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jeudi, 05 mars 2020

PRÓLOGO A “LOS PROTOCOLOS DEL SACRO IMPERIO”

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PRÓLOGO A “LOS PROTOCOLOS DEL SACRO IMPERIO”

Eduard Alcántara

Ex: https://septentrionis.wordpress.com

Nos resulta tarea inaplazable la de sentar las bases de un proyecto de Europa que supere, hasta en sus más nimios supuestos, el conglomerado agónico y servil en que se ha convertido buena parte de nuestro continente y en el que se han, asimismo, sumido, esas tierras extraeuropeas habitadas por gentes de matriz indoeuropea. Por ello encontramos, además de muy acertado en sus planteamientos, muy oportuna la elaboración de estos Protocolos.

51FF1S9UVeL._SX331_BO1,204,203,200_.jpgEn su elaboración se han tocado, a nuestro parecer, todas las teclas que se debían de tocar: desde las bases socio-políticas en que deberá asentarse esa nueva Europa, que no soslaya cuál será su organización territorial-administrativa, pasando por la geoestrategia que deberá hacer propia, continuando por hasta cuál será la heráldica que deberá representarlo y acabando por tratar la que deberá ser su posición en el tema de la Trascendencia.

Compartimos el espíritu, la letra y el contenido de estos Protocolos y nos adherimos a ellos en todos los ámbitos tratados. Y como no se trata de resultar reiterativos con respecto a lo desarrollado en los mismos nos hemos hecho el propósito de centrarnos, especialmente, en una cuestión: la Espiritual. Y lo hemos decidido así por considerar ésta como la basilar si es que uno pretende plantearse una regeneración sustancial, real y digna de ser considerada como algo más que un simple parche puesto al estado paupérrimo y desolador en el que halla subsumida la gens europoide y al estado degradado de todas sus (en ocasiones no tan suyas) creaciones políticas, jurídicas, sociales, económicas, “culturales”,…

Hemos de tener siempre bien diáfana la idea de que toda institución, estructura y/u organización política, jurídica, social, económica y toda deriva cultural son siempre la consecuencia de una determinada manera de contemplar, entender, percibir y vivir la existencia. Son siempre el fruto de una determinada visión del mundo y de la vida. Son, en definitiva, el producto de una cosmovisión concreta. Pueden ser la consecuencia (tal cual acontece en estos destartalados, desangelados e inorgánicos tiempos agónicos y terminales por los que estamos transitando) de atisbar, sentir y vivir la existencia bajo supuestos de corte positivista, utilitarista, reduccionista, relativista y materialista o, por el contrario, pueden ser el reflejo de una concepción Superior del hombre y de la existencia, que no se ve -por tanto- amputada en su dimensión Trascendente y que postula valores eternos e inmutables.

Si la Europa desnortada, atribulada y alienante que pretendemos subvertir es la del triunfo de la Materia no queda otra que alzar la bandera del Espíritu para voltearla íntegramente. Ninguna alternativa que no contemple al hombre como portador no sólo de un compuesto psíquico-físico sino también de una dimensión Trascendente no debemos considerarla como auténtica e integral alternativa sino como parcheamiento que no hará más que alargar la situación decrépita y crepuscular que estamos padeciendo pero que en ningún caso habrá dado con las claves que explican el porqué del estado de decadencia y postración coetáneos. Podemos, labor titánica por otro lado, conseguir cambiar el actual armatoste político por otro que nos resulte orgánico, jerárquico y antiigualitarista. Podemos, aunque de conseguirse resultaría admirable, reemplazar las relaciones y los engranajes sociales actuales basados en criterios económicos por otros de índole comunitario y gremial-corporativo. Podemos, asimismo, sustituir el sistema capitalista-financiero por otro basado en el trabajo y la producción y no en la usura y en la especulación. Podemos, en definitiva, llevar a cabo una revolución en estos tres órdenes (político, económico, social), pero ésta acabará languideciendo debido a que nunca habrá traspasado el dominio de lo material y del plano mundano de la existencia. Al no estar anclada en una cosmovisión metafísica de la vida y de la existencia la revolución irá deshaciéndose como un terrón de azúcar en un vaso de agua, pues el hombre que la habrá hecho triunfar, el hombre que (por la lucha de otros) de ella se beneficie o el hombre que herede sus frutos no vivirá cada cotidiano actuar suyo como una especie de rito que lo aúne con lo Superior y Sacro, pues la revolución no habrá partido de premisas Espirituales, sino que su adhesión a los logros de la Revolución sólo partirá de su voluntad y ésta puede variar como lo hace aquella voluble psique autónoma que no está subordinada a una dimensión Superior a ella cual es la del Espíritu. El Espíritu es permanente, eterno e inmutable y, por ello, el alma-psique supeditada a aquél está informada por valores permanente y no fluctuantes. Y permanentes y no fluctuantes será la voluntad que en ella anide, así como la adhesión y la fidelidad a los principios de la revolución. Una mente autónoma, sin cordón umbilical que la une al Espíritu, irá cayendo, con mayor o menor celeridad, en la inercia del egoísmo, del individualismo y del consumismo y estos “ismos” acabarán dando al traste con aquel tipo de ordenamiento social orgánico y comunitario conquistado por la Revolución incompleta que se olvidó del plano de lo Trascendente, y acabarán desembocando, de nuevo, en un sistema capitalista que se alimenta de ellos (de los dichos “ismos”).

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Debe quedar, pues, claro que tanto en el Hombre nuevo que sea el propio de ese Sacro Imperio como en la concepción, vertebración y constitución de este último se debe establecer una jerarquización irrenunciable que tiene en su cúspide al Espíritu, por debajo de éste al alma-psique o mente en el hombre y al elemento cultural en el Imperio y en el plano inferior el cuerpo en el ser humano y la organización económica y social en el dicho Imperio.

Tras haber repasado estas premisas creemos llegado el momento de relacionarlas con lo redactado en estos Protocolos a los que se nos ha concedido el privilegio de prologar.

Así, en el Protocolo I, titulado “Proclama para el despertar de Europa”, se realiza la siguiente declaración de principios …opinamos que la misma representa la clave de bóveda de cualquier ulterior desarrollo y/o enumeración de principios:

“Nosotros somos herederos de una Idea perenne y multisecular que trasciende los tiempos”.

No puede, por menos, que venirnos a la mente aquel aserto que Julius Evola incluía en el capítulo VIII de “Orientaciones” cuando afirmaba que “es en la Idea donde debe ser reconocida nuestra verdadera patria.”

Con ello debe expresarse la asunción de que todo ordenamiento humano y todo discurrir en este mundo debe asentarse siempre en la certidumbre de la existencia de un Principio Supremo (la Idea) eterno e inmutable que se halla en el origen de todo el mundo manifestado y en la certidumbre de que el cosmos que de dicho Principio emana se halla constituido y compenetrado por unas fuerzas sutiles y sacras (macrocosmos) que lo vertebran y armonizan y que cualquier construcción política aquí abajo (en el microcosmos) debe ser fiel reflejo del orden (el Ordo del que se hablaba en el Medievo o el Rita del hinduismo) que rige allá en lo alto (en el macrocosmos), por lo cual el Imperium debe ser considerado, desde la óptica de la Tradición, como la forma más fidedigna de implantar, en el plano terrenal, el Orden de los mundos celestes. Un tal Imperium, así, debe recibir el atributo de Sacro.

Así mismo comentábamos que todo discurrir en este mundo debe asentarse siempre en la certidumbre de la existencia del mencionado Principio Supremo, por lo cual el hombre debe ritualizar y sacralizar todo acaecer de su cotidianidad ya que su accionar debe estar en consonancia y en sintonía con el equilibrio y la armonía que rigen lo Alto.

Por igual motivo se deben sacralizar todo tipo de celebraciones (estacionales, agrícolas,…), pues son recuerdo y recreación de los tempos de formación del mundo manifestado y de los ritmos cósmicos. La ritualización de esas celebraciones contribuye a la armonía, al equilibrio y a la interconexión de todo el entramado cósmico.

Volviendo al concepto de la Idea reseñado en este primer Protocolo escribíamos en cierta ocasión, con el propósito de aunarlo con la institución del Imperium, que “la Idea (en el sentido Trascendente) sería el eje alrededor del cual giraría todo un entramado armónico. Una Idea que a lo largo de la historia de la humanidad ha ido revistiéndose de diferentes maneras. Una Idea que -rastreando la historia- toma, por ejemplo, cuerpo en lo que simbolizaba la antigua Roma. Y Roma representará a dicha Idea de forma muy fidedigna. La Idea encarnada por Roma aglutinará a su alrededor multitud de pueblos diversos que, conservando sus especificidades, participarán de un proyecto común e irán dando cuerpo a este concepto de orden en el microcosmos que representa la Tierra. Estos pueblos dejarán de remar aisladamente y hacia rumbos opuestos para, por contra, dirigir sus andaduras hacia la misma dirección: la dirección que oteará el engrandecimiento de Roma y, en consecuencia, de la Idea por ella representada. De esta manera Roma se convertirá en una especie de microcosmos sagrado en el que las diferentes fuerzas que lo componen actuarán de manera armoniosa al socaire del prestigio representado por su carácter sacro (por el carácter sacro de Roma). Así, el grito del Roma Vincis coreado en las batallas será proferido por los legionarios con el pensamiento puesto en la victoria de las fuerzas de lo Alto; de aquellas fuerzas que han hecho posible que a su alrededor se hayan unido y ordenado todos los pueblos que forman el mundo romano, como atraídos por ellas cual si de un imán se tratase.” (1)

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Como sea que en nuestra cita se ha hecho directa alusión a la antigua Roma como buen paradigma de esta idea sacra imperial no estará por menos, con el objeto de ir afinando y perfilando mejor pormenores de esta concretización histórica del Imperium, que acabemos reproduciendo otros desarrollos que de ello hicimos:

“Roma aparece, se constituye y se desarrolla en el seno de lo que multitud de textos Tradicionales definieron como Edad de Hierro, Edad del Lobo o Kali-yuga. Edad caracterizada por el mayor grado de caída espiritual posible al que pueda arribar el hombre: por el mayor nivel de oscurecimiento de la Realidad Trascendente. Roma representa un intento heroico y solar por restablecer la Edad Áurea en una época nada propicia para ello. Roma nada contracorriente de los tiempos de dominio de lo bajo que son propios de la Edad de Hierro. Es por ello que, tras el transcurrir de su andadura histórica, cada vez le resultará más difícil que la generalidad de sus ciudadanos sea capaz de percibir su esencia y la razón metafísica de su existencia (las de Roma). Por ello -para facilitar estas percepciones sacras- tendrá que encarnarlas en la figura del Emperador; el carácter sagrado del cual -como sublimación de la naturaleza sacra de Roma- ayudará al hombre romano a no olvidar cuál es la esencia de la romanidad: la del Hecho Trascendente. Una esencia que conlleva a la sacralización -a través de ritos y ceremonias- de cualquier aspecto de la vida cotidiana, de cualquier quehacer y, a nivel estatal, de las instituciones romanas y hasta de todo el ejercicio de su política.

Con la aparición de la figura del Emperador Roma traspasa el umbral que separa su etapa republicana de la imperial. Este cambio fue, como ya se ha señalado, necesario, pero ya antes de dicho cambio (en el período de la República) Roma representaba la idea de Imperium, por cuanto la principal connotación que, desde el punto de vista Tradicional, reviste este término es de carácter Trascendente y la definición que del mismo podría realizarse sería la de una unidad de gentes alrededor de un ideal sacro. Por todo lo cual, tanto la República como el Imperio romanos quedan incluidos dentro de la noción que la Tradición le ha dado al vocablo Imperium.

Así las cosas la figura del Emperador no podía no estar impregnada de un carácter sagrado que la colocase al nivel de lo divino. Por esto, el César o Emperador estuvo siempre considerado como un dios que, debido a su papel en la cúspide piramidal del Imperio, ejercía la función de ´puente´ o nexo de unión entre los dioses y los hombres. Este papel de ´puente´ entre lo divino y lo humano se hace más nítido si se detiene uno a observar cuál era uno de los atributos o títulos que atesoraba: el de Pontifex; cuya etimología se concreta en ´el hacedor de puentes´. De esta manera el común de los romanos acortaba distancias con un mundo del Espíritu al que ahora veía más cercano en la persona del Emperador y al que, hasta el momento de la irrupción de la misma -de la figura del Emperador-, empezaba a ver cada vez más alejado de sí: empezaba a verlo más difuso debido al proceso de caída al que lo había ido arrastrando el deletéreo kali-yuga por el que transitaba.

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Los atributos divinos del Emperador respondían, por otro lado, al logro interno que la persona que encarnaba dicha función había experimentado. Respondían a la realidad de que dicha persona había transmutado su íntima naturaleza gracias a un metódico y arduo trabajo interior que se conoce con el nombre de Iniciación. Este proceso puede llevar (si así lo permiten las actitudes y aptitudes del sujeto que se adentra en su recorrido) desde el camino del desapego o descondicionamiento con respecto a todo aquello que mediatiza y esclaviza al hombre, hasta el Conocimiento de la Realidad que se halla más allá del mundo manifestado (o Cosmos) y la Identificación del Iniciado con dicha Realidad. Son bastantes los casos, que se conocen, de emperadores de la Roma antigua que fueron Iniciados en algunos de los diferentes Misterios que en ella prevalecían: de Eleusis, mitraicos,… Así podríamos citar a un Octavio Augusto, a un Tiberio, a un Marco Aurelio o a un Juliano.
La transustanciación interna que habían experimentado se reflejaba no sólo en las cualidades del alma potenciadas o conseguidas sino también en el mismo aspecto externo: el rostro era fiel expresión de esa templanza, de ese autodominio y de ese equilibrio que habían obtenido y/o desarrollado. Así, el rostro exhumaba gravitas y toda la compostura del emperador desprendía una majestuosidad que lo revestían de un hálito carismático capaz de aglutinar entorno suyo a todo el entramado social que conformaba el orbe romano. Asimismo, el aura espiritual que lo impregnaba hacía posible que el común de los ciudadanos del Imperio se sintiese cerca de lo divino. Esa mayoría de gentes, que no tenía las cualidades innatas necesarias para emprender las vías iniciáticas que podían hacer posible la Visión de lo metafísico, se tenía que conformar con la contemplación de la manifestación de lo Trascendente más próxima y visible que tenían a su alcance, que no era otra que aquélla representada por la figura del Emperador. El servicio, la lealtad y la fides de esas gentes hacia el Emperador las acercaba al mundo del Espíritu en un modo que la Tradición ha definido como de ´por participación´.” (2)

Este recorrido y análisis por la Roma antigua debe ser completado y compenetrado por otro. Así, la concretización histórica del Imperium se podrá cotejar en más de un caso y ayudará a tener un conocimiento más completo acerca de cuáles pueden ser los ejes y los modelos que contribuyan a que el Sacro Imperio perseguido por estos Protocolos sea concebido y entendido de la manera más fidedigna posible. Por estos motivos no vamos a privarnos de recordar lo que en su día expusimos acerca del Sacro Imperio Romano Germánico que floreció en la Edad Media y que “que nació con la vocación de reeditar al fenecido, siglos antes, Imperio Romano y convertirse en su legítimo continuador” (no en vano se apela, en el artículo 15º del Capítulo II del Protocolo II, al “milenario anhelo de unidad, nacido ya con el Sacro Imperio medieval”):

“El título de ´Sacro´ ya nos dice mucho acerca de su fundamento principal. También, en la misma línea, es clarificador el hecho de que el emperador se erigiera en cabeza de la Iglesia; unificando además, de esta manera, en su cargo las atribuciones o funciones política y espiritual.

De esta guisa el carisma que le confiere su autoridad espiritual (amén de la política) concita que a su alrededor se vayan uniendo reinos y principados que irán conformando esta idea de un Orden, dentro de la Cristiandad, que será el equivalente del Orden y la armonía que rigen en el mundo celestial y que aquí, en la Tierra, será representado por el Imperium.

La legitimidad que su carácter sagrado le confiere, al Sacro Imperio Romano Germánico, es rápidamente reconocida por órdenes religioso-militares que, como es el caso de la del Temple, son dirigidas por una jerarquía (visible u oculta) que conoce de la Iniciación como camino a seguir para experimentar el ´Segundo Nacimiento´, o palingénesis, que no es otro que el nacimiento al mundo del Espíritu. Jerarquía, por tanto, que tiene la aptitud necesaria para poder reconocer dónde se halla representada la verdadera legitimidad en la esfera espiritual: para reconocer que ella se halla representada en la figura del emperador; esto sin soslayar que la jerarquía templaria defiende la necesidad de la unión del principio espiritual y la vía de la acción –la vía guerrera- (complementariedad connatural a toda orden religioso-militar) y no puede por menos que reconocer esta unión en la figura de un emperador que aúna su función espiritual con la político-militar.

Para comprender aún mejor el sentido Superior o sagrado que revistió el Sacro Imperio Romano Germánico se puede reflexionar acerca de la repercusión que tuvo el ciclo del Santo Grial en los momentos de mayor auge y consolidación de dicho Imperio. Una repercusión que no debe sorprender a nadie si nos atenemos a los importantes trazos iniciáticos que recorren la saga griálica y a cómo se aúnan en ella lo guerrero y lo sacro en las figuras de unos caballeros que consagran sus vidas a la búsqueda de una autorrealización espiritual simbolizada en el afán mantenido por hallar el Grial” (3)

En el Artículo 3º del Capítulo I del Protocolo V se nos recuerda que “El Sacro Imperio se mantuvo como entidad predominante en Europa durante mil años hasta que en 1806 fue disuelto por Napoleón contra toda legitimidad.” (4)

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En el Protocolo I se explica que “la Idea no es propiedad de ningún régimen político sino de una Fuerza independiente del tiempo”. Y no se piense que se habla en abstracto, que se lanzan ocurrentes sentencias para rodear esta obra de cierto halo dilettante. No es así. Esa Fuerza no es otra que la que hace de la Tradición algo vivo y cargado de un sentido Superior. Es por ello que en el Protocolo VI, dedicado a “Religión y Espiritualidad”, se propugna una “religiosidad que contempla el Mundo como expresión de una Fuerza sagrada, de un Espíritu que es increado, absoluto y eterno, de un Dios Incognoscible al cual veneramos sin temor pero con respeto.”

Así, Julius Evola nos legó esta definición: “En su significado verdadero y vivo, Tradición no es un supino conformismo a todo lo que ha sido, o una inerte persistencia del pasado en el presente. La Tradición es, en su esencia, algo metahistórico y, al mismo tiempo, dinámico: es una fuerza general ordenadora en función de principios poseedores del carisma de una legitimidad superior -si se quiere, puede decirse también: de principios de lo alto-, fuerza que actúa a lo largo de generaciones, en continuidad de espíritu y de inspiración, a través de instituciones, leyes, ordenamientos que pueden también presentar una notable variedad y diversidad”. (5)

¿Y de dónde proviene esta Fuerza? Pues de lo Alto. Entiéndase, pues, que “las esencias del Mundo Tradicional emanan de de lo Alto; de lo que eleva al Hombre y lo transforma realmente por dentro, liberándolo de las ataduras y condicionamientos que más lo esclavizan: pasiones, egos engordados, impulsos incontrolados, pulsiones incontrolables, sentimentalismos turbadores del ánimo, bajos instintos,… Una alternativa auténtica al materialismo (verdadero meollo del Sistema) no puede pensarse si no es en base a una cosmovisión de corte metafísico; esto es, Tradicional.” (6)

Nos ha parecido muy acertada esa fórmula que, en el Protocolo I, habla de “Hombres contra el tiempo”, porque de ella se extraen múltiples enseñanzas, como la de que ese Hombre va ineludiblemente ligado a las Civilizaciones del Ser y no a las Civilizaciones del Devenir. El Sacro Imperio es el Imperio del Ser. Es el Imperio penetrado hasta el tuétano por la Luz del Espíritu. Es el Imperio asentado en lo Inmutable, Eterno e Imperecedero. Es el Imperio que insufla valores eternos a todos los que forman parte de él. Las Civilizaciones del Devenir, por el contrario, se sustentan en la perecedera materia, en los cambiantes impulsos de la psique y en los arrebatos pasajeros …son, pues, civilizaciones inestables que aunque parezcan todopoderosas, por lo asfixiantes y represivas que resultan, no son más que gigantes con pies de barro.

De esa fórmula también se extraen enseñanzas como la de que son Hombres Integrales los que emergerán al albor del Sacro Imperio. Son Hombres que serán señores de sí mismos y que enarbolarán valores tales como el de la lealtad, la fidelidad, el espíritu de servicio y sacrificio, el heroísmo, el equilibrio interior, la gravedad (tal como, p. ej., entendían la gravitas los antiguos romanos), la derechura interna, el honor o, más aún, el pundonor.  Finiquitarán, pues, esos hombres esclavos de sus pasiones desaforadas, de sus impulsos exacerbados, de sus emociones incontroladas y de sus bajos instintos. Se acabarán esos hombres vulgares, propios de los tiempos crepusculares en los que nos agitamos vermicularmente, carentes de personalidad y que se mueven por los innumerables estímulos externos a que son sometidos y que los convierten en presa fácil del más alienante consumismo, del más obsesivo pansexualismo y del más monstruoso materialismo. Ese hombre fugaz y variable ya no encontrará lugar alguno en el seno del Sacro Imperio.

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A ese hombre fugaz lo pretendimos situar y definir cuando, hace un tiempo, comentábamos que “si la Edad de Oro equivale al Mundo de la Tradición Primordial y puede ser calificada como la Edad del Ser y de la Estabilidad (de ahí su mayor duración) las restantes edades comportan la irrupción de un mundo moderno que puede, a su vez, ser denominado como mundo del devenir y del cambio (de ahí la cada vez menor duración de sus sucesivas edades). En verdad, no en balde, se puede constatar que en los últimos 50 años la vida y las costumbres han cambiado mucho más de lo que habían cambiado en los 500 años anteriores. Los traumáticos conflictos generacionales que se sufren, hoy en día, entre padres e hijos no se habían dado nunca en épocas anteriores (al menos con esta intensidad) debido a que los cambios en gustos, aficiones, hábitos y costumbres se sucedían con más lentitud. Los cambios bruscos, frenéticos y continuos propios de nuestros tiempos han dado lugar a lo que Evola definió como ‘el hombre fugaz’. Hombre fugaz que es el propio de la fase crepuscular por la que atraviesa la presente Edad de Hierro, caracterizada (esta fase) no ya por la hegemonía del Tercer ni del Cuarto Estado o casta (léase burguesía y proletariado) sino por la del que, con sagacidad premonitaria, Evola había previsto, pese a no haber vivido, como preponderancia del Quinto Estado o del financiero o especulador propio del presente mundo globalizado, gregario y sin referentes de ningún tipo. Este sujeto hegemónico en el Quinto Estado equivaldría al paria de las sociedades hindúes que no es más que aquél que ha sido infiel, innoble y disgresor para con su casta y ha sido expulsado del Sistema de Castas para convertirse en alguien descastado y sin tradición ni referentes. El hombre fugaz no se siente jamás satisfecho, vive en continua inquietud y convulsión. Su vacío existencial es inmenso y nada le llena. Intenta distraer dicho vacío con superficialidades, por ello su principal objetivo es poseer, tener y consumir compulsivamente. Cuando consigue poseer algo enseguida se siente insatisfecho porque ansía poseer otra cosa diferente, de más valor económico o de mayor apariencia para así poder impresionar a los demás. Y es que el mundo moderno es el mundo del tener y aparentar, en oposición del Mundo Tradicional que lo es del Ser. Este hombre fugaz se mueve por el ‘aquí y ahora’, pues lo que desea lo desea inmediatamente, no puede esperar. Su agitación no le permite pensar en el mañana.” (7)

Es ante este despojo, cual es el hombre fugaz, ante el que se erige el Hombre Integral. Ese hombre que es capaz de gobernarse a sí mismo porque no depende de los inputs que le pretenden inocular desde afuera. Ese hombre que es consciente, tal como se afirma en el Protocolo I, de que “nuestra fuerza creadora reposa en nosotros y que de nosotros depende dominar la vida” …y no ser dominados por ella.

………………………..

En la conclusión del primer Protocolo se nos recuerda esa sentencia vertida por Nietzsche (8) que rezaba así: “Mirémonos de frente: Somos hiperbóreos”.  Y es que resulta esencial ser conscientes de que nuestro Sacro Imperio no será nunca un imperio cosmopolita ni mundialista sino un Imperio cimentado en un hombre concreto, el hombre descendiente de los indoeuropeos de antaño. De los indoeuropeos que vivieron acorde a los parámetros propios del Mundo de la Tradición y que eran portadores de una manera determinada de concebir el Hecho Trascendente que en poco o nada se asemejaba a la que sostenían (y sostienen) otros grupos antropológicos para los cuales no vemos propio el tipo de Imperio Sacro objeto de nuestro estudio y objeto del proyecto presentado en el trabajo que estamos teniendo a bien prologar.

No se trata, en consecuencia, de aspirar a edificar un Imperio sobre una basa inconcreta. No se trata de construir un Imperio sobre el hombre abstracto que el liberal-individualismo ha excretado. No sobre un hombre vaciado de contenido, sin identidad ni referentes. No sobre un hombre intercambiable por cualquier otro del Planeta. No sobre un individuo atomizado sino sobre un hombre concreto, con cara y ojos. Así, leemos en el artículo 14º del Capítulo II del 2º Protocolo que “el Sacro Imperio (…) busca integrar a los pueblos europeos en un solo concepto sagrado sobre la base de la Tradición ancestral y de la identidad étnica.”

Los indoeuropeos de antaño eran, a su vez, los descendientes de los hiperbóreos (o pueblos boreales) aludidos por Nietzsche.

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Para una óptima comprensión, de parte del lector, de este origen hiperbóreo de las gentes indoeuropeas no creemos que esté de más el reproducir algunos fragmentos de nuestro “Prólogo a Rivolta contro il mondo moderno”, tales como los que siguen:

“El mito y las tradiciones y textos sacros nos hablan de un cataclismo, en forma de inhóspita glaciación, que asoló de manera especialmente cruda las latitudes septentrionales de la Tierra. Se trataría del final del benigno -climáticamente hablando- período interglacial propio del geológico pleistoceno. Dichos textos correlacionan -y hacen derivar- esa catástrofe con una caída espiritual de nivel que se habría, pues, reflejado, exteriormente, en la irrupción de esas terribles heladas. Como consecuencia de ellas los hombres boreales hubieron de abandonar su hogar circumpolar y desplazarse hacia el sur, estableciéndose en tierras del norte de Europa y, posteriormente (una vez ya finiquitado el pleistoceno y, por tanto, discurriendo el holoceno -la etapa geológica postglacial por la que, a día de hoy, seguimos transitando) descendiendo hacia el centro de la Península Escandinava, dando, entonces, origen al urheimat -o lugar originario-indoeuropeo. A partir de este momento ya sí se puede hablar de este tronco antropológico y de su correspondiente lengua (el indoeuropeo originario). Este pueblo se desplaza algo más hacia el sur de la actual Suecia dando forma, ya en el llamado Neolítico, a la cultura de Ertebolle-Ellenberck, que es considerada como la vagina gentum de los pueblos indoeuropeos, esto es, la cultura y el enclave a partir de los cuales estos pueblos se irán diversificando y desplazando hacia destinos geográficos diversos. Así, también hacia el sur de la actual Suecia florecería la ‘cultura de los vasos de embudo’, para posteriormente, continuando con estos flujos de poblaciones indoeuropeas, constituirse -hacia zonas no alejadas del Mar del Norte y, sobre todo, del mar Báltico- la ‘cultura de los vasos globulares’ y, tras ésta, la de la ‘cerámica cordada’; también conocida como la del ‘hacha de doble filo’. Siguiendo, desde su original enclave escandinavo, esa diagonal de la que nos habla Evola llegan a tierras de la actual Ucrania y, aquí, aparece la ‘cultura de los Kurganes’ o de los ‘túmulos’ (por ser en lo alto de éstos donde se depositaban en urnas las cenizas de los fallecidos). Posteriormente arribarán donde hoy en día se halla Irán y se constituirá la cultura irania, de cuya concepción del Hecho Trascendente representa insuperable testimonio su libro sagrado: el Avesta; del cual ya mencionamos su descripción estacional, fenomenológica y/o climática del hogar en el que se vivió la Edad de Oro y que no pudo ser otro que el polar y circumpolar de nuestro planeta …certidumbre que también se corrobora en los Vedas de esa India que igualmente alcanzaron después las gentes indoeuropeas; o, ya allí, indoarias.

