Norbert Elias ( 1897, Alemania -1990, Holanda) sociólogo judío-alemán cuyo trabajo se concentró en la relación entre poder, comportamiento, emoción y conocimiento.
Estudió inicialmente Medicina, pero la joven Elias no le satisfacía el concepto de “homo clausus” y el mecanicismo material, interesándole más la ciencia social humana. Más tarde Filosofía y Sociología en Breslau, (su ciudad natal, en la Silesia prusiana, es hoy Wroclaw, por completo polaca), Friburgo y Heidelberg. Allí había un importante círculo de sociología que se ocupó de ordenar y editar en formato de libro los ensayos de Max Weber en torno a su viuda (+1920). Entre sus compañeros y profesores se cuentan: Kart Manhein, Alfred Weber, el hermano de Max, con el que tropezará intelectualmente, Husserl y Jaspers. Será Manhein su mentor preferido.
Su tesis versará sobre la idea del individuo en relación con la sociedad en una dialéctica de acción-estructura. Aislados uno del otro, ambos conceptos no son comprensibles. Se apunta la “figuración/sociología figuracional” y su interés en las relaciones humanas, que marcará toda su obra. Con ocasión de ella se enfrenta a las categorías a priori kantianas, considerando que antes de la experiencia humana, nada existe.
Vivió en su propia carne el drama de la Iª Guerra Mundial como soldado voluntario, junto con toda su promoción colegial, y en 1933, ante el nazismo y las limitaciones al trabajo de los intelectuales judíos, emigró a Francia y posteriormente, en 1938, a Gran Bretaña. Su padre muere en circunstancias imprecisas, y en 1941 su madre morirá en el campo de concentración de Auschwitz. A sus padres dedica precisamente el libro central de su obra.
En su exilio con gran precariedad económica fue protegido por círculos de solidaridad judía. En cierta medida se puede ver un tributo en parte de su perfil a cierta facción del pensamiento judío cercano al sionismo clásico (Leo Löwenthal, Gershom Scholem) aunque con matices.
Pasó dos años en París. En general Elias vivió alejado de los medios académicos y sólo desde 1954 será catedrático de Sociología en Leicester, aunque ejerció la docencia en universidades de varios países (Ghana, Holanda, Alemania). Entre sus alumnos se cuenta al sociólogo inglés Anthony Giddens, con consecuencias poco relevantes, mientras que su principal heredero ha sido Eric Dunning. Escribió también obras poéticas y narrativas entre las que se cuenta La balada del Jacob pobre, inspirada en una experiencia real de persecución y desprecio, la suya. De alguna manera, la "deconstrucción" que su pensamiento supone para con las lógicas modernas -naturalizadas socialmente- tiene que ver con la experiencia; al igual que como Hannah Arendt se preguntó por las bases de la humanidad.
Entre 1930 y 1933 trabajó como asistente de Karl Mannheim en Fráncfort del Meno, en el mismo edificio en que trabajaban Adorno y Horkheimer. Debido a lo anterior, existe alguna confusión en relación a la influencia que pudo ejercer la Escuela de Fráncfort en el pensamiento de Elias. Fue un decidido crítico de la sociología tradicional, inclinada a la elaboración de modelos estáticos, como el de Talcott Parsons, y tendencias de grupo.
Iniciada ya en 1936, en 1939 publicó en alemán, pero en Suiza, tardará mucho en aparecer en inglés, El proceso de civilización –la edición concreta que manejamos es de 1987, naturalmente con modificaciones respecto a la 1ª ed., encabeza la bibliografía ofrecida, y a ella se refieren las citas abreviadas-, sin que llegara ciertamente a la atención del público, en parte por su condición de judío y en parte por su renuncia a formar parte de grupos doctrinarios. En los 70 surge del anonimato (en 1976 se tiraron 100.000 ejemplares en edición de bolsillo de la obra que nos ocupa), En 1977 Elias recibió el Premio Adorno en Frankfurt. Una tardíamente reconocida voz que debía ser escuchada por las Ciencias Sociales, especialmente por la Historia, hasta ser considerado uno de los sociólogos más importantes del siglo XX, teniendo tiempo de ver reconocida su obra antes de su muerte a los 93 años de edad.
