935.
(5) Adriano Gómez Molina, El Catoblepas, número 101.
(6) Discurso pronunciado en el Teatro Norba de Cáceres, el 19 de Enero de 1936.
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lundi, 30 mai 2016
El principio solidarista de José Antonio Primo de Rivera y de Leon Duguit
El principio solidarista de José Antonio Primo de Rivera y de Leon Duguit
No se ha destacado suficientemente la enorme influencia de la nueva Sociología del Derecho, especialmente la del Sindicalismo solidarista de Durkheim y, sobre todo, de Léon Duguit, en la formación del pensamiento del fundador de la Falange. Salvando la pretensión antimetafísica del pensador francés, que pone en riesgo de ser malinterpretada su negación de los derechos subjetivos, y en contraste con la fundamentación teológica que el líder falangista hace de la libertad y la dignidad de la persona humana, el paralelismo entre las propuestas de uno y otro son evidentes, tal y como pretendo exponer a continuación.
Derecho y Política
Hay que insistir, para entender en profundidad a José Antonio Primo de Rivera y a su pensamiento, que la vocación primigenia del jefe falangista no fue la política, sino el Derecho. Es por medio del estudio de juristas y filósofos, que inicia en su etapa de estudiante y continúa posteriormente, como llega el fundador de la Falange a construir el andamiaje de estructura firme y constante desde el que realizará su construcción política. José Antonio estudia las reflexiones de juristas como Stammler, Ihering, Kelsen, Jellinek, Hauriou, Durkheim o Duguit acerca de la regulación de los derechos reales como objeto de la ciencia jurídica, y se plantea, siguiendo a filósofos y teólogos como S. Agustín, Santo Tomás, Platón, Kant, Hegel o el positivista Comte, si existe alguna relación de éstos derechos con aquellos otros principios meta-jurídicos que encarnan un ideal de Justicia y que, por ello, no son objeto del Derecho, sino de la Política. José Antonio se aparta del positivismo cuando nos advierte en su conferencia sobre Derecho y Política, pronunciada en la inauguración de curso del Sindicato Español Universitario de 1935, que todo jurista tiene la necesidad de ser político, pues no es honesto, nos dice, incitar al fraude diciendo profesar, como único criterio organizador de la sociedad, la juridicidad. Pero, al mismo tiempo, una vez abrazado un ideal (político) de Justicia, habrá que cuidar de procurarse una “técnica limpia y exacta, pues en el Derecho toda construcción confusa lleva agazapada una injusticia”. Se puede afirmar que la aproximación a la política del falangista fue, ante todo, una exigencia de enfoque jurídico. José Antonio admitió, siguiendo a Stammler, que los fenómenos jurídicos se habían de referir a la ordenación de ciertos medios para conseguir unos fines pretendidos – la vieja ordinatio rationis de Santo Tomás, añadiendo la distinción kantiana entre contenido y forma– y defendió, meta-jurídicamente, la capacidad de los hechos revolucionarios para producir una legitimidad jurídica de origen; principio que aplicaría a la defensa de la Dictadura de su padre, así como a la aceptación del hecho revolucionario del 14 de Abril como legitimador de la II República española, que nació rompiendo el ordenamiento constitucional anterior.
¿Fascismo o solidarismo?
Cuando, más tarde, José Antonio publica en El Fascio su artículo “Orientaciones hacia un nuevo Estado”, no nos habla un seguidor de aquellos que, desde coordenadas hegelianas, propugnaban un Estado totalitario de soberanía plena. Su planteamiento tiene un enfoque, jurídico y político, que en nada recuerda a la posición mussoliniana que identificaba al pueblo con el cuerpo del Estado y al Estado con el espíritu del pueblo, y que reservaba todo el poder, sin divisiones ni restricciones, para el Estado – actitud próxima, por paradójico que pueda parecer, a la de los defensores del mito de la soberanía popular–. La crítica de Primo de Rivera a esta idea de soberanía, que luego repetirá en el mitin de La Comedia y en numerosos escritos posteriores, es la misma que expone Léon Duguit en sus lecciones acerca de Soberanía y Libertad. En José Antonio no existe esa sumisión de la razón a la voluntad tan característica del fascismo y de los adictos a la soberanía nacional. El discurso de José Antonio no es fascista. ¿Es solidarista?