El por algunos denominado como ‘el último gibelino’ -Evola- nos sigue explicando que desde aquellas tierras del norte de Europa, desde las que tuvo lugar este movimiento migratorio en diagonal que llega hasta la India, también acaeció, con posterioridad, un segundo flujo en dirección norte-sur encarnado en los aqueos y dorios que encontramos en los orígenes de la civilización griega o en los latinos que fundaron Roma. Asimismo nos habla de que, desde ese emplazamiento del norte europeo, aconteció, bastante después, la tercera y última emigración, también en sentido norte-sur, que sería la de los pueblos germánicos que acabaron, a partir del s. V d. C., invadiendo el Imperio Romano occidental: visigodos, francos, ostrogodos, lombardos, vándalos, suevos,…” (9)

Que el Sacro Imperio está indisociablemente ligado a un concreto tipo antropológico se reafirma en Protocolo VI cuando, en su cuarto artículo, se lee que “creemos en la Tradición Indoeuropea que nos habla del concepto de lo divino y trascendente, nos enseña nuestros principios éticos, nuestras costumbres sociales y nuestros ritos y ceremonias familiares o públicos.”

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En la “Exhortación final” al Protocolo I se nos advierte que si aspiramos a constituir el Sacro Imperio “es tiempo de poner la economía al servicio de la política”. Sólo en la antítesis al Mundo de la Tradición, cual es el mundo moderno, se ha podido la economía erigir en la rectora de la sociedad. La política se ha sojuzgado a ella. El demon de la economía lo anega todo. Las castas que en el Mundo Tradicional se hallaban situadas en las franjas inferiores de la pirámide social se han ido arrogando el papel rector en el mundo moderno. Primero, con la irrupción del capitalismo, fueron los mercaderes los que violentaron el natural ordenamiento jerárquico Tradicional. Más tarde les tocó el turno, al menos sobre el papel, a los proletarios, los cuales, en buena parte del orbe, implantaron regímenes comunistas (o, para ser más exactos, ‘dictaduras del proletariado’). Hoy en día son los financieros, especuladores, usureros y accionistas de las grandes multinacionales los que, a menudo en la sombra, se han erigido en amos y señores del actual mundo globalizado (10).

La sociedad de clases que engendró el liberalcapitalismo ya no estructuraba la sociedad según las diferentes funciones que en ella se desempeñaban sino que lo hacía bajo el criterio estrictamente económico, por lo que esta función económica la copó en su totalidad. Ya no sucedía pues, tal cual era lo consutancial al orden estamental, que el cuerpo social se estructurase en orden a las funciones sacro-dirigente, guerrera y productiva.

Es debido a esta anomalía por lo que se habla en el Artículo 3º del Capítulo I del segundo Protocolo de este proyecto de “La supresión tajante de la sociedad de clases, basada en el poder adquisitivo de los individuos y su reemplazo por una sociedad de rangos, basada en el valor de cada persona en su servicio a la comunidad.”

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Si, después de todo lo dicho, aún a alguien no le ha quedado clara cuál es la jerarquía de valores que debe guiar el establecimiento del Sacro Imperio en la mencionada “Exhortación final” de este primer Protocolo se nos habla de “Convergencia de las ideas nobles, de los espíritus libres, de los corazones puros, de los movimientos rebeldes ante este sistema de cosas, hacia un mundo de justicia y libertad, de renacimiento espiritual, de diversidad étnica y cultural en armonía. Ese mundo podemos construirlo si sabemos unir a Europa con vocación imperial.”

Tras los desarrollos que hemos llevado a cabo queda diáfana la idea de que no se trata de desechar el actual armatoste demoliberal y partitocrático para sustituirlo por algo sin referentes previos, sino que la plutocracia tiene su radical alternativa en formas políticas, económicas y sociales que no deben ser una reedición de otras que hayan existido en otras épocas pero que sí deben compartir semejante cosmovisión y mismos valores que las que rigieron en el Mundo de la Tradición. Por esto se debe ser revolucionario no en el sentido que la modernidad le ha otorgado a este vocablo sino en el de “re-volvere”, retornar a las bases existenciales y axiológicas de la Tradición, tal como se lee en el Artículo 6º del capítulo I del Protocolo II:

“Nos definimos como revolucionarios y con ello queremos decir que pretendemos re-volver el sistema, es decir, volver a poner todas las cosas en su lugar natural y racional.”

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Nos resulta grato que en el Protocolo V dedicado a “Heráldica y Vexilografía del Imperio” se elija el águila bicéfala como símbolo imperial, pues su simbolismo tiene esa dimensional terrenal de, tal como se nos explica, “dominar de oriente a occidente” pero también atesora otra de carácter metafísico, parangonable a la caracterización de la importante deidad romana del Janus bifronte, uno de cuyos rostros representaba el solsticio de invierno o renacimiento del Sol Invictus y el otro el solsticio de verano en el que el dicho Sol Invictus se hallaba (y se halla) en su máximo apogeo; siempre teniendo presente que el Sol Invictus simbolizaba, a su vez, el Principio Espiritual.

También nos resulta harto significativo que como emblema se proponga colocar la mencionada águila bicéfala, negra, “sobre escudo blanco que campea en medio de una bandera o estandarte rojo” (artículo 4º del quinto Protocolo), ya que, en un nivel interpretativo de lectura Superior, tal como se nos recuerda en este artículo, “son también estos colores los de la Alquimia tradicional”. (11)

A vueltas con el simbolismo del águila bicéfala seguimos leyendo, en este mismo Protocolo, que “representa por otra parte la potéstas y la auctóritas, es decir, los poderes político y espiritual del Imperio en la línea del gibelinismo medieval”. Tal como era inherente al “Sacro Imperio Romano Germánico, cuya cúspide jerárquica, en la figura del Emperador, aunaba las funciones sacra y temporal (política) como es propio de cualquier ordenamiento Tradicional en el que, por este motivo, el gobernante también ejerce de Pontifex o ´hacedor de puentes´ entre lo terrestre y lo celestial; entre sus súbditos y la Trascendencia.” (12)

En la separación de ambas funciones acaecieron los primeros pasos de la caída que desde el Mundo Tradicional el hombre ha ido padeciendo hasta llegar al marasmo existencial actual: “(…) Esta segunda caída o involución espiritual supuso un mayor alejamiento del hombre con respecto a lo Trascendente y vino aparejada con la separación entre los principios espiritual y temporal y, en consecuencia, entre la autoridad espiritual y la temporal o política. Desaparecieron, pues, la realeza y la aristocracia sacras y de la separación de los atributos espirituales y los temporales aparecieron dos castas autónomas: la sacerdotal (1ª casta) y la regio-aristocrático-guerrera (2ª casta). Esta aristocrático-guerrera quedó desacralizada y la sacerdotal, a su vez, renunció a la vía activa propia del guerrero y perdió, de esta manera, no sólo la vocación hacia la acción exterior sino también la vocación hacia una acción interna que es la única capaz de hacer factible el acometer cualquier intento de transustanciación interior. Renunció, pues, la casta sacerdotal a la Iniciación y, consecuentemente, a la Visión y Conocimiento de lo Absoluto. La casta sacerdotal o bramánica pasó a ocupar la cima de la pirámide social y el poder político quedó delegado en una casta aristocrático-guerrera desacralizada que quedó subordinada a aquélla.” (13)

Por mantenir unidos los atributos sacro y temporal bregó, en una época ya tardía pero como un intento heroico de Restauración del Orden Tradicional, el bando gibelino y por separar ambos se esforzó el güelfo en ese conflicto medieval que tuvo al Sacro Imperio Romano Germánico como adalid del primero y al Papado y a sus aliados como portaestandartes del segundo. El triunfo del güelfismo desacralizó al poder político y, a la postre, a las sociedades por él regidas. Los procesos posteriores ahondan en este alejamiento con respecto al plano Superior de la existencia y conocen del humanismo antropocéntrico renacentista, del racionalismo, de la Ilustración, de las revoluciones liberales y de la irrupción de la democracia capitalista liberal, del comunismo y del actual gregario, nihilista y relativista (hasta la náusea) mundialismo de la Aldea Global postmoderna.

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A lo largo de este prólogo ha sido nuestro empeño el de afirmar la convicción de que este proyecto Sacro Imperial, inaplazable en estos tiempos de zozobra general que padecemos, debe tener su fundamento en una concepción Trascendente de la existencia. El Imperio será Sacro o no será. Hemos querido aprovechar estas líneas para trazar y delinear algunos de los principios, algunas de las esencias y algunas de las concretizaciones históricas de la Tradición y/o del Imperium, así como algunos de los procesos de decadencia que han llevado desde un Orden Tradicional hasta el presente estado de paroxismo y de resquebrajamiento generalizados. Nuestra posición en pos de bases Espirituales para articular el Imperium se ha visto refrendada sistemáticamente a lo largo de estos Protocolos. Véase, en este sentido, y como colofón a estas nuestras líneas, lo expresado en el Artículo 4º del sexto Protocolo cuando se nos habla de “una religiosidad que nos impulsa a buscar la Verdad desde el misterio de los orígenes hasta el sentido de la vida y nuestra razón de ser en el Universo”; ”misterios de los orígenes” que no son otros que los de nuestros ancestros hiperbóreos que en illo tempore (la Edad de Oro o, de acuerdo a la tradición indoaria, Satya-yuga) fueron portadores de un tipo de Espiritualidad Solar (14) …y “razón de ser en el Universo” que no es otra, por un lado, que la de la conquista heroica de lo Eterno en cada uno de los que puedan, por aptitud y por voluntad, aspirar a ello (o la de la ritualización sacral de cada quehacer cotidiano en aquellos congéneres para los que no esté al alcance la transformación de su ser interior) y “razón de ser en el Universo”, por otro lado, que debe ser la de la de la Restauración de la Tradición perdida: la de la Restauración, en definitiva, del Sacro Imperio.

NOTAS:

  1. 1“El Imperium a la luz de la Tradición”. Capítulo IV de “Reflexiones contra la modernidad”. Ediciones Camzo.  https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/el-imperiu...
  2. 2. Íbidem
  3. 3. Cit.
  4. 4. “A medio camino entre el imperio español (“El Imperio Español”: https://septentrionis.wordpress.com/2015/07/08/el-imperio...) y otros de corte eminentemente antitradicional (por lo mercantilista de los mismos), como el caso del imperio británico (que alcanzó su máxima expresión en el s. XIX) o del conocido como imperialismo ´yanqui´ (tan vigente en nuestros días), podríamos situar al de la Francia napoleónica. Y no sólo lo situamos a medio camino por una evidente razón cronológica, sino que también lo hacemos porque a pesar de haber perdido cualquier orientación de carácter espiritual (el laicismo consecuente con la Ilustración y la Revolución Francesa fue una de las banderas que enarboló), a pesar de ello, decíamos, más que motivaciones de naturaleza económica (como es el caso de los citados imperialismos británico y estadounidense), fueron metas políticas las que  ejercieron el papel de motor de su impulso conquistador. Metas políticas que no fueron otras que las de exportar, a los países que fue ocupando, las ideas (eso sí, deletéreas y antitradicionales) triunfantes en la Revolución Francesa.”
  5. 5. “Los hombres y las ruinas”, Julius Evola. Ediciones Heracles.
  6. 6. “El Tradicionalismo y Julius Evola”: https://septentrionis.wordpress.com/2011/02/23/el-tradici...
  7. 7. “Evola frente al fatalismo”. Capítulo III de “Reflexiones contra la modernidad”. Ediciones Camzo.
    https://septentrionis.wordpress.com/2010/08/19/evola-fren...
  8. 8. No querríamos desaprovechar la ocasión para fijar nuestra posición acerca de la obra del filósofo alemán, pues este ejercicio pensamos que puede contribuir a delimitar y configurar, eliminando ciertos equívocos que se pudiesen tener, cuál debe ser el tipo de hombre sobre el cual sustentar el Sacro Imperio y al cual éste debe tener por empeño “engendrar”. Así, decíamos en cierta ocasión que “la tragedia de Nietzsche estriba en haber ignorado el hecho Trascendente. Su Superhombre es aquel ser humano que se ha conseguido desprender de todo tipo de limitaciones, ataduras, ligazones, morales, miedos, fobias y filias, sentimientos, pasiones,… En este momento, una vez limpia y vacía el alma de apegos y condicionamientos, podría aspirar a ir ´llenándola´ de Ser para experimentar una auténtica Transubstanciación interna, para Renacer -Palingénesis- a otra naturaleza verdaderamente Superior, pero como Nietzsche no concibe lo Metafísico su Superhombre se encuentra -tras haber ´vaciado´ su alma- sin puntos de referencia, sin soportes. No tiene puntos de referencia Superiores ni tiene los puntos de referencia inferiores de los que se ha conseguido desapegar y sin los cuales se ha quedado como sin suelo bajo los pies. Se encuentra, pues, en tal situación, ante la nada, ante un vacío que le empuja a una situación dramática.”——————“Nietzsche no concibió el Hecho Trascendente …esa dimensión metafísica y Superior que anida, aletargada (y a la espera de ser despertada por un tipo de hombre diferenciado que se niegue a ser arrastrado por la inercia existencial del mundo moderno) en el interior del ser humano: el Espíritu. El hombre indoeuropeo y su predecesor arcaico-boreal tienen un origen sacro y el darle la espalda a esto es propio de la modernidad (en sus sucesivas fases: incluyendo la fideísta en la cual sólo se mira a lo Alto cual pasivo creyente pero no cual Héroe capaz de conquistar la Inmortalidad a través del Despertar de lo eterno –Atman– que anida en él). Al judeocristianismo Nietzsche acertadamente lo atacó como semilla del nihilismo que ya en su época se vivía pero no lo hizo para rescatar las esencias divinas del hombre indoeuropeo sino (¡y tampoco es poco!) para ayudarle a sacudirse miedos, complejos, sentimientos de culpa y el estigma del pecado que había convertido al homo europaeus en un ser mediatizado, empequeñecido y acomplejado. El siguiente paso que debería de haberse planteado el gran filósofo alemán debería de haber sido éste: una vez descondicionados –ataraxia o apatheia– de ataduras mentales y existenciales hemos de ir en busca de la transustanciación interior –metanoia– y del conocimiento de los planos Suprasensibles y sutiles de la realidad e incluso, después, hemos de ir en busca de la gnosis del Principio Supremo Inmanifestado e Indefinible (el ´motor inmóvil´ aristotélico) que se halla en el origen del mundo manifestado (del cosmos); gnosis que sólo será posible si hemos conseguido actualizar -Despertar- ese Principio Primero –Brahman– en nosotros mismos: así habremos llegado no sólo a la categoría de dioses sino a ser más que un dios (pues las divinidades no son más que esas fuerzas –numina– que forman parte del entramando sutil del cosmos). La culminación de este proceso -la Gran Liberación- representaría el retorno del hombre a su origen sacro perdido con el fin de la Edad de Oro, que nos narró un Hesíodo, y con la irrupción del mundo moderno (cuya etapa más oscura es el presente kali-yuga; y más aún la fase crepuscular de ésta, por las que estamos transitando).”

    9. “Prólogo a Rivolta contro il mondo moderno”: https://septentrionis.wordpress.com/2017/09/25/prologo-a-...

    10. Sobre este proceso de caída y destrucción total de cualquier residuo de Sociedad Tradicional y en el que la economia domina tiránicamente a la política ya comentamos hace algunos años que: “(…) a partir de entonces y a lo largo de esta ‘edad contemporánea’ la 3ª casta se adueñará del poder, salvo en  los períodos en los que la 4ª casta (sudras) –la de la ‘mano de obra’- dirija (por lo menos aparentemente) los regímenes políticos comunistas e imponga el llamado Cuarto Estado. Bien es cierto que, tras la caída del comunismo en la Europa Oriental a fines de la década de los ’80 del siglo pasado, hay quien ha considerado, acertadamente, que el clásico mundo del liberal-capitalismo burgués (Tercer Estado impuesto por la 3ª casta) ha sido sustituido por un tipo de vida aún más colectivista, gregaria, amorfa, uniformizada y desarraigada que la impuesta por el marxismo y en la que ya cualquier referente ideológico ha sido enterrado. El único impulso, y referente, que actúa es el económico y las actividades que, avasalladoramente, se imponen son la producción y el consumo desaforados. Mundo sin referentes al igual que sucedía, en la India Tradicional, con aquellos individuos que se hallaban fuera y por debajo del sistema de castas (los ‘sin casta’ o parias) y que le habían dado la espalda a cualquier norma formadora y a cualquier tipo de raigambre: los ‘sin tradición’ y ‘sin linaje’. Individuos que por sus disolventes o deshonrosas conductas habían sido expulsados de sus respectivas castas: ‘los desterrados’. Evola predijo de manera magistral este devenir y al tipo de sociedad que del mismo se derivara la definió como la de la hegemonía del Quinto Estado; y que, sin duda, corresponde al actual modelo planetario de globalización y de homogeneización alienante y desenraizadora.” (“Los Ciclos Heroicos”. Capítulo II de Reflexiones contra la modernidad”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/los-ciclos...

    11. Sobre las tres fases de las que habla la tradición alquímica comentábamos en cierta ocasión, a propósito de la tesis doctoral elaborada por un amigo nuestro, que:

    “El ´más allá celestial´ es asimilable al mundo Superior y es al que se accede una vez el Iniciado ha dominado sus vínculos y pulsiones condicionadores -primarios, psíquicos: sentimentales, emocionales, pasionales,…- y se ha convertido en ´señor de sí mismo´; en el Gran Autarca que apuntaba Julius Evola allá por los años ´20 de la pasada centuria. Una vez superado lo cual (una vez superada la ´obra al negro´ o nigredo de que nos habla la tradición hermético-alquímica) el Iniciado accede, de forma definitiva, al conocimiento del plano sutil metafísico de la Realidad y es capaz, incluso, de activarlo en su fuero interno (sería el equivalente a la ´obra en blanco´ o albedo). Más aún, tras estos logros, puede aspirar a la Gnosis de lo Inmanifestado que se halla más allá incluso del plano sacro-sutil de la realidad y puede, paralelamente, aspirar a Despertar en su mismo interior ese Principio Supremo y Primero Inmanifestado Eterno e Indefinible que anida en él y aspirar, así, a Espiritualizar e Inmortalizar su alma (´obra al rojo´ o rubedo), que ya fue purificada de escorias psíquicas y condicionadoras tras la superación de la nigredo.” (“Reseña de La tradición guerrera de la Hispania céltica”:https://septentrionis.wordpress.com/2014/02/22/resena-de-...)

    12. “Evola frente al fatalismo”. Capítulo III de “Reflexiones contra la modernidad”, Ediciones Camzo: https://septentrionis.wordpress.com/2010/08/19/evola-fren...

    13. “Los Ciclos Heroicos”. Capítulo II de Reflexiones contra la modernidad”, Ediciones Camzo: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/los-ciclos...

  9. Con el objeto de no airear términos sin dotarlos de contenido queremos comentar que cuando manejamos el de Solar lo hacemos en el sentido en el que en su día escribimos para hablar de los primordiales indoeuropeos:

“Raza portadora de un tipo de espiritualidad y de una cosmovisión solar-uránica, olímpica (inmutable, serena, sobria), viril, patriarcal, ascendente, vertical, jerárquica, diferenciadora, ordenada y ordenadora, heroica (en el ámbito del carácter y en el sentido del que lucha por reconquistar la divinidad, la inmortalidad que se encontraba en estado latente, casi olvidada, en su interior),… Representativa, dicha cosmovisión, de lo que Evola definió como Luz del Norte.”

Para más ahondar en el significado de este concepto (‘Luz del Norte’) también, en ocasiones, lo hemos tratado confrontándolo a su vez con su opuesto: el de una ´luz del sur´ de cuyos nefastos influjos deberíamos ser ajenos:

“La denominada como ´luz del norte´ vendría asociada a conceptos como el de la jerarquía, la diferencia, lo vertical, lo solar, lo estable, lo inmutable, lo eterno, lo imperecedero, lo patriarcal y a valores como el honor, el valor, la disciplina, el heroísmo, la fidelidad,… Y, por el contrario, la calificada como ´luz del sur´ abanderaría conceptos como el del igualitarismo, lo uniforme y amorfo, lo horizontal, lo lunar, lo inestable, lo mutable, lo caduco, lo perecedero, lo matriarcal, lo sensual, lo instintivo, lo hedonista, lo concupiscente,…”

Incluso, circunscribiéndonos a un plano psíquico o anímico “podríamos decir que la Luz del Norte contemplaría a aquél que rebosa autocontrol, equilibrio, serenidad, sobriedad, coherencia, prudencia, templanza, medida, discreción, calma,…, mientras que la Luz del Sur iluminaría a los individuos tendentes a lo disoluto y disolvente, al desenfreno, a la inestabilidad, al desequilibrio, a la jarana, a la embriaguez, al desorden referente a hábitos y modo de vida,…” (“Septentrionis Lux”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/08/)

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

mercredi, 26 février 2020

Le symbolisme de la colonne vertébrale

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Le symbolisme de la colonne vertébrale

Ex: https://lemondeduyoga.org

La colonne vertébrale est porteuse d’un symbolisme plurimillénaire. Les croyances les plus anciennes accordent des vertus surnaturelles aux os qui la composent, et un sens transcendant à sa verticalité. La tradition judéo-chrétienne, notamment, insiste sur sa valeur d’axis mundi et de catalyseur des énergies.

[…] [Le] squelette semble ce qu’il y a de moins personnel. Qu’est-ce qui ressemble plus à un squelette qu’un autre squelette (au bassin près, qui diffère sensiblement selon le sexe…?) Qu’est-ce qui ressemblerait moins à l’être vivant que je suis, que mon squelette.
Et pourtant… il est le dernier élément visible à demeurer après la mort, donc le dernier témoignage sensible de la personne et de son corps. Ce vestige traverse les siècles et vient témoigner aujourd’hui de l’homme préhistorique.

D’ou cette croyance, enracinée dans l’inconscient, qu’en l’os siège l’âme immortelle, qui le quitte à la mort, mais vient le réhabiter en cas de résurrection. Chez certains peuples, cette croyance, liée à l’espoir d’une reviviscence des corps, fonde le refus de l’incinération et un respect scrupuleux de l’intégralité des restes par la momification ou la mise en bière (Égypte, judéo-christianisme). Inversement, on dispersait les os des criminels ou on les jetait dans la fosse commune où ils se mélangeaient, perdant ainsi tout moyen de ressusciter.

Si le squelette est intègre, l’âme peut revenir l’animer. Yahvé le donne à entendre au prophète Ezéchiel, lors de la vision des ossements desséchés qui se recouvrent de chair, de nerfs, de peau et redeviennent des corps vivants. Cette vision annonce le retour d’exil du peuple décimé, mais rien n’aurait pu renaître si les os, c’est-à-dire les restes de la tradition, avaient été dispersés.

Dans ce même monde biblique et bien que, paradoxalement, les os ne soient même pas mentionnés dans la création de l’homme, l’os représente la substance, l’essence de la personne. Pour dire moi-même, toi-même…, on peut dire mon os, ton os… C’est d’ailleurs bien ce que dit Adam en découvrant Eve: « Elle est l’os de mes os », réaffirmant ainsi leur origine unique. Le mot etsem, l’os, se construit sur la racine ets, l’arbre symbolique que nous retrouverons rapidement.
L’os, réceptacle de l’âme dans ce qu’elle a de plus profond, c’est-à-dire du principe d’animation en deçà de la différenciation en sentiments, volonté, raison, a des facultés très particulières du fait de ce lien privilégié. […]

Le symbolisme des éléments de la colonne

ll faudrait parler longuement du pied, dans la mesure ou il constitue notre prise de terre. Les mythes lui accordent un grand intérêt : citons le talon d’Achille, le pied bot d’Oedipe, le pied à l’envers d’Hermès « , mais aussi le lave-ment des pieds des disciples par le Christ, le rite préislamique d’hospitalité et le déchaussement à l’entrée dans le sanctuaire musulman. Le pied représente à la fois la fermeté et la nature charnelle qui devient ou appui ou obstacle l’élévation spirituelle.

On regrettera aussi de ne pas évoquer le genou lié à l’humilité, c’est-à-dire la juste perception de soi par rapport à l’univers ou dans la société : le vaincu « tombe à genoux », le vassal met un genou en terre et le croyant « s’agenouille ».

LE BASSIN, LES AINES ET LES HANCHES: LES CINQ VERTÈBRES SACRÉES ET LES CINQ VERTÈBRES LOMBAIRES

Le bassin, selon l’axe vertical, présente deux orientations, vers le bas et vers le haut.
Vers le bas, il préside à la naissance biologique: l’enfant naît en orientant sa tête vers la terre et en passant entre les deux hanches, les deux aines, qui deviennent le symbole de l’entrée effective dans l’existence marquée par la dualité. Les noms que l’on donne au bassin dans différentes traditions en rendent compte: il est la Porte des hommes dans la spiritualité biblique, il contient et protège svâdhisthâna, le « pôle-espèce » ou « pôle-génétique ».


Vers le haut, le bassin devient – car il ne l’est pas chez l’animal à quatre pattes – la base sur laquelle va se construire la colonne. Dans cette perspective, il contient, pour les Indiens, mûladhâra, le « pôle de base », le « pôle qui fonde » et kundalinî, l’énergie latente, prête à monter. Pour les kabbalistes, il est yesod, le fondement, mais aussi tsedek, la justesse ou l’équilibre. Quelques exemples bibliques de ces fonctions du bassin seront ici proposés:

• Le songe de Jacob
(Genèse 28, 10-19)

Ce songe peut être lu à plusieurs niveaux, en particulier en fonction d’une architecture subtile du corps dans laquelle la ville de Luz, base de l’axis mundi, est identifiée au bassin, l’échelle à la colonne et les anges qui montent et descendent, aux énergies subtiles reliant l’homme à Dieu. Or, luz veut dire « ce qui est caché  » ou enveloppé, l’amande, le noyau, thème qui se retrouve dans une autre dénomination du bassin. Sod, le « secret » ou le « lieu du secret ». Si nous cherchons la traduction de sod en latin, nous trouvons sacer dont le neutre est sacrum. Le sacrum est donc le lieu du secret. […]

• L’Arche de Noé, le passage de la Mer Rouge

Dans le premier sens, celui de la naissance biologique, le bassin s’identifie à l’arche qui contient les espèces, dans le deuxième sens, celui de la naissance spirituelle, l’homme doit fendre la mer (sa nature biologique) pour « passer  » (la Pâque) vers un autre niveau. Dans cette perspective, Annick de Souzenelle rapproche les dix vertèbres sacrées et lombaires des dix plaies d’Égypte, les dix épreuves auxquelles l’homme doit se confronter pour assurer ses bases.

A l’évidence, après la Porte d’Égypte, on voit se multiplier les signes de verticalité: la marche dans le désert, le mont Sinai comme « axis mundi », la colonne de nue le jour et de feu la nuit comme guide, l’érection du serpent d’airain dont la contemplation guérit.

Dans ce sens de l’épreuve, du passage et de la remontée, l’homme commence à se rassembler du deux (les deux hanches) vers le un (la colonne). Cela ne veut pas dire pour autant qu’il soit debout, il a seulement pressenti le sens – signification et direction.

• La lutte de Jacob avec l’Ange

La suite de l’histoire de Jacob montre bien la difficulté à se tenir debout, même lorsqu’on éprouvait une expérience comme celle du Songe. En effet, Yahvé demande à Jacob de revenir à sa nature originelle « Retourne au pays de tes pères, dans ta patrie et je serai avec toi (Genèse 31,3). Jacob part donc et, à un endroit appelé le gué de Yabboq, il fait passer toute sa famille, restant à l’arrière lui-même; la nuit tombe. Et toute la nuit, il lutte avec un être surhumain qui lui laisse deux signes: un « déboîtement » ou une ouverture de la hanche et un nouveau nom : Israel, celui qui a lutté avec Dieu.

C’est un texte absolument extraordinaire, d’une profondeur incalculable. Pour notre propos, la hanche est-elle déboîtée, l’ange signifiant ainsi à Jacob que la blessure ou la boiterie de l’humain demeure et ne doit pas être oubliée, effacée sur son évolution, qu’il doit en garder une conscience aiguë? Ou la hanche est-elle ouverte, libérant le bassin qui peut s’horizontaliser et instituant ainsi la verticalité? Peut-être y a-t-il là une ambiguïté très voulue…

LES DOUZE VERTÈBRES DORSALES

Elles balisent une voie qui va, à peu de choses près, de l’ombilic la parole articulé en passant par le cour. C’est la grande triade des centres subtils : manipura – anâhata – vishuddha. D’autres équivalences traditionnelles se proposent comme:
– les douze mois de l’année
– les douze signes du zodiaque
– les douze travaux d’Hercule
Le chiffre douze indique une totalité, une perfection ; avec lui, donc, un cycle se clôt et un autre niveau d’être se dévoile comme lieu d’un nouveau travail intérieur.