Fue sobresaliente su excepcional interés en comprender por qué los humanos se comportan como lo hacen, lo cual se hace evidente en el conjunto de su obra con títulos como: La sociedad cortesana, La sociedad de los individuos o La soledad de los moribundos; de la cual es pieza maestra El proceso de civilización, en la que realiza un elaborado análisis del “desarrollo histórico a largo plazo” que da lugar a una teoría de la civilización o del desarrollo social. Walter Benjamin, según Juan Carlos Jurado (1) se negó a prologar su obra, al considerar que contradecía la dialéctica marxista. Norbert Elias incide en la imposibilidad de separar el tiempo físico del social y en la compleja evolución del tiempo social que ha llevado hasta a una retícula finísima que parece mera naturaleza.
El concepto de historia de Benjamin incorpora radicalmente la intersubjetividad, pero estaría más cerca de la ortodoxia marxista. Sostiene nuestro autor que “Los modelos teóricos del desarrollo social a largo plazo…Comte, Spencer, Marx, Hobhouse… descansaban sobre hipótesis que venían determinadas fundamentalmente por los ideales políticos de los autores y, en segundo lugar, por la adecuación de los propios modelos a la realidad objetiva. (Elías, 1987; 19)
En la visión de la historia de Elias hay dos procesos de integración nacional interrelacionados: uno de integración territorial, y otro de integración de clases, que lleva a, pero no acaba en, la igualdad ante ley. Pasa por el estadio del absolutismo e implica la “socialización de los monopolios; el de la violencia, la moneda, tributos…que hacen del Estado el soberano indiscutible.
El proceso de la civilización. investigaciones sociogéneticas y psicogenéticas. Particular atención a la psicogénesis.
En El proceso de civilización Elias parte de un problema presente, la orgullosa autoconciencia que tienen los occidentales de ser “civilizados”, para demostrar que las formas de comportamiento sociales y políticas consideradas típicas del hombre “civilizado” occidental no han sido siempre iguales, sino que son fruto de un complejo proceso histórico en el que interactúan factores de diversa índole que dan lugar a transformaciones en las estructuras sociales y políticas (sociogénesis), y también en la estructura psíquica y del comportamiento de los individuos (psicogénesis), es decir, que a lo largo de muchos siglos se va produciendo una transformación paulatina hasta alcanzar la pauta de nuestro comportamiento actual, lo cual no quiere decir que el proceso civilizador haya culminado. Para Elias no tiene un principio específico y continúa en marcha, ni siquiera lo identifica con la idea de progreso señalando que no hay nada intrínsecamente bueno o malo en la civilización. Por otro lado tampoco lo considera como un proceso rectilíneo sino que más bien implica flujos y reflujos, movimientos hacia atrás y hacia delante, incluso desplazamientos laterales.
Podría ponerse a Elias en relación con Franz Boas y su particularismo histórico que rechazó el modelo evolucionista de la cultura, que había dominado hasta su aparición. Cada sociedad es una representación colectiva de su pasado histórico único. Boas rechazó el evolucionismo unilineal, la idea de que todas las sociedades siguen el mismo camino y han alcanzado su estadio propio de desarrollo del mismo modo que han podido hacerlo las demás. En su lugar, el particularismo histórico mostró que las diferentes sociedades pueden alcanzar el mismo grado de desarrollo por vías diversas. El acento en las diferencias entre los tres ejemplos de naciones de Elias, relativamente cercanas en cualquier caso, sigue ese camino. La pluralidad cultural de Boas nos parece más cercana que el patrón único de la idea de “cultura” del etnógrafo E. Tylor.
El concepto de civilización se ha usado en el pasado con un sentido semi-metafísico, al que alude en el primer capítulo del libro. En el s. XIX se entendía como un proceso automático que el autor soslayó en la primera edición y del que, como indica en su prólogo, se ocupa a partir de la 2ª ed.
El proceso de civilización supone una transformación del comportamiento y de la sensibilidad humanos en una dirección determinada, pero no de una forma consciente o racional, no es el resultado de una planificación que prevea el largo plazo ya que estas capacidades presuponen un largo proceso que se tratará de explicar más adelante, y que entronca con la llamada historia de la cultura o de las mentalidades, según las historiografías inglesa o francesa respectivamente.