La soberanía y el principio de solidaridad
El principio sobre el que habrán de vertebrarse los sistemas jurídicos de los Estados futuros, según la nueva sociología francesa del Derecho, habrá de ser un principio de solidaridad. Duguit proclamaba que estaba en camino de alumbrarse una nueva sociedad basada en el rechazo del derecho subjetivo como noción básica del sistema político. Sería el derecho objetivo la regla fundamental de la sociedad nueva. Para Duguit el fundamento de la norma permanente del Estado se encontraba en el concepto solidario de libertad y en la división del trabajo; es decir, en las distintas funciones a realizar en una sociedad unida por lazos de solidaridad y cooperación. La libertad es concebida como un deber, no como una especie de soberanía individual, sino, más bien, como una función. Para Duguit, la doctrina de la soberanía es, en la teoría y en la práctica, una doctrina absolutista. Rousseau sacralizaba el sofisma de la dictadura de la mayoría, de un sufragio universal que imponía tiranías en nombre de la democracia parlamentaria. El sistema jurídico-político al que Duguit aspiraba no podía fundarse sobre el concepto de soberanía, sino sobre la dependencia recíproca que une a los individuos; es decir sobre la solidaridad y la interdependencia.
Libertad y servicio
La autonomía individual es un servicio; la actividad de los gobernantes es el servicio público, afirma Duguit. José Antonio, en la conferencia que pronuncia en 1935 sobre Estado, individuo y libertad, avisa que si el Estado se encastilla en su soberanía y el individuo en la suya, el pleito no tiene solución. La única salida, justa y fecunda, para el líder falangista, es que no se plantee el problema de la relación entre el individuo y el Estado como una competencia de poderes y derechos, sino como un cumplimiento de fines y de destinos:”Aceptada esta definición del ser-portador de una misión…florece la noble, grande y robusta concepción del servicio…Se alcanza la personalidad, la unidad y la libertad propias sirviendo en la armonía total. Primo de Rivera está formulando los mismos principios solidaristas de Léon Dugit enlazándolos con la doctrina de Santo Tomás y de la escuela de Salamanca.
El Estado descentralizado sindicalista
En el terreno político, el Estado no justifica su conducta, como no la justifica un individuo, ni una clase, sino en tanto no se amolda en cada instante a una norma permanente, explica el falangista a quienes lo acusan de divinizar al Estado. Así es como el hombre puede fundar todo el sistema político-social sobre el postulado de una regla de conducta que se impone a todos. Existe una “ley orgánica de la sociedad”, objetiva y positiva, por encima de la voluntad de los individuos y de la colectividad, nos dice Duguit. Sobre esta regla se realiza la transformación del Estado, a través de una organización social que debe basarse en la descentralización o federalismo sindical. El sindicato se convierte, pues, en la corporación elemental de la estructura jurídica ideada por el jurista francés, y pasa de ser un “movimiento clasista” a desempeñar funciones concretas capaces de limitar la acción del gobierno central.
Léon Duguit en La représentation sindicale au Parlement (1911) concretó, finalmente, esta idea de un nuevo régimen político erigido sobre la representación funcional del sindicalismo que, tras la Revolución rusa, se convertía en el único medio de asegurar las libertades propias de la civilización occidental (Souveraineté et liberté, 1922). José Antonio es ya un sindicalista, en este mismo sentido, antes de conocer a Ledesma, y es ésta la idea de sindicalismo que permanece en su pensamiento, también tras haberse fusionado con el grupo de las JONS, aunque profundice más en ella y la radicalice tras leer a Sorel.
Economía solidaria
Algo similar a la transmutación solidarista del contrato social, ocurre con la propiedad privada. En el terreno de la economía, Duguit rechazaba tanto la lucha de clases como el derecho absoluto a la propiedad: nadie tiene “derechos subjetivos” para imponer su voluntad de manera absoluta. La propiedad es el producto del trabajo y nadie tiene derecho a dejarla improductiva. La propiedad sobre el capital no es un derecho, sino una función, dirá el francés, para el que la propiedad privada adquiere una función social al transmutarse de propiedad-derecho a propiedad-función. Para José Antonio, la propiedad es un atributo humano distinto al capital, que es un mero instrumento.