LES SEPT VERTÈBRES CERVICALES

Le cou est isthme, détroit, étranglement; il est le col supérieur, analogue au col de l’utérus, mais orienté vers la tête, vers le haut. Ce segment de la colonne se trouve sous le signe de vishuddha et des centres de la parole : il est accès au Verbe créateur, le « verbe qui s’est fait chair » et sans lequel il n’y a pas de compréhension possible de l’incarnation. Les sept cervicales sont les sept cieux (le septième ciel), les sept dvipa ou étages de la création, « enfilés » sur l’axe du Mont Meru audelà desquels il y a le monde des dieux. […]

LIBRATION, CAPACITÉ D’ÉVOLUTION

La main, la marche, sont les deux grandes acquisitions de la verticalité. On peut dire, sur le plan de l’histoire des idées et des civilisations, que la verticalité crée l’outil et la technologie. C’est évident. Par contre, on oublie souvent de remarquer que le bassin et la tête, dans cette verticalisation, changent d’orientation, deviennent des coupes, des lieux récepteurs. Or ceci est absolument fondamental et détermine symboliquement les relations entre l’homme et le divin, relations où l’homme se fait pur abandon, lâcher-prise, acceptation de l’énergie d’en–haut. A ce point de vue, des mutilations rituelles comme le scalp ou des coupes de crânes, comme dans le shivaïsme, s’expliquent: c’est l’ouverture du crâne qui en fait un vase dans lequel Shiva ou la Shakti versent le nectar divin.

AXE DU MICROCOSME, LIEU DE SON IDENTITÉ AVEC LE MACROCOSME

La colonne vertébrale, dans la Bible et la Kabbale, était identifiée à l’échelle de Jacob, avec ses degrés de la terre au ciel, et sur laquelle montent et descendent les anges, c’est-à-dire les différentes énergies. Ce qui permet à l’homme de se sentir apparent ou analogue au cosmos, c’est sa colonne. Comment s’appelle la colonne du corps subtil en Inde? Le Mérudanda, le « bâton Méru », Méru étant la montagne cosmique ; en Chine? le « Pilier céleste ».

Comment s’habillaient les Grecs et les Romains? À partir d’un rectangle de tissu qu’ils drapaient selon un rite immémorial. « L’enroulement de l’himation ou de la toge autour du corps humain se fait exactement selon le même processus que la révolution du ciel autour de la terre et il est défini relativement au corps humain tout comme la révolution du ciel l’est relativement à la terre ».

Quand on sait, de plus, que les Pythagoriciens comparaient le ciel au vêtement de la divinité, on n’a plus qu’à admirer la parfaite cohérence de ce symbolisme. Toute une civilisation, même dans ses actes les plus concrets comme l’habillement, se construit sur les mêmes harmoniques. […]

Dans les ensembles symboliques où arbre et homme se superposent, les pieds deviennent racines, pôles terrestres et la chevelure, frondaison captant par capillarité les énergies célestes, Carl Gustav Jung a longuement analysé ces représentations dans « Les Racines de la conscience » (Editions Albin Michel). Il les rattache à un archétype fondateur dans lequel l’arbre, image de vie, est pris comme l’analogue d’une croissance psychique, puis spirituelle. Bien évidemment, la Posture de l’Arbre, dans le Yoga classique, active ces dimensions cachées et, en particulier, la circulation entre des pôles qui, autrement, resteraient irrémédiablement séparés. La Chine ancienne use des mêmes données, en attribuant à l’homme le chiffre trois, pour être l’intermédiaire entre le un et le deux, l’impair et le pair, le yang et le yin, le ciel et la terre.

Arbre, l’homme l’est aussi en Islam où le cyprès représente le musulman parfait, qui porte à partir des racines de la méditation les fruits de « l’Esprit ». Il doit avoir un tronc solide, résistant aux tentations, s’élevant droit vers le ciel. Mais en même temps, le cyprès sert de modèle « en raison de sa soumission (Islam) au vent « . N’est-ce pas être à la fois le roseau et le chêne de la fable, être sthira, ferme, et sukha, souple comme dans les Yogasûtras de Patanjali? […]

Les carnets du yoga, n°224, août-septembre 2003, pp. 2-14.

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mardi, 25 février 2020

Nemrod et la Tour de Babel

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Nemrod et la Tour de Babel

 
Réflexions autour de l'épisode biblique de la tour de Babel et du personnage de Nemrod qui en dit long sur les sociétés humaines arrivées en fin de cycle.
 
 

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dimanche, 23 février 2020

»Gegen die moderne Welt« Ellen Kositza empfieht Mark Sedgwick

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»Gegen die moderne Welt«

Ellen Kositza empfieht Mark Sedgwick

 
Ellen Kositza, Literaturredakteurin der Zeitschrift »Sezession«, bespricht Mark Sedgwicks »Gegen die Moderne Welt«.
 
Bestellen kann man den Titel hier: https://www.antaios.de
 

samedi, 22 février 2020

Un auteur et son oeuvre : Julius Evola (1898-1974)

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Un auteur et son oeuvre : Julius Evola (1898-1974)

par Michel Malle

Ex: https:lemondeduyoga.org

De l’orient tantrique au club des seigneurs, en passant par l’hermétisme et le spiritualisme masqué, nombreux sont les sujets de réflexion de Julius Evola. Mais il est des caractéristiques que l’on retrouve dans chacun de ses écrits, donnant à l’ensemble de son œuvre une certaine unité : une compréhension particulière de la magie, l’aspiration à des altitudes inconnues …

« L’homme dont nous allons tracer le portrait tenta de suivre la voie d’un karma yogi, c’est-à–dire qu’il choisit l’action comme voie de réintégration spirituelle : l’action conforme au Dharma (la Norme Universelle). Il a toujours dit: « René Guenon fut mon maître », c’est pourquoi nous envisagerons son oeuvre en rapport avec celle de Guénon, et cela d’autant que, dans son testament, fondant l’association qu’il a laissé, Evola précise ainsi le but visé: « Défendre les valeurs traditionnelles au sens où l’entendait René Guénon, Julius Evola et d’autres auteurs de même doctrine ». Même si nous devrons nous opposer à lui, ce sera donc dans cette sienne optique. « Je ne me suis pas borné à exposer les doctrines traditionnelles, j’ai cherché quels pouvaient être leurs aboutissements dans la réalité » dit-il, en entendant par là « dans l’action « . « J’ai donc cherché les conséquences à tirer des doctrines traditionnelles dans le sens d’une organisation sociale et politique de l’État », et aussi, avec plus de succès selon nous, dans le sens d’une éthique et d’une pratique pour l’homme traditionnel contemporain. Cette volonté d’engagement a conduit Evola à travailler de concert avec les divers mouvements fascistes de ce siècle. Cet aspect de sa vie, indissociable de son oeuvre, est problématique et, pour cette raison, nombre de « spiritualistes » n’osent pas l’aborder ou la déforment. Cette couardise ne sera pas nôtre : l’oeuvre mérite d’être connue, les questions qu’elle pose doivent l’être, et si les réponses ne nous satisfont pas toujours, il nous faudra en trouver de meilleures.
[…]

[…] Il semble qu’il ait dirige lui-même sa formation humaine très tôt et très indépendamment: on ne sait d’ailleurs pratiquement rien de son enfance. Il fit des études techniques et mathématiques qui le menèrent au titre d’ingénieur mais, s’il en garda une tournure d’esprit « scientifique  » (à ne pas confondre avec « matérialiste »), il ne pratiqua jamais, pour des raisons éthiques délibérées. L’attitude anti–bourgeoise, qui est l’un des traits marquants de sa personnalité, semble avoir été précoce. Il en est de même de son caractère guerrier, puisqu’il « s’engage peine âgé de 20 ans et qu’il prend part à la première guerre mondiale en tant que sous-lieutenant d’artillerie sur le plateau d’Asiago » […] Chez lui, la pensée et l’action se développèrent toujours conjointement, ainsi, deux ans avant son engagement, il commença à écrire des poèmes en italien et en français (outre le grec et le latin, il maîtrisait parfaitement les principales langues européennes, ce trait dénote aussi la précocité de son européanisme, qui devait se développer dans le cadre d’une vision impériale). Parallèlement à la poésie, il pratiqua la peinture abstraite. Ce fut sa période « Dada »: il fut en effet, à l’époque, l’un des représentants italiens du mouvement : « J’ai adhéré à ce mouvement comme mouvement limite, et non pas comme mouvement artistique. Si l’on était sérieux, on ne pouvait en rester là. A partir de 1922, je me suis séparé des dadas » […]

Alors commença ce qui fut appelé sa « période philosophique » (1923-1927). II publia deux ouvrages sur « l’individu absolu », dont « la Théorie et la Phénoménologie de l’individu absolu », qui reflètent certaines idées de Nietzsche, Weininger et Michelstädter. II en dira finalement: « Je ne conseillerai à personne de les lire tant ils sont écrits en jargon universitaire ». […]

PREMIER APERCU SUR L’ORIENT TANTRIQUE

JE-yoga.jpgEn 1926 parut: « L’homme en tant que puissance ». C’est un premier essai qui, bien des fois repris, donnera en 1949 « Le yoga tantrique, sa métaphysique, ses pratiques ». Evola s’ouvre à l’Orient, en l’occurrence à la tradition hindoue, et cela est d’autant plus intéressant que l’orient d’Evola n’est pas le même que celui de Guénon, il s’agit essentiellement de doctrines émanant de la caste des ksatriyas, la caste guerrière, et par cet aspect on trouve quelque chose qui consonne remarquablement avec l’ancienne tradition occidentale: il s’agit aussi de science « magique ». Prévenons tout de suite une équivoque possible : ce qu’Evola nomme magie n’a pas grand-chose à voir avec ce que désigne le mot dans le langage courant actuel. […]

LE SPIRITUALISME DEMASQUE ET LA QUESTION DU CHRISTIANNISME

Prolongeant les oeuvres équivalentes de Guénon, il fait paraître en 1932 « Masques et visages du spiritualisme contemporain ». Le grand intérêt de cet ouvrage vient de ce qu’il aborde certains aspects du spiritualisme contemporain que Guenon n’avait pas analysés. […]

REVOLTE ET REVOLUTION TRADITIONNELLE

En 1934, Évola publia « Révolte contre le monde moderne ». Ce livre est considéré par ses disciples comme le plus important. Lorsque, du point de vue des idées, on se questionne sur la valeur de l’apport d’Evola, cette oeuvre, finalement, se dégonfle un peu. Elle présente l’intérêt d’une fantastique érudition retraçant l’histoire du point de vue d’une vision traditionnelle cyclique. De nombreux aspects du monde moderne y sont envisagés, que Guénon n’avait pas soulignés: aspects qui, sans être fondamentaux, méritaient d’être si remarquablement analysés. Le style est fort et, pourrait-on dire, vengeur. Mais, à notre point de vue, ce livre est entaché de cette idée, qui s’affirmera plus encore dans le suivant, que la caste noble est supérieure à la caste sacerdotale. La seule question qui nous intéresse est celle-ci: la connaissance est-elle supérieure à l’action, oui ou non? Si non, l’action ne peut plus se distinguer de l’agitation. Si oui, le spirituel est supérieur au guerrier, il convient alors qu’une civilisation traditionnelle reflète cette hiérarchie et peu importe que le spirituel et le temporel soient aux mains d’un même homme ou aux mains d’hommes différents, reliés hiérarchiquement. Ceci étant établi, l’importance qu’Evola a pu attacher à cette question reste problématique et la façon dont elle est abordée aussi. Dans « la Crise du Monde Moderne », c’est le monde moderne qui est en crise, non celui qui s’y oppose: si une révolution, au sens strictement étymologique, peut être traditionnelle, ce ne saurait être le cas d’une révolte.

Quoi qu’il en soit de ces critiques,  » Révolte contre le Monde Moderne » est un livre à lire, c’est probablement le plus important livre de « métaphysique de l’histoire » qui soit. […]

chev.jpgL’EPEE DE LUMIERE ET LE CHEVALIER D’OCCIDENT

En 1937, dans « Le mystère du Graal et l’idée impériale gibeline », Évola apporte une nouvelle contribution importante à la restauration doctrinale de la tradition occidentale. Malheureusement, et encore une fois, il fausse en partie l’idée civilisatrice traditionnelle. Toute l’argumentation d’Evola consiste à dire que l’Église, en développant les valeurs d’une religiosité féminine, mystique, passive face au monde spirituel se révèle être inférieure à la tradition du Graal, qui représente l’idéal chevaleresque. Mais l’argument est spécieux car, si cette démonstration va de soi, elle ne permet pas d’en conclure que la contemplation puisse être au-dessous de l’action. La Chevalerie est supérieure parce qu’elle est plus profondément spirituelle, et non parce qu’elle manie les armes: quant à l’Église, tant qu’elle ne consiste qu’en un exotérisme religieux, elle ne représente pas la pure autorité spirituelle, elle n’est qu’un pouvoir religieux. Si bien que, si l’Église et la Chevalerie étaient vraiment ce qu’en dit Evola il faudrait dire que la Chevalerie est supérieure à l’Église parce qu’elle est plus spirituelle et non dire que le guerrier est supérieur au contemplatif. Tout ce qu’apporte Evola dans l’affaire c’est une fâcheuse équivoque, car, une fois posé que le guerrier est au-dessus du prêtre, il se laisse aller à considérer toute éthique guerrière comme potentiellement porteuse d’une plus haute spiritualité que le Christianisme ; de là découle l’erreur de son « action politique ».

Quoi qu’il en soit, ce livre se pose comme « une étude sérieuse et engagée sur le Graal et le gibelinisme « , ce qu’il est, incontestablement. […]

LA CHUTE DU CLUB DES SEIGNEURS

Cette même année 1937, il publia « Le mythe du sang » en rapport très étroit avec les doctrines racistes allemandes. Certes, dans cet ouvrage, et dans celui qui suivra en 1941 «Synthèse des doctrines de la race », Evola s’oppose aux idées racistes matérialistes d’un Rosenberg et leur substitue l’idée d’une race de l’esprit » dans laquelle la race physique n’est qu’un élément d’une vaste équation: « L’idée d’une race allemande – dit-il – est une absurdité ». « Mais -dit Guénon de ce livre – le mot même de race nous parait être employé d’une façon assez impropre et détournée car au fond, c’est bien plutôt de caste qu’il s’agit en réalité… alors pourquoi parler encore de « race », si ce n’est par une concession plutôt fâcheuse à certaines idées courantes, qui sont assurément fort éloignées de toute spiritualité? ». En 1941, et toujours dans le même genre d’équivoque, Evola publia « La doctrine aryenne de lutte et de victoire « . […]

Pour situer historiquement son action, précisons qu’il fut très proche des milieux germaniques conservateurs et aristocratiques qui se réclamaient du « prussianisme et cultivaient la nostalgie des chevaliers teutoniques ». « Himmler – continue Evola -me portait un intérêt particulier » ainsi que « le baron von Gleichen, dont j’étais un ami intime » et qui était lui-même le chef du « club des seigneurs ». « Je connaissais en outre intimement le chancelier von Pappen et, en Autriche, Karl Anton von Rohan, dans ce milieu opposé au « populisme dictatorial » du national socialisme ». Voici ce qu’il en fut en Italie du côté fasciste: « Au tout début de la guerre, Mussolini lut ma « Synthèse d’une doctrine de la race » et me fit chercher pour me féliciter et me demander de collaborer avec lui -Mais Duce, je ne suis pas fasciste- car je n’ai jamais été d’aucun parti…  » En fait, il travailla, comme écrivain et comme conférencier en Italie, en Allemagne et en Autriche, à la formation doctrinale de certains milieux proches du pouvoir. […]

Standing_Bodhisattva_Gandhara_Musee_Guimet.jpgLA GRANDE LIBERATION DU PRINCE SIDDHARTA

Très étonnamment, au milieu de tout cela, Evola publia en 1943 « la Doctrine de l’Éveil, essai sur l’ascèse bouddhique ». Le fait que ce livre essentiel et vraiment spirituel ait été publié au coeur de cette période truffée d’erreurs logiques et de drames montre que la personnalité et l’oeuvre d’Evola sont très difficiles à aborder. II existe le double risque d’adhérer à certaines voies d’action sous prétexte qu’elles ont été formulées par un homme dont la doctrine est souvent transcendante et de repousser une doctrine dont l’action qui prétend en découler s’est par trop évidemment fourvoyée.
[…]

L’ASCENSION SOLITAIRE OU LE SOUFFLE LIBRE DE L’ESPRIT

Dans un appendice sur « les limites de la régularité initiatique », Évola reconsidère les notions guénoniennes sur l’initiation dans une optique qui nous parait aussi indispensable qu’intéressante. « Contre le schéma guénonien en lui-même il n’y aurait pas grand-chose à objecter », dit-il, tout en soulignant malicieusement le « caractère presque bureaucratique de cette régularité ». Néanmoins sa critique porte sur plusieurs points. D’abord sur les « débouchés »: « Le Compagnonnage est une organisation initiatique résiduelle d’origine corporative, de portée fort restreinte et d’ailleurs limitée à la France »; « La Franc–Maçonnerie moderne est l’un des cas d’organisation dont l’élément vraiment spirituel s’est « retiré » et chez lesquels le « psychisme » restant a servi d’instrument à des forces ténébreuses, pour qui s’en tient au principe de juger de l’arbre à ses fruits »; quant au « christianisme, c’est une tradition mutilée en sa partie supérieure », toutes choses nous semble-t-il indéniables; ce qui permet à Evola d’ironiser, peut-être un peu facilement,sur les « rares allusions des premiers siècles chrétiens de notre ère ou de certains rites de l’Église grecque orthodoxe à la chasse desquels sont partis certains guénoniens ». Outre ces problèmes pratiques, Évola affirme: « La continuité – « des influences spirituelles » – est illusoire lorsque n’existent plus de représentants dignes et conscients d’une chaîne initiatique donnée ».Il se propose d’éviter deux écueils: d’une part, les fantasmes auto-initiatiques à la Steiner qui ne font qu’appliquer au « domaine de l’esprit l’idéal américain du self made man » et, d’autre part, « une conception proche de celle du – « péché originel » -selon laquelle l’homme, irrémédiablement taré, ne pourrait rien par lui-même ». […]

LE VISIONNAIRE FOUDROYE

« Il fut blessé à Vienne d’un éclat d’obus dans la colonne vertébrale vers les derniers jours d’avril 1945 au cours d’un bombardement aérien soviétique. A partir de cette date il resta paralysé des deux jambes sans aucun espoir de guérison » […]

UN EXPOSE DE LA VRAIE DOCTRINE TRANTRIQUE

C’est en 1949 qu’Évola reprit ses publications avec « Le yoga tantrique, sa métaphysique et ses pratiques », livre qui développait le premier essai de 1926.  » S’il advenait un jour -écrit Jean Varenne à propos d’Evola et de Guénon que fussent éditées les oeuvres complètes de ces deux seigneurs de la pensée, on verrait à quel point elles représentent les deux visages d’un seul et même mouvement ». « L’Homme et son devenir selon le Védanta » et « le Yoga Tantrique » illustrent parfaitement ce propos. […]

je-rcmm.jpgLES HOMMES AU MILIEU DES RUINES

En 1951 il publie un livre au titre évocateur de son sentiment « Les hommes au milieu des ruines ». Il s’agit, comme pour faire le point d’une action passée, de poser les principes d’une reconstitution européenne traditionnelle. Sont envisagées les notions de révolution traditionnelle, d’autorité, de hiérarchie et d’état organique. Evola y développe aussi d’intéressantes considérations sur l’économie moderne et les corporations, sur la stratégie de la guerre occulte et sur le problème de l’explosion démographique. La doctrine y est solide, mais lorsqu’il s’agit de désigner le milieu humain propre à servir de moteur à un tel mouvement, la solution apparaît presque débile: en étant à peine méchant, on pourrait penser qu’un recyclage métaphysique de quelques divisions de parachutistes nourrirait l’espoir d’Evola.

METAPHYSIQUE DU SEXE

Fruit d’une fabuleuse érudition, cet ouvrage parut en 1958. Évola commence par l’indispensable nettoyage d’un terrain qui est loin d’être « vierge ». « Ce n’est pas l’homme qui descend du singe par évolution, mais le singe qui descend de l’homme par involution ». […]

Ceci posé, la doctrine traditionnelle s’épanouit: « de la fréquentation, même sans contact, d’individus des deux sexes, naît, dans l’être le plus profond de l’un et de l’autre, une énergie spéciale ou « fluide » immatériel, appelé « tsing ». Celui-ci dérive uniquement de la polarité du ying et du yang ». Cet enseignement de la tradition chinoise se trouve confirmé par Swamy Shivananda Sarasvati: « La semence est une énergie dynamique qu’il faut convertir en énergie spirituelle (ojas) ». Cette opération, qui va à contresens de l’écoulement nature! des forces, « est appelée viparîta-karanî (opération de l’inversion) ». « Un homme n’aime pas une femme parce qu’elle est belle »; Evola, reprenant une idée connue dit: « Il aime parce qu’il aime, au–delà de toute logique, et précisément ce mystère révèle le magnétisme de l’amour ». « Le substratum du sexe est super-physique, il a son siège dans ce que, avec les Anciens, nous appelons l’âme du corps — »le corps subtil  » – « . « Le sexe qui existe dans le corps, existe aussi et d’abord dans l’âme et, dans une certaine mesure, dans l’esprit même ».
[…]

CHEVAUCHER LE TIGRE

Avec « Chevaucher le tigre », en 1961, Evola fait oeuvre vraiment originale. I! pousse jusqu’à !’extrême ses audaces de pensée et formule un guide de conduite pour l’homme qui doit vivre dans un monde où tout hurle à la face du ciel et qui, refusant de « hurler avec les loups  » veut faire de leurs cris une musique pour son âme. […]”

Les carnets du yoga, n°43, novembre 1982, pp. 2-26.

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mercredi, 05 février 2020

Nicholas & Helena Roerich: The Spiritual Journey of Two Great Artists & Peacemakers

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Nicholas & Helena Roerich: The Spiritual Journey of Two Great Artists & Peacemakers

 
Nicholas & Helena Roerich
This article was published in New Dawn 99 (Nov-Dec 2006)

Visionaries, luminaries, and spiritual pioneers Nicholas and Helena Roerich were two of Russia’s most outstanding people. High initiates, they devoted their lives to helping the advancement of humanity. And as is often the way with many great spiritual leaders, their path was liberally strewn with hardship and adversity: revolutions, captivity, spy charges, deception and deceit; testing the Roerichs constantly on their shared belief that it was these very obstacles that would allow them to grow. 

Yet, despite the fact that the couple were once barred from entering the United States and their teachings prevented from circulating freely throughout Russia, the Roerichs’ ideas are today reaching an ever-expanding group of people around the world.  

Perhaps it is an attempt to bring balance and harmony to our world of unrest, pain and strife that is causing the massive desire to know more of Nicholas, the painter and mystic, and his wife Helena, the co-author of the Agni Yoga series of metaphysics and deep spirituality.  

Internationally acclaimed artist, author, explorer, archaeologist, humanitarian, conservationist and peacemaker Nicholas Konstantinovich Roerich (1847–1947) was born in St. Petersburg, Russia. He met his beloved wife and life partner Helena Ivanovna (1879–1955) on his way to excavate in the eastern part of Russia, and they married in 1901. 

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She was a gifted musician and healer who had been studying the ancient spiritual writings of India and the East for years; in time, she became an inspired writer and teacher. He eagerly shared her pursuits for wisdom and knowledge. Together, they explored the teachings of Rama Krishna, the Buddha and also studied Madame Helena Blavatsky’s writings and philosophies. Once safely out of Russia and the civil war that raged following the 1917 Russian Revolution, they used their time in exile to test and experiment with the Theosophical teachings. It was at this time that they met Master Morya, their spiritual teacher. Since her childhood, the Masters (members of the Brotherhood of Light) had been working with Helena in her dream world but now the work took an additional form as page after page of expansive, astonishing information was dictated to them. 

unnamed.jpgAfter leaving Russia, the Roerichs and their two sons had first gone to Scandinavia, then made their way to England, eventually arriving on the shores of America. But the United States was not their ultimate destination. Their actual goal was India. For some years after 1917, India – the Raj – was closely maintained by the British who were constantly on guard against infiltration by Russian Bolsheviks bringing their inflammatory thoughts of revolution. The Roerichs were clearly on the list of those not wanted. In time, the way did open for them to enter India and although they never knew it, they were continually kept under surveillance. This fact accounts for many of their hardships.

The Roerich family arrived in New York City in the fall of 1920. Within the next three years they had gathered about them a little circle of the perfect people to accomplish all of their goals: the formation of an idealistic artist’s society called Cor Ardens, to encourage artists to push themselves to greater heights of artistic ability; the Master School of United Arts where all of the arts where taught under one roof and students were encouraged to express themselves in various media – thereby giving them the opportunity to become more rounded individuals. And Corona Mundi, an international art museum, founded to display artistic treasures from Central Asia and other areas of the world. Roerich’s paintings were exhibited in 26 US states and he and Helena toured much of the country – meeting and exchanging ideas with the most open-minded, progressive people in the arts and humanities.

Central Asian Expeditions

In 1924, they left New York for Europe which was the last stop before going to India and beginning their four-year Central Asian expedition. The history of Central Asia of the late 1800s and early 1900s is sprinkled with daunting accounts of fearless explorers and adventurers; men and women such as Helena Blavatsky, Alexandra David-Neel, Sir Aurel Stein, Sven Hedin, and Russian born Col. Nikolai Przhevalsky, who discovered a breed of horse that was named in his honour. But none of those were artists and to the best of my knowledge, none were on a mission to Shambhala. The couple were both past fifty years old when they undertook the gruelling journey to traverse Central Asia for four years on foot, camel, horse and yak enduring the brutal heat of the lowest desert elevations and laboring over the highest mountains ranges on the planet. 

What is it that stirs people to leave the comfort of their home and set off for the unknown? Gold? Religious freedom? The quest for a better life? For the Roerichs, the reasons were many. Nicholas was interested in proving the migration routes of the early tribes that encircled the globe. He wanted to be the first Westerner to paint and document the vast mountain ranges of India, Tibet and Central Asia and search for and uncover treasures long-hidden by the desert sands. 

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Through fourteen years of researching, thinking and writing about the Roerichs, I could not help but question the real purpose of the Roerichs’ Central Asian expedition. Unbeknownst to me, a Russian scholar by the name of Vladimir Rosov, was quietly helping. Just as I had began my work by living a short time in India and meeting with Svetoslav Roerich, reading through Madame Roerich’s journals and some personal correspondence, searching through the files kept in the Library of Congress and the Freedom of Information Act; researching old micro-fiche, newspapers, and the British Secret Files for facts regarding the Roerichs’ years in America, Rosov had been studying and sifting through all the Roerich documents which had been unavailable to researchers before Gorbachev’s Perestroika restructured the country. The results of his work can be read (in Russian) in his two volumes, whose name in English translates to Nicholas Roerich, The Messenger of Zvenigorod

In the first volume, he relates a startling story which answered all my questions and astonished the world of Roerich followers. Since it was already in print, I was able to use it, thereby becoming the first person to tell (in English) the real story of the Roerichs’ four-year expedition. Rosov’s account also provided a new basis for understanding the Roerich’s second trip – during which the United States sent Roerich and his son George, back to Central Asia in search of drought resistant grasses to help prevent a reoccurrence of the disastrous “dust bowl” of 1934. It was this expedition which broke Roerichs’ friendship with Henry A. Wallace, US Secretary of Agriculture during Franklin D. Roosevelt’s administration, and led to Roerich being barred from returning to the United States.

Shambhala

For years various authors have written about Shambhala. Though many people are familiar with the term, a far greater number of people have no idea what it refers to. Those “in the know” think that the search for Shambhala was the purpose of the Roerichs’ four year expedition. And they are both right – and wrong. 

Shambhala is a Sanskrit word meaning “place of peace, tranquillity and happiness.” It is considered a mystical place – both visible and invisible – where the higher world connects with the realm of Earth. The earliest references to Shambhala are found in the more than three hundred volumes of Kanjur and Tangyur, the most sacred books of Tibetan Buddhism. The books say it is a hidden kingdom, located somewhere north of Bodh Gaya, the Buddhist shrine in northern India. Shambhala is thought to be an oasis, completely ringed by high, snowy mountains that glisten with ice. Some lamas were said to hold the opinion that it has peaks which are perpetually hidden in the mists, while others believe it is visible but too remote for anyone to get close enough to see. And then there are the stories of people who tried to find Shambhala and were never seen nor heard of again.

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Many Tibetans were said to regard Shambhala as a heaven of the gods or a special paradise, meant only for those on their way to Nirvana. Possibly the Roerichs first heard the term while reading one of Madame Blavatsky’s books on Theosophy or if not then, it might have been in 1912 when a famous Buddhist lama was in St. Petersburg helping with the construction of a Buddhist temple. However, when the lama spoke of it, he was not speaking of a destination; he was speaking of a famous Buddhist prophecy.