Elias ha dado forma a la llamada «sociología figuracional». Poco conocida en el campo académico hasta los años 70, cuando fue "redescubierto". Su trabajo de una sociología histórica, puede explicar estructuras sociales complejas sin menoscabo de agencias individuales.
Su obra más conocida es la que centrará el presente trabajo, en su mitad referida a la psicogénesis. (Originalmente, la obra la constituían dos tomos, siendo el otro la sociogénesis). Curiosamente, aunque no lo vemos relevante, el orden del título invierte el del contenido entre ambos conceptos. Elias hace un análisis de la evolución de las sociedades europeas desde la época medieval y guerrera hasta el proyecto moderno e ilustrado. Reflexiona sobre el carácter de lo público y lo privado, la represión, tabúes y la cultura desde un modelo que trabaja una triada entre Karl Marx, Sigmund Freud y Max Weber. Se divide en dos grandes partes enunciadas en el título, que terminan en una suerte de psicoanálisis del viejo mundo. Muchos de sus trabajos sobre el deseo y la represión, de manera historiográfica, tienen similitudes con el trabajo que posteriormente realizó Michel Foucault.
Los dos primeros capítulos tratan de la cuestión de si es posible corroborar y dar por objetiva la suposición, partiendo de observaciones dispersas, de que hay cambios de larga duración en las estructuras emotivas y de control de los seres humanos que mantienen una única dirección a lo largo de una serie de generaciones. (Elias, 1987: 10). Si este cambio de larga duración de las estructuras de la personalidad se puede relacionar con los estructurales a largo plazo del conjunto de la sociedad en una dirección determinada. (Elias, 1987: 10). El cap. 3º y el Resumen se ocupan de este problema. Una conclusión sería una teoría de la civilización que comprenda un modelo de las relaciones posibles entre el cambio a largo plazo de lo individual y lo social en un grado superior de diferenciación e integración, consolidando los controles estatales. (Elias, 1987: 11)
Siguiendo al profesor Jorge Uría , en la observación de los hechos sociales advertimos modelos, que forman un campo simbólico que los historiadores señalan como patrón de conducta. Los valores constituyen el modo de obrar que la comunidad juzga como idóneo, haciendo lo posible por asemejarse a ellos. Implica adhesión y respeto en las capas más profundas e inconscientes. Son fuente de conductas predeterminadas. Son más eficaces que las sanciones, ya que la coacción necesita de un ejercicio continuo, lo que desgasta a la Autoridad, y que si no se ejerce, desgasta su autoridad. Por el contrario los valores no se desgastan mucho en el caso de no alcanzar su patrón ideal. Naturalmente adoptan una jerarquía.
En el funcionalismo de Parsons se señala la opción que el común de la gente tiene por lo que advierte como positivo entre polos. las sociedades tienden hacia la autorregulación, así como a la interconexión de sus diversos elementos (valores, metas, funciones, etc.). El autor se aleja expresamente de Parsons (Elias, 1987; 14 y ss.), al que se enfrentó duramente cuando el primero era una figura consagrada y el segundo una figura oscura, y al que acusa de reduccionismo conceptual estático, mientras que Elias pone su acento en la categoría de proceso, en perpetuo flujo, sin limitarse a parejas de conceptos. Para Elias no hay existencia separada de individuo y sociedad, sino una imbricación recíproca en línea con Durkheim.
La autosuficiencia de una sociedad está determinada por necesidades básicas, entre las que se incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes y servicios, la educación como socialización y la protección de la infancia. Todo ello favorece la integración social, tanto como los símbolos y los elementos movilizadores de lo que Castoriadis llama el imaginario social.