El Estado de Bienestar
Bajo la inspiración del principio solidarista, se pasa de una concepción negativa del orden público, como la que se tenía en el Estado liberal-individualista, a la necesidad de ajustar la idea del contrato social al postulado del bien común (ad bonum commune), y a entender que las libertades individuales vienen limitadas por el principio solidario de la función social. Cuando Duguit anuncia la superación del Estado liberal, que desaparecería aquel día en que la evolución social llevase a los gobernados a pedir a sus gobernantes algo más que los servicios de defensa, policía y administración de justicia, está sentando los fundamentos del Estado del Bienestar, que vendría tras la II Guerra Mundial y que hoy encontramos casi en trance de desaparecer. José Antonio va más allá, pues la finalidad del Estado que él defiende no se limita a procurar un bienestar puramente materialista, sino que tiene como objetivo supremo asegurar unas condiciones que permitan a los pueblos volver a la supremacía de lo espiritual.
Hacia un nuevo Estado
Duguit fue acusado de antiestatismo y de anarquizante. Desde el realismo político, Carl Schmitt lo situó entre los precursores del “pluralismo disgregador”. José Antonio, defendiendo ideas parecidas, ha sido calificado de fascista, de totalitario y de defensor del panestatismo.
Pero asistimos hoy a la crisis de los Estados nacionales y de las organizaciones internacionales, cada vez con menor margen de maniobra para garantizar el bienestar de los ciudadanos; presenciamos el auge de un neoliberalismo (sobre todo en Economía), que extiende su oscura sombra de desconfianza hacia la capacidad del Estado para ordenar la sociedad, y que pretende recortar cada vez más las funciones de éste; intentan inculcarnos una renovada fe en la quimérica y fracasada mano invisible de Adam Smith, que se nos vuelve a proponer como mágica panacea para alcanzar el bien de todos mediante el equilibrio mecánico de egoísmos contrapuestos; comprobamos el poder enorme de los grandes trust multinacionales y transnacionales, y de los grupos de presión, con una libertad de acción cada vez menos limitada en los mercados globalizados.
La ausencia de un armazón verdaderamente fraterno y humano en la vertebración de las sociedades nos invitan también a considerar que el principio solidarista de Duguit y, sobre todo, el de José Antonio Primo de Rivera necesitan, con prontitud, ser repensados y vueltos a calibrar, para que esa solidaridad orgánica que ellos consideraban como la regla fundamental, sea emplazada como piedra angular en un nuevo concepto de Estado y como pilar de una nueva sociedad.
José Ignacio Moreno Gómez.
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lundi, 08 juillet 2013
El último José Antonio
Desde un impresionante acervo documental inexplicablemente inédito, revisando críticamente cuanto se ha publicado, es la historia de aquellos meses de prisión, juicio y ejecución seguidos con precisión. Y la respuesta del historiador a los grandes interrogantes: ¿Quiénes fueron los responsables? ¿Por qué fracasaron los intentos de liberación? ¿Qué sublevación apoyó y cómo afrontó la guerra civil? ¿Qué papel jugaron personajes como Prieto, Azaña, Largo Caballero o Franco? ¿Cómo fue realmente el juicio político de José Antonio?…
SOBRE EL AUTOR:
Francisco Torres García, catedrático de Instituto, historiador, profesor de Educación Secundaria. Cursó sus estudios en la Universidad de Murcia. Conferenciante habitual es autor de numerosos artículos de historia que se han incluido en revistas especializadas como Historia 16, Historia y Vida, Aportes… Además, es un prolífico columnista cuyos trabajos han sido reproducidos en Diario Ya, Alerta Digital, Tradición Digital, FN, Arbil, Blau División o La Nación. Formó parte del grupo de tertulianos del programa de radio “La Quinta Columna” presentado en Radio Intercontinental por Eduardo García Serrano y ha intervenido en programas de televisión como “España en la memoria”. En su blog, laestanteria.blogia.com, es posible encontrar su particular punto de vista sobre la evolución política española.
Ha publicado diversos libros como La División Azul 50 años después (1991), ¿Por qué Juan Carlos? Franco y la restauración de la Monarquía (1999), Franco o la venganza de la historia (2000), Esclavos de Stalin. El combate final de la División Azul (2002) en colaboración con Ángel Salamanca. En breve aparecerá también su trabajo Las Lágrimas Azules. La División Azul: del frente a la retaguardia.