The prophecy involved the Panchen Lama, who held a position the Dalai Lama had created several hundred years earlier in order to share the leadership of Tibet. The Dalai Lama was the temporal leader of the country and the Panchen Lama was the spiritual leader. The prophecy predicted that one day the Panchen Lama would leave Tibet. Once this happened, a great army would arise to destroy the forces of evil and usher in a golden age, a thousand years of peace and harmony. In order for that to occur, however, the Panchen Lama would have to die. When he was reborn, he would be named Rigden Jypo and be the Maitreya, The Coming One, the king of Shambhala, the abode of the mystical Buddhist learning and the symbol of the Great Future. Shambhala was the guiding principle of the coming Kalpa, or cosmic age, and at the sound of that powerful name, certainly something awoke in the Roerichs’ hearts as it does in the hearts of all people who yearn for peace.

However, when the Roerichs’ spiritual teacher, Master Morya, spoke of Shambhala, he gave the name an additional meaning for it was how he referred to the new country that he wanted the Roerichs to create. Morya envisioned a new Buddhist spiritual country to be established on the borders of Mongolia, the Gobi and Siberia. This country was to be governed jointly by the Panchen Lama and Roerich. 

Therefore, the two major purposes for the expedition – which were kept private and confidential – were so that the Roerichs could prepare the ground for the new country and the commerce necessary for it to be financially sound; and to find the Panchen Lama so that they could parlay with him, present this startling (and naive) idea, and convince him it was possible and viable. Considering, however, that all of the land involved was already occupied and within the boundaries and domain of other governments, the fulfilment of this plan was highly improbable. One country attempting to take land from another is what wars have been fought about throughout time. When the first expedition was aborted after the Tibetans (and British) kept the Roerich Central Asian expedition freezing in captivity for four months on the border of Tibet and then sent them straight back to India, it looked as if all plans were foiled.

Then, Henry A. Wallace offered Roerich a second chance and sent him back to Central Asia. But, with China and Japan on the brink of war, it was a very dangerous and volatile time. This trip Helena Roerich stayed behind and Nicholas, an artist – not a diplomat, blundered about until Wallace ordered him to return to India and stay there – and not leave again.1 Years later, looking back on the entire event, Madame Roerich wrote in her journal that both the Panchen Lama and her husband were too old at the time to accomplish this feat. Perhaps the Roerichs were laying down the lines of light necessary for it to become a reality in the future.

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Considering that during the entire four year expedition Roerich’s travel plans were continually thwarted by visa and passport difficulties, it is surprising that Nicholas and Helena even attempted to accomplish the establishment of a new country. To me it seems a demonstration of their loyalty and dedication to work with their teacher. 

Art, Beauty and Unity

Roerich loved the concept of unity. He believed that “beauty is the force that can bring nations together.” He hated borders and boundaries and thought that since all the people of the world belonged to one family, they should be able to roam and travel freely throughout it. 

Nicholas and Helena Roerich had very expanded consciousnesses. They believed “that knowledge and beauty are the real cornerstones of evolution, the gates to a world community.” They taught that a synthesis of knowledge from all fields of human endeavours was needed to form a fully developed being. Nicholas wrote nearly thirty books and created over 7,000 paintings and theatre designs depicting scenes from ancient Slavic myths, the Himalayan Mountains, and spiritual themes from the world’s religions. 

People who see his art for the first time are often speechless at the inspirational use of colour and the spiritual power it evokes – especially his later work, completed during and after the four years of expedition. Roerich’s paintings portray spiritual development, culture and its role in human evolution and possibilities for peace in a troubled world. A broader and more metaphysical understanding is added to the paintings once the viewer penetrates Helena’s deeply spiritual writings. In addition to the Agni Yoga series, which she wrote in conjunction with Master Morya, she wrote On Eastern Crossroads under the name of Josephine Saint-Hilaire. 

Daring explorers, the couple investigated the remote and dangerous regions of China, Mongolia and the Gobi Desert where few Westerners had previous ventured. They were seeking ancient manuscripts hidden in subterranean crypts and caves, the treasures to be found in burial mounds, and the wealth of statues, artifacts and wall paintings left behind in caves by the artistic Buddhists. 

In 1929 Nicholas Roerich was nominated for the Nobel Peace Prize for his work in creating the Banner of Peace and the Roerich Peace Pact, designed to preserve the world’s treasures from being destroyed in time of war. Franklin Roosevelt and twenty-six world leaders met in Washington, D.C. to ratify the agreement. The Roerichs were friends and advisors to heads of state, scientists, artists, writers and poets. Roerich’s work won praise from Albert Einstein, Leo Tolstoy, George Bernard Shaw, Jawaharlal Nehru, Rabindranath Tagore, and many others. 

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Madonna Oriflamma, the original Roerich painting where the Banner of Peace flag appears for the first time (courtesy Nicholas Roerich Museum, New York)

Now, over fifty years later, many of their key ideas have found a place in the human soul: the equality of the feminine and the masculine principles, the wisdom of the heart and the striving for the common good and brotherhood. The eternal truths the Roerichs demonstrated on Earth are echoing through time, awakening humanity to beauty and unity. “Beneath the sign of beauty we will walk joyfully,” wrote Nicholas Roerich. “With beauty we conquer. Through beauty we pray. In beauty we are united.”

To the Roerichs, culture was the highest expression of the Light – the “cult” of Ur (Light). They considered that beauty and art speak an international language understood by all and that focusing on the beautiful in life would lead us to world peace. 

Nicholas Roerich wrote: 

If you shall be asked, of what kind of country and of what constitution you dream, you can answer in full dignity: the country of Great Culture. You shall know that in that country peace and knowledge and beauty will be revered…. You may say: life is hard. How can I think of knowledge and beauty if we have nothing to live on? Or: We are far away from knowledge and art; we have important business to attend to first. But I say: You are right, but you are wrong. Knowledge and art are not luxuries. Knowledge and art are not idleness. They are the prayer and work of the spirit. Men pray in the moments of great difficulty. So too, is this prayer of the spirit most needful, when one’s whole being is shaken and in want of support, and when it seeks a wise solution.

An arduous trial awaits the whole world: the trial by the assimilation of truth. After the medieval trials by fire, water and iron, now comes the trial by assimilation of truth. But if the power of the spirit upheld men against fire and iron, then will that same power not also raise them up the steps of knowledge and Beauty? 

Throughout the world, in Israel, India, Mexico, Germany and many other countries, schools, civic organisations, and ordinary citizens are flying the Banner of Peace, proclaiming Peace through Culture. Do you want to join in this effort? If each person who reads this article would take the time to research, create, and fly the Banner of Peace – a white flag with three magenta balls in the middle – over their home, place of business, he or she will be contributing to the cause of Peace. 

Let’s all do it now! Dedicate ourselves to the cause of peace and align ourselves with the hundreds and thousands of people around the world who are using Nicholas and Helena Roerichs’ legacy and memory for inspiration.

Please visit www.roerich.org to see Roerich’s wonderful paintings and learn more of this fascinating couple.
This article was published in New Dawn 99.
 

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lundi, 03 février 2020

Coomaraswamy et l’éternel péril occidental

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Coomaraswamy et l’éternel péril occidental

Les Carnets de Nicolas Bonnal

Créature instable et périlleuse, l’occident menace le monde en se menaçant lui-même. Il a tout détruit avec le capital et les bons sentiments qui vont avec. L’impérialisme américain en phase terminale mais hystérique veut exterminer russes, chinois, iraniens et sanctionner ce qui lui résiste. Les européens (petit cap de l’Asie ou de l’Amérique ?) suivent extatiques ou éteints.  En même temps l’occident s’autodétruit rageusement à coups d’oligarchie, d’écologie, de féminisme, d’antiracisme et d’humanitarisme ; il contaminera le reste du monde comme toujours.

Golem dérangé ou marionnette folle, on ne l’arrêtera pas comme cela, cet occident. Sa matrice garde son pouvoir d’attraction étrange en plein Kali-Yuga : rappelons Spengler pour qui le triomphe de l’empire romain était déjà celui du pas grand-chose sur le vide. Ceux qui applaudissent le crépuscule américain oublient que l’on navigue dans la matrice américaine – dans un marécage de signes qui aura tout noyé, traditions, culture, spiritualités.

61TKv-9h3iL.jpgOn sait ce que Guénon pensait de l’occident et de sa mission civilisatrice. On va rappeler le grand hindouiste de Ceylan Coomaraswamy (s’il voyait ce qu’on a fait de son île…) qui écrivait vers 1945 :

« Parmi les forces qui font obstacle à une synthèse culturelle ou, pour mieux dire, à une entente commune indispensable en vue d’une coopération, les plus grandes sont celles de l’ignorance et du parti pris. L’ignorance et le parti pris sont à la base de la naïve présomption d’une «mission civilisatrice». Celle-ci apparaît, aux yeux des peuples «arriérés», contre qui elle est dirigée et dont elle se propose de détruire les cultures, comme une simple impertinence et une preuve du provincialisme de l’Occident moderne. »

Mais il ne faut pas mépriser le provincialisme américain ou occidental. Car il est résilient, insatiable, protéiforme, infatigable, et il a depuis tout corrompu avec son confort et sa propagande. Coomaraswamy écrivait il y a presque un siècle… que de progrès accomplis depuis !

Et Coomaraswamy ajoute sur l’arrogance du blanc :

« A vrai dire, si l’on veut qu’il y ait sur terre un peu plus de bonne volonté, l’homme blanc devra réaliser qu’il doit vivre dans un monde peuplé en grande partie de gens de couleur (et «de couleur» signifie habituellement, pour lui, «arriéré», c’est-à-dire différent de lui-même). Et le chrétien devra réaliser qu’il vit dans un monde à majorité non chrétienne. Il faudra que chacun prenne conscience de ces faits et les accepte, sans indignation ni regret. »

Comme on sait, l’occident est aujourd’hui suffisamment civilisateur pour vouloir effacer et le reste de blancs et le reste de christianisme (le fils de Coomaraswamy lamenta le concile antichrétien de Vatican II). Coomaraswamy rappelle ce complexe de maître d’école (Chesterton parlait de crèche féministe) :

« Avant même de pouvoir songer à un gouvernement mondial, il nous faut des citoyens du monde, qui puissent rencontrer leurs concitoyens sans se sentir gênés, comme entre gentlemen, et non en soi-disant maîtres d’école rencontrant des élèves que l’on instruit «obligatoirement» même si c’est aussi «librement». Il n’y a plus place dans le monde pour la grenouille dans le puits; elle ne prétend juger les autres que par sa propre expérience et ses propres habitudes. »

Et de se montrer polémique sur les réactions à cet occident, à une époque où l’on compte sur l’islam :

« Nous avons ainsi fini par réaliser que, comme l’a dit, il y a peu, El Glaoui, le pacha de Marrakech, «le monde musulman ne veut pas de l’inimaginable monde américain ou de son incroyable style de vie. Nous (les musulmans) voulons le monde du Qoran», et il en est de même, mutatis mutandis, pour la majorité des Orientaux. Cette majorité comprend non seulement tous ceux qui sont encore «cultivés et illettrés», mais aussi une fraction, bien plus importante qu’on ne le croit, de ceux qui ont passé des années à vivre et à étudier en Occident, car c’est parmi ceux-ci qu’il est possible de trouver bon nombre des «réactionnaires» les plus convaincus. Parfois, « plus nous voyons ce qu’est la démocratie et plus nous estimons la monarchie»; plus nous voyons ce qu’est l’« égalité », et moins nous admirons «ce monstre de la croissance moderne, l’État commercialo-financier» dans lequel la majorité vit de ses « jobs», où la dignité d’une vocation ou d’une profession est réservée au très petit nombre et où, comme l’écrit Éric Gill, «d’un côté, il y a l’artiste voué uniquement à s’exprimer, de l’autre l’ouvrier privé de tout “soi” à exprimer». »

Disons-le nûment, l’idéal occidental c’est du point de vue traditionnel le degré zéro de l’humain.

Coomaraswamy ajoute qu’il est bon de résister au commerce :

6700_1425892170.jpg« M. Brailsford objecte que «les seuls obstacles à l’accroissement du commerce intérieur sur une échelle gigantesque sont la pauvreté des villages et l’autarcie qui est propre à leurs plus anciennes traditions... Il existe encore maint village, où les artisans héréditaires, qui servent pour une ration de grains ou quelques arpents de terre franche, tisseront les étoffes dont il aura besoin, forgeront ses houes et tourneront ses pots». Malheureusement, «l’accroissement du commerce intérieur sur une échelle gigantesque » n’est aucunement l’une de nos ambitions principales. Nous tenons encore (avec Philon, De Decalogo, 69) pour vérité patente que l’artisan est de valeur supérieure au produit de son métier, et nous avons conscience que c’est avant tout dans les sociétés industrielles que cette vérité est ignorée. »

Le monde traditionnel est plus « démocratique » (Bernanos et Chesterton l’ont aussi compris, à propos de notre moyen âge des communes et des cités) :

« …le gouvernement traditionnel de l'Inde est bien moins centralisé et bien moins bureaucratique que n’importe quelle forme de gouvernement connue des démocraties modernes. On pourrait même dire que les castes sont la citadelle d’un gouvernement autonome bien plus réel que ce qu’on pourrait réaliser par le décompte de millions de voix prolétaires. Dans une très large mesure, les diverses castes coïncident avec les corps de métier. »

Et de défendre le modèle corporatif (la révolution libératrice supprima comme on sait cent jours fériés et chômés en France) :

« On pourrait dire que si l’Inde ne fut pas, au sens chinois ou islamique, un pays démocratique, elle fut néanmoins la terre aux multiples démocraties, c’est-à-dire aux groupes autonomes maîtrisant pleinement toutes les questions qui sont réellement dans leur compétence, et que peut-être aucun autre pays au monde n’a été mieux formé pour l’autonomie. Mais, comme l’a dit sir George Birdwood, «sous la domination britannique en Inde, l’autorité des corporations s’est nécessairement relâchée»; la nature d’une telle «nécessité» ne supportera guère l’analyse. »

Puis Coomaraswamy décrit l’horreur économique et militariste (et humanitaire, car tout vient avec dans le paquet-cadeau occidental,le bandage avec les bombes, comme dit le capitaine Villard dans le film Apocalypse now) :

« La simple existence de ces grands agrégats prolétariens dont les membres, qui s’exploitent les uns les autres, prolifèrent dans des «capitales» - lesquelles n’ont plus aucun rapport organique avec les corps sociaux sur lesquels elles croissent, mais dépendent des  débouchés mondiaux qui doivent être créés par des «guerres de pacification» et sans cesse stimulés par la «création de nouveaux besoins» au moyen d’une publicité suggestive - est fatale aux sociétés traditionnelles les plus fortement différenciées, dans lesquelles l’individu possède un statut déterminé par sa fonction et, en aucune manière, uniquement par la richesse ou la pauvreté; leur existence ruine automatiquement l’individu dont l’« efficacité » le ravale au niveau de producteur de matières premières, destinées à être transformées dans les usines du vainqueur; et on s’en débarrasse en les vendant à bas prix aux mêmes peuples «arriérés» qui doivent accepter leur quantité annuelle de gadgets, si l’on veut que les affaires prospèrent. »

Guénon aussi perçoit à cette époque que l’orient va craquer bien aidé par les guerres dites mondiales puis par la décolonisation (voyez notre texte sur Burckhardt). 

Puis Coomaraswamy cite le fameux et si peu lu Dr Schweitzer :

« Albert Schweitzer caractérise les conséquences économiques de l’exploitation commerciale (le «commerce mondial»): «Chaque fois que le commerce du bois marche bien, une famine permanente règne dans la région de l’Ogooué.» Lorsque ainsi «le commerce élit domicile dans chaque arbre», les conséquences spirituelles sont encore plus dévastatrices; la «civilisation» peut détruire les âmes aussi bien que les corps de ceux quelle contamine. »

Malheureusement il y a les premiers convertis à la matrice (la jeunesse orientale nage et navigue dedans) :

« Bien entendu, je n’ignore pas qu’il existe une foule d’Orientaux occidentalisés qui sont tout à fait disposés et même impatients de recevoir les dona ferentes de l’industrie sans s’attarder à examiner un seul instant ces «chevaux» donnés… »

A l’époque on résiste dans le cadre de la décolonisation (dont les effets furent pervers) :

wisdom.jpg« Qu’avez-vous exactement à nous offrir, vous qui êtes si pénétrés de votre «mission civilisatrice»? N’êtes-vous point étonnés «qu’il n’y ait plus de peuple dans toute l’Asie qui ne regarde l’Europe avec crainte et soupçon», comme l’a dit Rabindranath Tagore, ou que nous redoutions la perspective d’une alliance des puissances impérialistes dont la «Charte de l’Atlantique» ne devait pas s’appliquer à l’Inde et ne s’appliquera pas à la Chine si on peut l’éviter? »

Depuis on a progressé et tout a été balayé ou presque, même quand on prétend résister au nom du monde soi-disant multipolaire. Ni la Russie ni aucun pays oriental (pauvre Corée du Nord…) ne proposent de modèle alternatif. La Chine est bien compliquée – et combien peu attirante. Quant à Cuba ou au Venezuela…

Un peu de Debord pour compléter le maître, car le monde des années 2020 (ou 1980) est certainement plus effarant que celui des années quarante, hors-zone de guerre occidentale :

« Hormis un héritage encore important, mais destiné à se réduire toujours, de livres et de bâtiments anciens, qui du reste sont de plus en plus souvent sélectionnés et mis en perspective selon les convenances du spectacle, il n’existe plus rien, dans la culture et dans la nature, qui n’ait été transformé, et pollué, selon les moyens et les intérêts de l’industrie moderne. »

Et Debord de dénoncer justement les « inconséquents » qui croient que quelque chose du monde ancien a (ou aurait pu) subsisté :

« Non seulement on fait croire aux assujettis qu’ils sont encore, pour l’essentiel, dans un monde que l’on a fait disparaître, mais les gouvernants eux-mêmes souffrent parfois de l’inconséquence de s’y croire encore par quelques côtés. »

Lucien Cerise conclura logiquement :

« Pour Baudrillard, la véritable apocalypse n’était pas la fin réelle du monde, sa fin physique, matérielle, assumée, mais son unification dans ce qu’il appelait le « mondial », ce que l’on appelle aujourd’hui le mondialisme, et qui signait la vraie fin, le simulacre ultime, le « crime parfait », c’est-à-dire la fin niant qu’elle est la fin, la fin non assumée, donnant l’illusion que ça continue. La Matrice, comme dans le film, si vous voulez. »

Sources 

Ananda K. Coomaraswamy, Les illusions de la démocratie, in suis-je le gardien de mon frère (the bugbear of literacy), Pardes.

Lucien Cerise, gouverner par le chaos

Debord – Commentaires

Jean Baudrillard – La guerre du golfe n’a pas eu lieu (Galilée)

jeudi, 30 janvier 2020

Les signes de la Fin des Temps

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Les signes de la Fin des Temps

 
 
Les principaux signes annonciateurs de la fin du monde selon diverses traditions :
 
-Dégénérescence de l'humanité, divisions et dissensions familiales
Seconde bataille de Mag Tured (vieux récit irlandais) : « Je verrai un monde qui ne me plaira pas ; été sans fleurs, vaches sans lait, femmes sans pudeur, hommes sans courage, (…), mauvais avis des vieillards, mauvais jugement des juges, chaque homme sera un traître ». Völuspa (45) : « Les frères s'entrebattront et se mettront à mort ». Ovide, Les métamorphoses (L. I) : « On vit de rapt ; l'hôte n'est pas en sécurité auprès de son hôte, ni le gendre auprès de son beau-père ; entre frères même, la bonne entente est rare. L'époux est une menace pour la vie de son épouse, l'épouse pour celle de son mari ». Vishnou-Purâna (L. VI) : « Les femmes n'obéiront pas aux maris et aux parents. Elles seront égoïstes, abjectes, désaxées, menteuses, et c'est à des dissolus qu'elles s'attacheront (…) Elles deviendront simplement un objet de satisfaction sexuelle ». Lingâ-Purâna : « On tuera les fœtus dans le ventre de leur mère ». Ibn 'Amr affirme que le prophète a dit : « L'Heure ne viendra pas avant qu'apparaissent la bassesse et la vulgarité, les liens de parenté seront rompus et le mauvais voisinage se répandra » (Hadith rapporté par Ahmad).
 
-Calamités naturelles
Matthieu (XXIV, 7) : « On verra s'élever nation contre nation, royaume contre royaume, et il y aura des pestes, des famines et des tremblements de terre en divers lieux ». Maslama Ibn Nufayl affirme que le prophète a dit : « Avant l'Heure, il y aura une épidémie sévère et après viendront les années de séismes » (Hadith rapporté par Ahmad). Vishnou-Purâna (L. IV) : « La terre ne sera respectée qu'à cause des trésors minéraux qu'elle renferme ». Ovide, Les métamorphoses (L. I) : « Les hommes ne se bornèrent point à demander à la terre ses moissons et ses fruits, ils osèrent pénétrer dans son sein; et les trésors qu'elle recelait, dans des antres voisins du Tartare, vinrent aggraver tous leurs maux. Déjà sont dans leurs mains le fer, instrument du crime, et l'or, plus pernicieux encore. La Discorde combat avec l'un et l'autre ».
 
-Régression des castes et métissage
Lactance, Institutions divines (VII, 17) : « Tout sera confus, contraire au droit divin et au droit naturel, tout sera mêlé ». Dans le célèbre « hadith de Gabriel », le prophète Mohammed cite parmi les signes de l'Heure : « Lorsque la servante engendrera sa maîtresse, et que tu verras les va-nu-pieds, les pâtres, se faire élever des constructions de plus en plus hautes ». Vishnou-Purâna (L. VI) : « Les gens du kali-yuga (l'âge sombre) prétendront ignorer les différences des races et le caractère sacré du mariage, la relation de maître à élève, l'importance des rites. Durant le kali-yuga des gens de toutes origines épouseront des filles de n'importe quelle race ». Apocalypse syriaque de Baruch (LXX, 5) : « Les sages se tairont et les fous parleront ».
 

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mardi, 14 janvier 2020

Le symbolisme du Pôle, du Nord et de l'Hyperborée

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Le symbolisme du Pôle, du Nord et de l'Hyperborée

 
Lecture de mon article "Le symbolisme du Pôle et du Nord" concernant le mythe universel du continent nordique primordial d'une nature tant physique que spirituelle.
 
 

jeudi, 28 novembre 2019

Chroniques d'une fin de cycle : Les enfers parodisiaques

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L'anthologie des écrits de Pierre-Emile Blairon aux éditions du Lore !

Chroniques d'une fin de cycle : Les enfers parodisiaques

Pour toute commande: http://www.ladiffusiondulore.fr/home/781-chroniques-d-une-fin-de-cycle-les-enfers-parodisiaques.html

PEB-portrait.jpgDans le monde d’avant 1968, point de photographie du Président de la République française enlacé par deux jeunes hommes noirs, torses nus ; encore moins de plug anal géant défigurant la très distinguée place Vendôme à Paris. Et s’il n’y avait que cela…

Par quel « sortilège » de telles aberrations se présentent-elles comme banalités quotidiennes aux yeux d’une population aveuglée, presque éteinte ? Notre antique Kalos kagathos (le beau pour le bien) aurait-il été remplacé par « le laid pour le mal » ?

Les êtres différenciés observent que leurs familles, collègues de travail, voisins, semblent avoir perdu tout bon sens. Nous soustraire à ce processus de lobotomisation générale, telle est l’ambition à laquelle aspire l’auteur.

Vivre dans ce monde tout en n’étant pas de ce monde : c’est ainsi que Pierre-Emile Blairon propose au lecteur quelques clefs afin de comprendre le fonctionnement de l’ennemi.

Un ouvrage efficient à l’heure où sida mental et cancer moral semblent s’imposer.

L’auteur :

Né en 1948, Pierre-Emile Blairon réside près d’Aix-en-Provence.

HYPER003.jpgIl partage ses activités littéraires entre deux passions :

 - Les spiritualités traditionnelles : il anime la revue Hyperborée qui se consacre à l’histoire spirituelle de l’Europe et à son devenir. Son livre La Roue et le sablier résume la vue-du-monde de l’auteur et des collaborateurs de la revue.

 - La Provence : il anime la revue Grande Provence, a écrit plusieurs ouvrages sur la Provence secrète : La Dame en signe blanc, Le Guide Secret d’Aix-en-Provence, Le Guide Secret de la Côte d’Azur et deux biographies sur deux grands Provençaux : Jean Giono et Nostradamus.

SOMMAIRE

 Introduction

Chapitre I : Origines

-          Les solstices

-          Nos ancêtres ? Rien n’a changé, ce sont toujours les Gaulois !

-          Spiritualité païenne

Chapitre II : L’Algérie

-          Algérie française : la France doit être fière de l’œuvre accomplie !

-          1962 : l’abandon de l’Algérie ouvrait la porte au déferlement des populations africaines sur l’Europe

Chapitre III : La Provence

-          Nostradamus, le messager des dieux

-          De l’Avent à Caramentran

-          Provence et Tradition, entretien avec Thierry Durolle

-          Pour une « Grande Provence »

-          Homo festivus sur le cours Mirabeau

Chapitre IV : Chevaucher le tigre

-          Légitime défense et défense immunitaire : tout peuple qui se renie disparaît

-          La police de la pensée dans l’affaire Piquemal

-          Vergogna à tè chì vendi a terra !

-          17 novembre : fronde des automobilistes ou nouvelle Révolution française ?

-          Gilets jaunes : jacquerie française ou révolution planétaire ?

-          Guillaume Faye : un météore de la pensée vient de s’éteindre

Chapitre V : La décomposition

-          La République est-elle une valeur française ?

-          Aide aux « migrants » : compassion ou collaboration ?

-          Passeurs de clandestins : la mafia en cause

-          Voulez-vous manger des cafards ?

-          Signes religieux distinctifs : la kippa et… la mini-jupe

-          Le système à remplacer Dieu

-          Made for sharing : qui « partage » encore le respect de la langue française ?

-          La Morsure des dieux : le mariage de la terre et du ciel

-          La bicyclette est-elle une tradition française ?

-          Les mots qui font peur

-          Le problème des expulsions : une honte française

-          Villages à vendre

-          Architecture contemporaine : le triomphe de la vanité

-          Non, M. Wauquier, la république n’est pas la France !

-          Les nouveaux gladiateurs et l’hymne républicain Les manipulateurs sont au pouvoir

-          This is the end… : Fête de la musique 2018 à l’Élysée

-          La mode : les manipulations physiques de la subversion mondiale

-          L’art de la provocation

-          Les piétons sont-ils des Gaulois réfractaires ?

-          La disparition programmée de la langue française

-          Policiers et paysans : pourquoi se suicident-ils ?

Chapitre VI : Le nouveau cycle

-          Condition animale entre éco et égo, quelle est la responsabilité des humains ?

mercredi, 27 novembre 2019

Guénon, Saint-Point, and Agarttha

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Guénon, Saint-Point, and Agarttha
 
Ex: https://traditionalistblog.blogspot.com
 
A new collection in French casts light on the life of Valentine de Saint-Point (1875-1953), best known for the first part of her life as poet and novelist, Futurist and feminist, but also a convert to Islam (as Rawhiya Nour Eddine) and friend of René Guénon in Cairo. It is Valentine de Saint-Point. Des feux de l'avant-garde à l'appel de l'Orient (Valentine de Saint-Point: From the Fires of the Avant-garde to the Call of the Orient), edited by Paul-André Claudel and Élodie Gaden, and published by the Presses Universitaires de Rennes (2019) at €28.

The book consists of seven sections: artistic beginnings, artistic experiments, “Latin Sisters: Artistic and Theoretical Dialog with Italy,” feminism, politics, influences, and inheritance. Most of these deal with the avant-garde. The call of the Orient is dealt with primarily in the section on politics, in which three of four chapters cover the last three decades of Saint-Point’s life, spent in Cairo, and her Islam. They are by Frédérique Poissonier, Daniel Lançon, and Alessandra Marchi. Poissonier looks primarily at French diplomatic correspondence relating to the attempted expulsion from Egypt of Saint-Point for conducting Bolshevik propaganda, Lançon looks most importantly at Saint-Point’s short-lived Egyptian journal, Le Phœnix. Revue de la renaissance orientale (The Phoenix: Review of the Oriental Renaissance), and Marchi looks at Saint-Point’s conversion to Islam, which she compares to that of an Italian contemporary of Saint-Point, the Italian anarchist (and friend of Benito Mussolini) Leda Rafanelli (1880-1971).

The main source for the relationship between Guénon and Saint-Point is Saint-Point herself, writing in the newspaper L’Egypte nouvelle in 1952, on the first anniversary of Guénon’s death. She had been forewarned of Guénon’s arrival in Cairo, she wrote, and during the years before Guénon’s marriage in 1934 he had visited her weekly, and they spent many hours together. She was not, however, a disciple of his, having made her own study of religions and esotericism before she met him. His work contributed some details to her understanding that were interesting, but “not indispensable.”