Volviendo a nuestro autor. Para acotar un tiempo de investigación Elias se remonta a la Edad Media en diferentes unidades históricas europeas: Alemania, Inglaterra y Francia principalmente, extendiéndose hasta los comienzos de la Edad Contemporánea. El concepto de civilización deriva de la noción de civilité, al que dedica el cap.2º, que considera deudor de la autoconciencia medieval de la cristiandad, aunque alcanza su significado al rebasar al sociedad caballeresca y la unidad católica (Elias, 1987;99), yque como los de cultivé o politissé trataban de caracterizar la especificidad del comportamiento cortesano del siglo XVI y lo elevado de sus costumbres sociales frente a la conducta de personas más primitivas y sencillas.
Elias demuestra, al margen de si era necesario o una obviedad, que “los hombres de Occidente no se han comportado siempre del modo que hoy acostumbramos a considerar como…propio de hombre “civilizados”. Si uno de nuestros contemporáneos occidentales civilizados regresara…por ejemplo al periodo feudal-medieval, en contraría en él mucho de lo que está acostumbrado a considerar como “incivilizado” en otras sociedades. (Elias, 1987; 47)
Elias ve también sustanciales diferencias en el proceso de constitución del concepto de civilización así como su función y significado son diferentes para Inglaterra, Francia y Alemania, así para las dos primeras civilización designó en términos genéricos una mejora en el trato y las costumbres; en cambio, en Alemania, por oposición, se concibió como “cultura”, en alusión al hombre cultivado. No nos podemos extender sobre las amplias comparaciones entre las tres naciones a las que dedica el capítulo primero.
Norbert Elias realiza su análisis de los cambios graduales que se dan en la conducta, las costumbres y el carácter psicológico de las personas a través de la literatura, los libros de consejos y los manuales de courtoise, donde se manifiesta la diversidad de códigos y reglas para la configuración de las “buenas costumbres”, es decir, el proceso de modelación de los comportamientos hacia costumbres menos rudas en situaciones como la compostura en la mesa, la realización de las necesidades fisiológicas, el modo de sonarse o de escupir, el comportamiento en el dormitorio, las relaciones sociales y en el manejo y represión de la agresividad.
El proceso de la civilización, es en cierto modo una historia de las costumbres que han posibilitado en su progreso la autoconciencia y el hecho sociológico del hombre “civilizado”. La psicogénesis analiza las conductas mundanas particulares. Sin alcanzar nunca un estadio definitivo, identifica cambios en todo aquello que nos avergüenza o enorgullece. No desde la abstracción si no desde una prolija enumeración de ejemplos ricamente documentados de microhistoria, o de lo que Unamuno llamó “intrahistoria”.
De este modo demuestra que el comportamiento de los hombres medievales podría calificarse de infantil (desde un punto de vista actual) con escasa represión de los instintos y de las necesidades fisiológicas tan naturales para ellos que no veían la necesidad de reprimirlas o hacerlas en soledad. Era una sociedad en la que los sentimientos actuaban de una forma más libre o espontánea e intensa, con oscilaciones muy extremas.
Elias se vale de los manuales de pedagogía, como por ejemplo De civilitate morum puerilum de Erasmo de Rotterdam, o El Cortesano, de Castiglione, a veces adaptaciones y traducciones de tratados clásicos, como los Disticha Catonis, para descubrir las contraposiciones entre los “civilizado” e “incivilizado”, lo correcto e incorrecto, y, de modo a veces inferido, lo habitual y lo extraordinario en el momento. Por ejemplo vemos que una princesa bizantina introduce el tenedor en el s. XI con gran escándalo en Venecia, que se irá imponiendo a la mano muy lentamente en siglos siguientes. Nos puede sorprender relativamente la falta de higiene en la alimentación, (compartir la cuchara, beber directamente de la sopera). Como ejemplo de la mentalidad del periodo, puede servir una prescripción de Calviac; «Resulta excesivamente ordinario que el niño ofrezca algo tras haberlo mordido o que no quiera comerlo, si no es a su criado». (Elias, 1987; 137).
Un recurso utilizado por Elias es la llamada sátira grobiana, fórmula mediante la que se recomienda de modo evidente y jocoso lo que es grotesco e indebido.
Recordemos que hablamos en estos tratados siempre de mesas burguesas y nobles, no de medios menesterosos. La sopa, y en general el comer cada uno de su propio plato y cubiertos, se prescribe entre 1640 y 1680, siendo su ejemplo una canción del Marqués de Coulanges. Pero todavía en la Lieja de 1740 se condena sorber la sopa de la escudilla. Hacia 1780 la servilleta es todavía un recurso cortesano.