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samedi, 27 avril 2013
José Antonio Primo de Rivera: A Spiritual Patriot
José Antonio Primo de Rivera:
A Spiritual Patriot
Ex: http://www.counter-currents.com/
Editor’s Note:
The following article is being reprinted in honor of the birthday of Don José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, 1st Duke of Primo de Rivera, 3rd Marquis of Estella, Grandee of Spain, who was born on April 24, 1903. His greatest accomplishment was founding the Falange Española (“Spanish Phalanx”), for which he was murdered on November 20, 1936 by Spain’s Communist “Republican” regime. See also on this site Julius Evola’s “What is Spanish Falangism? [2]”
“Fascism was born to inspire a faith not of the Right (which at bottom aspires to conserve everything, even injustice) or of the Left (which at bottom aspires to destroy everything, even goodness), but a collective, integral, national faith.”
José Antonio Primo de Rivera
José Antonio Primo de Rivera y Saenz de Heredia Marques de Estella or José Antonio (as he is more commonly called) was born on April 24, 1903 in Madrid to grow up in a healthy aristocratic family environment as the eldest son of General Miguel Primo de Rivera, who was the Leader of Spain from 1923 to 1930. His family was socially prominent in Andalusia, having intermarried with large landholders and merchants around Jerez de la Frontera. From his father José Antonio inherited the title marqués de Estella.
His father, after a rapid and brilliant military career in Cuba, the Philippines, and Morocco, became governor of Cádiz (1915), then in turn captain general of Valencia, Madrid, and Catalonia. From Catalonia he staged a coup d’etat in September 1923, dissolving the Cortes and then establishing, with the full approval of King Alfonso XIII, a military directory. The constitution of 1876 as well as civil liberties were suspended. The military dictatorship was replaced by a civil one (1925); both ruled quite moderately, without the brutalities and extreme repression that characterized later dictatorships.
Miguel Primo de Rivera ended the war in Morocco (1926), introduced many measures aimed at economic modernization and administrative reform, and launched an ambitious program of public works, but his rule aroused the opposition of anarcho-syndicalists, Catalan regionalists, and all liberals. His regime was in more than one instance misguided, clumsy, and naive, but it was a basically generous and inclusive one. Spain under him would develop economically, and all Spaniards would share the benefits. There were public works, greater employment, more schools, sanitary improvements, and attention given to worker’s rights. An uprising in 1929 by the liberals did not succeed, but various political and economic failures of the regime soon led to his resignation (Jan., 1930). He died in exile in Paris, reportedly of a broken heart.
José Antonio was an intense intellectual and studied the works of philosophers and political thinkers such as Spengler, Keyserling, Marx, Lenin, Ortega, Mussolini, and Trotsky. He went to the University of Madrid to study law and after military service he began a career as a lawyer in 1925. When his father’s memory was being made a mockery of in the Cortes (parliament), he involved in politics when he held speeches defending the policies of his father and finally decided to run for parliament. The more they attacked and ridiculed his father, the more antagonistic he became toward their insistence on middle-class liberal democracy and parliamentary forms. His disdain for the political realm would inspire in him a theory for a political system that would retain the positive aspects of his father’s regime and create others that would fix the faults. José Antonio also edited the right-wing journal, El Fascio. After it was shut down by the Republican government he wrote for the periodical ABC.
The Republic was set up in Spain on April 14, 1931 with the end of General Primo de Rivera’s dictatorship. The country was therefore not looking for another authoritarian form of government, and definitely not a monarchy since Alfonso XIII had shown that he was utterly incompetent at ruling the Spanish people. The Left finally had the opportunity to govern Spain their way. Yet, disgust with the way things were going was evident just a few months after the Republic was created. In the years that followed emotions became stressed and nerves taut. Promises of change were being broken faster than they were made. The Cortes was plagued with the constant bickering of members concerned only with their propaganda and affairs. Spanish liberalism started to rise and the possibility of creating a political alternative began to be discussed.