One writer who seems to have been more indispensable for Saint-Point was an earlier French esotericist, Alexandre Saint-Yves d’Alveydre (1842-1909), who was also appreciated by Guénon. This, and the fact that the circles Saint-Point had inhabited in Europe connected with those that Guénon had inhabited, probably explains the close relationship between Saint-Point and Guénon.

Saint-Yves was best known for a political system, “synarchy,” that he proposed as an alternative to anarchy. He was also known for his description of Agarttha, a subterranean synarchical utopia located somewhere in Asia, probably in India. Agarttha was described in Saint-Yves’ Mission de l'Inde en Europe, mission de l'Europe en Asie. La question du Mahatma et sa solution (India's mission in Europe, Europe's Mission in Asia: The Question of the Mahatma and its Solution), written in 1886 but withdrawn from the press and then not published until after Saint-Yves’ death, in 1910. Its final publication was the work of Papus (Gérard Encausse, 1865-1916), the founder of the Martinist Order, to which Guénon had once belonged. Encausse had acquired Saint-Yves’ papers.

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Mission de l'Inde does not deal directly with the question of the Mahatma, which may have been added as a subtitle by Papus to improve sales. This question was raised by the Theosophist Helena Blavatsky (1831-91), who claimed to be in receipt of communications from enlightened adepts known as Mahatmas. It was never made clear who these Mahatmas were. Saint-Yves’ book suggests an answer: they were inhabitants of Agarttha, initiates who guarded the ancient, esoteric Tradition (given a capital T by Saint-Yves).

Guénon addressed the issue of Agarttha (now generally spelled Agartha) in Le roi du monde (The King of the World, 1927), treating accounts of it primarily as myth, and comparing them to other, similar myths. It seems, however, that he did on balance accept that Agarttha, or something like it, actually existed. So did Saint-Point, who wrote of Sufism as “anterior to Islam” and as connected to Agarttha. Guénon, of course, also saw Sufism as a repository of ancient, esoteric Tradition, though he would not necessarily have drawn a connection through Agarttha.

Saint-Point and Guénon agreed on a number of other points, too. Both valued Oriental civilization over Western civilization, which both condemned, and both were French converts to Islam. Again, there were differences, however. Saint-Point’s commitment to the Orient was political and activist, unlike Guénon’s. This was the motivation for her journal and the cause of her political difficulties, resolved only through the personal intervention of the French foreign minister, Aristide Briand (1862-1932), who knew Saint-Point’s ex-husband, Charles Dumont (1867-1939), a member of the French Senate who was twice minister of finance. Briand knew that Saint-Point was not a Bolshevik. Her anti-colonial agitation was probably inspired by Theosophy.

Saint-Point’s Islam was also different from Guénon’s. She admired Abd al-Aziz ibn Saud (1875-1953), the founder of the Kingdom of Saudi Arabia, who she saw as a “young patriot” who was “returning Muslimism [Musulmanisme] to its origins, to the Spirit.” She evidently knew little of Ibn Saud’s Wahhabism, and he probably appealed to her romantic view of Islam as “the religion of silence, the Voice that speaks in the desert, the poetry of horizons framed by the sands.”

Those who are interested in Agarttha and do not read French may refer to the English translation of Mission de l'Inde, as The Kingdom of Agarttha: A Journey into the Hollow Earth (Inner Traditions, 2008, $14.95), with an excellent introduction by Joscelyn Godwin which is recommended even to those who do read French.

[This post has been edited to remove a quotation incorrectly attributed to Saint-Point that was actually from Rafanelli.]

vendredi, 22 novembre 2019

Hagakure, ou comment affronter des temps misérables

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Lire, méditer, pratiquer – et survivre. Hagakure, ou comment affronter des temps misérables

par Nicolas Bonnal
Ex: https://nicolasbonnal.wordpress.com

Hagakure, ou comment supporter des temps misérables

hagakure1.jpgJocho Yamamoto a « écrit » le traité Hagakure au début du siècle des Lumières, quand la crise européenne bat son plein. On passe en trente ans de Bossuet à Voltaire, comme a dit Paul Hazard, et cette descente cyclique est universelle, frappant France, Indes, catholicisme, Japon. J’ai beaucoup expliqué cette époque : retrouvez mes textes sur Voltaire ou sur Swift et la fin du christianisme (déjà…). Le monde moderne va se mettre en place. Mais c’est ce japonais qui alors a le mieux, à ma connaissance, décrit cette chute qui allait nous mener où nous en sommes. On pourra lire mes pages sur les 47 rônins (que bafoue Yamamoto !) dans un de mes livres sur le cinéma. Le Japon, comme dit notre génial Kojève, vit en effet une première Fin de l’Histoire avec cette introduction du shogunat et ce déclin des samouraïs, qui n’incarnèrent pas toujours  une époque marrante comme on sait non plus. Voyez les films de Kobayashi, Kurosawa, Mizoguchi et surtout de mon préféré et oublié Iroshi Inagaki.

Comment supporter notre temps alors ? Voyons Yamamoto.

Les hommes deviennent (ou sont invités à devenir) des femmes ? Eh bien pour Yamamoto aussi, déjà :

« Lorsque j’essaie d’appliquer à mes patients mâles les soins prévus à leur intention, je n’obtiens aucun résultat. Le monde est, en effet, en train d’aborder une période de dégénérescence ; les hommes perdent leur virilité et ressemblent de plus en plus aux femmes. C’est une conviction inébranlable que j’ai acquise au cours de mon expérience personnelle et que j’ai décidé de ne pas ébruiter. Depuis, n’oubliant jamais cette réflexion, quand je regarde les hommes d’aujourd’hui, je me dis : « Tiens, Tiens, voilà un pouls féminin ». Je ne rencontre pratiquement jamais ce que je nomme un homme véritable. »

On est déjà dans la dévirilisation moderne. Pensez aux courtisans poudrés et étriqués de nos rois-sommeil. Hagakure :

« C’est d’ailleurs pour cette raison qu’il est possible, de nos jours, d’exceller et d’accéder à une position importante avec un moindre effort. Les hommes deviennent lâches et faibles, la preuve en est que rares sont ceux qui ont, aujourd’hui, l’expérience d’avoir tranché la tête d’un criminel aux mains liées derrière le dos. Quand il leur est demandé d’être l’assistant de celui qui va se suicider rituellement, la plupart considèrent qu’il est plus habile de se défiler et invoquent des excuses plus ou moins valables. Il y a seulement quarante ou cinquante ans, on considérait la blessure dans un combat comme une marque de virilité. Une cuisse sans cicatrice était un signe tellement rédhibitoire de manque d’expérience que personne n’aurait osé la montrer telle quelle, préférant plutôt s’infliger une blessure volontaire. « 

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Le maître ajoute :

« On attendait des hommes qu’ils aient le sang bouillant et soient impétueux. Aujourd’hui, l’impétuosité est considérée comme une ineptie. Les hommes de nos jours utilisent l’impétuosité de leur langue pour fuir leurs responsabilités et ne faire aucun effort.  J’aimerais que les jeunes gens réfléchissent sérieusement à cet état de choses. »

Il ajoute avec pessimisme :

« J’ai l’impression que les jeunes Samouraïs d’aujourd’hui se sont fixés des objectifs pitoyablement bas. Ils ont le coup d’œil furtif des détrousseurs. La plupart ne cherchent que leur intérêt personnel ou à faire étalage de leur intelligence. Même ceux qui semblent avoir l’âme sereine ne montrent qu’une façade. Cette attitude ne saurait convenir. Un Samouraï ne l’est véritablement que dans la mesure où il n’a d’autre désir que de mourir rapidement – et de devenir un pur esprit – en offrant sa vie à son maître, dans la mesure où sa préoccupation constante est le bien-être de son Daimyo à qui il rend compte, sans cesse, de la façon dont il résout les problèmes pour consolider les structures du domaine. »

hagakure2.jpgOn pourra rappeler de belles analyses sur le roi Lear. On passe au métier de roi, dans la pièce de Shakespeare comme à la cour du roi de France (dixit Macluhan bien sûr au début de sa trop oubliée galaxie). Voyez aussi le Mondain de Voltaire.

Yamamoto s’exprime parfois comme un Calderon ou un Shakespeare justement à propos de ce monde qui devient un simulacre, qui passe de l’état solide à l’état liquide :

« Il est bon de considérer le monde comme un rêve. Quand on fait un cauchemar et qu’on se réveille, on se dit que ce n’était qu’un rêve.

On dit que le monde dans lequel nous vivons n’est pas très différent d’un rêve. »

Ailleurs il se rapproche même de l’époustouflant monologue de Figaro :

« La vie humaine ne dure qu’un instant, il faut avoir la force de la vivre en faisant ce qui nous plait le plus.

Dans ce monde fugace comme un rêve, vivre dans la souffrance en ne faisant que des choses déplaisantes est pure folie. Ce principe, mal interprété, peut toutefois être nuisible, aussi ai-je décidé de ne pas l’enseigner aux jeunes gens…

J’adore le sommeil. En réponse à la situation actuelle du monde, je pense ce que j’ai de mieux à faire est de rentrer dormir chez moi. »

Et son message triste se manifeste encore plus ici :

« On ne peut changer son époque. Dès lors que les conditions de vie se dégradent régulièrement, la preuve est faite que l’on a pénétré dans la phase ultime du destin. On ne peut, en effet, être constamment au printemps ou en été, il ne peut pas non plus faire jour en permanence ; c’est pourquoi il est vain de s’entêter à changer la nature du temps présent pour retrouver les bons vieux jours du siècle dernier. L’important est d’œuvrer pour que chaque moment soit aussi agréable que possible. L’erreur de ceux qui cultivent la nostalgie du passé vient de ce qu’ils ne saisissent pas cette idée. Mais ceux qui n’ont de considération que pour l’instant présent et affectent de détester le passé font figure de gens bien superficiels. »

En France cette réaction aristocratique et pessimiste aura lieu après la Révolution et notre aplatissement impérial. C’est Alfred de Vigny qui dans sa servitude et grandeur militaire aura bien décrit et pressenti ce passage du guerrier français traditionnel au soldat-militaire moderne.

Alors je citerai l’oublié Vigny pour finir – et sa mort du loup :

« Gémir, pleurer, prier, est également lâche.

Fais énergiquement ta longue et lourde tâche

Dans la voie où le Sort a voulu t’appeler,

Puis après, comme moi, souffre et meurs sans parler. »

Sources :

http://jeanclaude.vidal1.free.fr/Hagakure.pdf

Nicolas Bonnal – Le paganisme au cinéma

http://www.dedefensa.org/article/les-47-ronins-a-la-lumie...

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mercredi, 20 novembre 2019

Alexandre DOUGUINE: Principles for Comprehending Chinese Civilization

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Principles for Comprehending Chinese Civilization

Ex: https://www.geopolitica.ru

China is recognized to be an independent and unique civilization by virtually everyone, and therefore there is no need to prove this. Rather, we are faced with attempting to reveal the structure of this civilization’s Logos and to determine as much as is possible its geosophical map both within the borders of China and beyond, as well as in its dialogue with neighboring civilizations.

Chinese culture has exercised an enormous and at times decisive influence on neighboring peoples, first and foremost on Korea, Vietnam, and Japan, all of which during certain eras held themselves to be part of Great China – not in the sense of political unity, but as indelible and organic parts of Chinese civilization and the Chinese horizon. This horizon also substantially impacted the peoples of Tibet as well as the nomads of Turan bordering China from the North. Moreover, we can encounter definite influences of the Chinese element among the peoples of Indochina and South-East Asia, such as in Cambodia, Laos, Myanmar, Thailand, Malaysia, as well as, although to a lesser extent, Indonesia and the Philippines.

On the other hand, China itself has in some cases re-translated tendencies and influences originating in other civilizations. China was heavily influenced by the peoples of Turan, who often came to form the core of the ruling elites (such as among the Xianbei, the Mongols, the Manchurians, etc).[1] In the most ancient periods of Chinese history, the Indo-European factor was significant, as the Indo-Europeans remained the main force of the Eurasian Steppe up to the first few centuries AD.[2] It is from the Indo-Europeans that the ancient Chinese borrowed the horse, the chariot, and a number of cultural forms, above all the art of war, which the Indo-Europeans of Turan had developed with priority. 

Also Indo-European in semantics and origins was Buddhism, which became widespread in China from the first to third centuries AD and came to constitute an important component of the Chinese tradition. Buddhism spread to China directly from India [3], as well as from Central Asia and the Tarim Basin, which were inhabited by Indo-European peoples. A certain role in this process was played by Tibet which, on the one hand, itself experienced Chinese influence while, on the other hand, represented a civilization in which the Indo-European vector was decisive.[4]

In studying China, we can apply our traditionally employed methodologies of civilizational analysis which have helped us to attain the level of ultimate generalizations which we have in the topography of noology.[5] If we succeed in hinting at the priorities in the noological structure of Chinese civilization, if we can approach the revelation of the main characteristics (existentials) of the Chinese Dasein, and if we can reveal just which Logos or Logoi of the three main ones is dominant in China, then we will consider our task to be fulfilled. 

The Significance of the Works of Marcel Granet: “We, Chinese” 

In unraveling the intricacies of the deeply original, unparalleled, unique Chinese culture, we will be guided by the works of an author who, from our point of view, while himself a European, nevertheless maximally profoundly delved into this culture’s structures and provided a most reliable description of it. We have in mind the French sociologist Marcel Granet (1884-1940), who devoted all of his scholarly life to studying China. Granet built his methodology along the following principles: 

  1. Western European authors studying China have all, without exception, proceeded in their interpretations from the Eurocentric positions and paradigms of Modernity, reinterpreting social relations, political ideas, philosophical terms, religious practices, and so on in their own key, and thereby constructing an artificial Chinese historial seen from the position of either a detached observer nevertheless claiming universalism and truth in the final instance, or from direct (even if unconscious) colonial attitudes. Thus, any European interpretations will certainly remain within the paradigmatic treatment of China as a “society of barbarians”, that category into which all developed (“non-savage”) civilizations qualitatively differing in their structures from the European societies of Modernity automatically fall. Thus, Eurocentric Orientalism is one-sided, biased, and unreliable.
  2. Chinese historians themselves, in reflecting on the essence and structures of their civilizations, have erected an historial founded on one or another dynastic, philosophical, ideological, or at times religious preference, which also thereby presents a one-sided and ideologized version that cannot be taken as the final truth, and which must be constantly verified and corrected. 
  3. We are left with pursuing a third way, that of immersion into Chinese civilization, its language, history, philosophy, customs, rites, art, politics, and society as a whole, attempting to identify its immanently inherent patterns on the basis of sociological and anthropological methodologies, and trying to adhere as close as possible to how the Chinese understand themselves without losing sight of the distance necessary for correcting social self-consciousness (the collective consciousness a la Durkheim) with regards to the general process of its historical changes and dynastic, religious, and geographical versions and alternatives. 

Marcel Granet’s method applied towards China is in many respects similar to that of Henry Corbin (1903-1978) in his deep study of Iranian and Irano-Islamic civilization, a methodology which Corbin himself called the “phenomenology of religion.”[6] It is impossible to correctly describe a society’s self-consciousness if it is deliberately held that everything in which they themselves believe is “ignorant prejudice” or “empty chimeras.” Yet China can be understood only upon taking the position of the Chinese, agreeing to consciously trust how they see the world and just which world they constitute with their view. Just as Corbin said in his study of Iranian Shiism “We, Shiites”, Marcel Granet could well say of himself “We, Chinese” without any intention of irreversible altering his identity from being European to Chinese. In studying Chinese identity, European (or in our case Russian) identity ought, temporarily and in accordance with quite specific anthropological and sociological methodologies, be forgotten, so as to later (insofar as one desires) return to such, being enriched with radically new and previously inconceivable civilizational and even existential experience. 

In his approach, Marcel Granet combined the holistic sociology of the Durkheim school and the methodologies of the “annals school”, which resulted in the conceptualization of society as a whole phenomenon and the treatment of the changes in society’s structure over the course of long historical periods not as differing, strictly discontinuous periods, with which conventional historical chronicles usually operate, but as processes of continuous and gradual mutations. The foundations of this methodology were substantiated in detail by Fernand Braudel with his famous concept of the “long durée.”[7] Granet devoted a number of fundamental works to China, namely: The Ancient Festivals and Songs of ChinaThe Religion of the ChineseThe Dances and Legends of Ancient ChinaSociological Studies on China, and his two generalizing and most important works, Chinese Civilization and Chinese Thought.[8-13]

Georges-Albert de Pourvourville and the Traditionalists 

In addition to Granet, a substantial contribution to the comprehension of Chinese civilization has been supplied by Georges-Albert Puyou de Pourvourville (1862-1939), who wrote under the name Matgioi and studied Chinese civilization from within, spending many years in China. Pourvourville-Matgioi was initiated into the Taoist tradition by a Chinese teacher and passed on his acquired knowledge in his works on Chinese metaphysics, The Rational Way and The Metaphysical Way, in his books The Middle Empire and The China of the Learned, and in his translations of Lao Tzu’s Tao Te Ching and Quangdzu’s The Spirit of the Yellow Race.[14-19] Another outstanding Traditionalist, Julius Evola (1898-1974), subsequently translated the Tao Te Ching into Italian.[20]

Pourvourville formulated his aim in the following words:

“I shall try to reveal to the Western twentieth century this treasure, hidden for five thousand years and unknown even to some of its keepers. But first I wish to establish the main features of this tradition, by virtue of which it is the first and, as follows, the true Tradition, and to mainly determine, by way of the tangible evidence accessible to man which this tradition’s authors have left us, how the relics of this tradition date back to the era when in the forests covering Europe and even the West of Asia wolves and bears were nearly no different from people who, clothed like them in skins, devoured coarse flesh.”[21]

Matgioi thus emphasized that he believed the Chinese tradition to be the most ancient and primordial (similar to how other Traditionalists, such as Guénon and Coomaraswamy, saw the Primordial Tradition in Hinduism). At the same time, Pourvourville-Matgioi did not simply try to prove that the Chinese tradition is comparable to the European but, as can be seen in the preceding passage, he was convinced that in all of its completeness, depth, and antiquity, it was superior to European culture as a whole, not to mention the European culture of Modernity, which Traditionalists univocally regard as degenerate and in decline. 

Pourvourville was close to René Guénon (1886-1951), the founder of European Traditionalism, and was one of Guenon’s main sources of acquaintance with the Chinese tradition. Guénon himself devoted a fundamental work, The Great Triad, to Chinese metaphysics, and therein largely relied on the ideas of Matgioi.[22] Matgioi and Guénon’s works are important in that they approach Chinese metaphysics from within, accepting the religious point of view of the Taoist tradition to the extent that such is accessible to people of European culture. Further important accounts of the Chinese spiritual tradition are contained in the works of the historian of religions and author close to Traditionalism, Mircea Eliade (1907-1986), particularly his work Asian Alchemy,  a considerable portion of which is devoted to the Chinese tradition.[23]

The Han Horizon: The People of the Milky Way

As is the case with any people, in examining the Chinese it is difficult to definitively determine just which layer of identity, which is necessarily multilayered and dialectically changing in its proportions over time, ought to be taken as our point of reference. Without a doubt, we are dealing with a civilization, and this means with a formalized and reflexive Logos embodied in philosophy, tradition, culture, politics, and art. In antiquity Chinese civilization achieved full disclosure, that is to say the Ausdruck stage in Leo Frobenius’ terminology. We can study this Logos, analyze and comment on it by studying and systematizing its elements and layers. In and of itself, this is already an extremely complex task, as Chinese civilization has gone through multiple principal phases entailing qualitative semantic shifts and, as follows, substantial adjustments have been ingrained into the fundamental paradigm of the Chinese Logos. 

As we have shown in the volume of Noomakhia dedicated to Geosophy, the Logos of Civilization represents the highest layer of civilizational formation, from the “sowing” of the principal vertical Logoi (of Apollo, Dionysus, and Cybele) to its yields and crops in the form of culture. The Logos is the final stage when the yields of culture are harvested over the final stage of the agrarian cycle. At the base of civilization lies a cultural or existential horizon, or Dasein (in this case the Chinese Dasein). The latter precedes the formation of civilization, but is at the same time its semantic foundation. Dasein, as an existentially understood people, as an existing people (whose existing presupposes history, i.e., time) also presupposes Logological structures on which it is founded. [24-25] Therefore, we must study Chinese civilization by constantly taking into account the existential foundations on which it has been erected. 

Yet in order to correctly examine and interpret the Chinese historial, i.e., the forms of the historical being of this people, it is necessary to discern the main horizon to act as the semantic axis taken as the point of reference. This always requires a choice, insofar as every horizon is complex, composite and is co-participated in simultaneously by multiple sub-horizons or layers with often differing noological orientations and trajectories. Thus, from the very outset, we must make a choice and recognize as the main existential core one Dasein which will be the “subject” of this historial. In the case of the Chinese horizon, the Han should be considered this axis as the people embodying the Chinese Logos that built this civilization, this Empire, and its special Chinese world. 

The Han people emerged as a self-designation only with the Han Dynasty from 206-220 BC, which replaced the short-lived Qin Dynasty, when the unification of Chinese territories was accomplished. The name “Han” (Chinese: ) literally means “Milky Way”, which points towards the symbolic connection between Han identity, the sky, and cyclical movement.[26] In the Qin and Han eras, different tribes inhabiting the territory China and belonging predominantly to the Sino-Tibetan language group began to recognize their unity – culturally, historically, religiously, and so on. It is also evident that a certain unity of tradition was necessarily characteristic of even earlier forms of tribal associations, such as in the Zhou and more ancient periods, memory of which was imprinted in myths and legends. In any case, it is the Han people that ought to be taken, in a broad sense, as the foundational pole of the Chinese historial. We can define the earlier stages of the Han historial as proto-Han, after which Han identity later began to spread to neighboring horizons both within China and beyond, thereby including in the composition of its Dasein other ethnic and cultural groups. Yet at all of these stages, we are dealing with a semantic whole that is predominant and dominant in the space of Chinese history and Chinese geography. The Han Chinese are the subject of Chinese civilization, and they can be regarded as the main bearers of the resulting Logos, whose noological nature we are tasked with discerning over the course of our study. 

Therefore, the phenomenological formula by which we shall be guided should be clarified: moving from “We, Chinese” to “We, Han” reflects our intention to be in solidarity with the Han Dasein in the reconstruction of the Chinese historial and to look through its eyes at the history, mythology, politics, and religion of China.

Footnotes:

[1] Alexander Dugin, Noomakhia: The Horizons and Civilizations of Eurasia – The Indo-European Legacy and the Traces of the Great Mother (Moscow: Academic Project, 2017)

[2] Alexander Dugin, Noomakhia: The Logos of Turan – The Indo-European Ideology of the Verticle (Moscow: Academic Project, 2017)

[3] Alexander Dugin, Noomakhia: Great India – Civilization of the Absolute (Moscow: Academic Project, 2017)

[4] Dugin, Noomakhia: The Horizons and Civilizations of Eurasia

[5] Alexander Dugin, Noomakhia: Geosophy – Horizons and Civilizations (Moscow: Academic Project, 2017).

[6] Ibid. See also: Alexander Dugin, Noomakhia – Wars of the Mind: The Iranian Logos: The War of Light and the Culture of Awaiting  (Moscow: Academic Project, 2016)

[7] Braudel F. Écrits sur l’histoire. Paris: Arthaud, 1990. See also: Alexander Dugin, Noomakhia: Geosophy

[8] Granet М. Fêtes et chansons anciennes de la Chine. Paris: Albin Michel, 1982.

[9] Granet M. La Religion des Chinois. Paris: Albin Michel, 2010.

[10] Granet M. Danses et légendes de la Chine ancienne. Paris: Les Presses universitaires de France, 2010.

[11]Granet M. Études sociologiques sur la Chine. Paris Les Presses universitaires de France, 1953.

[12] Granet M. Китайская цивилизация. Moscow: Algoritm, 2008.

[13] Granet M. Китайская мысль от Конфуция до Лао-цзы. Moscow: Algoritm, 2008.

[14] Matgioi. La Voie Rationnelle. Paris: Les Éditions Traditionnelles, 2003.

[15] Matgioi. La Voie Métaphysique. Paris: Les Éditions Traditionnelles, 1991

[16] Matgioi. L’Empire du Milieu. Paris: Schlercher frère, 1900.

[17] Matgioi. La Chine des Lettrés. Paris: Librairie Hermétique, 1910.

[18] Le Tao de Laotseu, traduit du chinois par Matgioi. Milano: Arché, 2004.

[19] L’esprit des races jaunes. Le Traité des Influences errantes de Quangdzu, traduit du chinois par Matgioi. Paris: Bibliothèque de la Haute Science, 1896.

[20] Evola J. Tao te Ching di Lao-tze. Roma: Edizioni Mediterranee, 1997. Другие тексты Эволы о даосизме собраны в небольшой брошюре «Даосизм»; Evola J. Taoism. Roma: Fondazione Julius Evola, 1988.

[21] MatgioiМетафизический путь, p. 41 —42.

[22] Guénon R. La Grande Triade. Paris: Gallimard, 1957.

[23] Eliade М. Азиатская алхимия. М.: Янус-К, 1998.

[24] Dugin, Noomakhia: Geosophy – Horizons and Civilizations 

[25] Dugin А.G. Мартин Хайдеггер. Последний Бог [Martin Heidegger: The Last God]. Мoscow: Academic Project, 2015.

[26] It is also possible that the name of the Han Dynasty was derived from the river Hanshui or Han River which runs through Central China. 

Translator: Jafe Arnold

Chapter 1 of Noomakhia – The Yellow Dragon: The Civilizations of the Far East (Moscow: Academic Project, 2018)

mercredi, 30 octobre 2019

Victor Hugo et le mouvement de l’Histoire. Lecture d’un chapitre de Notre-Dame de Paris

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Victor Hugo et le mouvement de l’Histoire. Lecture d’un chapitre de Notre-Dame de Paris

par Daniel COLOGNE

Les réflexions qui suivent sont inspirées par le chapitre II du livre cinquième du célèbre roman hugolien. Victor Hugo (1802 – 1885) parsème son récit de quelques chapitres qui relèvent de la philosophie de l’Histoire, de la conception architecturale ou de la vision imaginaire du Paris médiéval (voir notamment le livre troisième). Car le roman se passe en 1482, date faisant partie intégrante du titre, millésime ravalé au rang de sous-titre ou carrément occulté au fil des innombrables éditions, adaptations cinématographiques ou conversions en comédies musicales.

Adrien Goetz, préfacier de l’édition 2009 chez Gallimard (coll. « Folio classique »), a le mérite de réhabiliter cette année 1482 sans insister sur sa proximité avec 1476 – 1477 : défaites de Charles le Téméraire à Grandson et Morat, sa mort à Nancy, extinction des derniers feux de ce que Julius Evola appelle « l’âme de la chevalerie », tandis que pointe comme une improbable aurore le pragmatisme calculateur de Louis XI. Nonobstant une importante réserve que je formulerai en conclusion, je trouve la préface d’Adrien Goetz remarquable et je m’incline devant l’étonnante érudition des 180 pages de notes de Benedikte Andersson.

Le volume contient aussi d’intéressantes annexes où l’on découvre sans surprise un Victor Hugo admirateur de Walter Scott, en face duquel Restif de la Bretonne fait piètre figure en apportant « sa hottée de plâtres » au grand édifice de la littérature européenne. Pourtant, Victor Hugo cite rarement ceux qu’il juge responsable du déclin des lettres françaises. Il ne fait qu’égratigner Voltaire, vitupère globalement les récits trop classiques dans des pages critiques où peuvent se reconnaître pour cibles l’Abbé Prévost, Madame de La Fayette, voire le Diderot de Jacques le Fataliste. Pour qui sait lire entre les lignes et connaît quelque peu la production littéraire du siècle des prétendues « Lumières », les considérations désabusées sur le roman épistolaire ne peuvent viser que Choderlos de Laclos et ses Liaisons dangereuses. Mais le chapitre II du livre cinquième vaut surtout par sa profondeur historique et une véritable théorie des trois âges de l’humanité que Victor Hugo nous invite à méditer avec une maîtrise stylistique et une organisation du savoir assez époustouflantes chez un jeune homme de 29 ans (Notre-Dame de Paris 1482 paraît en 1831).

hugovndp.jpg« Quand la mémoire des premières races se sentit surchargée, quand le bagage des souvenirs du genre humain devint si lourd et si confus que la parole, nue et volante, risqua d’en perdre en chemin, on les transcrivit sur le sol de la façon la plus visible, la plus durable et la plus naturelle à la fois. On scella chaque tradition sous un monument. » Ainsi Victor Hugo évoque-t-il le premier passage d’une ère d’oralité à un âge où l’architecture devient « le grand livre de l’humanité ». Souvenons-nous cependant de la parole biblique concernant la pierre que les bâtisseurs ont écartée et qui est justement la pierre d’angle. Le risque de « perdre en chemin » un élément essentiel deviendrait-il réalité dès que s’élèvent les premiers menhirs celtiques que l’on retrouve « dans la Sibérie d’Asie » ou « les pampas d’Amérique » ?