Aunque quizá nos sorprenda menos que la habitual promiscuidad en el lecho, que no tiene necesariamente implicaciones sexuales. En general el pasado fue mucho menos pacato ante el desnudo de lo que pudiera creerse. Esta naturalidad ante el desnudo empieza a desaparecer lentamente en el s.XVI (Elias, 1987; 204), acentuándose hasta el s. XIX. Recordemos que en las bodas se acompañaba hasta la cama a los contrayentes. Y que la consumación matrimonial tenía en algunas monarquías, como Francia, testigos públicos hasta el XVIII.
Erasmo escribe, se supone al menos, en sus Colloquio, a los niños, y no les oculta la prostitución ni las casas donde se ejerce. Se avisa de su peligro pero no se oculta pudorosamente. Sus inquilinas eran un sector marginado, desde luego, pero más aceptado y con un rol social previsto y reconocido en la ciudad medieval de fines de la Edad Media. Los hijos ilegítimos tenían un reconocimiento en pasados siglos que fueron perdiendo gradualmente (Elias, 1987; 222). Aunque el grado de tolerancia cambie, la visión de al relación extramarital permanece siempre más benevolente para el marido que para la mujer.
En el s. XVII, reyes y grandes nobles franceses recibían visitas, a las que pretendían honrar con su confianza, mientras defecaban. (No en Elias, si no aportación nuestra, sin mediar desequilibrio mental, ese uso llega a principios del XVIII, en el que el comandante del ejército borbónico, Duque de Vendôme, impartía órdenes de esa guisa). El recibir visitas en la bañera (recordemos el asesinato de Marat), llega de modo general a principios del XIX (Napoleón).
Debemos señalar aquí la influencia de Elias en el historiador francés de la vida cotidiana Roger-Henri Gherrand. Particularmente en su historia de la higiene urbana .
Las costumbres en materia de eructos, ventosidades, escupitajos, estornudos, (el pañuelo aparece en el s. XIII, pero se generaliza, sólo en la sociedad cortesana, con el Rey Sol), fueron en general mucho más espontáneas, al anteponerse el criterio de que la retención amenazaba la salud, antes que el de las formas sociales. Los excesos de perfume en las clases altas podían intentar ocultar la poca frecuencia del lavado.
En el siglo XVI la clase nobiliaria caballeresca-feudal entra en decadencia mientras se está gestando una nueva clase cortesana-absolutista abriéndose las posibilidades de ascenso social, de modo que los manuales de conducta del momento respondían a las necesidades de una sociedad en transición y en ellos se recogían las formas de comportamiento que la sociedad esperaba de sus miembros anunciando una nueva relación entre los seres humanos que se observan y configuran a sí mismos con una conciencia más clara que en la Edad Media. Según Elias esta situación da lugar a que avance el umbral de la vergüenza y de los escrúpulos, de modo que aumenta la presión externa que unas personas ejercen sobre otras a la vez que crece la presión interna para conseguir el autocontrol o la autocoacción que opera incluso cuando el individuo está en soledad y en consecuencia comienzan las transformaciones en las pautas de comportamiento.
A partir de las fuentes mencionadas Elias nos muestra como una costumbre, aceptada en un tiempo, posteriormente deja de serlo debido a su hipótesis de que los “umbrales de la vergüenza” avanzan gradualmente como parte del proceso civilizador. Puede observarse que muchas conductas eran frecuentes y no causaban vergüenza porque no se consideraban descorteses o simplemente porque no se estaba informado de su nuevo significado reprobatorio: tomar la comida con las manos, limpiarse los dientes con el cuchillo, chuparse los dedos, eructar, desnudarse delante de otros… Es el desplazamiento de los umbrales de vergüenza y de sensibilidad hacia los otros lo que dispara el afán de los reformadores en “prohibirlas”, señalándolas como inapropiadas o inaceptables, es decir, como “incivilizadas”. La posibilidad de inspirar repugnancia precederá al concepto contemporáneo de higiene.