World War I had left Europe in a state of disarray. National spirits had risen like heavy perfume on a cold night, sweetening what was left of putrid Europe. Underneath this cloud, however, was still the problem of class struggle and the question of social justice. These two components – national interest and the social question – eventually sparked a new movement, one that called for the nation irrespective of class – nationalistic and socialist. Spain was in a far worse condition than any other country with the possible exception of Portugal, after World War I. The country was in a semi-medieval rut. Around the beginning of the twentieth century about ninety-eight percent of the land was owned by about three percent of the total population. The society was mainly agrarian and organized labor seemed unheard of. Although Spain was improving, thanks to the help of the constitutional monarchy that began in 1875 and the dictatorship of General Primo de Rivera, its growth was unusually slow. And to make matters worse, the regions that did see economic growth were isolated, though more culturally than geographically. Class struggle became increasingly exacerbated. Perhaps the only thing that the middle class, which would be the main component of the Fascist movement, was passionate about at the time was the abatement of the proletarian rebellion, if not avoiding it altogether.
The conditions were finally right for the growth of a national socialist movement. Differing levels of the new movement developed in two other countries beside Spain. Germany would take part in a national socialist movement that suppressed the socialism under the bloated pride of nationalism. Italy apparently had a pragmatic reconciliation of socialist and nationalist aspirations. Spain’s national socialist, or Fascist, movement, however, took on a more personal, or individual, patriotic role. The stage was being prepared for the beginning of a Spanish national socialist party, José Antonio Primo de Rivera’s party.
José Antonio offered a fresh look at the system of government. He sympathized with the Republic in feeling disdain for a capitalist system. Like the Left, José Antonio believed that Spain had been suffering from the capitalist plague “that turns the worker into a dehumanized cog in the machinery of bourgeois production.” However, he also believed that the solution was not the communism that the Left offered. José Antonio argued that while a capitalist system “dehumanized” a person, communism “absorbs the individual personality into the State.”
He spent some time during the early months of 1933 looking for someone to lead a new national socialist movement. He deemed himself unable, claiming that he had “too many intellectual preoccupations to be a leader of the masses” and his possible financiers did not wish to back “another Primo de Rivera.” Fortunately, José Antonio found “a solid collaborator” in Ruiz de Alda. Alda was a renowned aviator who himself had been attracted by nationalistic appeals and distrusted the established parties. They got to work together about creating their idealistic brand of national syndicalism. Now all they had to do was wait for a moment when the political atmosphere would be more favorable. The wait was not long for in the fall of that year elections were to be held.
On October 29, 1933 in the Teatro Comedia, José Antonio Primo de Rivera gave a speech where he announced his election into the Cortes and the creation of the Falange Española. José Antonio announced that Sunday evening in the Teatro Comedia to a crowd of about 3,000 persons what the Falange stood for: The faith of the Falange was in Spain, that is in the total synthesis of all individuals and classes, which thus synthesized into a new individual had a divine destiny. Within this synthesis, there could not be political parties: religion would be tolerated so long as it did not interfere in undefined affairs not of its competence: there could be no drones nor parasites in the new society: all men would have the right but also the duty to work for the community.
To achieve the new society, violence might be necessary, but it was not an end in itself. He launched the Falange as a movement committed to overthrowing the government if the political parties of the left should manage to impose their policies on the country. It was part militia, part political party, and part movement, inspired by Mussolini’s fascism, and started preaching about the need for a greater national interest that would be above all the particular or group interests then claiming for attention, and that the answer was not in either the Right or the Left, but in an amalgamation of the best of both.
The parties initials F.E. for Falange Española make the Spanish word for “faith,” summarizing the feeling of what José Antonio held for Spain. He expounded his Revolutionary views in his periodicals F.E. (1934) and Arriba (1935), and when these publications were suppressed by the state, he addressed meetings across the country and made speeches in the Cortes (parliament), to which he had been elected in 1933. In its manifesto the Falange condemned socialism, Marxism, republicanism, and capitalism and proposed that Spain should become a Fascist state. Professing generally the principles of fascism, the Falange distinguished itself from other fascist groups by its great emphasis on national tradition, particularly the imperial and Renaissance Christian traditions of Spain.
The first months of the Falange showed great success. Already they had acquired more members than the National Syndicalists (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalist – J.O.N.S.), the national syndicalist organization, which was headed by Ledesma Ramos. Among the new followers were many university students impressed with José Antonio’s rhetoric. The J.O.N.S. was similar in style, and quoted roughly one thousand members. There was an immense pressure for the two parties to merge, if they want to stay afloat in the political pool. On March 14, 1934 the J.O.N.S. joined the Falange to become one (FE-JONS) under José Antonio as its leader. José Antonio agreed to the union; he disliked Ledesma, the party’s leader, and the party’s “crudeness.”