Toute tradition devant contenir une part de trahison (le latin tradition a donné le français traître), l’âge architectural serait alors le monde de la Tradition proprement dite, déjà synonyme de déclin par rapport aux temps originels et primordiaux, illuminés par la prodigieuse mémoire des « premières races ». Depuis « l’immense entassement de Karnac […] jusqu’au XVe siècle de l’ère chrétienne inclusivement », l’architecture est le mode d’expression dominant. Il ne faut pas pour autant tenir pour négligeable les autres fleurons artistiques et littéraires qui s’échelonnent tout au long de cette période plurimillénaire : les épopées et tragédies, l’Odyssée, l’Énéide et la Divine Comédie, dont on a pu écrire dans Éléments (n° 179, p. 68), qu’elles sont les trois piliers de la culture européenne. À plus forte raison, Victor Hugo mentionne les vénérables textes sacrés, et notamment le Mahabharata, dont l’auteur légendaire Vyasa « est touffu, étrange, impénétrable comme une pagode ».

Dans la Chrétienté médiévale, le style des édifices religieux romans est analogue à celui de l’architecture hindoue. La « mystérieuse architecture romane » est « sœur des maçonneries théocratiques de l’Égypte et de l’Inde », écrit Hugo. C’est une architecture de caste, où l’on ne voit que le détenteur de l’autorité sacerdotale. « On y sent partout l’autorité, l’unité, l’impénétrable, l’absolu, Grégoire VII; partout le prêtre, jamais l’homme; partout la caste, jamais le peuple. » « Qu’il s’appelle brahmane, mage ou pape, dans les maçonneries hindoue, égyptienne ou romane, on sent toujours le prêtre, rien que le prêtre. Il n’en est pas de même dans les architectures de peuple. »

Le style gothique est, selon Hugo, une « architecture de peuple ». Il assure la transition entre le Moyen Âge et les Temps modernes. Ceux-ci débutent avec l’invention de l’imprimerie. Avant de revenir en détail sur la vision hugolienne de la période gothique – passage du chapitre qui me semble le plus contestable -, brossons rapidement le tableau d’une modernité où la littérature devient l’art dominant, mais où les autres arts s’émancipent de la tutelle architecturale. « La sculpture devient statutaire, l’imagerie devient peinture, le canon devient musique. » L’architecture « se dessèche peu à peu, s’atrophie et se dénude ». Mais la littérature l’accompagne rapidement dans son déclin, hormis « la fête d’un grand siècle littéraire », qui est celui de Louis XIV et qui éclipse injustement Montaigne, Rabelais et la Pléiade.

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L’objectif du romantisme est la résurrection simultanée de l’architecture et des lettres, ainsi qu’en témoigne l’engagement de Victor Hugo depuis la Bataille d’Hernani jusqu’à la mobilisation de son ami Viollet–le-Duc pour restaurer la cathédrale parisienne et l’Hôtel de Ville de Bruxelles. Achevé en 1445 sous le duc de Bourgogne Philippe le Bon, père de Charles le Téméraire, l’Hôtel de ville de Bruxelles est encore de style gothique et Victor Hugo saisit très bien le mouvement créatif qui s’étend de l’architecture religieuse à l’architecture civile en traversant les trois ordres dont Georges Duby démontre magistralement qu’ils constituent les fondements de l’imaginaire médiéval. « L’hiéroglyphe déserte la cathédrale et s’en va blasonner le donjon pour faire un prestige à la féodalité. » Mais il s’en va également orner les édifices qui font la fierté de la commune qui perce sous la seigneurie tout comme « la seigneurie perce sous le sacerdoce ».

Dans l’acception hugolienne du terme, le peuple apparaît comme l’opposition solidaire de toutes les couches sociales dominées contre la caste dominante, en l’occurrence le sacerdoce. Ce type d’antagonisme peut approximativement s’observer au cours de l’histoire des Pays-Bas espagnols. Plus encore que l’Église catholique, l’oppresseur est alors une forme de durcissement politico-religieux incarné par Philippe II et ses gouverneurs au premier rang desquels le sinistre duc d’Albe. La toile de Breughel intitulée Les Mendiants symbolise la solidarité de toutes les strates de la population des Pays-Bas contre la tyrannie hispano-chrétienne. Ce sont deux aristocrates, les comtes d’Egmont et de Hornes, qui prennent l’initiative de l’insurrection et qui sont décapités juste en face de l’Hôtel de Ville, devant le bâtiment qui abrite aujourd’hui le musée vestimentaire de Manneken-Pis !

Aux voyageurs désireux de découvrir ce patrimoine européen septentrional au rythme du flâneur dont Ghelderode fait l’éloge, et non dans la précipitation propre au tourisme de masse (voir l’éditorial d’Alain de Benoist dans la livraison d’Éléments déjà citée), je conseille de s’attarder au square du petit-Sablon, dont l’entrée est gardée par l’imposante statue d’Egmont et de Hornes, « populistes » ante litteram. Dans la lutte actuelle entre « populistes » et « mondialistes », les premiers peuvent-ils encore compter sur le Gotha et sur l’Église ? Car la caste dominante n’est plus le sacerdoce, mais une « hyper-classe mondialiste (Pierre Le Vigan) », une coterie de capitalistes revenus à leurs fondamentaux, à l’individualisme hors-sol et au déplacement massif de populations coupées de leurs origines, depuis la traite des Noirs jusqu’aux migrants d’aujourd’hui en passant par le regroupement familial des années 1970 transformant une immigration de travail en immigration de peuplement. Les déclarations pontificales et l’attitude des dernières monarchies européennes dévoilent plutôt une position favorable au mondialisme. Tout ceci ne nous éloigne de Victor Hugo qu’en apparence. Hugo est aussi « populiste » avant l’heure en attribuant au « peuple » une créativité, un peu comme Barrès l’accorde au « visiteur de la prairie », à la différence près que le rôle de la « Chapelle » barrésienne est d’orienter les élans et les rêves vers des fins spirituelles supérieures.

Chez Hugo, la créativité populaire, dont témoigne le foisonnement du style gothique, est magnifiée comme une sorte de préfiguration de la libre pensée. Hugo relève à juste titre que l’architecture gothique incorpore des éléments parfois « hostiles à l’Église ». Ce n’est pas à l’astrologie qu’il pense alors qu’il semble bien connaître la cathédrale de Strasbourg à laquelle on a consacré un livre entier décrivant ses innombrables figurations zodiacales.

L’hostilité à l’Église dans certains thèmes gothiques n’est pas une offensive anti-cléricale par le bas (catagogique, dirait Julius Evola), comparable à la critique pré-moderne qui va culminer chez un Voltaire dans ses imprécations contre « l’Infâme », mais l’affirmation d’un imperium supérieur à l’Église (dépassement anagogique, par le haut, de la théocratie pontificale). Julius Evola associe cette idée impériale gibeline au mystère du Graal dont Victor Hugo ne souffle mot et qui est pourtant contemporain de la naissance du style gothique. En effet, c’est entre le dernier quart du XIIe siècle et le premier quart du XIIIe siècle que prolifèrent les récits du cycle du Graal, comme s’ils obéissaient à une sorte de directive occulte, à un mot d’ordre destiné à la caste guerrière visant à la sublimer en une chevalerie en quête d’un élément essentiel perdu.

Round_Table._Graal_(15th_century).jpgLe thème du Graal est l’équivalent païen, au sens noble du terme, de la pierre d’angle biblique rejetée par les bâtisseurs. Énigmatique demeure à mes yeux cette phrase de René Guénon : « Le Graal ne peut être qu’un zodiaque. » Mais je suis convaincu que, pour déchirer le voile qui recouvre le mystère des origines, pour retrouver ce « grain d’or » dont parle l’astronome Kepler (1571 – 1630), il faut emprunter la voie de l’astrologie, domaine impensé de notre mouvance intellectuelle (du moins à ma connaissance), art antique vénérable raillé par La Fontaine et Voltaire, discipline dévoyée depuis quatre siècles, hormis quelques soubresauts : le marquis de Boulainvilliers (1658 – 1722), une école française aux alentours de 1900 (Caslant, Choisnard, Boudineau), une école belge (avec Gustave-Lambert Brahy comme figure de proue), les travaux plus récents de Gauquelin et Barbault (tous deux nés en 1920). Si le Graal est un vase, ce n’est pas exclusivement parce que Joseph d’Arimathie y a recueilli le sang de Jésus crucifié, mais c’est, par-delà sa dérivation chrétienne, par son identification plus générale à un récipient recueillant la pluie des influences cosmiques. Cet élargissement de la signification du Graal s’inscrit, soit dans la « Préhistoire partagée (Raphaël Nicolle) » des peuples indo-européens, soit dans une proto-histoire plus ample, ainsi qu’en témoigne le rapprochement d’Hugo entre les pierres levées d’Europe occidentale et celle de l’Asie sibérienne et de l’Argentine.

Que Victor Hugo soit passé à côté de cette importante thématique note rien à la qualité de son chapitre que j’ai relu avec un intérêt admiratif et donc je vais conclure la recension en prenant mes distance par rapport à Adrien Goetz, excellent préfacier par ailleurs. Trois âges se succèdent donc dans la vision hugolienne du mouvement de l’Histoire. Le premier âge est celui de la transmission orale. Le deuxième est celui de la parole écrite et construite, où l’architecture est l’art dominant. Le troisième est celui de la parole imprimée, de la domination du livre, de la « galaxie Gutenberg » qui inspire en 1962 à McLuhan son ouvrage majeur.

Né à Besançon comme les frères Lumière, Victor Hugo assiste au balbutiement d’un quatrième âge que le préfacier Adrien Goetz nous convie à nomme l’âge des « révolutions médiologiques ». Cette nouvelle ère présente aujourd’hui le visage d’un « magma », le spectacle d’un « boueux flux d’images » avec pour fond sonore « le bruissement des images virtuelles et des communications immédiates ». Ses lucides observations n’empêchent pas le préfacier de rêver que « l’œuvre d’art total du XXIe siècle » puisse surgir bientôt de la toile d’araignée réticulaire en offrant aux générations futures un éblouissement comparable à celui que génère la lecture d’Hugo ou de Proust. Adrien Goetz va plus loin : « Les multimédias […] sont les nouvelles données de l’écriture peut-être, bientôt, de la pensée. » Il appelle de ses vœux « une sorte de cyberutopie ». Mais qu’elle soit « œuvre-réseau », livre imprimé, monument de pierre ou litanie psalmodiée des premiers temps d’avant l’écriture, l’utopie ne peut s’appuyer que sur les invariants anthropologiques qui, précisément, se désagrègent au fil de « la généralisation de la webcam ».

Ces invariants sont l’espérance d’un au-delà transfigurant, la certitude d’un en-deçà déterminant, la nécessité d’une Gemeinschaft hiérarchique ne faisant toutefois pas l’économie de la justice. Ils sont certes remis en question depuis plusieurs siècles, mais c’est l’individualisme post-moderne qui en constitue le contre-pied parfait. En même temps que les « liens hypertextes », qu’Adrien Goetz destine à une transmutation comparable à celle des alchimistes, s’affirme un type humain dominant dénué d’élan spirituel, oublieux de ses atavismes et fiévreusement lancé dans une course au plaisir qu’il s’imagine régie par l’« égalité des chances ».

Daniel Cologne

vendredi, 18 octobre 2019

Alexander Dugin & Nicolas Gomez Davila: The Rebellion of the Eternal

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Alexander Dugin & Nicolas Gomez Davila: The Rebellion of the Eternal

Ex: https://www.geopolitica.ru

History as “leitmotiv”

Between the motives of revolutionary deeds of modernity, the infamous scourges of slavery, servility, misery, inequality, ignorance and submission have always marched by its rhetoric paths. Tangible and conscious motivations which transit from the lips of individuals to the parliaments of the great contemporary societies and whose combat cements the reasons for being of our modernistic social pacts. Much less adverted is the role of the image-concepts which lay transparent to our daily comprehension of reality and which on the contrary to their overstated and overestimated qualities, conform the rhizomatic nucleus that thrills the movement of men, societies, epochs. We talk of the capital ideas which build the visions about the world, men and history: the great metapolitical triad. Specially is, on the latter variable of the equation –history– that as fundamental category, gravitates the deep thinking of two great geniuses keep apart by geographic antipodes, but reunited in a very singular spirit of the critique against modernity. Nicolás Gómez Dávila, untimely genius of Colombian thinking, and Aleksandr Gel’evich Dugin, grand illustrious of the Russian intelligentsia; represent two taxa of one same philosophy, rising parallels in the illiberal denounce and building their critique, their poetry and their analytics around the different feelings of history which are being played to death in our contemporary epoch.

The authentic reactionary

The feeling of history which detents hegemony in modernity is the linear conception of history. According to the characterization of Dugin, this movement is denominated as monotonic process, understood as growth and accumulation in its own sense and by which one has “the idea that human society is developing, progressing, evolving, growing and each time is better and better”. And in front of the historic eugenics of such conception which debugs the spiritual manifestations still “archaic, pre-modern and not civilized”, diversity of criticisms arise which praises another understanding of time and history. Between them and our Colombian nation, the spirit of Nicolás Gómez Dávila is school for all the dissidents of modern times.

In his condemnation of modernity, the epithets of conservative and reactionary that are centered over Gómez Dávila do not represent to the author however, ashamed motives, but instead the opportunity to realize a transgressive position against modernist morality, re-signifying the appellatives as foundation of his own affirmative stance. Categorically and by principle we must reject any association of the traditional conception of reactionary with that of typical conservative. This is not the counter-revolutionary who fights against liberal and socialist ideas in order to save his comfortable position in the system. His reaction is found by us again in the terrain of confronted histories.

In front of the progressive liberal who swindles that history is liberty and to the radical progressive he affirms that history is right, the reactionary then exerts a haughty attitude in so far as, by accepting the partial dominion of both visions, decides to condemn both. The radical progressive is diagnosed with stupidity because history is immanent rationality which is insinuated progressively towards their absolute revelation. The liberal on his behalf assumes him as immoral in so far as history is liberty which wishes to be absolutely possesses by the man. Liberty as supreme value must not back down not even by the weight of honor. Both progressives guided –despite their differences– by the theological fatality of his history, they demand of the reactionary, gestures and symbols of compensation.

The first demands of him to renounce to condemn the fact is necessary, and the second to not limit himself to abstain if he confesses that the fact is reproachable. Both censor their passive loyalty to defeat.

The revolutionary ethic imperative of the radical and of the liberal, also comes from its historic conceptions. For the radical the spirit of history is the succession of progressive, necessary and determined phases towards the final dominion of universal reason. The moral obligation of the revolutionary is to contribute to the final advent the historic sense.

The radical progressive only adheres to the idea that history cautions, because the profile of necessity reveals the characteristics of new born reason. Since the very same course of history emerges the ideal norm which surrounds it.

dugin_Kult_35_03.jpegMeanwhile for the liberal, the reason that the radical displays its creation of the human will which aspire for absolute freedom.

The revolutionary act condenses the ethical obligation of the liberal, because breaking with whatever bothers him is the essential act of freedom which he realizes.

However, and in front of kilometers of ink that liberals and radicals inject in order to legitimize their historical idea, the reactionary offers lessons and refutes the partial dogmas of the revolutionaries. “History is not necessity, nor freedom, but instead its flexible integration”. He refutes the progressives with their Hemiplegic stories:

The human dust does not seem to rise up like under the breath of a sacred beast; epochs do not seem to order themselves as stadiums in the embryogenesis of a metaphysical animal (…) The whimsical and free of charge will of man is not its rector supreme. The facts do not mold, like a viscous and plastic paste, between eager fingers.

History is not that “autonomous and unique dialectic process” which preaches the Hegelian theory of the one-history, the one-humanity realized in universal reason. All of the contrary, is dialectic diversity.

Indeed, history is not a result of one impersonal necessity, nor from human caprice, but from a dialectic of wills where freewill develops in necessary consequences (…) History, thus, is a tight union of hardened wills in dialectic processes. As deeper the layer where the freewill spreads would be, more diverse the zones of activity which the process determines, and greater its duration would be. The superficial and peripheral act runs out in biographic episodes, while the central and deep act can create an epoch for an entire society.

And under Dugin’s light, this central and profound action is found in the levels of the self-referentiality from one’s own consciousness, there where it runs away from itself in order to give origin to the intimate texture of time: the notions of present, past and future. It is not the world the one which contains time, but instead, the consciousness of man; which by endowing the world with time gives it reality, dimension and figure; in sum, the creation of the world by the internal me. Just as our Russian professor exposes, the future has an ontology, a reality which is nothing more than the one granted by the historicity of a people, of a civilizational organism. History for Dugin is melody –applying Husserlian phenomenology–; it has a content and a sense which is not comprehended without the existence of the entire musical structure, in so, the future as essential component of the melody.

When we comprehend well history, and its logic we can easily guess what will follow, what is about to occur and what will come next. Knowing society, we could identify in its history the harmony, the newspapers, the chorus and the structure of the piece.

Against all Universalist pretension Dugin affirms the cultural diversity of historic time. In each people the self-referentiality of their own historical consciousness –there where the contact with their own being configures their sense of time–, falls into different versions of history. In this sense, the eternal circular time finds its short-circuit in the center of its own consciousness: the past unites infinitely with the future; the image of the Ouroboros. The traditional time on its behalf finds the reencounter with its consciousness in the past, on that every sacred act would be a tireless search of getting back in time. On the contrary, the messianic time, hopes to re encounter its historical consciousness in the future; the inherent scatology to linear history. History, time itself, is and will always be local. Dugin claims:

It is for this reason that humanity as a whole, cannot have a future. It doesn’t have one.

The only possibility that men have –according to the Spenglerian vision– is the one of achieving the possibilities of their own culture not achieved yet. However, Dugin and Gómez Dávila evoke this crusade, the commonality of what surpasses what is purely historical in each culture.

Two stances facing history and the opening of the eternal

Asking for history is reflecting in front of the human condition and its freedom itself in and by time. It’s like this that diversity of answers installs different ethical stances and their consecutive historical praxis in front of how to act and build history. Alexander Dugin and Nicolás Gómez Dávila converge in such a way in their analysis of history and the ethical stance in front of the very same, however their praxis of rebellion moves divergently, but only for matter of layers.

Refuting the progressive sentiment of history does not contaminate Gómez Dávila to give for granted his own understanding of it. Precisely from these comes its ethical reactionary stance as pessimism and historical negation.

The collective epochs are the result of an active communion in an identical decision, or of passive contamination of inert wills; but while the dialectic process in which liberties have been verted lasts, the freedom of the uncomfortable one twists in ineffective rebellion.

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In the democratic epoch, the man-mass –according to the Orteguian (Ortega y Gasset) conceptualization– determines the inclination of the historic balance. It is not justice or reason, neither freedom already alienated, but instead the weight of the number and the quantitative which moves our epoch to the endgame of senselessness. By recognizing the futility of its complaint, the reactionary gives the sober contemplation of inevitable defeat.

The reactionary admits the present sterility of its principles and the inutility of his censorships, it not because the spectacle of human confusions is enough. The reactionary does not abstain of acting because the risk might spook him, but because he estimates that actually the social forces are pouring fast the goal he disdains. Inside the present process, the social forces have dug its channel in the rock, and nothing will twist its course while it doesn’t fall in the satin of an uncertain plain.

This stance of patient contemplation which waits for the oppression of historic dialectic falls into its necessary consequences, recalls the opinion of Dugin about the attitude of the conservative revolutionaries which assume how the bad consciousness of times which passes by waiting for the final fatality provides a new opening for authentic freedom.

Let’s leave buffoonery of post-modernity to follow its course; let’s leave it erode the defined paradigms, the ego, the super-ego and the logos; let’s leave it join with the rhizomes, the schizophrenic masses and the fragmented consciousness; for nothingness to leave the substance of the world and, then, the secret doors will open and ancient and eternal ontological archetypes will come to the surface and, in a terrible way, will finish the game.

Then enters the scene of the “temporal” horizon over which his rebellion stance of both authors is funded. Critiquing modernity and its historical dialectic do not condemn them to sigh about past time. Here is the key of their lectures: history will always be history of men. Their social archetypes are trans-historical, supra-historical. The human history is just the excuse for eternal motives; the mundane epochs, colored projections from a far-away ether. Like this is for Dávila:

In effect, even when it would not be necessity, nor caprice, the history for the reactionary, is not however, dialectic of immanent will, but instead temporal adventure between men and what transcends him (…) If the progressive leans towards the future, and the conservative towards the past, the reactionary does not measure his desires with yesterday’s history or with the history of tomorrow.

In that same way Dugin clears the purpose of his rebellion against the monotonic system:

We want to oppose triumphant liberalism something that goes far beyond modernity, advocating the return of pre-modernity, to the traditional world. However, we must comprehend that it must not be a return to the past, but instead to the eternal principles of the tradition which belong to all epochs.

Eternity as its atemporal horizon then opens itself both in its philosophy which is rooted in the ontological, in the eternal present of the human being and the powers that transcends him. While the liberal conservative simply resists to negative tendencies of modernity and the traditionalist longs to return to the golden epochs of his culture, the conservative revolutionary clashes in order to:

Take out from the structure of the world, the roots of evil in order to abolish time itself as a destructive quality of reality and, by doing so, to fulfill like this some kind of parallel secret, the non-evident intention of deity itself.

History does not escape from man, but man does not escape man himself. The absolute liberty of the will from which the progressive mockingly displays has a “genetic” seal. The causality of freewill points out an ontological fingerprint in the effect it imprints over reality: it is the character of human nature, the Dasein (being-there) as the being of the authentic man.

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But this liberty is falsified when the understanding of man in modernity, in his desire to conquer absolute liberty, abstracts man from himself. It is the kingdom of the inauthentic, of the crippled human essence. Just as it is warned from Heidegger to Dugin, is the inauthenticity of the Dasman (the-they). For Dugin and Gómez Dávila the true liberty is realized when man by opening himself to the eternal is reintegrated in his ontological essentiality recovering what’s contingent in the perennial and the perpetual in the immortal moment: the temporality of myth. And by opening himself to the eternal it is not but an excuse to accommodate for the sacred, understood as the permanent and most truthful, in the core of our being. As this for Gómez Dávila the liberty:

Is not an instance which fails conflicts between instincts, but instead the mountain from which the man contemplates the ascension of nine stars, between the luminous dust of the starred sky (…) the free instant dissipates the vain clarity of the day, in order for it to raise above the horizon of the soul, the immobile universe which slips its passing lights over the tremble of our flesh.

It is not the past which is eternal what gives absolute sense to the stance of the reactionary. Here in his final lines the “Authentic reactionary” unveils his spiritual inclination:

The reactionary does not claim what the next dawn might bring, neither does he grasps the last shadows of the night. His lair rises in that luminous space where the essences interpellate him with their immortal presences.

Action and contemplation

In the search of this “return”, or rather, des-hiding of the eternal sacred, both authors diverge in the what-to-do in front of modern domination. The anti-modern rebellion of Gómez Dávila is not a praxis of active aggressive politics, but instead a very personal negation to following the modern trend.

The reactionary, however, is the stupid which assumes the vanity of condemning history, and the immorality of yielding to it.

His stance is the patient personal contemplation which condemns and denies through crude and transgressive truth in the form of a prosaic, irreverent, elegant, aggressive criticism; but which is assumed as defeated in the contingency of the historical epoch. The reactionary rebels in regards of the sacred and the eternal are revealed freeing him of historical alienation.

The reactionary escapes servitude of history, because he chases in the human jungle the footsteps of divine steps. The men and the facts are, for the reactionary, the servile and mortal flesh which encourages tramontane wind blows. To be reactionary is to defend causes that do not roll over the board of history, causes which are not important to lose

On his behalf, Dugin prefers to choose the path of action and the active revolution in order to give a fatal blow to the already aging modernity and to redirect what must be fate itself. Everything is synthesized in his political work that culminates in revolutionary action which overcomes modern paradigms.

The return to the sacred must be conceived, in the Heideggerian context, as a new beginning, to be built around the concept of Dasein; this, the destruction of the individual concept in favor of the human, concrete, thoughtful fact (…) Marxists and socialists are kids in relation with the great spiritual, social and political revolution which we the representatives of the fourth political theory must realize.

Action and contemplation synthesize the stances which both intellectuals take facing history and which diverge the direction of their own existence. Both however realize their crusade against the tyranny of time and historical progressivism in order to reintegrate to the atemporal of the sacred. We must not discard however the literary plastering of Gómez Dávila simply as passivity and renunciation, the fact of eternizing his denounce already represents a rupture of political transgression. The difference of both perhaps could be understood by the historical contexts in which their biographies are framed. Gómez Dávila suffered the weight of “an epoch without foreseeable”, a “somber place of history” which determined his pessimism and condemned him to “resign to look with patience the human arrogances”, waiting to “act only when necessity is overthrown”. His projection is directed at the transcend which beats and calls inside each man. He points out with passionate prose:

The reactionary is not a nostalgic dreamer of abolished pasts, but instead the hunter of sacred shadows above eternal hills

On the other hand, Dugin enters into scene in a modernity which is crumbling but threatens to take to the grave the human essence itself with it. His rebellion is projected revolution over the earthly and the political action, without pretending in any way to transcend Dasein, which is an imperative task for each people. His proposal demands a new historical principle which culminates completely the end of modernity founding a new epochal life over the return of the sacred and eternal archetypes. For Gómez Dávila, this would be the return of the sign of Christ; its historical praxis: the devotion to the miracle. For Dugin, the aegis of his Russian Orthodox Church, which reaffirms however, a plural comprehension of the gods: the logos of each people.

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In order to culminate such shallow exposition of two great anti-modern iconoclasts, we must comprehend that both thinkers complement each other in a rebellion which, being personal stance or political project, shows the anguish of two existences which have dealt with an oppressing and falsifying history for both, and that, however, they do not decant for completing the process with contingent propositions, rather attracting to themselves the immortal presences of the eternal as dominant recuperation of the authenticity of man in an “central and profound act” which could give origin to a new era for awakening the sacred.

References

Dugin, Alexander. (2012). “The Fourth Political Theory”. New Republic Editions. Barcelona-Spain.

Gómez Dávila, Nicolás (2013). “The authentic reactionary”. Properties of the Chimera N°314 (15-19). University of Antionquia.

Geopolitica.ru. (2017). “Tenemos que hacer explotar el sistema liberal: entrevista al politólogo ruso Alexander Dugin”.

Translation of the above article is also available at The Fourth Revolutionary War: https://4threvolutionarywar.wordpress.com/2017/07/02/aleksandr-dugin-we-...

L’homme religieux – l’unique barrière contre le satanisme politique

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L’homme religieux – l’unique barrière contre le satanisme politique

Ex: https://flux.md
 

Notes sur le discours de Mme Marion Sigaut au Forum de Chisinau III

Vidéo du discours de Mme Sigaut: (https://flux.md/stiri/chisinau-forum-iii-marion-sigaut-lo... )

Le discours prononcé par Mme Marion Sigaut, historienne française, au Forum de Chisinau III le 20 septembre 2019, qui résume dans un court texte les principales étapes de la guerre contre nature et de la normalité, doit être lu avec la plus grande attention.Il montre sans aucun doute qu’il s’agit d’une stratégie à long terme, secrètement développée et promue pas à pas par des forces occultes de caractère maçonnique, avec une cible précise. Il s’agit de la destruction de l’homme en tant qu’être guidé par des permanences axiologiques et comportementales qui constituent l’essence même de toutes les religions, civilisations et cultures traditionnelles.

Plus spécifiquement, il s’agit de la soi-disant théorie du genre, qui prétend interpréter l’appartenance sexuelle comme optionnelle. Elle qualifie les déviations sexuelles de normes obligatoires auprès des organisations internationales les plus importantes, et promeut la légalisation des mariages homosexuels et des adoptions d’enfants par ces couples déviants, et impose l’éducation sexuelle des élèves dans un but d’aliénation et de destruction definitive des sociétés humaines telles qu’elles se sont formées au cours des millénaires.

S’opposer à cette agression totale avec les armes de l’idéologie libérale, de l’état de Droit ou de la religion des droits de l’Homme est au moins naïf et absolument improductif.
Ou, plus précisément, cela implique de respecter les règles imposées par les manipulateurs d’ombres et de vous assurer le rôle de perdant éternel et la cible de l’ostracisme pratiqué par la nouvelle Inquisition. Ce qui est fondamental à comprendre dans ce cas, est réduit à la vérité suivante, sans la reconnaissance de laquelle nous resterons toujours dans la position des idiots utiles et du bétail poussé  à l’abattoir. Il est formulé si-dessous en quelques lignes.L’agression totale à laquelle l’humanité est soumise par l’aliénation de sa perception des traits d’identité immuables et ele dynamitage définitir tous les codes culturels qui définissent la notion de honte, de modestie, de décence, de bon sens, est d’origine non matérielle et vient de l’extérieur de ce monde. Je veux dire que c’est une guerre spirituelle.Malheureusement, cette vérité simple ne peut être connue que par les personnes religieuses, qui possèdent un système de référence supérieur, immuable et révélé. Et toute tentative visant à s’opposer à l’invasion de la perversion, à la dépravation et à la suppression de l’état de normalité en recourant à une morale laïque est sapée jusqu’à être annihilée par le relativisme d’une société façonnée par les couches déformées du libéralisme, dans laquelle il est prétendu que chaque individu est le propriétaire de sa propre vérité. Seulement l’idéologie dominante est obligatoire et profondément totalitaire.