La evolución de la belicosidad y violencia personal también es tratada por Elias. La nobleza se confunde durante siglos con el bandolerismo. La guerra tenía matices alegres y estaba integrada con normalidad en la economía y en la emotividad. Ésta se empieza a canalizar y moderar muy lentamente a partir del s. XV. El patíbulo no tiene nada de desagradable.
En general en el XVI aparece el concepto de “gentilhombre” cuyas exigencias formales y de estilo se anteponen a sus cualidades en la guerra y la caza.
Es importante (Elias, 1987; 252 y 253) el paso ya citado de courtoisie a civilité en la traducción de Peyrat al libro de buenos modales de Della Casa, en 1562.
El método de Elias estriba básicamente en adjuntar sus observaciones sobre los textos originales previamente aportados.
Cuando las nuevas formas de comportamiento son imitadas por las clases medias se pierde el carácter de diferenciación con lo cual se impulsa en las clases altas una nueva fase de refinamiento y elaboración de comportamientos para mantener su prestigio diferenciador. Elias lo ejemplifica en el cambio de la nobleza caballeresca (s. XI-XVI) hacia la aristocracia cortesana-absolutista (s. XVII-XVIII) y de ésta al ascenso de la burguesía tras la Revolución Francesa. Son fases del proceso civilizador general en las que estos grupos lideran las transformaciones de las costumbres, destacando el importante papel de la corte, sobre todo la francesa, para la domesticación y pacificación de las costumbres nobiliarias, irradiando su influencia al resto de cortes europeas.
«En principio son las personas situadas más alto en la jerarquía social, las que de una u otra forma, exigen una regulación más exacta de los impulsos, así como la represión de éstos y la continencia en los afectos. Se lo exigen a sus inferiores y, desde luego, a sus iguales sociales. Sólo bastante más tarde, cuando las clases burguesas […] se convirtieron en clase alta, en clase dominante, pasó la familia a ser el centro único o, mejor dicho, el centro primario y dominante de la represión de los impulsos. Únicamente a partir de este momento la dependencia social del niño con respecto a los padres, pasó a convertirse en una fuerza especialmente importante e intensiva de la regulación y la modelación emotivas socialmente necesarias.» (Elias, 1987: 179)
De este modo, según Elias, cada niño recibe de forma intensa el proceso de civilización. La represión de los instintos se la inculcan como una auto-coacción que termina por actuar de forma automática. En consecuencia las “prohibiciones sociales” se convierten cada vez más claramente en parte de uno mismo, en un “súper-yo” o inconsciente estrictamente regulado, produciéndose por tanto la transformación de la condición psíquica del ser humano, aunque no sin conflictos puesto que en el propio individuo se entabla una lucha entre las manifestaciones instintivas (más agradables) y las limitaciones, prohibiciones y sentimientos de vergüenza.
A medida que avanza el proceso civilizador se va diferenciando una esfera íntima o secreta y otra pública, un comportamiento en la intimidad y otro distinto público. Esta división acaba por convertirse en un hábito hasta tal punto dominante que ni siquiera se es consciente de ella.
«… la tensión que supone ese comportamiento “correcto” en el interior de cada cual alcanza tal intensidad que, junto a los autocontroles conscientes que se consolidan en el individuo, aparece también un aparato de autocontrol automático y ciego que, por medio de una barrera de miedos trata de evitar las infracciones del comportamiento socialmente aceptado pero que, precisamente por funcionar de este modo mecánico y ciego, suele provocar infracciones contra la realidad social de modo indirecto. Pero ya sea consciente o inconscientemente, la orientación de esta transformación del comportamiento en el sentido de una regulación cada vez más diferencial del conjunto del aparato psíquico, está determinada por la orientación de la diferenciación social, por la progresiva división de funciones y la ampliación de las cadenas de interdependencia en la que esté imbricado directa o indirectamente todo movimiento, y por tanto toda manifestación del hombre aislado.» (Elias, 1987: 452)
Cadenas de interdependencia; un concepto clave en la obra de Elias. Suponen la dependencia de los individuos entre sí a medida que avanzan una serie de interrelaciones a las que contribuyen entre otras causas el aumento demográfico, el desarrollo urbano, la especialización o división de funciones, el cambio de una economía natural a la monetaria o la centralización de los poderes públicos. Las cadenas de interdependencia se interrelacionan de tal forma que afectan a todos los ámbitos de las manifestaciones humanas, determinando la marcha del proceso histórico, y son el fundamento del proceso civilizador en una dirección determinada.