Yet, violence was nothing new to the Falange party. The violence among Falangists and the Left was intense. Just a few days after the party had formed, its first member was killed. José Antonio had asserted that violence would be necessary, and he was absolutely realistic. Many attempts were made at his life, including once when a bomb was thrown at his vehicle. José Antonio reacted by getting out of his car and attempted to shoot the assailants. He did not shudder at the price of freedom of speech. Night after night there were reports of “suspect Fascists” being arrested or gunned down. In the speech of the founding of the Falange José Antonio declared, “We are not going to that place [the Cortes] to squabble with the habitués over the insipid scraps of an unclean feast. Our place is outside . . . our place is in the open air, under the clear night sky, sword in hand and stars above.”
A different type of violence was occurring in the party. Many were fearful of the party growing too conservative. While José Antonio was strengthening his control, Ledesma abandoned the party at the beginning of 1935. Later that year, José Antonio put his party at the service of the Italian government, from which he received a monthly subsidy until June 1936.
In 1935 the parties of the left formed the Popular Front, which came to power after the elections of February 1936, whereas the Falange won only 0.7 per cent of the vote. José Antonio was elected to the Cortes. Being a legally elected official mattered little to the Leftist-ruled government in Madrid. To them José Antonio was a symbol of everything they feared: Patriotism, Discipline, Morality, and Spirituality. At that time the Falange had neither the numbers nor the money to make a difference. There was no way the Republican government were going to allow the Falangists to gain any kind of power in Spain, in a formally legal way or otherwise.
For a while he managed to keep his followers from responding to the increasing violence in the streets. After the victory of the Popular Front the Falange Espaola grew rapidly and by July had a membership of 40,000. Then he too was swallowed in the gunpoint battles which were the regular form of intercourse at the street level. The situation having deteriorated further he ended up, after other options had failed, Primo de Rivera joined a conspiracy to overthrow the Popular Front government. Primo de Rivera fully supported the military rebellion in July 1936 against the republican government and after the outbreak of the Spanish Civil War the Falange became the dominant political movement of the Nationalists. The Falange militia joined the Insurgents in the Spanish civil war of 1936–39.
When word got back to the Republican government that Falangists were beginning to arm themselves, they set about arresting the leaders of the Falangist movement throughout Spain. The so-called Republican government never did a thing to stop the Communists and Socialists from arming themselves or the criminal acts perpetrated by these two groups.
Violence soared through the streets of Madrid. Falangists were being arrested and shot, and vice versa in retaliation. The tensions finally peaked when on the night of July 12, 1936. José Calvo Sotelo, the leading spokesman of the organized Right, was supposedly taken into custody. The next morning his body was found at the gates of a cemetery. This was the incident that sparked the fire. Riots broke out, rebellions were implemented, and on July 17, 1936 the Spanish Civil War began. With the outbreak of the Spanish Civil War, shortly after losing his seat in the Cortes at that time, the Spanish Falange was declared an illegal organization by the Republicans. They banned the party, arrested its leaders, and closed down its press. Primo de Rivera was arrested on June 5th 1936 and incarcerated in Alicante Prison by the puppet mercenaries of the State (police), in the power of his opponents. The Falange grew into one of the most powerful movements in Spain while José Antonio was in prison.
Primo de Rivera was tried for his part in the rebellion. He was given a summary trial for conspiring against the Republic and leading a Fascist-based organization and condemned to death. On November 18th 1936, José Antonio wrote, “Condemened to death yesterday, I pray God that if He does not still spare me from coming to that last trial, He may preserve in me up to the end the seemly submission with which I contemplate it, and that in judging my soul He may apply to it not the measure of my merits but that of His infinite Mercy.”