La vraie résistance à cette invasion ne peut être manifestée que par des pratiquants fidèles, qui pratiquent la prière et le font comme un combat spirituel contre le Malin. Et il serait utile de rappeler aux athées une phrase célèbre de Charles Baudelaire citée par Denis de Rougemont même dans les premières lignes du livre « La part du diable » :  « La plus belle ruse du Diable est de nous persuader qu’il n’existe pas » . Parce qu’affronter un Nobody est à la fois difficile et absurde. En d’autres termes, l’art de la guerre repose sur le principe « Connais ton ennemi. » Si vous ne le connaissez pas, vous ne savez pas qui vous agresse et vous n’avez donc aucune chance de le vaincre.

 

Quiconque suit de près la logique, durant les dernières décennies, du plan de destruction identitaire de l’homme par le bouleversement de l’état de normalité sexuelle et la désintégration des codes moraux traditionnels, ne peut manquer d’observer ce qui suit. La source d’inspiration, le grand manipulateur, celui qui tire les ficelles de ces actions concertées n’est autre que le Malin, dont le nom n’est pas invoqué de peur de ne pas l’approcher. Et l’armée de serviteurs de cet esprit malefique se rassemble depuis des centaines d’années au sein d’organisations secrètes, dont la partie visible s’appelle Franc-maçonnerie, cette dernière prenant le contrôle des grands centres du pouvoir financier, politique et médiatique dans le monde entier. Ce sont ces centres de pouvoir qui placent leurs marionnettes dans des postes clés au niveau des organisations internationales et des hiérarchies des États, ces derniers n’étant que des exécutants dociles de la stratégie démoniaque.

Dans cette perspective, il est assez facile d’esquisser une géopolitique des forces qui sont en collision à l’échelle planétaire. Cela nous permet de choisir plus facilement le camp à éviter comme source de mal absolu, mais aussi de regarder avec sympathie et même d’approcher le camp en tant qu’individus, groupes civiques et politiques. ou même des Etats. De toute évidence, le camp des forces du mal est incarné par l’élite mondialiste qui contrôle l’Occident collectif, les États-Unis et leurs alliés au sein de l’OTAN et de l’UE, ainsi que ses satellites dans l’ancien espace communiste, au Moyen-Orient (Arabie saoudite, Qatar, Émirats arabes unis), en Amérique latine, en Afrique ou en Asie. Ce sont précisément ces forces occultes qui dominent les organisations internationales telles que l’ONU, l’UNESCO, la Commission européenne, etc.

D’autre part, tous ceux qui s’y opposent, malgré toutes les différences qui existent, doivent être regardés avec sympathie. Ils représentent les forces de résistance contre le monstre mondialiste qui se manifeste à tous les niveaux: politique, militaire, économique, culturel, éducatif, médiatique. Mais surtout sur le plan spirituel, axiologique et religieux. Nous n’appellerons pas ici les maximes de Sun Tzu, Carl von Clausewitz ou Carl Schmitt pour formuler la théorie de l’ennemi.

Mais le temps des équivoques et des euphémismes est terminé. Et le choix doit être fait, l’ennemi identifié, et son nom doit être prononcé de manière tres claire. L’axe de la résistance internationale au mal absolu est représenté aujourd’hui par la Russie, la Chine, l’Iran, la Syrie, le Venezuela et les autres États qui n’obéissent pas à la dictée de cet empire avec des revendications d’hégémonie mondiale totale. Ce qui ne veut pas dire que ces pays n’auraient pas leurs propres problèmes internes, et certains d’entre eux, comme la Russie et le Venezuela, par exemple, des ‘”ennemis internes” ou de „cinquième colonne” au service du centre impérial contrôlé par des forces occultes.

Par conséquent, il suffit de dresser une liste des pays qui ont capitulé devant l’agresseur invisible, acceptant l’homosexualité comme une normalité, la pédocriminalité, les couples de déviants, la prétendue éducation sexuelle et les autres composantes du ce plan diabolique, et une autre liste de ceux qui résistent aux pressions de l’agresseur afin que tout devienne le plus clair possible.
Mais le problème de l’Homme de nos jours n’est pas que la vérité serait trop compliquée et difficile à comprendre, mais que son système de référence, sa vision du monde a été viciépendant des siècles. Et dans ces conditions, rares sont ceux qui gardent ou retrouvent leur clairvoyance. Mais encore moins nombreux sont ceux qui ont le courage de dire toute la vérité, sans contournement ni euphémisme. C’est exactement le cas de Mme Marion Sigaut, qui est par ailleurs une chrétienne catholique pratiquante et qui fait partie de ces figures lumineuses de l’élite de la nouvelle dissidence européenne qui méritent d’être appréciées et suivies.

Iurie Roșca

mercredi, 16 octobre 2019

La révolution du soi gnostique (+ VIDEO)

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Chisinau Forum III:

La révolution du soi gnostique (+ VIDEO)

Ovidiu Hurduzeu,

écrivain et critique social, Roumanie

Il y a une bataille en cours pour le corps et l’âme de l’ordre mondial à venir. Cette bataille se déroule sur plusieurs fronts: politique, social, culturel, religieux. Souvent, cette bataille est présentée comme un différend entre „libéralisme” et „conservatisme” et, dans un sens plus large, entre „libéralisme” et tout ce qui s’y oppose. Et pourtant, le véritable conflit ne se situe pas entre les libéraux et les conservateurs – des mots dont le sens précis est devenu au mieux vague, au pire trompeur. Au contraire, la vraie lutte se situe entre deux traditions religieuses: le gnosticisme et ses alliés, contre le christianisme trinitaire. Par christianisme trinitaire, je comprends non seulement l’Église d’Orient, mais aussi toute tradition chrétienne ayant combattu les gnostiques au nom de la Sainte Trinité.

Je n’ai pas l’intention ici de retracer le gnosticisme depuis ses débuts au premier et au deuxième siècle de notre ère,  à travers le Moyen Âge jusqu’à nos jours. Ce serait une entreprise inutile car le gnosticisme défie une interprétation historique ordinaire. Le lien entre le gnosticisme ancien et le gnosticisme moderne peut être établi par l’identification d’un type ou d’un motif gnostique. Une méthodologie typologique est mieux adaptée pour saisir la relation entre les gnostiques de tous les temps et les dangers qu’ils ont causés à notre civilisation.

La subversion du christianisme par le gnosticisme est un vaste phénomène. Nous n’avons pas le temps de traiter les nombreux aspects de cette subversion. Je voudrais juste porter à votre attention deux  problèmes troublants. Premièrement, l’enseignement gnostique selon lequel la gnose, la connaissance de Dieu reçue au cours d’un voyage spirituel intérieur, était le seul chemin menant au salut. Selon le gnosticisme, un homme n’atteint pas le ciel en menant une bonne vie, ou par la foi, mais par la possession de gnose. Cependant, l’illumination gnostique n’est pas pour tout le monde. Seule une élite spirituelle peut accéder à cette connaissance pure de Dieu – connaissance non encombrée par le temps, le lieu, les événements, les personnes ou tout autre enchevêtrement matériel.

La recherche ésotérique de Dieu et la recherche du moi intérieur, désincarné, deviennent synonymes grâce à une identification ontologique entre les deux. L’évasion gnostique du monde est fondamentalement une évasion dans son propre soi. Quand on reçoit de la gnose, le soi devient effectivement un dieu et ne peut être corrompu par rien que l’on puisse faire dans ce monde.

Le deuxième point  qui mérite d’être mentionné concerne la dégradation totale du monde tangible. Si les gnostiques se dégagent du monde réel, c’est parce que la création – matière, lieu, temps, changement, corps et tout ce qui est vu, entendu, touché ou senti – a été un foutoir. Pour exonérer Dieu d’un travail catastrophique, les gnostiques établissent un dualisme radical entre Dieu et la Création. Ils attribuent le mal à un second pouvoir, un démiurge incompétent, coéternel avec, mais sans aucun lien avec le Dieu de l’amour. Contre le gnosticisme et le dualisme sous toutes ses formes, le christianisme affirme la bonté intrinsèque du monde matériel.

Il est vrai que l’ordre du temps est imparfait à cause du péché. Et pourtant, le naturel, l’historique et la matière elle-même ne doivent pas être écartés, ils doivent seulement être perfectionnés dans le temps et à travers le temps par l’action du Saint Esprit. La création est un projet à compléter de manière eschatologique. Ce n’est pas parfait mais perfectible dans le sens qu’il n’est pas complet. L’imperfection de la création n’est nullement due à une déficience ontologique. Malgré la chute, le christianisme célèbre la bonté intrinsèque de l’ordre créé – créé comme une bénédiction. Pour les chrétiens, la vie est un pèlerinage à travers le monde et non une évasion du monde.

Le grand écrivain anglais G.K. Chesterton a dit un jour que l’Amérique était „une nation avec l’âme d’une église”. Une meilleure description serait „une nation avec l’âme d’une église gnostique”. Le consumérisme mondial actuel, basé sur le modèle américain de consommation par l’élite, est totalement gnostique. Je dirais que c’est plus un modèle religieux qu’un modèle économique.

Le soi postmoderne ne cherche que lui-même à travers la consommation. „Je consomme donc je suis” est son premier principe. Le fait de consommer ne fournit que la possibilité de s’auto déifier. La campagne publicitaire de Reebok – „Je suis ce que je suis” est emblématique du désir infini de l’ego de se façonner à travers la consommation. Dans une société de consommation, les objets en eux-mêmes sont sans importance. Transformés en marchandise, ils doivent être constamment modifiés afin de maintenir le désir individuel de se réaffirmer. Le consommateur d’aujourd’hui n’attache aucune valeur au monde extérieur, car tout attachement le rendrait moins libre. La liberté est comprise ici de manière gnostique comme une totale indépendance envers les objets et les relations externes. Tout attachement à un monde objectif et restrictif, toute «fidélité» aux valeurs, au sens et à la tradition sont perçus comme une contrainte, une limitation de la liberté individuelle. Ce qui compte vraiment, c’est la marchandise en tant que spectacle, des images sans substance, mais irrésistibles, qui offrent un plaisir immédiat et ne demandent aucun effort.

De la même manière, l’empire américain se comporte comme un consommateur colossal;  obsédé par la divinisation de lui-même, qui n’est plus lié aux  réalités substantielles du monde. Le projet américain consiste à libérer le «soi  impérial souverain» (Weigel)  de la pluralité afin de devenir de plus en plus identique à soi-même. Pour l’Empire américain, la pluralité, caractéristique des réalités intrinsèques , est un défaut d’être. La pluralité doit être abolie car l’empire américain ne cherche rien au-delà de lui-même. Un des assistants de George Bush, qui s’est moqué de ce qu’il appelle une „communauté basée sur la réalité”, a déclaré: „Nous avons un empire maintenant, et lorsque nous agissons, nous créons notre propre réalité”.

L’empire américain est la première source et le principe même de la réalité. Créer «notre propre réalité»; surplombant le monde temporel et spatial;  est un projet élitiste appelé par euphémisme «révolution démocratique mondiale». Un grand nombre de „destructions créatrices” (comme en Syrie) et quelques archontes tyranniques, réels ou inventés, ont été les ingrédients essentiels nécessaires pour que le projet américain continue de fonctionner comme une pure action sans objectifs ni intentions spécifiques.

Comme l’a écrit l’analyste néo-conservateur Michael Ledeen peu après les événements du 11 septembre: «Nous ne devrions avoir aucune crainte quant à notre capacité à détruire les tyrannies. C’est ce que nous faisons le mieux. Cela nous vient naturellement, car nous sommes le seul pays véritablement révolutionnaire au monde, comme nous le sommes depuis plus de 200 ans. La destruction créative est notre deuxième prénom… En d’autres termes, il est temps d’exporter à nouveau la révolution démocratique. Pour ceux qui disent que cela ne peut pas être fait, il suffit de citer les années 1980, lorsque nous avons dirigé une révolution démocratique mondiale qui a renversé des tyrans de Moscou à Johannesburg ».

Et pourtant, le triomphe de l’empire américain n’a pas été la destruction des tyrannies mais  “franchiser”  la consommation de l’élite au monde entier. De New York à Johannesburg, de Téhéran à Bucarest, des masses d’individus interchangeables ne sont plus confrontés à la réalité. En dépensant de l’argent – l’argent est la forme minimale de la matérialité – ils convoitent la consommation de l’élite comme moyen de se libérer  de l’humanité ordinaire. Leur liberté retrouvée exclut tout attachement et renonce à toute chose tangible sauf à la plus insignifiante: le soi.

La „destruction créatrice” vraiment dévastatrice n’a pas été apportée de l’extérieur. Cela vient de l’intérieur. Comme une bombe à fragmentation, „le soi impérial souverain ” a éclaté en milliards de soi sans substance, vides, chacun engagé dans sa propre „destruction créatrice”.

Quel que soit le degré de désincarnation du moi consommateur; il dépend toujours du réseau mondial de chaînes de magasins, de centres commerciaux, de vastes étendues de banlieues et d’une culture d’entreprise obsédée par le “résultat net”: maximiser les profits. L’Amérique, à son tour, est toujours empreinte d’une culture et d’une histoire particulières. Tout cela rend son projet impérial mal équipé pour faire face à la prochaine phase de la révolution gnostique: libérer le soi du soi-même et sa disparition en un code numérique.

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mardi, 11 juin 2019

Alba Rosa with Alexander Wolfheze

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Alba Rosa with Alexander Wolfheze

 
 
ar500.jpgAlexander Wolfheze, author of 'Alba Rosa' (https://arktos.com/product/alba-rosa), joins us to discuss what the Traditionalist perspective can teach us about Cultural Nihilism and the crisis of our times.
 
 
 
 
 
 
 
 

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lundi, 03 juin 2019

Zen & Martial Arts

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Zen & Martial Arts

Translated by Guillaume Durocher

Ex: http://www.counter-currents.com

Translator’s Note: The following extracts are drawn from Taisen Deshimaru, Zen et Arts martiaux (Paris: Albin Michel, 1983 [1977]). The style reflects the rambling, spontaneous speaking of many Zen masters, whose “writings” are often not of their own initiative, but rather sayings recorded by their pious (often Western) followers. Another example of this would be Shunryū Suzuki, who was popular in California. This does raise the question of how “Taisen Deshimaru” authored the books ascribed to him. Deshimaru’s French was poor and his English a tolerable “Zenglish.” The particular French language used then must be the product of his followers. Still, as with all foundational spiritual texts, whatever the relationship with the founder himself, the words are a genuine reflection of his school or movement, and, in this case, of an authentically Francophone and European Zen.

Is there not a Way which would allow man to surpass the limits of his humanity? To go beyond?

It was to answer this fundamental hope that Budo[1] [2] produced the principle of wasa. One can define a wasa as an art, as a kind of super-technique passed on from master to student, enabling one to impose oneself on other man and to elevate oneself above them. The wasa of Japanese Budo goes back to the historical age of the samurai. It is a power, beyond the individual’s own strength.

Zen, for its part, has created another super-technique, which not only grants physical and mental strength, but even opens the path to Wisdom, the path of a wisdom comparable to that of God or Buddha. This is zazen:[2] [3] a training in sitting down in a traditional posture, a training in walking, in feeling oneself standing up, in breathing correctly; a mental attitude, the hishiryo[3] [4] state of consciousness, a profound and unique education. (16)

* * *

deshimarubook2.jpgThe Seven Principles

The fusion of Buddhism and Shintoism enabled the creation of Bushido, the Way of the samurai. One can sum up this Way in seven fundamental points:

  1. Gi: right decision in equanimity, the right attitude, truth. When we must die, we must die.
  2. Yu: bravery with shades of heroism.
  3. Jin: universal love, benevolence towards humanity.
  4. Rei: right behavior, which is a fundamental point.
  5. Makoto: total sincerity.
  6. Melyo: honor and glory.
  7. Chugi: devotion, loyalty.

These are the seven principles of the spirit of Bushido. Bu: martial arts. Shi: the warrior. Do: the Way.

The way of the samurai is imperative and absolute. The practice coming from the body via the unconscious is fundamental. Hence the very great importance assigned to education in right behavior.

The influences between Bushido and Buddhism have been reciprocal. But Buddhism was influenced by Bushido in five respects:

  1. The calming of sentiments.
  2. Tranquil obedience in the face of the inevitable.
  3. Self-mastery in the presence of any event.
  4. Greater intimacy with the idea of death than with that of life.
  5. Pure poverty.

Before the Second World War, Zen Master Kodo Sawaki gave lectures to the greatest martial arts masters, to the highest authorities of Budo. In French, we confuse martial arts and the arts of wars; but in Japanese the former is the Way. In the West, these martial arts, which are now fashionable, have become a sport, a technique, without the spirit of the Way.

In his lectures, Kodo Sawaki said that Zen and the martial arts have the same taste and are united. In Zen as in the martial arts, training counts for a lot. How long must one train? Many people have asked me: “How many years must I do zazen?” And I answer: “Until your death.” Then my conversation partners are not very happy. Europeans want to learn quickly, some even in a single day. “I’ve been once and I’ve understand,” so they say! But the dojo is different from University.

And Budo, too, one must continue up to one’s death. (20-21)

* * *

In the martial arts, one must penetrate the elements, the phenomena, and not miss the mark. The martial arts are then essentially virile, because man penetrates woman. But nowadays, everyone saves their energy and only half-lives. We are always incomplete. People half-live, tepid like bathwater. (31)

* * *

We must create our life, make ourselves free, detached, attentive only to the here and now: everything is there. (32)

* * *

To concentrate means the complete expulsion, the total discharge of energy. This must be found in all the acts of our life. In the modern world, we see just the opposite: the young half-live and are half-dead. And during their work or during zazen, they think of sex, and vice versa: it is like this in all the acts of life. (33)

* * *

One must channel the body’s tension and the technique’s skill into the mind’s mindfulness-intuition. The mind is then empty, ku,[4] [5] flawless. This is Zen. This is also the true way of Budo. In the face of death, as with life, the consciousness must be calm. And one must decide, all the while accepting, one’s life as much as one’s death. To not passively endure.[5] [6] Even if my body dies, my mind must remain upright: this is the training of Zen and Budo. (48)

* * *

In the spirit of Zen and Budo, daily life becomes a battlefield. Every moment one must be conscious, getting up, working, eating, going to sleep. Self-mastery is found here. (49)

* * *

You can use [controlled breathing] in your daily life. In a discussion, when you are getting emotion, practice it, and you will calm yourself. You keep your control. (53)

* * *

One must not bow any old which way: in the West, one vaguely joins the hands together and one bends the head down a bit; one has not understood anything about the gesture’s beauty! One must bow completely: join one’s hands together slowly, arms straight, parallel to the ground, the ends of the fingers coming to the nose’s height, then curving thus one’s back towards the ground, powerfully, to get back up with one’s hands still joined and putting the arms naturally along the body. Body upright, neck upright, feet on the ground, the mind calm. (In a majestic gesture, Taisen Deshimaru got up and bowed to us.) Thus you show the respect you have for your opponents, for your master, for the dojo, and for life! I am sometimes asked why I bow before the statue of the Buddha, in the dojo: I am not bowing to a wooden statue, but to all those who are here with me, in the dojo, and also to the entire cosmos. (55)

* * *

deshib3.jpgNo one is normal today. Everyone is a bit mad, with their mind working all the time: they see the world in a narrow, impoverished way. They are consumed by their ego. They think they see, but they are wrong: they are projecting their madness, their world, onto the world. No lucidity, no wisdom in that! That is why Socrates, like Buddha, like all sages, first says, “Know yourself and you will know the universe.” That is the spirit of traditional Zen and Bushido! For this, the observation of one’s behavior is very important. Behavior influences consciousness. With the right behavior, there is the right consciousness. Our attitude here, now, influences the entire environment: our words, our gestures, our bearings, all this influences what happens around us and within us. The actions of every moment, of every day, must be right. The behavior in the dojo will spill over in your daily life. Every gesture is important! How to eat, how to get dressed, how to wash, to go to the toilet, how to put things away, how to behave with others, with one’s family, one’s wife, how to work, how to be completely in each gesture. One must not dream one’s life! But one must be completely in everything we do. This is training in the kata.[6] [7] The spirit of Zen and Buddha tends to this: they are true sciences of behavior. This has nothing to do with the imagination that transforms the world, as in many religions. One must live the world with one’s body, here and now. And completely concentrate on each gesture. . . . Modern civilization understands nothing of all this, from school onward we are cut off from life in order to do theory. (55-56)

* * *

“What is the Buddha way?” It is to study the ego. “What is studying the ego?” To forget oneself. . . . “Do not think. Do not search. Do not desire. Do not hold yourself back. Do not obtain. Do not give up.” (66)

* * *

You must kill yourself, kill your own spirit. (69)

* * *

“The moon’s reflection in the river water does not move, does not flow. It’s only the water which is passing.” . . . If one wants to explain the relationships between spirit, consciousness, and the true self, it is exactly like the relationships between the Moon, its reflection, and the river water. (69-70)

* * *

In Budo, consciousness and action must always be a unity. At first, in aikido, kendo, etc., one repeats the wasa, the techniques, and the kata, the forms. One repeats them constantly for two or three years. The kata and wasa, the forms and techniques, also become a habit. At first to practice them, one must use one’s personal consciousness. It is the same in playing the piano, the drum, or the guitar, for example. At the end, it is possible to play unconsciously, without attachment anymore, without using the principles anymore. One can play naturally, automatically. It is possible to create something fresh by this wisdom. And it is the same in our daily life. This is Zen, the spirit of the Way.

The great works of art are created beyond technique. In the field of technology and science, the great discoveries go beyond principles and techniques. To be attached to only one idea, one category, one system of values, is a false conception, contrary to the laws of life and of the Way. (81)

* * *

If we only think about the result, the fruits [of our actions] with our personal consciousness, then we cannot concentrate nor evacuate our full energy. If we only make the make, the greatest fruits will then appear, unconsciously, naturally. Practice without consciousness is better than conscious practice. (83)

* * *

There need only be neither love nor hatred
For understanding to appear
Spontaneously clear
Like the light of day in a cave.

— From the Shin Jin Mei (Poem on Faith and Mind, 89)[7] [8]

* * *

[How can one exercise one’s ki?[8] [9]] By practicing zazen! (People laugh.) But also by training oneself in combat, in action. Today, children are too weak: modern education makes them weak, soft, ki-less. Master Obaku always educated with his kyosaku (staff) by striking great blows upon this follower who was too intelligent, asked too many questions, and always analyzed each situation with his conscious mind. (102-3)

* * *

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There is no reason to be afraid of anything. Those who are afraid are too selfish, think only of themselves. One must abandon one’s ego, then fear vanishes. When you always go against, fear arises. Even in a fight, one must have the same consciousness as one’s opponent and not go against, but with. This is a great koan.[9] [10]

One must become the situation and not differentiate oneself from it. A selfish being can never be brave, never. The true traditional education of the martial arts strengthens ki, destroys egoism and fear, makes one abandon the dualistic spirit, and develop mushin consciousness,[10] [11] which forgets the self.

No need to want to win; only then can one win.

To abandon the ego . . . That is the secret to the right life. The strengthening of the will, strength, and skill are necessary in life as in the practice of the martial arts. But to strengthen the spirit and find one’s freedom remain essential!

Mushin . . . nothingness. (103)

* * *

[Does the spirit remain?] Perhaps. I don’t agree with the Western theories which separate body and spirit. The spirit needs a form to realize itself, therefore a body. Also, if a body is dead, what we know under the name of spirit also dies, returns to the cosmic energy. Our ki, upon death, returns to the cosmos.

The real problem remains: where does all this come from? (105)

* * *

Another factor in the loss of ki, especially in modern civilization, is dispersion, mental agitation, anxiety, disordered thoughts: today, we use the frontal lobes too much, whereas one should develop the unconscious activity of the hypothalamus to strengthen the deep brain, intuition, instinct. And the lack of vital energy is making everyone sick: everyone is more or less sick today. (106)

* * *

To know how to concentrate is to put one’s ki, one’s vital energy, in one single action at a time.

Training in concentration means that, little by little, one knows how to concentrate on one thing at a time, but also to be conscious of everything which is happening around us. . . . In general, we need to fully concentrate in each situation. Here, now, I drink water; to only do this, to drink water. To concentrate on the water I drink. And so forth. No need to think too much! . . .

Concentration is acquired through training: to be concentrated on each gesture. To return to the normal state of the body and the mind. In the end, will plays no more role, it is done automatically, naturally, unconsciously. Without fatigue. Whereas with the will, the frontal lobes become tired, and with them, the entire being. During fights, the lower dan[11] [12] tire quickly because they are tense, always ask themselves what they should do, when to act, and so on. It’s the same thing for an actor who thinks about his role while acting, he is bad: he must live his role, that’s all, commit himself completely. . . . (107-8)

* * *

[What is the Way?] To look at one’s consciousness, here and now . . . and the Zen koan says: the Way is under your feet. (108)

* * *

[T]he martial arts ultimately aim to keep oneself alive in the face of contrary forces, whereas zazen resolves the question of death. I often say: practicing zazen is likely entering your coffin because, in the end, you abandon everything. . . . It follows that in being alive, we need to concentrate on life and the approach of death, we need to abandon life and know how to die. That is wisdom. But what is life, what is death?

Then, if we want to really live, we need to know death within oneself. Life is a succession of here-and-nows: one needs to constantly concentrate, in the here and now. People, who are worried by the future or the past, do not realize the illusion in which they live. One must resolve the contradiction in oneself, the contradiction carried by the brain itself. (108-9)

* * *

[What should I do when I am attacked? One cannot think of all these things at once.] Don’t think, of course! But react with wisdom. One must always be wise. If you are attacked by someone stronger than you and you really don’t feel you are up to size, it is better to flee! No need to get whooped! (People laugh.) Otherwise, one needs to fight. Without passion, with instinct, strength, and wisdom. (109)

* * *

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By reflecting on oneself, one can then see the imperfections of one’s karma and control the bonno,[12] [13] desires, and passions. And in this zazen is the great mirror to ourselves which allows us to improve ourselves. If in life there is no such practice which rebalances tendencies, we develop only a part of ourselves. One becomes, one way or another, too spiritualist or too materialist. That is the mistake of all of modern civilization and the cause of the current crisis. (110)

* * *

. . . understand that your life is nothing but a dream, a bubble, a shadow . . . Your death will come soon: never forget this from one moment of consciousness to another, from each breath in to each breath out. (118)

* * *

With a long experience, and thanks to the infinite merits of zazen, you will understand all this unconsciously . . . Nor is it from one day to the next that we will become sensitive to the goodness of the people with whom we live. On the Buddha-Way, you must always keep hope without ever tiring, whether this be in happiness or misfortune. . . .

It is within us that is found the root, the origin of life and death. (121)

* * *

If the mind is calm, the body can act spontaneously; action then becomes free and easy. If one always uses one’s conscious mind, the body is constrained in its action. (131)

* * *

Nowadays people are too chatty. When they talk, they only speak according to the result of the words, at a superficial level, to be polite, out of interest or competition. Human interrelations become complexity, worry, and pride. By the practice of zazen, we learn to have direct, natural ties, not influenced by our ego, and we also learn the merits of silence. (134)

* * *

“To study the Buddha-Way is to study oneself; to study oneself is to abandon the ego; to abandon to ego is to melt into the whole cosmos.” (136)

* * *

Cosmic energy is concentrated in the lower belly, and in particular in the genitals. Sexual energy, indeed, is the primary manifestation of this universal life in us, and enables the relationship between the life of the universe and individual life, between the world of phenomena and the invisible world of ku. . . .

Sexual energy during procreation enables the manifestation of the force (ki) of universal life in the phenomenal world. (137)

* * *

In Europe, the philosophers have tried to realize this fusion between mind and matter, but only at a superficial, purely intellectual level. (138)

Notes

[1] [14] The martial arts. The Way of the samurai, to be precise: bushido. Budo is the way of combat. But the kanji bu really means: to stop the sword, to stop using the sword, to cease fighting. [Unless otherwise indicated, footnotes are taken from Zen et arts martiaux’s Glossary. – GD]

[2] [15] Seated meditation. – GD

[3] [16] Thinking without thinking. Beyond thought.

[4] [17] Vacuity. Existence without a noumenon. In Buddhism, it also means: the Invisible. A notion identical with the notion of God.