Elias acude a la Historia para demostrar que también son motores de este proceso los cambios políticos que se producen entre el final de la Edad Media y el principio de la Contemporánea. Las unidades feudales sufrieron un férreo proceso de luchas de competencia y exclusión que culminó con la absorción de éstas por una sola casa dinástica que se adjudicó la titularidad de un amplio territorio sobre el que ejercía su autoridad (monarquías autoritarias) eliminado la competencia de los nobles atrayéndolos a la corte, convirtiéndose ésta en lugar de control y domesticación de la nobleza lo cual fue un factor decisivo en el proceso de civilización. La nobleza pierde su función guerrera para convertirse en servidora del rey a lo que contribuye la progresiva centralización de los poderes político, militar y fiscal. Esto es lo que Elias llama “mecanismos de monopolio”, aparatos especializados de dominación que caracterizan al Estado Moderno, el autor relaciona por tanto la evolución de estos mecanismos de monopolio, que tienen su máxima manifestación en las monarquías absolutistas, con la génesis del Estado Moderno. La implantación “del monopolio de la violencia” fue decisiva, según Elias, para la consolidación de las transformaciones del comportamiento; las coacciones externas que imponían los entes estatales sobre los individuos estimularon la formación de autocoacciones y controles autónomos interiores que garantizaron la estabilidad del sistema social y político.
«La estabilidad peculiar del aparato de autocoacción psíquica, que aparece como un rasgo decisivo en el hábito de todo individuo “civilizado”, se encuentra en íntima relación con la constitución de institutos de monopolio de la violencia física y con la estabilidad creciente de los órganos sociales centrales. Solamente con la constitución de tales institutos monopólicos estables se crea ese aparato formativo que sirve para inculcar al individuo, desde pequeño, la costumbre permanente de dominarse; sólo gracias a dicho instituto se constituye en el individuo un aparato de autocontrol más estable que, en gran medida, funciona de modo automático»(Elias, 1987: 453-454)
De igual modo la progresiva monopolización de la violencia física y la intensificación de las cadenas de interdependencia impulsan transformaciones de las funciones psíquicas del individuo, esto es, la previsión a largo plazo; la racionalización y psicologización del comportamiento.
La transformación de la nobleza caballeresca en cortesana supuso el control de las emociones y de las pasiones espontáneas individuales. Era una sociedad donde la falta de órganos de control externos y la escasez de redes de interdependencia hacían innecesaria la previsión a largo plazo, pero con el progresivo sometimiento a normas y leyes exactas, así como la cada vez mayor dependencia entre los individuos debido al aumento de la división de funciones, se hace necesario reflexionar sobre las consecuencias de las acciones propias y ajenas. Esta transformación se observa ya claramente en la sociedad cortesana-absolutista donde la lucha por mantener el prestigio, la diferenciación social y conseguir cuotas más altas de poder, tanto con los de su propia clase como con las clases burguesas ascendentes, ya no se realiza a través de las armas sino mediante la imitación, sugerencia, intriga, la previsión y el autocontrol.
«Un hombre que conoce la corte es dueño de sus gestos, de sus ojos y de su expresión; es profundo e impenetrable, disimula sus malas intenciones, sonríe a sus enemigos, reprime su estado de ánimo, oculta sus pasiones, desmiente a su corazón y actúa contra sus sentimientos.» (Elias, 1987: 484)
Todavía serán más profundas y generales las transformaciones en la sociedad burguesa cuando las autocoacciones, factor básico para el proceso civilizador, se convierten definitivamente en un aparato de costumbres que funciona de forma automática y contempla todas las manifestaciones de las relaciones humanas.