The circumstances surrounding José Antonio’s death are very peculiar. The Republican government had grown anxious of the rise in power of the Fascists. A Fascist crackdown was implemented. Fearful of what José Antonio might impress upon his followers to do, the Republican government kept him in jail for several months. In his Last Will and Testament José Antonio notes that it was not until five to six days before he wrote this statement that he was informed of the charges upon his indictment. On November 20, 1936, José Antonio Primo de Rivera was marched out of his cell in Alicante prison and with a crucifix in his hand and “prayer on his lips” and forgiveness for the enemies about to murder him was executed by a firing squad. José Antonio died like a Man, he died a Hero, a Martyr and a Saint.
News of his death was suppressed until a year later. The location of his body in the Alicante prison cemetery was unknown until his brother Miguel, after being released from prison, was able to provide information. Before Miguel’s statement of the events, the Republican government had tried to cover up the execution by claiming that a mob broke into the jail and killed José Antonio.
The death of José Antonio led to the death of his Falange. The Falange that followed would go through vast changes. There was much bickering over who would succeed José Antonio. A man, most unworthy of the position, named Hedilla led the organization for only brief period of time. For Franco was looming in the background, growing more victorious. Eventually the Generalissimo declared himself the jefe nacional and, on April 19, 1937, changed the organization into the Falange Espanola Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalist.
Finally, after three years of lies, José Antonio was given his due respect in 1939. His remains were excavated and moved to the Escorial Monastery. Planes dropped wreaths on the Alicante cemetery, and Franco broadcast a tribute to the dead leader. A huge funeral mass was held that lasted for 10 days and included a 284-mile procession with his coffin on Fascist shoulders. Mussolini had Italian Fascists personally carry a bronze wreath to his grave. José Antonio was buried at the Escorial Monastery in the Guadarrama Mountains among Spain’s king and queens. After Franco had built the Valley of the Fallen his remains were moved there on March 30, 1959 for the last time.
General Franco’s party treated José Antonio as a martyr to gain the support of the National Revolutionary movement’s followers. Merged with the Carlist militia by Francisco Franco in 1937, the organization was renamed Falange Española Tradicionalista and was made the official party of the Nationalist state. It was a much less independent force than Italian fascism, however, and was exploited and manipulated by Franco. From the middle of World War II on, the party grew steadily weaker, and Franco sought to make it a kind of bureaucratic nationalist front. The Falange movement itself was diluted, and any vestiges of the old revolutionary spirit were eradicated in order to appease the Roman Catholic Church and the military. By the early 1970s, it had virtually no influence. José Antonio Primo de Rivera’s articles and speeches help to form some of the doctrine of Franco’s Nationalist movement; but like any and all mainstream political organisations, they could not truly bread beyond conventionalism and institute the truly Revolutionary aspects of the doctrine that would have made Spain a true Nation of the People.
With everything that has been said, it is difficult to image that even today people carelessly throw around a word as powerful as “Fascist.” This term has been loosely used to label anyone person or organization of the Right that is seen as revolutionary, anyone who loves his country above all else, and anyone who approves of an authoritarian government. Today, patriotic middle class Christians that believe in individual responsibility seemed to be labeled Fascists or Fascist sympathizers. Julius Evola has commented that “fascism has undergone a process which can be called mythologization, and the attitude which many adopt towards it is of a passionate and irrational kind rather than a critical, intellectual one.”
In a note that was eventually published in the Spanish Press on the 10th of December 1934, José Antonio clearly states that the “Falange Espanola de las J.O.N.S. is not a Fascist movement. It has certain coincidences with Fascism in essential points which are of universal validity; but it is daily acquiring a clearer outline of its own, and is convinced that by following this path and no other it will find its most fruitful possibilities of development.” Even at the end of his life he was intensely frustrated with the political name-calling and bullying. “It astounds me that after three years the immense majority of our countrymen should persist in judging us without having begun to show the least sign of understanding us, and indeed without having even sought or accepted the slightest information.”
It is no wonder that in this day and age of immorality and anti-heroes, that José Antonio stands out like a Beacon of Light with an ever growing popularity and following throughout, not only Spain but the rest of the World as well.
Rivera’s Obras completas (“Complete Works”) appeared in 1944.
Source: http://www.geocities.com/integral_tradition/rivera.html [3]
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[2] What is Spanish Falangism?: http://www.counter-currents.com/2010/11/what-is-spanish-falangism/
[3] http://www.reocities.com/integral_tradition/rivera.html: http://www.reocities.com/integral_tradition/rivera.html
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mardi, 16 avril 2013
El Ultimo José Antonio
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