[5] [18] For subir. – GD

 [6] A “form” in Budo. All the martial arts – judo, kendo, aikido, etc. – have kata: forms, actions, training exercises aimed at winning. The beginners must learn the kata, internalize them, use them, and then create based on them, from this original and specific form unique to each of the martial arts.

[7] [19] Translated from the French. – GD

[8] [20] Invisible activity imbued with the energy of the cosmos. Becomes the energy of the body, in all its cells.

[9] [21] A Zen riddle, often apparently absurd. – GD

[10] [22] “Mind without mind,” a kind of detached activity, comparable to “flow.” – GD

[11] [23] A rank in Eastern martial arts. – GD

[12] [24] Illusions, attachments. – GD

 

Article printed from Counter-Currents Publishing: https://www.counter-currents.com

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lundi, 27 mai 2019

Analysis of "Men Among the Ruins" (Kulturkampf Podcast)

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Analysis of "Men Among the Ruins" (Kulturkampf Podcast)

Full episode about Julius Evola's most political work - "Men Among the Ruins" which was written after the second World War. It has previously been taken off youtube.
 

mardi, 21 mai 2019

Guénon et le rejet des élites en Chine ancienne

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Guénon et le rejet des élites en Chine ancienne

Les Carnets de Nicolas Bonnal

Ex: http://www.dedefensa.org

Les élites sont rejetées ou carrément craintes maintenant en occident, et la grande élection de Trump aura marqué ce moment, comme le reconnaissait Nassim Nicholas Taleb. Ce penchant anarchiste – ou libertaire-libertarien – est très marqué dans notre vague mondiale de contestation antitout et je lui trouve sinon une origine, du moins un beau précédent – en Chine ancienne. Pays du nombre et de la récurrente organisation totalitaire et massifiée, la Chine a été aussi, dans une lointaine antiquité, le pays du rejet de cette organisation.

Il y a vingt-cinq siècles donc les gilets/périls jaunes existent en Chine et rejettent, avec les penseurs taoïstes, la hiérarchie, l’empereur, la bureaucratie, l’armée et les fameux « lettrés » alors incarnés par Confucius. On se référera ici surtout à Tchouang-Tseu.

Et comme René Guénon, cet immense et si traditionnel auteur n’en veut pas au peuple :

« Petits mais respectables sont les êtres qui remplissent le monde. Humble mais nécessaire est le peuple. »

J’ai cité Guénon, et ce n’est pas pour rien. Un bref rappel de sa vieille crise du monde moderne que j’ai étudiée ici-même :

« Au VIe siècle avant l’ère chrétienne, il se produisit, quelle qu’en ait été la cause, des changements considérables chez presque tous les peuples ; ces changements présentèrent d’ailleurs des caractères différents suivant les pays. Dans certains cas, ce fut une réadaptation de la tradition à des conditions autres que celles qui avaient existé antérieurement, réadaptation qui s’accomplit en un sens rigoureusement orthodoxe ; c’est ce qui eut lieu notamment en Chine, où la doctrine, primitivement constituée en un ensemble unique, fut alors divisée en deux parties nettement distinctes : le Taoïsme, réservé à une élite, et comprenant la métaphysique pure et les sciences traditionnelles d’ordre proprement spéculatif ; le Confucianisme, commun à tous sans distinction, et ayant pour domaine les applications pratiques et principalement sociales. »

Guénon a ici tort de notre point de vue ; la pensée taoïste, puisqu’elle va au Principe, se moque de la Tradition, des rites, de la musique, et elle humilie Confucius au service de ses maîtres et des cruels guerriers. Mais il ajoute :

« Dans l’Inde, on vit naître alors le Bouddhisme, qui, quel qu’ait été d’ailleurs son caractère originel, devait aboutir, au contraire, tout au moins dans certaines de ses branches, à une révolte contre l’esprit traditionnel, allant jusqu’à la négation de toute autorité, jusqu’à une véritable anarchie, au sens étymologique d’« absence de principe », dans l’ordre intellectuel et dans l’ordre social. »

Cela s’applique parfaitement à la pensée anarchiste-taoïste de cette époque.

Je rappelle pourquoi pour Guénon cette époque est importante :

mandarin.jpg« En nous rapprochant de l’Occident,… le VIe siècle fut le point de départ de la civilisation dite « classique », la seule à laquelle les modernes reconnaissent le caractère « historique », et tout ce qui précède est assez mal connu pour être traité de « légendaire », bien que les découvertes archéologiques récentes ne permettent plus de douter que, du moins, il y eut là une civilisation très réelle ; et nous avons quelques raisons de penser que cette première civilisation hellénique fut beaucoup plus intéressante intellectuellement que celle qui la suivit, et que leurs rapports ne sont pas sans offrir quelque analogie avec ceux qui existent entre l’Europe du moyen âge et l’Europe moderne. »

Mais on en revient au manège antiélitiste et antitraditionnel (au sens de sclérotique et de hiérarchique, c’est un rejet aussi de toute taxinomie) de notre taoïste Tchouang-Tseu. Pour lui les sages (ou intellectuels, ou politiciens, on dirait maintenant « experts ») ont gâché le monde et ils sont « des emballeurs de brigands » :

« Le vulgaire ferme, avec des liens solides et de fortes serrures, ses sacs et ses coffres, de peur que les petits voleurs n’y introduisent les mains.

Cela fait, il se croit et on le trouve sage. Survient un grand voleur, qui emporte sacs et coffres avec leurs liens et leurs serrures, très content qu’on lui ait si bien fait ses paquets. Et il se trouve que la sagesse de ces vulgaires avait consisté à préparer au voleur son butin.

Il en va de même en matière de gouvernement et d’administration. Ceux qu’on appelle communément les Sages ne sont que les emballeurs des brigands à venir. »

Ces lettrés sont critiqués car ils se mettent souvent au service des autorités :

« Les plus renommés d’entre les Sages historiques ont ainsi travaillé pour de grands voleurs, jusqu’au sacrifice de leur vie. Loung-fang fut décapité, Pi-kan fut éventré, Tch’ang-houng fut écartelé, Tzeu su périt dans les eaux.

Le comble, c’est que les brigands de profession appliquèrent aussi à leur manière les principes des Sages. »

Dans le même esprit, Lao Tsé a écrit (§ 57, traduction Stanislas Julien) :

« Plus le roi multiplie les prohibitions et les défenses, et plus le peuple s’appauvrit ; Plus le peuple a d’instruments de lucre, et plus le royaume se trouble ; Plus le peuple a d’adresse et d’habileté, et plus l’on voit fabriquer d’objets bizarres ; Plus les lois se manifestent, et plus les voleurs s’accroissent. »

tchouangtseu.jpgEt Tchouang-Tseu :

« Oui, l’apparition des Sages cause l’apparition des brigands, et la disparition des Sages cause la disparition des brigands. Sages et brigands, ces deux termes sont corrélatifs, l’un appelle l’autre, comme torrent et inondation, remblai et fossé. »

Et d’enfoncer nûment son clou :

« Je le répète, si la race des Sages venait à s’éteindre, les brigands disparaîtraient ; ce serait, en ce monde, la paix parfaite, sans querelles.

C’est parce que la race des Sages ne s’éteint pas qu’il y a toujours des brigands. Plus on emploiera de Sages à gouverner l’État, plus les brigands se multiplieront. »

Tchouang-Tseu recommande même les us et manières des…casseurs, « la civilisation étant une conspiration » (John Buchan) qui fait déchoir les hommes et par là le monde. Il est important de détruire la musique rituelle et, avec elle, instruments et outils :

« Détruisez radicalement toutes les institutions artificielles des Sages, et le peuple retrouvera son bon sens naturel. Abolissez la gamme des tons, brisez les instruments de musique, bouchez les oreilles des musiciens, et les hommes retrouveront l’ouïe naturelle. Abolissez l’échelle des couleurs et les lois de la peinture, crevez les yeux des peintres, et les hommes retrouveront la vue naturelle. Prohibez le pistolet et le cordeau, le compas et l’équerre ; cassez les doigts des menuisiers, et les hommes retrouveront les procédés naturels… »

Comme Hésiode ou Ovide, Tchouang-Tseu célèbre l’âge d’or, la Tradition primordiale, l’In Illo Tempore de Mircea Eliade. On cite Ovide (Métamorphoses, I, 94-107) :

« Les pins abattus sur les montagnes n’étaient pas encore descendus sur l’océan pour visiter des plages inconnues. Les mortels ne connaissaient d’autres rivages que ceux qui les avaient vus naître. Les cités n’étaient défendues ni par des fossés profonds ni par des remparts. »

Ovide poursuit :

« La terre, sans être sollicitée par le fer, ouvrait son sein, et, fertile sans culture, produisait tout d’elle-même. L’homme, satisfait des aliments que la nature lui offrait sans effort, cueillait les fruits de l’arbousier et du cornouiller, la fraise des montagnes, la mûre sauvage qui croît sur la ronce épineuse, et le gland qui tombait de l’arbre de Jupiter. C’était alors le règne d’un printemps éternel. »

Et on reprend Tchouang-Tseu :

« Ils trouvaient bonne leur grossière nourriture, bons aussi leurs simples vêtements. Ils étaient heureux avec leurs mœurs primitives et paisibles dans leurs pauvres habitations. Le besoin d’avoir des relations avec autrui ne les tourmentait pas. Ils mouraient de vieillesse avant d’avoir fait visite à la principauté voisine, qu’ils avaient vue de loin toute leur vie, dont ils avaient entendu chaque jour les coqs et les chiens. En ces temps-là, à cause de ces mœurs-là, la paix et l’ordre étaient absolus. »

tchouanggrandlivre.jpgLe développement intellectuel, administratif et bureaucratique est cause de la décadence. Tchouang-Tseu :

« L’invention de la sophistique, traîtresse et venimeuse, avec ses théories sur la substance et les accidents, avec ses arguties sur l’identité et la différence, a troublé la simplicité du vulgaire. »

Et de taper sur les sophistes comme un bon Socrate :

« Oui, l’amour de la science, des inventions et des innovations est responsable de tous les maux de ce monde. Préoccupés d’apprendre ce qu’ils ne savent pas (la vaine science des sophistes), les hommes désapprennent ce qu’ils savent (les vérités naturelles de bon sens).

Préoccupés de critiquer les opinions des autres, ils ferment les yeux sur leurs propres erreurs. »

Le désordre moral rejaillit sur la nature :

« De là un désordre moral, qui se répercute au ciel sur le soleil et la lune, en terre sur les monts et les fleuves, dans l’espace médian sur les quatre saisons, et jusque sur les insectes qui grouillent et pullulent à contretemps (sauterelles, etc.). Tous les êtres sont en train de perdre la propriété de leur nature. C’est l’amour de la science qui a causé ce désordre. »

Shakespeare fait dire comme on sait à Titania à la fin de son fameux monologue (il ne s’agit pas du tout de faire de la littérature comparée, mais d’établir des correspondances traditionnelles) :

« Le printemps, l’été, le fertile automne, l’hiver chagrin, échangent leur livrée ordinaire ; et le monde étonné ne peut plus les distinguer par leurs productions. Toute cette série de maux provient de nos débats et de nos dissensions ; c’est nous qui en sommes les auteurs et la source… »

Mais on en revient à l’étonnante modernité de Tchouang-Tseu, à sa rage anti-verbeuse :

 « Depuis dix-huit siècles, on s’est habitué à faire fi de la simplicité naturelle, à faire cas de la fourberie rituelle ; ou s’est habitué à préférer une politique verbeuse et fallacieuse au non-agir franc et loyal. Ce sont les bavards (sages, politiciens, rhéteurs), qui ont mis le désordre dans le monde. »

La sophistication est alors telle que notre penseur dénonce un gouvernement mathématique :

« Tout le monde voulut devenir savant pour parvenir, et le peuple s’épuisa en vains efforts. C’est alors que fut inventé le système de gouvernement mathématique.

L’empire fut équarri avec la hache et la scie. Peine de mort pour tout ce qui déviait de la ligne droite. Le marteau et le ciseau furent appliqués aux mœurs. »

C’est la révolte contre la méga-machine de Lewis Mumford, qui lui analysait l’Egypte. Mais restons-en là : alors arrive une révolte façon gilets jaunes :

« Le résultat fut un bouleversement, un écroulement général. C’est que le législateur avait eu le tort de violenter le cœur humain. Le peuple s’en prit aux Sages et aux princes. Les Sages durent se cacher dans les cavernes des montagnes, et les princes ne furent plus en sûreté dans leurs temples de famille. »

La rage de Tchouang-Tseu devient donc destructrice :

 « Il a raison, l’adage qui dit : exterminez la sagesse, détruisez la science, et l’empire reviendra à l’ordre spontanément. »

Et de finir sur cette étonnante question rhétorique :

« Qui trouble l’empire, qui violente la nature, qui empêche l’action du ciel et de la terre ? qui inquiète les animaux, trouble le sommeil des oiseaux, nuit jusqu’aux plantes et aux insectes ? qui, si ce n’est les politiciens, avec leurs systèmes pour gouverner les hommes ? ! »

Le secret serait de laisser le monde tel quel (le rêve libertarien de Rothbard) :

« Il faut laisser le monde aller son train, et ne pas prétendre le gouverner. Autrement les natures viciées n’agiront plus naturellement (mais artificiellement, légalement, rituellement, etc.). Quand toutes les natures, étant saines, se tiennent et agissent dans leur sphère propre, alors le monde est gouverné, naturellement et de lui-même ; pas n’est besoin d’intervenir. »

Sources

Ovide – Métamorphoses, I, traduction Villenave (ebooksgratuits.com)

Shakespeare – le songe d’une nuit d’été, II, 2 (ebooksgratuits.com)

Zhuang Zi – Œuvre de Tchouang-Tseu

René Guénon – La crise du monde moderne, pp. 21-23 (classiques.uqac.ca)

Tao Te King – Lao Tsé – Livre de la Voie et de la Vertu, traduction Julien

vendredi, 10 mai 2019

Evola and Neo-Eurasianism

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Evola and Neo-Eurasianism

Ex: https://www.geopolitica.ru

We must understand Julius Evola’s work in the same vein as we understand Heidegger’s approach to metaphysics and Western civilization.

While we can know, for sure, that the current state of Western civilization no longer resembles, in toto, the idealistic image once pictured by Heidegger and Spengler, we must be aware that their work constitutes an important and vital watershed.

The spirit of of old Europe is alive in Heidegger’s work, just as much as in Evola’s work. Both represent the spirit of an age that knew – intimately, perhaps – the Nietzschean drive to its deep modernistic roots and its essence, and perhaps could be depicted in a certain sense as representing the age of the (aspiring) Overman, the active nihilist, and of the regimes that sought a new model of man – many of them Fascist, Communist or even Liberal – as opposed to the current age of the Last Man, a man who has lost the Faustian drive almost entirely and therefore succumbed to passive nihilism, and to the spirit of an age that has fully transitioned from Modernity to Post-Modernity. An age that now consequently, in our current epoch, faces complete dissolution.

Evola addresses this age of dissolution just as intensively and concisely as Heidegger deconstructs the essence of Western logos and of its Metaphysics focused on unreal abstract presences, on reified essences, and on the thinking subject.

We must understand Evola as a savant who was deeply aware of his own role within the End Times, and the sort of distillation, of objectivity (sachlichkeit), that would be necessary in confronting the dimensions and challenges given in our age. We must sense, in him, a man who grasped the inevitable dissolution and destruction of the standards of the bourgeois era, and the age of so-called “Old” Europe, of the Europe that was still recognizable to a man like Oswald Spengler, and about whose inevitable destiny Goebbels firmly proclaimed – as he spoke, during the aftermath of the Dresden bombing and the late 2nd major global confrontation: “all of old Europe comes crashing down, and will be buried, with this war. With this conflict, comes down the ruin of the bourgeois age.” [rough translation]

Even if this fundamentally correct intuition did not come in the style of perverted Nazi dreams, with the construction of the fascist Neue Ordnung, but instead with the building of a demented, sick, geriatric and nihilistic liberal regime within an Americanized mold, we must still see in Evola a sort of logical conclusion to the presuppositions that have so far underlined the later stages of European reaction.

Evola must be understood as constituting the bridge from late Western European continental thought, to Tradition as we should know, and properly understand in the conception that must underlie the foundations of a new, post-liberal civilization that we – as men of the Midnight – must necessarily aspire to.

The very movement of Evola’s life, from the Absolute Idealism of his youth, towards the Neo-Platonic intellectual rigidity, the cemented and refined orthodoxy of the “late” Evola, is indicative of the way that we should take in our age.

Evola wrote precisely for us, the men of the midnight. His writings concerned not just the critique of late Western metaphysics, from a partial point of view that is perhaps much more complete in the work of Rene Guenon and Martin Heidegger, but carries in itself the apocalyptic and eschatological vision of the End – although within Evola’s work, we must understand the undertones of this view of the End Times as being fundamentally different from the Semitic bluster of emotions that have characterized our understanding of the term within Christian civilization.

Evola’s view of the End Times is strictly aligned with a different Orthodoxy, namely, that of Platonism, Hermeticism, Buddhism in its early purer form, and also Samkhya, Advaita and other such currents that can still be discerned in our age. In them, while the End Times and the Dark Age form a coherent given, there’s a marked absence of the pathos of the Semitic type within the scope of these alternative traditional teachings.

The current age of liberal decadence, of the end of Western humanity, must be understood within the aegis and scope of the broad movement of dissolution, of fragmentation, that precedes the end of the cycle. And this is followed, markedly, by the search for transcendence in a world that has become meaningless, formless, objectified, banal and the passive receptacle of a process very similar to the fetish of commodities described by Marxist ideologues. And within this dystopian world of the late times, we can also witness the correspondence made in a very precise fashion with the age of the fourth caste, the age of the Sudra – characterized for instance by the domination of the formless mass man, of pure quantity and of machines – as opposed to the previous bourgeois age that retained the remnants of deeper, older organic elements.

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Within this age, and within the West, we must acknowledge that everything that was still organic and traditional in the previous “bourgeois” age, that ended most definitely in 1945, is now coming to an end or has already been destroyed. The anti-modernist teaching of the Roman Church was killed and buried together with its ceremonial and liturgical core, and so were the remnants of the organic, pre and anti-modern social elements, like the aristocracy, the clergy, and the broad aristocratic and hierarchical structures that still played their role in granting a deep and effective sense of societal and personal differentiation no longer present in our day and age.

In our age, which is marked deeply by the liberal and also former Communist erosion of all the remaining standards of organic civilization, we cannot count on the luxury of having the old models and superstructures present within our current milieu. The organic society of the Renaissance, and its predecessor, the organic society of the Middle Ages, are now but a distant memory. What is present right now is precisely the inorganic model of the civilized, late liberal world, that drags itself inexorably towards a vortex of imbecility, downwards leveling of the social structure, and also self-disintegration. Of this, we can only take into account the brilliant work “Jihad vs McWorld”, the sort of book that bears a title very fitting to the current age of Spenglerian early Caesarism, money politics, and solidification.

We have already discussed briefly here and elsewhere the nature of this age. And now, we must understand that when the West lies close to its stage of effective mortality, the initiative must be seized decisively towards a new direction. This initiative consists in the gathering of the men of the Midnight, the differentiated men who “ride the tiger”, to the construction of a new paradigm that must necessarily come after the deep, dark night of Western modernity, and that shall come to the fore as the necessary civilizing Traditional force over a world in ruins. Of a world that has lost sight of itself, and has submerged itself into the most elementary and animal-like barbarity.

L’altro ’68 tra Julius Evola e Jan Palach

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L’altro ’68 tra Julius Evola e Jan Palach

da Giovanni Sessa
Ex: http://www.barbadillo.it

Molti dei mali del nostro tempo hanno avuto una lunga incubazione storica. Non può, però, essere messo in dubbio che, un momento di evidente accelerazione dei processi di crisi, si sia mostrato, in modo lapalissiano, nel tanto mitizzato 1968 e nella contestazione studentesca. Due recenti pubblicazioni vengono, opportunamente, a ricordarcelo. Si tratta di Julius Evola, Scritti sul ’68, comparso nel catalogo dell’editore l’Arco e la Corte (per ordini: arcoelacorte@libero.it, pp. 130, euro 15,00), e del volume di Petr Vyoral, Jan Palach, Praga 1969. Una torcia nella notte, di recente nelle librerie per Ferrogallico (per ordini: info@ferrogallico.it, pp. 111, euro 15,00).

9788894398328_0_306_0_75.jpg   Il primo libro, come ricorda nell’informata Premessa Alessandro Barbera, raccoglie gli articoli che Evola pubblicò su il Borghese nel biennio 1968-1969, aventi per tema la contestazione, due suoi scritti apparsi su Il Conciliatore, nonché un’intervista rilasciata, per lo stesso mensile, a Gianfranco de Turris. Infine, un articolo pubblicato sul Roma nel 1971 e il capitolo tratto da L’arco e la clava, intitolato La gioventù, i beats e gli anarchici di destra. Chiude il volume, un’Appendice che riunisce scritti di Mario Tedeschi, Giano Accame ed Adriano Romualdi. Dalla lettura è possibile evincere l’effettiva posizione che il filosofo assunse nei confronti del movimento studentesco. Evola iniziò la propria collaborazione a il Borghese di Tedeschi, per chiamata diretta dello stesso Direttore. Questi non condivideva le posizioni fatte proprie, in tema di movimento studentesco e «cinesi» all’Università, da Giano Accame, intelligenza scomoda formatasi sui testi di Evola, ma aperta, lo ricorda Barbera, alla modernità. Mentre Accame rilevava assonanze teoriche di fondo tra il pensiero di Tradizione ed alcuni assunti teorici espressi dai francofortesi, gli interventi Evola, misero in luce come, nell’antropologia disegnata da Marcuse, emergesse un debito rilevante nei confronti del freudismo.

   L’uomo che i contestatori avevano in vista per il superamento della società ad una dimensione, vedeva il prevalere della spinta meramente pulsionale, legata ad un’idea di libertà quale puro svincolo, libertà-da e non libertà-per. Inoltre, Evola espresse una critica radicale del maoismo, ideologia sostanziata dal marxismo e da un nazionalismo collettivistico, del tutto alieno dall’idea di comunità tradizionale. Ciò lo indusse a prendere, con chiarezza, le distanze dai gruppi nazi-maoisti che sostenevano di ispirarsi alle sue idee, come ribadito anche nell’intervista concessa a de Turris. Sulle medesime posizioni si schierò lo stesso Adriano Romualdi. La vera urgenza, per Evola, non andava individuata nella contestazione al sistema, ma nella Rivolta contro l’intera civiltà moderna. Non esistendo strutture politiche, né partitiche, atte a tanto, sarebbe stato necessario dedicarsi alla formazione personale, spirituale ed esistenziale, per farsi trovare pronti al momento opportuno. Evola fu, dunque, lungimirante.

    Comprese che il ’68 era funzionale al sistema e che i contestatori avrebbero semplicemente scardinato, a favore dei padroni del vapore, il ruolo dei corpi intermedi, della famiglia, avrebbero soprattutto messo in atto l’assassinio del Padre, indispensabile figura della trasmissione della Tradizione, al fine di liberare l’energia sovversiva del capitalismo, fino ai limiti estremi. Coglie nel segno, nella postfazione, Manlio Triggiani nel sostenere che Evola criticò, ad un tempo, i contestatori, e quanti a destra svolsero il ruolo di guardie bianche del sistema, «liberando» le Università dai «cinesi» che le occupavano. Comprese, che, per costruire un Nuovo Inizio europeo, sarebbe stato necessario lasciarsi alle spalle la mera nostalgia, così come gli sterili richiami patriottardi.

   Il secondo volume che presentiamo è dedicato a Jan Palach e richiama l’attenzione sull’Altro Sessantotto, quello combattuto, oltre la cortina di ferro, non dai figli della borghesia americanizzata dell’Occidente, dai narcisi à la page, ma dai figli del popolo che lottavano per affermare, sacrificando la propria vita, la dignità dell’uomo e della Tradizione. Il libro è costituito da testi e da disegni. Presenta in modalità decisamente accattivante, nel fumetto ottimamente realizzato da Vyoral, la storia, personale e politica, di Jan Palach, «torcia n. 1» che il 16 gennaio 1969, in piazza  san Venceslao a Praga, si diede fuoco per protestare, non solo contro l’occupazione del suo paese da parte delle truppe sovietiche ma, ancor di più, per suscitare una reazione forte nei confronti dell’asfissia prodotta dal sistema comunista. La primavera di Praga era stata stroncata nel sangue: non si trattava di «riformare» il comunismo, ma di sconfiggerlo. Il fumetto è accompagnato e completato dai testi di Emanuele Ricucci, autore della Prefazione, e di Umberto Maiorca, a cui si deve la Postfazione. Il primo ricostruisce, con toni lirici e appassionati, le tragiche vicende del giovane studente universitario ceco, ricordando quanto asserito da Marcello Veneziani: «i sessantottini incendiarono il mondo pensando a sé stessi, mentre Palach incendiò se stesso pensando al mondo» (p. 7). Maiorca ripercorre, in modo organico e compiuto, la breve esistenza di Jan, sottolineando, a beneficio del lettore, che nei Paesi dell’Est europeo, molte furono, in quegli anni, le torce che si accesero, perché la verità tornasse a riempire, luminosa, la vita offesa dal comunismo. Il 25 gennaio 1969, si svolsero i funerali del martire: «in una Praga avvolta dal silenzio e da una pioggia sottile […] sotto un cielo grigio seicentomila persone scendono in strada» (p. 96).

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  I suoi resti mortali non trovarono pace. La sua tomba divenne luogo di culto e di pellegrinaggio, che il regime non poteva tollerare. Il corpo venne riesumato, cremato, e le ceneri consegnate alla madre. Solo nel 1974 furono nuovamente sepolte, ma sulla tomba, perché non fosse riconosciuta, comparvero le sole iniziali del nome, «J. P.». Il senso comune contemporaneo tende a relegare gesti come quelli di Palach, nelle forme del patologico, riducendolo alla categoria della «follia». Ciò è naturale, la società post-moderna non riconoscendo più il Padre, il precedente autorevole, può mai comprendere la quint’essenza dell’Eroe? Jan Palach l’ha pienamente incarnata. Resterà per sempre simbolo del nostro Sessantotto.

@barbadilloit

Di Giovanni Sessa

lundi, 08 avril 2019

Yggdrasil - l'arbre mondes

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Yggdrasil - l'arbre mondes

Yggdrasil est au cœur de la mythologie nordique dont il relie les neuf mondes.
Mais quelle est son histoire ?
Plus d'info sur le site ici: http://mythesetlegendes.wix.com/mythe...
Vidéo d'introduction: Yann Texte/montage/voix: illifire
Musiques: DC Love Go Go - Silent Partner Donors - Letter Box
Ending template: RAVEN DESIGN
 
Bibliographie:
BOYER Régis, L'Edda poétique, éd. Fayard, Daumont, 2010
BOYER Régis, Snorri Sturluson, le plus grand écrivain islandais du Moyen Âge, éd. Orep, coll. Héritages Vikings, Bayeux, 2012
Dillmann F.-X., L'Edda, récits de mythologie nordique par Snorri Sturluson, éd. Gallimard, coll. L'aube des peuples, 2014
DUMEZIL Georges, Mythes et dieux des Indo-Européens, Loki, Heur et malheur du guerrier, éd. Flammarion, Lonrai, 2011.
GUELPA Patrick, Dieux et mythes nordiques, éd. Presses Universitaires du Septentrion, Paris, 1998
KERSHAW Kris, The One-eyed God, Odin and the (Indo-)Germanic Männerbünd, Journal of Indo-European Studies Monograph Number Thirty-Six, Washington D.C., 2000.
MIRZA Sandrine, La mythologie, éd. Gallimard Jeunesse, coll. Tothème, Paris, 2010.
STURLUSON Snorri, Edda, récits de mythologie nordique, éd. Gallimard, France, 2014
THIBAUD Robert-Jacques, Dictionnaire de mythologie et de symbolique nordique et germanique, éd. Dervy, Clamecy, 2009.
 

dimanche, 07 avril 2019

Devotion of the Celtic Warrior Class

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Devotion of the Celtic Warrior Class

In the Gests of most Indo-European mythical war episodes, the chief, or king, has the responsibility to instruct and lead his fellow warriors into battle in order to ensure the protection of the subjects he defends. In this situation, he acts as a military officer according to the duties of the first function of teachers and instructors. These duties and responsibilities were defined and conditioned by set statutory rules. As Georges Dumézil explained in The Destiny of the Warrior, the central motif of the Indo-European tripartite ideology was one of force, protection, sovereignty, prosperity, and fecundity. The main purpose of sacred royalty is to maintain organization and capitalization in order to withhold the kingdom’s balance of power and justice. But before reaching chieftain-hood, or kingship, the young warrior must undergo a series of ritual initiations. This, before he is to become an accomplished combatant tested in battle.
 
Article on Academia: Devotion of The Celtic Warrior Class : Celtic Warrior class Devotion_Boutet.pdf