Resumen: bosquejo de la teoría de la civilización. Conclusión
En definitiva, con su obra, Elias pretende demostrar que la estructura de las funciones psíquicas y la orientación del comportamiento están íntimamente relacionadas con la estructura de las funciones sociales y con los cambios en la relación entre los seres humanos. Es un proceso que, con variantes, se da en todas las sociedades, no sólo en las occidentales, y aunque no está dirigido racionalmente, ni tampoco es rectilíneo, se observa en él una tendencia a la igualación de las formas de vida, conducta y comportamiento, es decir, a la nivelación de los grandes contrastes. A través de un mecanismo complejo de coacciones y de interdependencias y, sobre todo, a lo largo de mucho tiempo, se va produciendo una transformación progresiva del comportamiento hasta alcanzar nuestra pauta actual, nuestra “civilización”. De la interdependencia entre los seres humanos se deriva un orden que es más fuerte que la voluntad y la razón de los individuos. (Elias,1987; 450). Cuanto Más densa es la red de interdependencia, mayor reprensión social hacia quien se salga del patrón de normalidad en sus emociones y pasiones espontáneas, y mayor ventaja social para quien se conduzca dentro de ese patrón. (Elias,1987; 454).
Cobra mucha importancia la división de funciones y sobre todo el monopolio de la violencia legítima,-que comienza con “el acortesanamiento del los guerreros” (Elias, 1987;472)- por el estado y sus especialistas. La transformación de las coacciones externas por las autocoacciones es también un carácter de la sociedad occidental contemporánea. Otro sería la reducción de diferencias en las formas sociales, no tanto en el poder adquisitivo-, en proporción a la generalización del trabajo, de abajo arriba, y del consumo, de arriba abajo. Lo mismo en buena medida entre colonizadores y colonizados.
A la contención de los instintos sigue la psicologización y la racionalización. Los mismo que se ha pasado del guerrero al cortesano, se pasa de niño a adulto. La racionalización tiene paralelismo con la vergüenza, el escrúpulo y el desagrado. Los miedos interiorizados a la pérdida de prestigio y reputación han substituido a los miedos a la miseria, hambre o violencia física inmediatas. La competencia económica a la colisión física.
Sólo cuando se alcance un estadio en el que se superen las tensiones intraestatales e interestatales podremos decir de nosotros mismos que somos civilizados, mientras, la civilización no se ha terminado. Constituye un proceso. (Elias, 1987;532).
Un proceso histórico que tiene orden, lógica, pero no determinismo o teleología.
Fuentes.
Bibliografía del autor:
El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, FCE, 1987. La sociedad cortesana, México, FCE, 1982.
Sociología fundamental, Barcelona, Gedisa, 1982.
La soledad de los moribundos, México, FCE, 1987.
Humana conditio: consideraciones a la evolución de la humanidad, Barcelona, Península, 2002.
Sobre el tiempo, México, FCE, 1989.
Compromiso y distanciamiento., Barcelona, Península, 2002.
La sociedad de los individuos: ensayos, Barcelona, Península, 1990.
Mozart. Sociología de un genio, Barcelona, Península, 2002.
Teoría del símbolo: un ensayo de antropología cultural, Barcelona, Península, 1994.
Conocimiento y poder, Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1994.
Mi trayectoria intelectual, Barcelona, Península, 1995.
La civilización de los padres y otros ensayos, Santa Fe de Bogotá, Norma, 1998.
Los alemanes, México, Instituto Mora, 1999.
Deporte y ocio en el proceso de la civilización, México, FCE, 1992, con DUNNIG, Eric.
Fuentes de red:
http://www.norberteliasfoundation.nl/
Toda la bibliografía del autor:
HyperElias©WorldCatalogue
http://hyperelias.jku.at/startspa.htm
Bibliografía sobre Norbert Elias en español:
LEYVA, Gustavo, VERA, Héctor y ZABLUDOVSKY, Gina (coordinadores). Nobert Elias: legado y perspectivas. México, Universidad Iberoamericana, 2002
MORANT, Isabel (2002): Discursos de la vida buena: matrimonio, mujer y sexualidad en la literatura humanista. Madrid: Cátedra: 290 pp.
ZABLUDOVSKY, Gina. Norbert Elias y los problemas actuales de la sociología. México, FCE, 2007
·- ·-· -······-· Francisco Díaz de Otazu
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